COLABORAR

Search
Close this search box.

Fe de la adoración de San José

Más leído esta semana

Hacían ya tres meses que la Santísima Virgen llevaba en su seno su tesoro; saboreando en secreto la dicha de saber que aquel que vivía en ella era su Dios. El Ángel reveló a San José el misterio y él lo creyó en el instante; nada veía y, sin embargo, durante seis meses creyó y adoró. ¡Oh! ¡qué adoración tan ferviente debió ofrecer a su Dios, cuando lo supo habitando ese tabernáculo viviente! Es imposible explicar la perfección de su adoración.

San Juan se estremeció de gozo al aproximársele María: ¡qué impresiones debió experimentar San José durante los seis meses que vivió teniendo a su lado y bajo sus ojos al Dios escondido! El padre de Orígenes besaba a la noche el pecho de su tierno hijo, adorando en él al Espíritu Santo como en su templo. ¿Dudáis acaso que San José no hubiese de adorar con frecuencia a Jesús, al Verbo oculto en el purísimo Tabernáculo de María? ¡Oh! ¡cuán piadosa debió ser esta adoración: mi Señor y mi Dios, he aquí a tu siervo! Nadie podrá describir la adoración de esa alma grande. San José no veía, él creía; su fe debía ver a través del velo virginal de María. Pues bien, bajo los velos de las sagradas especies, nuestra fe debe ver también a Nuestro Señor; pidamos a San José su fe viva, la perfección de su fe.

Más tarde, cuando San José tiene la dicha de estrechar entre sus brazos y sobre su corazón al Niño Jesús; ¡qué homenaje de fe le tributa! Estos homenajes eran más gratos a Nuestro Señor, que los que recibe en el cielo. Imaginaos ver a San José adorando a su Dios en el débil Niño que descansa en sus brazos; repitiéndole que quisiera morir por Él y diciéndole todo cuanto su corazón desearía hacer por su gloria y por su amor. Las creaciones del genio y del amor están siempre en razón de la santidad: cuanto más pura y sencilla es un alma, más magníficas son las expresiones de su amor y de su adoración. Adorad también sobre el altar al Verbo hecho Niño por nosotros; por más que hagáis, vuestra adoración no tendrá jamás el valor de la de San José: uníos a sus méritos; un alma que ama a Dios, en todo le sacrifica su amor: y Dios escucha a esa alma, que vale ella sola tanto como otras mil juntas.

San José tributó a Nuestro Señor el homenaje de la adoración de compasión, es decir, que su fe le hizo ver a Nuestro Señor inmolado sobre el Calvario y sobre los altares, y lo adoró uniéndose a su sacrificio. Jesús le reveló sus padecimientos futuros: al amor de San José le faltaba esta consagración; pues el amor que no padece es un amor de niño. ¡Oh! jamás podréis abrigar el amor de compasión en el mismo grado que San José. Uníos a él, adorando la augusta víctima de los altares; que vuestra adoración, como la suya sea sostenida y alumbrada por la fe. Creed y veréis, pues la fe es la visión del alma pura.

Aspiración. San José, que penetraste el interior de Jesús, ruega por nosotros.

Treintena

Oración y Letanías

Seguir Leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Social Share Buttons and Icons powered by Ultimatelysocial