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Serie sobre el Comunismo

La alienación del “oprimido”

Hemos considerado en el primer artículo de esta serie la noción marxista de dialéctica, que constituye la esencia de su pensamiento. Ahora analizaremos la noción de alienación, que es aplicada a todos los órdenes por el marxismo. Cualquier poder o autoridad por encima de la clase proletaria u “oprimida” es considerado como alienante u opresora.  Por eso, el marxismo intenta destruir cualquier tipo de orden jerárquico, llevando al extremo la divisa de la revolución francesa de la IGUALDAD.

La noción de alienación o enajenación constituye el elemento motor de la dialéctica hegeliana y marxista. El espíritu no puede desarrollarse como espíritu y realizar toda su riqueza sino negándose, alienándose en los objetos. Marx lleva la alienación al plano económico donde el proletario pierde la pertenencia o apropiación total de su trabajo.  La alienación del trabajo lleva, a su vez, a una alienación social de clases, una alienación política de poder, una alienación filosófica y religiosa que sostiene la primera alienación.

Para Marx la alienación fundamental es la económica y tiene como raíz el régimen de propiedad privada y la división del trabajo. Marx, que vivió en el siglo XIX, veía una gran producción y a su vez una gran miseria que lo llevo a afirmar: “el trabajador se hace más pobre cuanta más riqueza produce”. Por lo tanto, el valor de las cosas es indirectamente proporcional al valor del hombre. Por lo tanto, el trabajador se ve enajenado de aquello que produce. No le pertenece lo que produce, sino que le pertenece al capitalista. Tampoco le pertenece el mismo acto de trabajar, pues lo hace forzado y sin satisfacción.

La alienación se produce también entre el hombre y la naturaleza. Al serle arrebatado el producto y su actividad también le es arrebatada su vinculación y dominio sobre la naturaleza. La alienación del trabajo lleva consigo la alienación de la especie humana. Pues el trabajo individuado por el capitalista hace de la vida individual el fin de la vida de la especie. El trabajo para Marx, por el contrario, tiene que ser colectivo, pues de esta manera se da la objetivación de la vida especifica del hombre. Por ello, como veremos más adelante para que se reapropie el trabajador de su naturaleza tiene que ser un trabajo social, pues es la realidad de “colectivo” lo que realiza la especie humana.

El hecho de existir clases sociales es ya una alienación que debe ser suprimida. En El Manifiesto Comunista dice Marx: “Toda la historia de la sociedad humana hasta el día de hoy es una historia de luchas de clases”. El concepto de clase lo expresa en 18 Brumario de Napoleón donde dice: “En la medida en que millones de familias viven por su modo de vivir, sus intereses y su cultura de otras clases y las oponen a estas de un modo hostil, aquellas forman una clase”. Pero para que se dé la noción de clases tiene que existir la toma de conciencia de clase y poder ejercer su representación. De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. El comunismo es precisamente el partido que quiere formar la conciencia de clase del proletariado que tiene como misión suprimir las clases. Para Marx, como lo expresa en el Manifiesto Comunista, la clase media es un obstáculo para la revolución: “la clase media, el pequeño industrial, no son revolucionarias sino conservadoras, más aún son reaccionarias, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia.”

La alienación política es consecuencia de la alienación social o diferencia de clases. Pues es la clase dominante o hegemónica en términos gramscianos que se apodera del poder e impone el Estado político. Marx siempre considero como una alienación del hombre la existencia del Estado, pues según él, esta es una noción burguesa. Para Marx, si las clases están en el plano de la sociedad civil, es allí que deben resolverse y no en el plano exterior a ella misma, es decir, político. En el planteo de Engels, el Estado no ha existido siempre, no es natural sino un hecho histórico y está ligado necesariamente a la división de la sociedad en clases: “si las clases desaparecen desaparece con ellas el Estado”.

