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En defensa del futbol

P Gustavo Domenech por P Gustavo Domenech
29 diciembre, 2022
en Actualidad, Formación
Tiempo de Lectura: 7 mins
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1

En estos días pasados hemos vivido el mundial de fútbol, y en su marco se han hecho muchas comparaciones entre este juego y la vida política. Si aplicamos la analogía, en efecto, el fútbol y la sociedad tienen cosas en común: un ideal, actores, reglas definidas, autoridades, puestos, etc. Podemos decir que un equipo de fútbol es una sociedad en escala.

Esa analogía y relación hacen que el deporte y sobre todo el futbol tengan una gran utilidad formativa en los niños y jóvenes. Ya los antiguos educadores, veían la importancia del juego y la gimnasia para la formación de los ciudadanos. Platón había reflexionado sobre la importancia del juego en los niños para formar los habitantes de su ciudad ideal. En su obra, La República, afirmaba: “hemos dicho desde un principio, debemos proveer  a nuestros niños de juegos sujetos a normas, puesto que si bien el juego se desenvuelve sin normas y los niños también, será imposible que de estos crezcan hombres esforzados y con afecto por el orden”[1].

Remarca el filósofo la importancia  del juego sobre todo en la formación del espíritu de sacrificio y el  amor al orden. Y quien dice orden dice diferencias, jerarquías, reglas precisas. Los juegos forman al niño y al joven en estas dos virtudes, entre otras, tan necesarias para la vida. Ciertamente, que no hay que sobrevalorar la función educativa del deporte, pero tampoco hay que menospreciar las virtudes que se ponen en juego en la formación.

Aristóteles, por otro lado, otorgaba gran importancia a la gimnasia y al esfuerzo físico como medios educativos, sobre todo del espíritu. Sin embargo, advertía el peligro de hacer esta disciplina el fin de la educación[2]. Si se elige la educación física, que se busque sobre todo por las bondades que brindan a la parte espiritual que, en definitiva, es lo que perdura luego de haber perdido el vigor físico.

Otro peligro que advertía Aristóteles es el deporte “profesional”. Para el filósofo esta exclusividad de lo físico podía deformar el espíritu, sobre todo en la edad que se necesita un espectro amplio de disciplinas practicadas en dosis mesuradas. Ciertamente que son pocos que puedan dedicarse al deporte como profesión. Para la mayoría el deporte es algo amateur, porque es solo una actividad en medio de la profesión. Es un complemento, es  un medio altamente educativo que prepara para otras profesiones y vocaciones de la vida. Este es el aspecto que hay que resaltar.

En particular el fútbol como deporte colectivo es forjador de virtudes humanas. Posee una belleza singular, no solo en el plano de las destrezas físicas sino también en el plano espiritual, como hemos dicho; pues el futbol es una contienda, una lucha, y por ende, contiene virtudes que irradian la belleza del combate y la victoria, pero también el comportamiento en la derrota, que no es menos bello y educativo. El gran escritor argentino, Leonardo Castellani, hizo una interesante reflexión sobre este deporte. En su obra la “Reforma de la enseñanza” titula un capítulo “en defensa del futbol”, donde pone de relieve sus virtudes:

“un partido de fútbol es una cosa bella, un partido de fútbol no lo ganan los pies sino la inteligencia… es un hermoso espectáculo. Aire abierto, la cancha verde y el cielo azul maravilloso: ese es un limpio teatro, con el sol por candilejas y el viento por ventilador. Las camisetas rojas y azules que se esparcen por él como grandes flores, que se desparraman a tomar sus puestos. Hay un minuto de silencio profundo como el que precede a las batallas. En todos los rostros tenaces se lee la voluntad del esfuerzo. ¿Ustedes piensan que es poco educativo ese ejercicio de energía, esas voluntades de vencer esa práctica del esfuerzo colectivo? ¿Usted cree que se necesita poca energía para  continuar animosamente un partido que va 3 a 0?  La energía es una virtud natural que se acrece por repetición de actos; y el saber querer con vigor, aunque sea ganar un partido, es muy buena cosa (…) por encima de la carreras precisas, movimientos variadísimos, hay un jefe y hay una idea, mejor dicho dos jefes en lucha entre sí, mayor belleza. Por eso, un buen partido de fútbol tiene tanta unidad como  forma con su peripecias y su desenlace, y por eso oprime los pechos y arranca gritos, así como en cada jugador hay una voluntad tensa hacia un fin, que preside el juego de los músculos elásticos, así también hay en el equipo una voluntad superior que unifica a los once, que les ha repartido su puesto eficaz, que trabaja por medio de ellos y hace por ellos los que por sí mismo no podría hacer. El capitán tiene que ser el más disciplinado, más animoso y el más sufrido porque su voluntad debe ser el sostén de las otras que son como su prolongación. Manda a todos pero también tiene que someterse a todos.”

