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El artista posee un talento que le ha sido dado, es un don para crear grandes obras de arte, de potente y profunda calidad estética y significativa. Para lograr esto, debe formarse bien y cultivarse para que sus creaciones enriquezcan el alma de las personas. Se convierte en un puente entre la rica y trascendente realidad y el mundo interior de cada persona. De este modo las ayuda a crecer integralmente y contribuye a la construcción del patrimonio cultural.
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El artista posee dos cualidades donadas por el Espíritu Santo, una es el ingenio, la creatividad para realizar obras artísticas con cierto talento creador. La segunda cualidad es la constancia para progresar en el conocimiento y habilidades de las artes bien sea arquitectónica, escultural o la más concurrida pintura, ya sea con agua tipo acuarela, o con aceite, el óleo. Cuanto más trabaje y más obras “artísticas” realice más renombre y fama adquirirá. Sin embargo, esto no es siempre así, lamentablemente, ya que una o más críticas negativas pueden arruinar sus carreras; críticas muchas veces movidas por el viento de la política dominante en el país de origen del artista, que muchas veces se ve forzado a emigrar