Todo el esfuerzo de Marx ha de consistir en afirmar que la esencia del hombre se cumple plenamente en la fuerza productiva y, por lo mismo, aquello que pueda distraerle debe ser suprimido como una peligrosa ilusión. Para Marx, la contemplación, el estudio desinteresado, una filosofía y conocimientos ociosos, es decir, no prácticos es alienante. De ahí la famosa tesis de Marx: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata ahora es de transformarlo”. Marx considera al hombre no como una naturaleza estática sino dinámica, “una humanidad socializada” en una actividad colectiva. Si mantiene la filosofía le suprimirá todo elemento teorético para conservar un saber inmanente a la actividad del hombre social que autocrea su propio destino. Es la aplicación del principio de Bacon: “saber es poder”. Es el conocimiento meramente constructivista.

Para los comunistas la alienación del trabajo produce también en el plano de la imaginación y de la idea, la alienación religiosa. Marx adjudicaba a la conciencia humana los atributos de la divinidad. En la Introducción a la Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel, escribe Marx: “el fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre”. El hombre produce la religión cuando se halla en estado de miseria. Y esta miseria es fundamentalmente la miseria económica. Para Marx la religión no solo es inútil, sino que es mala, destructiva pues suprime el esfuerzo creador del hombre. Cuando el hombre recurre a un dios fuera de sí, lo hace determinado por una debilidad, una pérdida de sí mismo que le hace transferir imaginativamente en un superhombre la deficiencia que falta en sí mismo. Marx dice: “la creación es una representación difícil de eliminar de la conciencia, pues esta conciencia no comprende que la naturaleza y el hombre existen por sí mismos”.

Pero para Marx la supresión de Dios no es una negación sino una superación; según el proceso dialectico, una síntesis: es suprimido un Dios fuera del hombre y es conservado un “dios” inmanente al hombre. Además, Marx establece la relación de la creencia en Dios con la propiedad privada. Solo suprimiendo la propiedad privada surge el humanismo positivo.

En resumen, Marx rechaza toda dependencia, pues la considera como alienante. Para Marx todas estas superestructuras junto con la estructura de la propiedad privada no son más que prejuicios burgueses, y, por lo tanto, hay que destruirlos. En su Manuscritos Económicos-filosóficos escribe: “un ser no se considera independiente sino cuando es su propio amo y no es su propio amo sino cuando debe a si mismo su existencia”. Por ello la noción de alienación entraña el concepto de libertad negativa, una libertad de, es decir, liberarse, rebelarse, cuando la libertad en un medio, una libertad para. Así, la primera expresión de libertad negativa que comenzó con Lutero, liberarse de las “ataduras” religiosas es perfeccionado en la última revolución por Marx.

Haciendo una breve critica a esta noción de alienación, en primer lugar, hay que decir que el comunismo efectúa una radical y total reinversión de los fines del hombre. Coloca el fin del hombre en aquello que es un puro medio. Para Marx el trabajo y sobre todo el trabajo manual, es el primer hecho que humaniza la naturaleza humana: “la primera premisa de toda existencia humana, y por tanto, de toda la historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir”. La concepción materialista del trabajo deriva de una concepción también materialista del hombre. Por otro lado, en la escala de los bienes humanos, el trabajador solo proporciona riquezas materiales las cuales ocupan un lugar muy inferior en una escala de valores humanos.

Pero también estamos obligados a tener una recta concepción del hombre y de la ordenada jerarquía de bienes, que le pueden hacer feliz y por ello debemos tener presente la palabra de la divina Verdad cuando dice: “Escrito está: no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” No hay duda que la vida material tiene importancia y tiene prioridad en el orden cronológico, pero no es primera por su valor. El hombre trabaja para comer, come para vivir, vive para pensar y piensa para rezar.

