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LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ – 4

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CUARTO DOMINGO 

LECTURA EVANGÉLICA

Del evangelio según San Lucas  2, 27-35

Cuando entraban en el templo con el niño Jesús sus padres, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».

PENSAMIENTO: San Juan de Ávila, Sermón 64 y 75

¡Oh cuánto debemos a la Virgen! ¡Cuánto te costaría decir: «Os ofrezco, Padre, este Niño para que padezca por los hombres; sea azotado, escupido, muerto por ellos, para que con su muerte ellos vivan en la eternidad vuestra para siempre jamás»!

Reventábale al santo José el corazón de ver aquella Señora que por esposa le había sido dada. Y cuando consideraba que era madre de Dios, el corazón no le cabía en el cuerpo, y la ternura y lágrimas no le dejaban hablar, y daba alabanzas a Dios, que lo ha tomado por marido de la Virgen, y se le ofrecía por esclavo.

ORACIÓN DE PETICIÓN

San José, modelo de fidelidad en el cumplimiento de los planes de Dios. Grande fue tu dolor al saber, por la profecía de Simeón, que Jesús y María estaban destinados a padecer; mas este dolor se convirtió en gozo al conocer que los padecimientos de Jesús y María serían causa de salvación para innumerables almas.

Por este dolor y gozo, te rogamos que, por los méritos de Jesús y María, seamos contados entre aquellos que han de resucitar gloriosamente y trabajemos sin cansancio por la salvación de las almas.

 Padre nuestro. Ave María. Gloria.

ORACIÓN FINAL

V./ Ruega por nosotros, glorioso san José.

R./ Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Oh Dios, que con inefable providencia, elegiste a San José como  esposo de la Madre de tu Hijo, concédenos la gracia de tener como intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Glorioso san José, custodio fiel a quien fueron confiados Jesús, la inocencia misma, y María, Virgen de las vírgenes: te ruego y suplico que, con tu ayuda, sirva yo siempre a Jesús y a María con el corazón puro y el cuerpo casto. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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