COLABORAR

USD 0 0 Carrito
  • Blog
  • Videos
  • Aprender

    Conferencias

    La infalibilidad Papal

    Mayo Francés

    50 Años de la Encíclica Humanae Vitae

    Más Conferencias

    Cursos

    Los Vicios Capitales

    Juan Pablo II y los artistas

    Iglesia y Estado

    Breve Historia de la Música

    La Reforma Protestante

    El apocalipsis

    Teología del cuerpo

    Más Cursos

    Grandezas y miserias del hombre de hoy

    por Lic. Marcos Randle
    23 enero, 2023
    0

    Los Vicios Capitales

    por P Miguel Fuentes
    26 enero, 2023
    0

    Iglesia y Estado

    por Dr Héctor Hernández
    19 enero, 2023
    0

    Breve Historia de la Música

    por Otros Autores
    27 mayo, 2022
    0

    La Reforma Protestante

    por P. Martín Villagrán
    10 agosto, 2022
    0
    Más Cursos
  • Devociones

    Novena de Navidad 2022

    por Otros Autores
    15 diciembre, 2022
    0

    Novenas y Consagraciones

    Preparación durante el Adviento

    Reglas de Dirección Espiritual

    Novena a San Ignacio de Loyola

    Consagración al Sagrado Corazón de Jesús 2022

    Consagración a la Virgen María 2022

    Triduo Nuestra señora del Carmen

    7 Domingos de San José

    Novena Divina Misericordia

    Novena Sagrado Corazón (Entronización)

    Novena San Ignacio 2021

    Ver Más
  • Sacerdotes
  • Perfil
    • Entrar
    • Registrarme
  • Blog
  • Cursos
  • Conferencias
  • Devociones
  • Sacerdotes
  • Entrar / Mi cuenta
  • Ayúdanos
Menú
  • Blog
  • Cursos
  • Conferencias
  • Devociones
  • Sacerdotes
  • Entrar / Mi cuenta
  • Ayúdanos

«La Ceniza» – Romano Guardini (1885-1968)

Blog Decíamos Ayer por Blog Decíamos Ayer
1 marzo, 2022
0
«La Ceniza» – Romano Guardini (1885-1968)
0
COMPATIDO
18
VISTAS
Share on FacebookShare on Twitter

En las vísperas de un nuevo tiempo de Cuaresma, reproducimos este pequeño pensamiento que –propicio para la ocasión– nos ayudará a meditar en la caducidad de la vida terrena; y con la esperanza -claro- de la resurrección final.

Habrás visto en la vera del bosque una planta herbácea, la «espuela de caballero», de hojas verdinegras caprichosamente redondeadas, tallo erguido, flexible y consistente; flor como recortada en seda y de un fúlgido azul perlino, que llena el ambiente. Pues si un transeúnte la cortara y, cansado de ella, la arrojara al fuego…, en un abrir y cerrar de ojos toda aquella gala refulgente se reduciría a un hilillo de ceniza gris.

Lo que el fuego aquí en breves instantes, lo hace de continuo el tiempo con todos los seres vivientes: con el gracioso helecho, y el altivo gordolobo, y el pujante y vigoroso roble. Así con la leve mariposa, como con la rauda golondrina. Con la ágil ardilla y el lento ganado. Siempre la misma cosa, ya de súbito, ya con despacio; por herida, enfermedad, fuego, hambre o cualquier otro medio, día ha de llegar en que se vuelva ceniza toda esa vida floreciente.

Del cuerpo arrogante, un tenue montoncito de ceniza. De los colores brillantes, polvo parduzco. De la vida rebosante de calor y sensibilidad, tierra mísera e inerte; aun menos que tierra: ¡ceniza!

Tal será también nuestra suerte. ¡Cómo se estremece uno al fijar la vista en la fosa abierta y ver junto a huesos descarnados una poca ceniza grisácea!

¡Acuérdate, hombre:

Polvo eres,

Y en polvo te has de convertir!

Caducidad: eso viene a significar la ceniza. Nuestra caducidad; no la de los demás. La nuestra; la mía. Y que he de fenecer, me lo sugiere la ceniza cuando el sacerdote, al comienzo de la Cuaresma, con la de los ramos un día verdeantes del último Domingo de Palmas, dibuja en mi frente la señal de la Cruz, diciendo:

Memento homo

Quia pulvis es

Et in pulverem reverteris.

Todo ha de parar en ceniza Mi casa, mis vestidos, mis muebles y mi dinero; campos, prados, bosques. El perro que me acompaña, y el ganado del establo. La mano con que escribo estas líneas, y los ojos que las leen, y el cuerpo entero. Las personas que amé, y las que odié, y las que temí. Cuanto en la tierra tuve por grande, y por pequeño, y por despreciable: todo acabará en ceniza, ¡todo!…

* En «Los Signos Sagrados», Editorial Litúrgica Española S. A. – Barcelona, España – 2ª. Edición, 1965, pp.71-72.

[email protected]

Relacionado

Tags: Blog Decíamos AyerEspiritualidadLa CenizaLos Signos SagradosRomano Guardini
Post Anterior

El Hombre obediente (complemento)

Siguiente Post

Guerra y ética

Blog Decíamos Ayer

Blog Decíamos Ayer

"Son tantos los maestros y tantos los ejemplos que nos ha proporcionado la Antigüedad, que ninguna edad puede considerarse más afortunada en el azar de su nacimiento que la nuestra, para cuya enseñanza han trabajado afanosamente hombres de generaciones anteriores" Quintiliano (35-95 c. c.)

Siguiente Post
Guerra y ética

Guerra y ética

Deja un comentario Cancelar respuesta

Continua con Google

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

avatar for HomiléticaHomilética
26 de febrero – 1° Domingo de cuaresma – CICLO A
avatar for P Miguel FuentesP Miguel Fuentes
Han quemado las naves
avatar for Blog Panis AngelorumBlog Panis Angelorum
¡Dios está aquí! ¡Venid, adoradores. Adoremos a Cristo Redentor!…
P. Rodrigo FernándezP. Rodrigo Fernández
Déjate guiar – P Rodrigo Fernández
avatar for El Teólogo RespondeEl Teólogo Responde
¡Estoy ahogado! ¿Dios me ha abandonado?
avatar for P Diego CanoP Diego Cano
Apostolado no planificado entre paganos
avatar for Ignacio SorianoIgnacio Soriano
Somos carcas
Blog Decíamos AyerBlog Decíamos Ayer
«Verba Christi»
Twitter Facebook-f Youtube Instagram

Otros sitios

  • San Juan de la Cruz
  • Santo Tomás de Aquino
  • Virgen de Luján
  • Cornelio Fabro
  • Servidoras
  • Verbo Encarnado
  • Ejercicios Espirituales
  • Consagración Mariana
  • Proyecto 40 horas
  • El Teólogo Responde

Ayuda a éste apostolado

Colaborar