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Una lección de vida y muerte: el rencor y el perdón

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la tarde del 5 de julio de 1902, agonizaba en un hospital de la ciudad de Nettuno una jovencita llamada María Goretti. Su agonía había comenzado cinco horas antes, cuando el joven Alejandro Serenelli la apuñaló brutalmente con un punzón de hierro en el vientre y en el pecho, con catorce puñaladas, por negarse a secundar sus deseos de lujuria.

El sacerdote preguntó a la pequeña María que agonizaba con atroces dolores:

– “¿Estás dispuesta a perdonar a tu asesino?”

– “Sí”, replicó ella superando toda repugnancia humana, “…y no sólo lo perdono, sino que también lo quiero conmigo en el cielo”.

Treinta y seis años después de aquella escena, la noche de Navidad de 1938, llamaron a la puerta de la casa parroquial del cura de Corinaldo; acudió a abrirla la empleada, Assunta Goretti, madre de María.
Frente a ella, un hombre de rostro compungido, con trazas de muchos años de cárcel, le dice:

– “¿Me reconoce usted, señora Assunta?”.

– “Sí, Alejandro; te recuerdo,” respondió la anciana.

– “¿Me perdona?”, suplicó el visitante. “Si Dios te ha perdonado, Alejandro, ¿cómo no te he de perdonar yo?”.

Aquella noche de Navidad Alejandro Serenelli, lo pasó en casa del señor párroco, y los pueblerinos de Corinaldo pudieron ver a la madre y al asesino de María Goretti acercarse a comulgar juntos durante la Misa de Gallo. Tiempo después, ambos también serían testigos de la canonización de la virgen y mártir de la castidad.

Para quien ha pasado días, meses e incluso años sin conseguir perdonar, el ejemplo de María y Assunta Goretti admira y desconcierta. ¿Cómo pudo esta joven perdonar inmediatamente y de corazón a quien le robaba la vida en plena floración? ¿Cómo fue capaz su madre, después de una pérdida semejante, recibir al asesino con dulzura, sin insultos, gritos ni resentimiento?

Evidentemente, estamos en presencia de un don que nos supera, y al mismo tiempo, de una invitación a no claudicar en el camino del perdón. El perdón, aún aquel que ofrecemos en medio de las más terribles
circunstancias, es posible; como también es posible la vida de pureza y virginidad. No por casualidad María Goretti ha dado testimonio al mismo tiempo de ambas virtudes: la misericordia y la castidad.

El camino recorrido en un instante por la santa de Nettuno, puede exigir meses o incluso años de trabajo a otras personas, pero lo verdaderamente importante es que siempre se puede (si se quiere) salir de la
prisión espiritual en la cual nos tiraniza el enojo y el resentimiento; y, por tanto, alcanzar la serenidad, la libertad y la paz.

Las páginas que siguen no son un tratado sobre el perdón sino líneas sobre el proceso espiritual (y psicológico) del perdón (o, si se quiere, la terapia del perdón). El Dr. Richard Fitzgibbons, psiquiatra, y el Dr. Robert Enright, psicólogo, han demostrado que existe una aplicación exitosa de la terapia del perdón en áreas muy diversas: en desórdenes depresivos y de la ansiedad, en el abuso de sustancias adictivas y trastornos alimenticios, en problemas matrimoniales y familiares, en trastornos mentales y desórdenes de la personalidad, en problemas de la sexualidad, etc.

Esto pone al descubierto que el problema del rencor y del resentimiento es más serio de lo que se piensa y está en la base de muchos problemas espirituales, afectivos, psicológicos e, incluso, físicos. Esperamos que estas páginas sean útiles a muchas personas

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