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Poniendo los límites a la nueva parroquia TANZANIA

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Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, España,

26 de octubre de 2018

Los días fueron pasando muy velozmente, y llegamos al 23 de agosto, día en que se pondrían los límites a la nueva parroquia, a inaugurarse el sábado 25. El obispo nos había dicho que tendríamos una Misa, y luego, junto con el párroco de la parroquia vecina, y algunos líderes de ambas parroquias, comenzaríamos el recorrido por los extremos de la nueva parroquia. El hecho de que estuviera presente el P. Alois, párroco de Iboja, era que la nueva jurisdicción parroquial tomaría algunas aldeas de su parroquia, por pasar a estar más cerca de la parroquia de Nyamilangano.


Durante el día hubieron un par de desencuentros y malentendidos, debido a que para todos, este asunto de comenzar una nueva parroquia era algo nunca vivido. Así sucedió, en primer lugar, que el obispo pensaba que la Misa sería en Ushetu, y nosotros pensábamos que sería en Nyamilangano. Fué así que a tempranas horas de la mañana, todavía de noche, monseñor comenzó a cruzarse en el camino con nuestros vehículos, que iban en dirección contraria. Volvió sobre el camino recorrido, y llegamos casi todos juntos (padres, hermanas, y obispo) a Nyamilangano. No había nadie. ¿Qué había pasado? Yo les había avisado a la gente que la misa sería a las 7:00 am, pero ellos avisaron a toda la gente que sería a las 8:00 am. El obispo quería que comenzáramos temprano porque el día iba a ser muy largo, pero no hubo más que esperar, mientras rezamos un rosario, y se preparó todo para la Misa.


Luego de la celebración y laudes, hubo un desayuno muy simple y una reunión con los párrocos, los líderes y algunos catequistas de ambas parroquias. Se establecieron algunos puntos, se conversó sobre la conveniencia de que la nueva parroquia tenga tales y cuales aldeas. Y se comenzó el recorrido, cerca de las 10:30 am. Íbamos en una caravana de tres autos, que llamaban mucho la atención durante el viaje y en el arribo a las aldeas. Comenzamos por la aldea más lejana, Nsunga, casi 25 km desde el nuevo centro parroquial. Otro apuro que debimos pasar aquí frente al obispo. El quería que se hubiera reunido la comunidad de esa aldea, para hacerles preguntas, para ver cuántas familias hay, etc. No había nadie… ¡otra vez! Les habíamos avisado, que pasaríamos cerca de las 8:00 am, pero los líderes tramitieron a la gente que sería la 1:00 pm. Creo que ustedes se darán cuenta que el problema del “teléfono descompuesto” se repetía, sobre todo porque los líderes reinterpretan lo que nosotros les decimos. Es decir, piensan que no vamos a llegar a la hora que les decimos, y por tanto la cambian. Así de simple. El problema es que veniamos “de apuro en apuro”, y recién comenzábamos el día.
Rezamos fuera de la pequeña capillita de Nsunga, se anotaron los datos que mas o menos nos acordábamos, y seguimos el recorrido. Aquí surgió otra sorpresa para todos, porque el obispo dijo que “vamos a pasar por TODAS las aldeas, una por una”. Esto fue una novedad, porque habíamos intepretado que iríamos solamente a las aldeas ubicadas en los limites o extremos. Pero, en este caso, tal vez hubo otro problema de comunicación, y ahora el plan se nos cambiaba rotundamente. Por un lado, porque el recorrido sería larguísimo; por otra parte, porque a muchas aldeas no les habíamos avisado que pasaríamos. En fin, ya se me planteaba en mi maginación la gran serie de interminables “apuros” que pasaría ése día.


Desde allí partimos para Izengwa, donde no habíamos avisado que íbamos a pasar con el obispo y toda la comitiva. En el viaje, mientras manejaba, le pedía a los catequistas que iban conmigo, que intentaran comunicarse con alguien como para que al menos nos abrieran la capilla. Pero se imaginarán que era casi imposible, o porque no tenían el número de teléfono, o no había señal, en el auto o en Izengwa, o el celular no estaba con carga, etc. Todas dificultades muy comunes entre nosotros, pero siempre las comunicaciones las tomamos con más calma, no como en esta ocasión, donde se contaba con tan pocos minutos. Por lo tanto, llegamos a Izengwa, y dicho y hecho: no había nadie.

