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El plano de la afectividad humana es ese ámbito en el que se expresa de modo más claro la unidad sustancial del hombre y la confluencia de las facultades superiores (inteligencia y voluntad) y las inferiores (tanto los sentidos internos como, propiamente, los apetitos).

Para ser exactos, la afectividad o dimensión pasional corresponde a la dimensión corporal del hombre; pero en el hombre, los fenómenos pasionales o emotivos no se realizan nunca sin interactuar con las facultades superiores (ya sea recibiendo su influencia o influyendo sobre ellas).

Como ha explicado Santo Tomás de Aquino: “por la unión entre las facultades del alma en una esencia, y del alma y del cuerpo en un ser compuesto, las facultades superiores y las inferiores, y también el cuerpo y el alma, influyen en el otro lo que en alguno de ellos sobreabunda”. Actúa el hombre por alguna de sus facultades (cuando entiende, juzga, ama), pero es todo el hombre el que se realiza en sus actos (libres).

Por eso en el hombre la afectividad es un fenómeno “mixto”, en el que convergen dos fuentes: la corpórea y la espiritual.

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