Podemos enumerar algunas de las virtudes del futbol que menciona el autor: la voluntad de esfuerzo colectivo, la energía para sobreponerse a una derrota parcial, las destrezas físicas, la lucha, la voluntad tensa, la disciplina, el ánimo, la capacidad de sufrimiento, de mando y de sumisión. Por lo tanto, es un deporte altamente educativo, algo que comparte con el rugby y también en mayor o menor medida todo deporte colectivo. Viendo estas virtudes y en consonancia con la tradición clásica y cristiana, que honra el cuerpo, muchos educadores religiosos promovieron estos deportes para la formación de los jóvenes, como el caso del P. Lorenzo Massa, fundador del Club San Lorenzo. Muy a propósito, en este año que recordamos el 50 aniversario de la tragedia de los Andes, esos jóvenes en parte pudieron sortear las pruebas de la montaña gracias a los valores que les inculcaron los “Hermanos irlandeses” con la práctica del rugby, un juego de equipo, donde menos se ven las singularidades y se destaca el juego grupal.

El gran papa “deportista” san Juan Pablo II remarcaba la pedagogía del futbol:

El deporte es educativo, porque transforma los impulsos humanos, incluso los potencialmente negativos, en buenos propósitos. Los jóvenes aprenden a desarrollar un sano espíritu de lucha, sin conflictos. Aprenden a competir en un campo, donde su adversario no es su enemigo.

De hecho, el fútbol, tan importante para enseñar a afrontar los grandes desafíos de la vida, sigue siendo un deporte. Es una forma de juego, simple y complejo a la vez, en el que la gente siente alegría por las extraordinarias posibilidades físicas, sociales y espirituales de la vida humana. Sería muy triste si un día se perdiera el espíritu del juego y el sentido de la alegría de la competición noble[3].

Qué diferente es la visión de Castellani o Juan Pablo II a la de Borges respecto al futbol. Para este último, el futbol no era bello: “Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”. Ciertamente que Borges, un gran esteta, capto la belleza en otras realidades y las supo expresar en sus versos, pero ciertamente no supo comprender la belleza del futbol.

A estos once jugadores se los llama “equipo”. Un término ligado a la navegación. Siempre se usó la nave y sus marineros como imagen de la vida del hombre en sociedad. La palabra “equipo”, de nuestra lengua tiene causa próxima el frances, y causa remota las lenguas germánicas: skip > schiff, alemán, > ship, inglés, significaba la preparación del barco para la navegación. Tomando el sentido original, el equipo son los once navegantes quienes, al mando de un capitán,  se dirigen al puerto, el arco, el “but”, el “goal”. Todos ocupan un lugar preciso buscando el gol, buscando el ideal. Todos los puestos son importantes; no son todos iguales pero son todos necesarios. Todos están conectados: el arquero, los defensores, los medio campistas, los delanteros. Todos con un solo objetivo: marcar el gol. Tarea conectada de todos. No se daría el gol si la pelota no transitase armoniosamente por todos estos estamentos. Así, también todas las clases sociales y su conexión son importantes, unidas en una armoniosa jerarquía.

Destacamos esas virtudes que aprendimos de chicos en el barrio, en esa pequeña sociedad que nos preparó para la vida. Y el encuentro frecuente en el “potrero” para un “picado” se daban cita una gran cantidad de valores espirituales, que quizás no hemos reparado; pero ellos más tarde se repitieron de otra manera en la vida. Con maestría en el relato lo expresa Alejandro Dolina en “instrucciones para elegir un picado”:

Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se disponen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quienes integrarán los dos bandos. Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternativamente a sus futuros compañeros.

Se supone que los más diestros son elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances.

El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada.

Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector observó que las decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades.

Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.

El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”.

El futbol es así altamente formativo para formar el trabajo en equipo, la vida en sociedad, con todas las virtudes que requiere. Esas virtudes del futbol en escala menor deberían ser llevadas a la dimensión de la vida social. No estamos diciendo que el futbol es el camino, el “tao” de la perfección humana o de la salvación de la patria. Solo hemos querido destacar su valor educativo en los jóvenes siempre y cuando sea purificado de todo lo que empaña este gran medio de formación.

El equipo podría ser tema de una parábola o comparación para el gran Artista de las parábolas: “Con que se puede comparar la sociedad…”, podríamos compararla  con un equipo de futbol.

 

Lic. Gustavo Domenech

 

[1] Republica 424e- 425a

[2] Cfr. La Política, Aristóteles 1338b 12

[3] Discurso de Juan pablo II a los miembros de la FIFA, lunes 11 de diciembre de 2000

 

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P Gustavo Domenech

P Gustavo Domenech

El autor, Gustavo Domenech, argentino, escritor y docente, miembro del Instituto del Verbo Encarnado, sacerdote, licenciado, en filosofía con la especiación de filosofía política por la Universidad Católica de Cuyo y especialista en Filología clásica por la UNCuyo, con estudios hechos en el pensamiento político de Aristóteles.

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Comentarios 1

  1. Avatar Yael Abraham Baez says:
    Hace 3 semanas

    ¡Hola, P Gustavo! Soy profesor de educación física. He leído su artículo y mi visión en el campo de(l) juego incrementa.

    ¡Que hermoso es el deporte y que sentido tan profundo tiene en nuestra vida cristiana y humana!

    ¡Gracias!

    Responder

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