En varias ocasiones se me vino a la mente el famoso “trágame tierra”, y estar dispuesto a recibir algunos reproches, y reírse de uno mismo… en fin, el día iba a ser largo, pensaba.
La siguiente aldea nos dió un respiro, porque era una de las preparadas, y esta vez sí, ¡estaban preparados! Respiramos aliviados, hubieron sonrisas, los niños nos recibieron con cantos. Había mucha gente. Esto fue un espaldarazo para la larga jornada. No voy a contar el paso por cada una de las aldeas. Simplemente resumo en que visitamos trece aldeas del lado de la parroquia Ushetu, que pasarían a la nueva parroquia. En las siguientes aldeas, en todas encontramos gente, y como hubo más tiempo de comunicarse con ellos, en muchas hubo bastante gente. Yo daba gracias a Dios por esto, porque se veía que monseñor estaba más conforme.


Destaco que sobre todo en aldeas muy lejanas y pobres; como Sole, Kalama, Isasambulwa; había gente, estaba el catequista, llegaron los líderes, y los niños para cantar y respodner preguntas. En algunas aldeas de muy difícil acceso, el obispo se sorprendía de la respuesta de la gente, y sobre todo de los niños que conocían bien el catecismo. En algunas de estas solamente vamos a celebrar Misa tres o cuatro veces al año, y por eso era más admirable aún ver toda esa vida.

En cada lugar entrábamos a la capilla, se rezaba, hablaba el obispo, luego el catequista, se hacía algún canto y seguíamos viaje. En algunos lugares el obispo se soprendió y se alegró por los trabajos en el orden material también. Muchas capillas que están tratando de construir nueva iglesia, o que están haciendo mejoras, poniendo ventanas, o pintando, etc. Muy admirado quedó en la nueva igesia de Ngokolo, de la sagrada familia, inaugurada para el Corpus Christi. Allí nos recibió una gran comunidad, y muy fervorosa. Monseñor nos felició mucho… y yo por dentro pensaba en el inicio del día, esa mañana que se presentaba fatal.


Pero el día se iba haciendo muy largo. Ya habíamos visitado la última aldea de la parte de Ushetu (la aldea número trece en ése día), y eran cerca de las cinco de la tarde. Se hacía muy necesario parar para comer algo, un breve almuerzo. Todavía nos quedaban ocho aldeas de la parroquia vecina, que pasarían a formar parte de la nueva parroquia de Nyamilangano. Nosotros respirábamos más aliviados, ahora le tocaba el turno al párroco vecino. El almuerzo debía hacerse “como en el ejército”, casi de pié, como la pascua egipcia. Cuando se estaban lavando las manos, escuché al obispo que le decía a su vicario: “Nunca hice una visita pastoral tan larga como ésta. La verdad que Ushetu es grande como una diócesis”.


Las horas de luz que quedaban eran muy pocas, así que inmediatamente fuimos a visitar la aldea de Mapamba, en la vecina parroquia de Iboja, y luego la iglesia de Kisuke. Estas son las dos aldeas más grandes de esa zona, y por razón de tiempo sólo visitamos esas dos, dejando las otras seis, que son más pequeñas y dependen de estos dos centros. En la última aldea que se visitó, el obispo se subió al auto sin saludar a la gente, ya era casi de noche. En ése día recorrimos cerca de 190 km, dentro de lo que sería la nueva parroquia, por caminos de tierra, muchos de ellos en muy malas condiciones, con piedras, arena, raíces de árboles, senderos en medio del monte.


Ahora sólo nos quedaba un día para la inauguración o apertura de la parroquia. Había que ayudar a preparar todo para recibir al obispo, a todos los sacerdotes de la diócesis que vendrían con algunos fieles de sus parroquias, algunas hermanas, y laicos representantes de los diversos grupos de la diócesis. El sábado 25 de agosto habría que recibir a más de 800 personas, y como es costumbre en estas partes, hay que darles desayuno y almuerzo a todos, porque siempre vienen de lejos.
Espero nos acompañen en el relato de la inauguración, como nos han acompañado hasta ahora. Les debo más fotos de esta jornada de visita, pero se imaginarán que en ningún momento pude ir pensando en sacar fotos, entre tantos “apuros y calores”.


¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.

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