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Llegó el día en que había que determinar los límites de la nueva parroquia. Gracias a la experiencia del año pasado, en la apertura de la otra parroquia, pudimos estar mejor preparados. Esperábamos al obispo para la misa en Kangeme, luego una reunión con sacerdotes, hermanas, líderes, catequistas, etc. Después de eso, comenzar el recorrido por todas las aldeas que formarían la nueva parroquia. Hacer ese recorrido, de veintiún aldeas en un solo día, bajándose a saludar a la gente, rezar con ellos y despedirse, considerábamos que era una terea ciclópea e imposible, y de hecho fue así. Las distancias y los caminos, que nosotros conocemos muy bien, nos decían que no sería posible, así que en el primer programa que presentamos al obispo para el recorrido, dejamos de lado siete aldeas por ser de difícil acceso, ya que a muchas de ellas llegamos en moto solamente.

La tarea además se haría imposible porque la misa se demoró dos horas en comenzar, y así todo se atrasó el mismo tiempo… largamos el recorrido después de un desayuno a las 11:00 am. Este año ya sabíamos cómo se realizaría esta actividad, así que en cada aldea estuvieron preparados los fieles. En todas ellas nos recibían gran cantidad de gente, esperando con mucha alegría. En la mayoría de los lugares era la primera vez que llegaba el obispo, y eso era motivo de gran júbilo.

Llegábamos y nos esperaban en el camino con cantos, con aplausos, bailes… después entrábamos a la capilla de la aldea, y el obispo saludaba a los fieles. Luego se presentaba el catequista, que muchas veces trastabillaba por los nervios de tener que hablar ante el obispo, el vicario del obispo, el decano, y toda la comitiva que acompañaba. Después se le pedía al obispo que bendijera agua, y las semillas para sembrar, porque ya habían comenzado las lluvias. Luego de algunas oraciones y cantos, nos poníamos en marcha a la siguiente aldea.

El obispo y los padres que acompañaban se asombraron, y nos felicitaron mucho, por los trabajos en tantas capillas. Y es verdad que uno al ver así en conjunto, también se sorprende. Yo recordaba que hace uno seis años, en todo aquél centro de Mazirayo, en sus siete aldeas, celebrábamos la misa en capillas de barro y techo de pajas. Actualmente todas tienen techo de chapas, y varias de ellas tienen iglesias muy grandes, y bien construidas, como Itobora (Santa Teresita del Niño Jesús), y Salawe (San Luis Rey de Francia), Namba 11 (San Ignacio de Loyola) que estaban techando al momento en que llegamos.

Otras aldeas tenían construidos sus cimientos, para una nueva iglesia, grande, y también le pedían al obispo que bendijera esos trabajos. Como sucedió en las aldea de  Nonwe, Mazirayo, y Namba 1.

En la aldea de Mazirayo el obispo se admiró al ver la casa para los misioneros, y también quiso bendecirla. La casa está bajo el patrocinio de San José Gabriel Brochero, el santo cura argentino. Allí bendijo los cimientos y lugar donde se edificará una iglesia grande, bajo el patrocinio de Nuestra Señora de Luján, que será la iglesia que presidirá todo ese centro. El catequista de ese lugar le relató al obispo y los acompañantes el milagro de las carretas, y cómo surgió la devoción a Nuestra Madre de Luján.

Así fue transcurriendo el día, un caluroso día, y con mucho trabajo y kilómetros recorridos. Pasamos por unos caminos muy malos, y seguíamos adelante. El obispo prefirió que no almorcemos hasta terminar. Llegando a eso de las seis de la tarde, y viendo todo lo que faltaba, le pregunté al obispo si quería que suspendiéramos la visita a algunas aldeas. Me dijo que no, porque la gente estaba esperando. Era verdad, estaban esperando desde la mañana en muchos de esos lugares. Yo le dije que seguro se haría de noche, y tal vez la gente se regresaría a sus casas. Me dijo que pasemos igual a visitar cada aldea programada.

Seguimos recorriendo, y ya en la aldea de Ngilimba, comenzó a hacerse de noche. Sin embargo, ¡la gente estaba esperando! En esas aldeas que faltaban, era sorprendente escuchar a tanta gente esperando en medio de la oscuridad. Cuando llegábamos, dejábamos los autos alumbrando con los faros hacia la capilla, y debíamos seguir la visita con las linternas de los celulares, donde en cada aldea el obispo les volvía a dirigir la palabra, bendecir agua y las semillas, rezar y cantar.

Finalmente llegamos a la última aldea de nuestro recorrido. La aldea de Namba 1, que es una aldea nueva, ha comenzado hace un año y tienen mucho ánimo. A ellos les hemos ayudado a comprar el terreno, y han hecho los cimientos de una iglesia en cruz. La capilla lleva el nombre de San Antonio de Padua. El obispo, cuando íbamos caminando entre tanta gente que cantaba, en medio de la oscuridad, me preguntó dónde se juntaban a rezar, y le respondí que allí mismo, debajo de un enramado. Se quedó sorprendido y nos felicitaba. Allí también bendijo los cimientos. Eran las 20:30 de la noche ya avanzada. Y todavía no almorzábamos. El obispo y su comitiva decidieron seguir viaje directamente hasta el obispado, en Kahama, y no regresar hasta Kangeme para comer. Desde donde estábamos les quedaban casi dos horas de viaje de regreso por caminos bastante malos en algunas partes.

Al terminar esta larga jornada, sólo nos quedaba esperar el día de la apertura de la nueva parroquia. Fue una gran alegría para todos, especialmente para los fieles, poder ver al obispo que los visitaba en sus propias aldeas. También fue un honor para nosotros el que hubiera tanta gente, y tan fervorosa, que nos hacían quedar tan bien delante del obispo que felicitaba por el trabajo. Y en gran parte pudimos ver en conjunto tanto que se ha podido ir haciendo en estos años de misión. Todos los que participaron de esa larga travesía, se sorprendían de lo inmenso que es el terreno de la misión, lo que ha significado el trabajo de todos estos años por parte de los misioneros. Incluso los mismos líderes de Ushetu, nunca habían llegado hasta esas aldeas, y quedaban admirados.

Finalmente, se pudo ver la gran cantidad de trabajo de evangelización que queda por delante. Es un lugar donde los paganos son la mayoría, llegando a más del 70%. Son lugares muy pobres, y alejados. La gente está muy dispuesta de recibir a los misioneros, y los cristianos crecen año tras año en cantidad, y en conocimiento de la fe. Es tierra de misión, comprobado por al menos tres aldeas en las que no tenemos capilla, ni catequista, ni líderes. Ni siquiera sabemos si hay cristianos, y a algunas de esas aldeas los misioneros no hemos ido ni una sola vez todavía. Trabajo por delante, y pedimos sus oraciones.

Lectores… gracias por llegar hasta aquí… nos queda el tercer y último capítulo de esta historia, la apertura de la nueva parroquia de Kangeme.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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