Simplicidad
La Simplicidad es una virtud muy hermosa: es hija de la Humildad y hermana de la Sencillez.
No es esta virtud efecto de un entendimiento corto, pues, en la verdadera Sabiduría está la Simplicidad.
La Simplicidad se alberga sólo en los corazones limpios; y los corazones limpios reflejan al mismo Dios. La Simplicidad es de Dios en este sentido, porque Dios es simple, sin compuesto, Acto puro.
La substancia, diré, de esta virtud, es una; su esencia y su ser están en una amistad purísima.
Yo soy como un purísimo y limpísimo cristal, en donde sólo se reflejan las otras Divinas Personas.
La Simplicidad en un alma sacude de ella el compuesto de pasiones viciosas y la deja limpia y pura, para recibir la impresión divina de la Santísima Trinidad. ¡Ya se verá por aquí si es grande esta virtud!
Digo más: El Espíritu Santo no se comunica con el alma que no lleva en sí esta virtud de la Simplicidad. ¿Y sabes por qué? Porque el alma que no tiene esta virtud, interpreta mal las inspiraciones divinas, se las atribuye a sí misma y no a Mí sólo autor y dispensador de ellas, y se precipita en grandes males.
La Simplicidad es el contrapeso de la Soberbia y el demonio la aborrece y la odia. Es muy grande esta virtud que parece pequeña; es una de las que más acercan al alma a su Dios.
Los enemigos capitales de la Simplicidad son la Malicia y la Doblez. La Hipocresía, algunas veces, la hace su presa. Es tan delicada esta virtud que a veces con sólo el contacto del vicio se mancha, y se detiene luego en esta pobre alma la comunicación de la gracia. Esta virtud edifica a otros, pero sin darse cuenta de ello; su campo es ella misma; su apoyo, en la práctica de las virtudes sus compañeras, es Dios. Pasa esta virtud por el mundo desconocida de quien la posee y en esta oscuridad alcanza su completo desarrollo. Es una gracia dada, innata en el alma a quien Dios ha querido regalar o vestir con este solo color. La verdadera, la legítima simplicidad no se adquiere; sin embargo hay una parecida y buena en las almas ejercitadas en lo más profundo de la Humildad.
El Señor a la Beata Concepción Cabrera
¡Ave María y adelante!