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Ushetu, Tanzania, 5 de septiembre de 2018

¿Qué hacen los chinos en Ushetu? Una pregunta que muchos se habrán hecho con mucha sorpresa, pero muchos más sorprendidos habrán quedado por la respuesta. Sobre todo teniendo en cuenta que por lo general los chinos vienen a Tanzania por razones de trabajo y nada más. Se suelen ver chinos dirigiendo las construcciones de enormes edificios en las ciudades grandes, o trabajando en la construcción de carreteras, o relacionados a la minería, la extracción de oro, etc.

Pero creo que nunca se imaginarían que vendrían a Ushetu, donde las posibilidades de trabajo son en esos rubros son nulas. Mucho menos al pensar que venían de voluntarios, y que los verían rezando en la iglesia, y trabajando junto con la gente del lugar, esforzándose por decir algunas palabras en Swahili. Otra cosa admirable, porque quien viene simplemente por trabajo, no le interesa aprender esta lengua, complicada, tan diferente, y que es hablada en tan pocos lugares del mundo. El que viene de paso, por trabajo, no se interesa demasiado en las relaciones con la gente local.

Por estos motivos, ha sido toda una experiencia fantástica, creo que tanto para nosotros como para ellos. Estos jóvenes voluntarios, dos varones, Mathew y Keneth, y dos mujeres, Sabrina y Samanta, vinieron acompañados por una religiosa de las Servidoras del Señor y la Virgen de Matará, que también es hongkonesa. Ella venía acompañando como para poder hacer de traductora, y guía del trabajo de estos jóvenes. Pertenecen a la parroquia que atienden nuestros padres y hermanas en Hong Kong, y gracias a nuestros misioneros, es que ellos se contactaron y llegaron hasta nuestra lejana misión de Tanzania.

Los principales trabajos que realizaron, en el caso de las chicas, fue ayudar a las hermanas en todo lo que hiciera falta, sobre todo en la escuela primaria de las Servidoras, preparando material de clases, y jugando con los niños. También estuvieron siempre dispuestas a todo, absolutamente a todo… limpieza, apostolado, ir a misionar, visitar casas, y hacer trabajos manuales. Las dos jóvenes, junto la religiosa, participaron de la Santa Misión en Mbika, en todas las actividades, desde la oración, y los juegos con los niños, hasta las visitas de casas.

Los varones se dedicaron casi exclusivamente a trabajar haciendo bloques de cemento para una capilla, y luego ayudando y aprendiendo a construir. Iban todos los días junto con el catequista Filipo, que los llevaba en motocicleta hasta Lughela, a unos seis kilómetros de aquí. Esta es una aldea donde hace muy poco estamos comenzando, pero donde hay mucho fervor, y un muy buen grupo de cristianos. En un inicio comenzaron pintando la capillita de Kanyenye, “Nuestra Señora de Guadalupe”. Ellos mismos trajeron ayuda para comprar la pintura y los materiales.

Luego de terminar ése trabajo, y de dejar la capilla “reluciente”, se dedicaron a Lughela. El patrono de esta capilla es “San Felipe Neri”, y elegimos ése nombre porque la segunda Misa en ése lugar fue en su fiesta, pero también porque el catequista que ha hecho posible que haya una comunidad cristiana, es Filipo, nuestro archiconocido catequista. Es un recuerdo y un homenaje poner el nombre de su patrono.

Los muchachos chinos, Mathew y Keneth, hablaban algo de inglés, y nada de swahili. Se imaginan que la comunicación con Filipo y con la gente era mucho por señas, y de a poco iban aprendiendo algunas palabras. Provocaban mucha risa con sus alegres expresiones, como “Filipo pikipiki” (Filipo motocileta); “Nimeshiba” (Estoy lleno, expresión para cuando se termina de comer); etc. Aprendieron algunos saludos en lengua sukuma, y ya eso lograba el culmen de la hilaridad.

Pero finalmente digamos que fueron un gran ejemplo para toda la gente. Trajeron ayuda para comprar el cemento de los bloques, y trabajaron con sus propias manos. Trabajo muy duro y pesado. Cada día regresaban a la casa realmente cansados, y casi que se dedicaron sólo a éste trabajo. Incluso uno de los últimos días, los invité a ir a una aldea donde habría un casamiento, así podían ver las tradiciones de los matrimonios en estas tierras, y decidieron no ir, ya que tenían que acabar su trabajo. Las chicas fueron un día también a trabajar en esta labor de los bloques de cemento, y los últimos días se dedicaron a pintar el frente del dispensario de las hermanas. Fue un gran ejemplo también ver que se adaptaban a todo, y particularmente a la comida. Los dos varones, comieron todos los días con la gente de Lughela.

Podemos también decir que fue muy apostólico, ya que muchos paganos venían a ver qué hacían los chinos en su aldea. Muchos también se pusieron a ayudar, y otros comenzaron a venir a rezar, según me contó Filipo. Para nuestros feligreses fue una cosa muy importante, ver que si bien casi no se podían comunicar, sin embargo, rezábamos todos juntos. Tenemos una misma fe. Es la fe católica. Se participaba de la Misa, se comulgaba el mismo Cristo. La gente de Ushetu puede percibir mejor la grandeza y catolicidad de la iglesia.

El último día los fieles de Kanyenye y Lughela pidieron que se celebrara una Misa para agradecerles. Fue una una gran fiesta. La Misa se celebró debajo del árbol de mangos, que nos albergaba a todos. Les hicieron regalos, todos pasaron a darles la mano, y aportaban algo en señal de gratitud, aunque fuera mínimo. Las niñas prepararon bailes y cantos, la gente grande también, y hubieron discursos de agradecimiento.

Es algo hermoso, pienso, para los voluntarios, poder hacer trabajos y ayudas concretas. Pero sobre todo, al trabajar codo a codo, al compartir las comidas, y los momentos de oración, y los juegos con los niños, llegar a entablar una amistad, y conocer la realidad de la gente. Y aunque con pocas palabras, una amistad basada en la misma fe, y en una gran virtud, que se llama Caridad… la lengua común a todo cristiano.

Doy gracias a los voluntarios, a la hermana que los acompañó, a los padres y hermanas que misionan en China desde hace tantos años… a todos ellos mil gracias. Ha sido un voluntariado excelente. Y siempre quedará vuestro recuerdo entre nosotros.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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