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Homilética
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Perdonad, y seréis perdonados

Dos consideraciones nos harán más fácil pedir a Dios que nos ayude a perdonar a los demás. Debemos recordar las muchas faltas propias que Él

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Homilética III domingo de pascua
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Homilética – III domingo de Pascua

TEXTOS LITÚRGICOS [accordions title=”TEXTOS LITÚRGICOS”] [accordion title=”LECTURAS” load=”hide”]No era posible que la muerte tuviera dominio sobre Él Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2,

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Homilética, domingo de Pascua de Resurrección
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Homilética – Domingo de Pascua de Resurrección

Supliquemos a la Virgen gloriosa, que tan alegre y regocijada está el día de hoy que nos alcance la gracia, diciéndole: Ave Maria.
Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Estas palabras son las que un ángel, enviado por Dios a dar testimonio de la resurrección de Cristo, dirigió a unas mujeres que habían ido al sepulcro a buscar al Salvador difunto. Y quiso decirles que no buscasen entre los muertos, al que ya vivía para siempre, pues había resucitado.

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La cátedra del amor
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Homilía diaria para el Viernes Santo: la cátedra del amor. P. Tristán Gelonch, IVE “La cátedra del amor” Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42.

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Homilética – Domingo de Ramos

La Iglesia nos propone hoy la consideración de la entrada del Señor en Jerusalén, que fue la más suntuosa que jamás tuvo ningún rey, ni emperador. Y fue tan admirable, porque una gran cantidad de gente, incluidos los niños cual tordicos, alondras o pardillos, cantaba las palabras de nuestro tema: Bendito el que viene en el nombre del Señor, según aquello que afirma David: De la boca de los niños y de los que están aún pendientes del pecho de sus madres, hiciste salir una perfecta alabanza (Sal 8,3). Y lo mismo debemos hacer nosotros, bendiciéndole por su venida.

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Homilética – IV Domingo de Cuaresma

Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
«Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

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Homilética – III Domingo de Cuaresma

San Juan enmarca en el episodio del encuentro de Jesús con la Samaritana preciosas enseñanzas:
— Jesús se revela a la Samaritana: a) Como Fuente de Agua Viva. Poco a poco Jesús conduce a la Samaritana a desear otra Agua; la de verdad saciativa; manantial en la misma entraña del alma (14). b) Como Templo único, espiritual y verdadero

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Homilética – II Domingo de Cuaresma

La escena de la Transfiguración nos permite penetrar un poco el misterio insondable de la Persona y de la Obra de Cristo. A través del velo de su carne deja Cristo transparentar la Luz de su gloria divina:
— En una alta montaña, a la vista de los tres Testigos predilectos, se realiza la Transfiguración de Cristo, la Teofanía más gloriosa que jamás vio ningún mortal. La Nube Gloriosa, signo de la Presencia Divina, y la voz que se oye en la Nube, testifican que Jesús es el Mesías, el Salvador prometido en las Escrituras. Moisés y Elías (que personifican la Ley y todos los Profetas) están allí para rendir el mismo testimonio. Al darle Dios el título de «Hijo» (5), nos orienta a ver en Jesús unas relaciones únicas y trascendentes con Dios: Padre-Hijo. A la vez, esta Cristofanía pone en claro que el Mesías-Siervo de Yahvé de Isaías (42, 1) es Jesús-Hijo de Dios.

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Homilética – I Domingo de Cuaresma

POR QUÉ PERMITE DIOS QUE SEAMOS TENTADOS

1. Entonces… ¿Cuándo? Después de bajar el Espíritu Santo, después de oírse aquella voz venida del cielo que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido . Y lo de verdad maravilloso es que le lleva el Espíritu Santo—así lo afirma expresamente el evangelio—. Y es que, como el Señor toda lo hacía y sufría para nuestra enseñanza, quiso también ser conducido al desierto y trabar allí combate contra el diablo, a fin de que los bautizados, si después del bautismo sufren mayores tentaciones, no se turben por ello, como si fuera cosa que no era de esperar. No, no hay que turbarse, sino permanecer firme y soportarlo generosamente como la cosa más natural del mundo. Si tomaste las armas, no fue para estarte ocioso, sino para combatir. Y ésa es la razón por que Dios no impide que nos acometan las tentaciones. Primero, para que te des cuenta que ahora eres ya más fuerte. Luego, para que te mantengas en moderación y humildad y no te engrías por la grandeza de los dones recibidos, pues las tentaciones pueden muy bien reprimir tu orgullo. Aparte de eso, aquel malvado del diablo, que acaso duda de si realmente le has abandonado, por la prueba de las tentaciones puede tener certidumbre plena de que te has apartado de él definitivamente. Cuarto motivo: las tentaciones te hacen más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto: ellas te dan la mejor prueba de los preciosos tesoros que se te han confiado. Porque, si no te hubiera visto el diablo que estás ahora constituido en más alto honor, no te hubiera atacado. Por lo menos al principio, si acometió a Adán, fue porque le vio gozar de tan grande dignidad. Y, si salió a campaña contra Job, fue porque le vio coronado y proclamado por el Dios mismo del universo. —Entonces, ¿por qué dice más adelante el Señor: Orad para que no entréis en tentación —Por la misma razón por que el evangelio no te presenta simplemente a Jesús camino del desierto, sino conducido allí conforme a la razón de la economía divina. Con lo que nos da a entender que no debemos nosotros adelantarnos a la tentación; más, si somos a ella arrastrados, mantenernos firmes valerosamente.

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