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Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Juan Pablo II. No alcanzan las palabras para expresar lo que fue San Juan Pablo II. Un santo que, al verlo, escucharlo o leerlo, engendra en uno sentimientos de santidad.

Quiero detenerme en lo que considero esencial de su vida, lo que marcó y forjó su identidad: la oración. De San Juan Pablo II hay que decir, ante todo, que fue un hombre de oración. No se entiende su vida si se la separa de la oración. Joaquín Navarro-Valls, quien fue su portavoz durante 22 años y una de sus personas más cercanas, decía: «La oración era para él como respirar; era constante, necesaria e intensa». Otro de los asistentes del Papa decía: «Para saber quién es Juan Pablo II, hay que verlo rezar».

Sin lugar a dudas, debemos decir que la oración fue la esencia de su vida. El mismo Papa Santo, en su libro Don y misterio, coloca una frase que pienso que es la clave para interpretar su vida: «La oración hace al sacerdote, y el sacerdote se hace a través de la oración». El Papa polaco estaba convencido de esta verdad, y por eso no solo la enseñaba, sino que la practicaba. Quienes lo rodeaban atestiguan que «no sabía perder un minuto sin dedicarlo a rezar», jamás tenía prisa para la oración.

Constantemente realizaba visitas al Santísimo. Antes de almorzar se detenía en la capilla; al terminar, entraba nuevamente. Así sucedía todo el tiempo. Quienes organizaban sus viajes sabían que, si en el lugar que visitaba había una capilla, necesariamente entraría. Pasaba noches enteras rezando en la capilla en Roma, e incluso en medio de sus viajes agotadores; y esto no desde que se convirtió en Papa, sino desde sus primeros años de sacerdote, como atestiguan los feligreses de su primera parroquia.

Por eso, si queremos de verdad honrar la memoria de San Juan Pablo II, aprendamos a ser como él: hombres de oración.

¿Nos sentimos atraídos por la figura de este santo? ¿Queremos imitarlo y seguir sus ejemplos?

Entonces, no escatimemos tiempo a la oración. Cuantas más ocupaciones surjan, más debemos rezar. Nadie tuvo más ocupaciones que Juan Pablo II, y nadie dedicaba tanto tiempo como él a la oración.

Este fue el secreto de Juan Pablo II; este es el secreto que debemos vivir cada uno de nosotros. Rezar… pero rezar en serio. Ver la oración como una necesidad y no como una carga pesada. El sagrario debe ser para cada uno de nosotros un imán que nos atraiga irresistiblemente. Será frente al Santísimo donde pasaremos las horas más hermosas de nuestra vida, allí es donde se forjan los santos.

Hoy más que nunca nuestro mundo está necesitado de santos, y los santos se hacen únicamente con la oración.

Por eso, que esta fiesta que hoy celebramos nos ayude a examinarnos: ¿cómo es nuestra vida de oración? Que el ejemplo de San Juan Pablo II nos anime a ser generosos con la oración.

Si dedicáramos a la oración el tiempo que dedicamos al teléfono, a las redes sociales, a leer noticias, etc., muy probablemente también nosotros ya seríamos santos como San Juan Pablo II.

P. Francisco Javier de Igarzábal, IVE

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Comentarios 1

  1. María Victoria Cano Roblero dice:

    Santo Juan Pablo II anuncia n después de tu muerte te quiere todo el mundo por haber sido un Papá Magno. Espíritu Santo guíanos hacia la Santidad.

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