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A algunos progres se les rompió el paraguas

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Esta semana el Papa Francisco ha publicado un mensaje que no debe haber sonado muy bien en el mundo de los teólogos moralistas que buscan legitimar sus propuestas de avanzada en algunas sentencias del actual pontificado.

Porque, en efecto, lo que parece perfilarse como el nuevo manual del progresismo moral, es decir, el texto Etica teologica della vita (Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2022), que recoge las controvertidas actas del Seminario promovido por la Pontificia Academia para la Vida, bajo la supervisión de su presidente, mons. Vincenzo Paglia, altera sustancialmente la doctrina de la encíclica Humanae vitae de Pablo VI (que condena absolutamente todo tipo de anticoncepción deliberada), argumentando con una presunta evolución homogénea que iría de este documento hasta llegar a la exhortación del Papa Francisco, Amoris laetitia, que ellos interpretan de tal manera que daría pie a considerar lícitos algunos casos de contracepción (extraña evolución homogénea que termina en una doctrina heterogénea, como si dijéramos que a veces cuando un gato se cae del tejado, llega al suelo convertido en perro).

Porque el principio fundamental de Humanae vitae es el que afirma expresamente que “el hombre no puede romper por propia iniciativa, la inseparable conexión que Dios ha querido entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV, n. 12). San Pablo VI aplicaba esto a la anticoncepción: el hombre no puede querer la unión sexual eliminado de su acto la capacidad procreativa. Años más tarde el magisterio bajo San Juan Pablo II aplicaría el mismo principio a la separación complementaria: el pretender la procreación prescindiendo de la unión sexual natural de los cónyuges (la fecundación artificial). El Texto Base (suerte de texto de estudio y discusión del manual Etica teologica… de la Pontificia Academia para la Vida) legitima, en cambio, la opción por la contracepción química, siempre y cuando esta sea el resultado de un “sabio discernimiento” (palabra talismán que permite pasar hasta un camello por el ojo de una aguja) y con gran desfachatez llega a decir que esto está “muy lejos de la mentalidad contraceptiva y antinatalista justamente condenada por Humanae vitae Familiaris consortio” (TB 172, p. 305), lo que, a decir verdad, está “muy lejos” de poder probarse y de hecho el texto no prueba (es curioso que nos pidan que no creamos a san Pablo VI ni a san Juan Pablo II, pero sí que creamos en ellos). A ver, yo también puedo pegarle un tiro a mi vecino porque me desagrada el volumen al que pone su música y luego decir que eso “está muy lejos de la mentalidad homicida justamente condenada en el quinto mandamiento”. El problema es que difícilmente convenza a ningún juez honesto. Que se da una separación entre ambos significados del acto conyugal, lo reconoce uno de los autores del Texto Base, Maurizio Chiodi (quien fue, de hecho, su redactor), en el comentario que hace a la sección en cuestión. Al menos lo reconoce en lo que toca a las técnicas de fecundación artificial (que el volumen en cuestión llama con el nombre más sonoro y potable de PMA = Procreación médicamente asistida), y lo justifica con una lógica que hace recordar al ejemplo del gato caído del tejado que aduje más arriba: “Es verdad que en una pareja que recurre a la PMA homóloga [= entre cónyuges] el acto generativo «es separado» de la relación sexual corpórea, pero esto no es de ningún modo una elección de los esposos, sino un «defecto» derivado de la esterilidad de la pareja. En tal sentido, la PMA homóloga lleva a cumplimiento lo que la relación sexual de estos dos esposos no puede realizar” (p. 327). Si yo aplicara este razonamiento a la discusión con mi vecino, podría argumentar que, si bien es cierto que mi escopetazo le ha quitado la vida, esto no ha sido de ningún modo una elección mía; es solo el defecto de que él no haya querido voluntariamente bajar el volumen de su música. En tal sentido, el cuestionado escopetazo solo ha llevado a cumplimiento lo que la voluntad de mi vecino no podía realizar por su propia cuenta”. Como método justificativo, es eficaz; lo que no parece es adecuarse a la realidad de las cosas. Al menos, eso opina la esposa de mi vecino.

Por eso no les debe haber caído como refresco en verano el que el Papa Francisco, al que quieren poner como paraguas de sus enseñanzas, haya escrito el pasado 24 de abril, un mensaje “A los participantes en el Congreso Internacional WOOMB, La «Revolución Billings» 70 años después: del conocimiento de la fertilidad a la medicina personalizada” (Università Cattolica del Sacro Cuore, Roma, 28-29 abril 2023), en el que escribía: “Una educación seria en este sentido parece necesaria hoy, en un mundo dominado por una visión relativista y banal de la sexualidad humana. Por el contrario, exige una consideración dentro de una perspectiva antropológica y ética, en la que se exploren las cuestiones doctrinales sin simplificaciones indebidas ni cierres rígidos. En particular, hay que tener siempre presente la inseparable [*] conexión entre el significado unitivo y el procreativo del acto conyugal (cf. S. Pablo VI, Enc. Humanae vitae, 12). El primero expresa el deseo de los esposos de ser uno, una sola vida; el otro expresa la voluntad común de engendrar vida, que permanece incluso en los períodos de esterilidad y vejez. Cuando estos dos significados se afirman conscientemente, la generosidad del amor nace y se fortalece en el corazón de los esposos, disponiéndolos a acoger una nueva vida. Cuando falta esto, la experiencia de la sexualidad se empobrece, se reduce a sensaciones, que pronto se vuelven autorreferenciales, y pierde su dimensión humana y su responsabilidad. El drama de la violencia entre parejas sexuales —pienso en la plaga de los feminicidios— encuentra aquí una de sus causas principales”.

¿No va a resultar que, a la postre, los nuevos moralistas están promocionando actitudes conyugales que fomentan la violencia y los homicidios de las consortes femeninas? A veces la liebre salta del matorral más inesperado.

 

P. Miguel Ángel Fuentes, IVE


[*] El Mensaje figura en la página vaticana solamente en inglés e italiano. En la versión italiana el texto dice: “connessione inscindibile”; el Dizionario Treccani define “inscindìbile” como: “Che non si può scindere, cioè rompere, annullare, opp. separare, dividere”. En inglés: “inseparable connection”; el Diccionario de Oxford la define como: “not able to be separated (…) from Latin inseparabilis, from in- ‘not’ + separabilis, from separare ‘disjoin, divide’, from se- ‘apart’ + parare ‘prepare’”.

https://www.vatican.va/content/francesco/it/messages/pont-messages/2023/documents/20230424-messaggio-congressowoomb.html 

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