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El Signo de Caín (P. Miguel Ángel Fuentes, IVE)

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EDIVE acaba de publicar mi último breviario de formación humana de la Colección Virtus (este es ya el nº 28), que lleva el título de El signo de CaínLa violencia, drama de nuestro tiempo (Edive, 2019, 164 páginas).

Hace varios años que he mantenido en barbecho el proyecto de este pequeño libro, sobre tema tan espinoso, urgente y necesario. La complejidad del argumento me ha frenado de publicarlo antes. Finalmente he decidido hacerlo tratando de abarcar la problemática de la violencia desde los diversos ángulos posibles: sus facetas afectivas, psíquicas, patológicas, sociales, ideológicas e incluso teológicas.

Publico a continuación la Presentación y el Sumario del mismo.

PRESENTACIÓN

“Del hombre violento, sálvame, Señor” (Salmo 140)

Isaías, en una de sus visiones sobre Jerusalén, llama a la urbe “ciudad angustiada, ciudad traumatizada” (Is 22,2). Es una parábola de nuestra civilización, lacerada por la violencia.

Vamos a adentrarnos ahora en un cuadro que realmente nos sobrecoge. Quizá no haya otro fenómeno de los que tienen que ver con la raza humana, que nos deje más abatidos al considerarlo en su extendido panorama. Comparto la apreciación de Gavin de Becker cuando escribía. “Si estudiáramos a todas las criaturas de la naturaleza y constatáramos el récord de violencia que el ser humano ejerce dentro de su propia especie, sentiríamos repugnancia. Lo consideraríamos una gran perversión de la ley natural, pero no podríamos negarlo”. Eso fue lo que experimentó Dios ante el primer acto de violencia de nuestra raza, cuando increpó a Caín: “la voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra” (Gn 4,10). ¡Y cómo grita la sangre de los que sufren injustamente la furia de los violentos! La violencia vuelve maldito al que la comete: “la tierra te maldecirá porque abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (Gn 4,11). La nuestra se ha convertido, como las aguas del Nilo, en un río de sangre por el que navega la sociedad. Sangre que tiende a ahogar toda vida que intenta florecer en ella. Si Dios no nos ha destruido, asqueado por las violencias que marcan como mojones cada instante de nuestra Historia, es porque uno de los justos que han padecido esa violencia demente ha sido su propio Hijo, y su Sangre derramada pide protección para las víctimas y conversión y perdón para los victimarios: “con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap 5,9).

“Nadie pondrá en duda —escribe Aquilino Polaino— que la violencia se ha incrementado en la actual sociedad, hasta el punto de constituir un hecho lacerante que convulsiona de dolor la vida ciudadana. Las páginas de los diarios constituyen, a este respecto, un buen indicador de lo que se acaba de afirmar”. A continuación lo califica de “problema endémico” en las grandes ciudades. Y nos ofrece esta sorprendente noticia: “la tercera parte de la población norteamericana comprendida entre los 20 y 30 años de edad, se encuentran hoy en un proceso subjudice, a causa de la violencia”.

Sobre nuestro tiempo parece haber sonado la segunda trompeta del Apocalipsis, aquella a cuyo sonido “la tercera parte del mar se convirtió en sangre” (Ap 8,8). El mar es, en la Sagrada Escritura y en el Apocalipsis en particular, símbolo del mundo. ¿Acaso no está dominado nuestro tiempo por una convulsiva violencia que no parece tener fin?

Sin duda se trata de un fenómeno complejo, de numerosas caras. Puede relacionarse con cuestiones temperamentales, con hábitos adquiridos, con problemas psiquiátricos, pero sobre todo con una libertad desquiciada, esto es, salida de quicio, enloquecida, no psiquiátrica sino moralmente. No podemos entenderla si la reducimos a uno solo de los aspectos apenas mencionados. En algunos casos se mezclan diversas dimensiones, y ningún caso es idéntico a otro. Por eso me veo obligado a presentar elementos generales, ofreciendo al menos los parámetros fundamentales con los cuales analizar luego caso por caso.

Todos estamos llamados a combatir la violencia. Al menos aquella que se anida en el corazón de cada uno de nosotros. Y en esto no hay hijo de Adán que no tenga mucho trabajo que hacer.

SUMARIO

I. VIOLENTO, VIOLENCIA, VOLUNTARIEDAD

1. Definamos la violencia; 2. Violencia injusta y pecaminosa; 3. Las causas de la violencia; 4. Efectos de la violencia; 5. La manipulación de la violencia

II. IRA Y VIOLENCIA EN LA SAGRADA ESCRITURA

1. La ira de Dios; 2. Dios y la violencia

III. PASIÓN DE LA IRA

1. La naturaleza de la ira; 2. Tres modos de ira humana; 3. Causa de la ira; 4. Efectos de la ira; 5. Una ira ordenada

IV. RESENTIMIENTO Y VIOLENCIA

V. VIOLENCIA Y ODIO

1. La naturaleza del odio; 2. El odio y el amor; 3. La fuerza del odio y la fuerza del amor; 4. El objeto del odio

VI. VIOLENCIA Y ENVIDIA

1. Naturaleza: un daño de la vista; 2. Los malignos efectos de la envidia; 3. ; 4. Envidia y violencia homicida; 5. Los remedios

VII. VIOLENCIA Y CELOS

VIII. VIOLENCIA Y AMBICIÓN DE PODER

IX. AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA PATOLÓGICAS

X. LA VIOLENCIA SEGÚN DANTE

1. Los iracundos; 2. Los violentos; 3. Tres recintos para los violentos

XI. VIOLENCIA Y SATANISMO

XII. ALGUNOS MODOS DE VIOLENCIA

1. Mobbing, bullying; 2. Violencia intrafamiliar; 3. Abuso sexual y pedofilia; 4. La violencia contra la infancia y el crimen del aborto; 5. Cristianofobia

XIII. PONER FIN A LA VIOLENCIA

1. Recuperar la autoridad, evitar la violencia; 2. Control psíquico de la ira; 3. Ejercitar las virtudes; 4. El contexto del amor ordenado

XIV. COLOFÓN

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