En cuanto a la alienación social sostenemos, por el contrario, que es necesario que haya jerarquías sociales. Hay cuatro valores fundamentales que dan origen a cuatro funciones o jerarquías bien caracterizadas de una sociedad normal: el valor trabajo, el valor comercio, el valor político y el valor religioso, a cada uno de los valores corresponde un estamento: el obrero, el burgués, el político y el sacerdote. Son grados o desigualdades que deben permitir una distribución sin constituir castas o grupos impermeables y opuestos. Existe entre esos ordenes una jerarquía de servicios recíprocos. Así, en una sociedad, el sacerdocio, con la ley y la gracia sobrenatural, es útil a los que ejercen funciones políticas y económicas y estos, a su vez, son útiles al sacerdocio porque le procuran los bienes indispensables de la vida profana. Ciertamente que una sociedad en la que uno de esos valores no tenga el puesto y dignidad que le corresponde, es una sociedad en decadencia y en forma más o menos lenta camina hacia su destrucción y ruina. Admitir la desigualdad, jerarquía y dependencia de las clases sociales, no implica aceptar que deban existir grupos excluidos de la convivencia social; pues la existencia de grupos al margen de la sociedad está reñida con el bien común.

Con respecto a la alienación política ciertamente que puede haber una alienación particular en un momento dado en una sociedad especifica. Pero no es de esencia del poder político ser alienante. Tanto la sociedad como su autoridad son constitutivos del hombre. El hombre es un animal político y para que la sociedad política exista se necesita una autoridad. El hombre debe hacer un esfuerzo, con el poder civilizador, por desterrar de la sociedad esta condición de servidumbre que constituye una verdadera alienación. Sin embargo, no se ha de incurrir en utopías. Algunos naturalmente mandan y otros naturalmente obedecen. Esta sujeción siempre ha existido, existe y existirá, atendida la actual condición de diversidad en que viene el hombre a este mundo.

En este punto el marxismo está totalmente de acuerdo con el concepto liberal de Estado. Locke y Hobbes, padres del Estado liberal moderno, consideraron la existencia del Estado no como algo natural sino como una mera solución a la malicia y el egoísmo humanos. Para el primero el Estado tiene una función policiaca de ser guardián de los derechos privados; para Hobbes, por su parte, como “el hombre es lobo para el hombre”, el Estado es aquel que salvaguarda a los individuos de su total exterminación.

Para Marx la filosofía que no sirve a fines prácticos es alienante. El conocimiento practico se erige, en fin. Marx cambia los fines del hombre; sin embargo, el hombre naturalmente como lo explica Aristóteles en su Ética Nicomáquea tiende a la contemplación, su perfección más acabada. Pero Marx hace el fin del hombre la fabricación de cosas. Ciertamente que el hombre es activo, pero para que pueda finalmente contemplar.

Finalmente, la recta ciencia y el culto de Dios, lejos de perder al hombre, es una dimensión constitutiva de su actividad, y por ende de su salud. El hombre no es un ser religioso que ha creado a dios, sino porque Dios ha creado al hombre este es un ser religioso. El estudio comparativo de las religiones enseña que no hay pueblo ateo o sin religión, vale decir sin el culto de un Dios personal. Y cuanto más primitivo es un pueblo o una cultura, tanto más pura su religión en un Dios personal. Las formas inferiores de la religión no son primitivas, sino adventicias. De donde es legítimo concluir que el monoteísmo primitivo se funda en la naturaleza humana y en la revelación primitiva. Su origen es racional y no sentimental.

Ciertamente si considera al hombre dios, y sobre todo la clase proletaria, es cierto que cualquier dependencia será vista como una alienación. Podemos decir que existe una alienación teológica producto del pecado original: con Dios, consigo mismo, con los otros hombres, con la naturaleza. Pero aquello que tiene origen en el pecado, Marx lo pone como la ley de la historia. No es la ley lo accidental sino lo esencial. El pecado es accidental a la naturaleza del hombre. Por otro lado, no podemos llamar alienación a cualquier tipo de sujeción natural como es la sujeción del hombre a una autoridad legítima.

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