La verdad de Dios y el gnosticismo

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El título es el de la exposición final, o lectio brevis, por nosotros dada el 30/6/2023 en el seminario San Vitaliano Papa de Montefiascone, Italia, con motivo de la clausura del año académico (link al italiano: https://bibbia.vozcatolica.com/2023/06/30/la-verita-di-dio-e-lo-gnosticismo/).

Se trata, básicamente, de un resumen de un capítulo del último libro del fundador del IVE, R. P. Carlos M. Buela, que nos dejó como legado póstumo. Los comentarios indicados, sobre todo con paréntesis o corchetes [] son nuestros.

LA GNOSIS: EL DRAMA DE ESTE TIEMPO [1]

1. Las dos tradiciones

A través de la historia humana no hay sino dos actitudes fundamentales de pensamiento y de vida: una, la católicaque es la tradición recibida de Dios por Adán, Moisés y Jesucristo, y cuyo insuperado expositor ha sido Santo Tomás de Aquino y su celosa defensora y guardiana la Santa Iglesia Católica en su Magisterio de todos los tiempos; la otra, la gnóstica y cabalísticaque alimenta los errores de todos los pueblos, primero en el paganismo y en la apostasía del judaísmo, y luego en la del cristianismo mismo, y que se verifica de modo particular en el mundo moderno.

Esta última toma origen en la tradición buena –de la que es caricatura y remedo– que es pervertida por la malicia del hombre. Representan esta tradición las religiones mistéricas egipcias, las sumero acádicas, babilónicas, iránicas e hindúes; la Cábala judía (expuesta en los libros del Zohar –7 tomos–) máxima expresión de la tradición perversa; los gnósticos de todos los siglos; el maniqueísmo; el arrianismo; los albigenses; los templarios; Juan Escoto Eriúgena; Joaquín de Fiore; Pico de la Mirándola; Juan Reuchlin; Jacobo Boehme; Baruj Spinoza; Gottfried W. Leibniz; Manuel Fichte; Federico Schelling y Jorge W. F. Hegel (represen tante máximo del pensamiento moderno); el esoterismo (René Guenón, Raymond Abellio y otros); las modernas doctrinas hinduistas y yogas (Dayananda Saravasti, Ramakrishna Parama- hansa, Vivekanda, los Upanishad y Vedantas, etc.); el ocultismo, teosofismo, rosacrucismo, espiritismo, hermetismo, sabeísmo, astrologismo, magicismo, luciferismo, etc.; Carlos Marx; Artu- ro Schopenhauer; Federico Nietzsche; Segismundo Freud; Carlos Jung; Martín Heidegger; y muchísimos más (pensadores y movi- mientos como la masonería, los oneworlders, la New Age, el gnosticismo de los teólogos progresistas –Karl Rahner, Hans Küng… del catecismo holandés, de Teilhard de Chardin, de los teólogos de la liberación– si bien en este caso sea menos fácil de ver, el gnosticismo de la teología pluralista de las religiones… etc., etc.).

De estas dos tradiciones, diversas y adversas, se derivan dos concepciones fundamentales con respecto a Dios, al mundo y al hombre.

  1. La una, que en definitiva coloca en un Dios personal y trascendente la fuente de todo bien (Sant 1,17), y frente a la cual el hombre y el mundo no son, por sí solos, sino creadores de desorden y de ruina, por lo cual, para ser buenos, necesitan subordinarse a una Iglesia Institución que es Madre de los Pueblos.
  2. La otra que, en definitiva, hace del hombre y del mundo, en la raíz última y profunda de su ser, un algo divino, de los cuales Dios no sería sino como una emanación y epifenómeno. En esta segunda concepción la Iglesia institución no tiene razón de ser y si por causas históricas existiera, no sería sino como epifenómeno y emanación del mundo. He aquí la razón profunda de tantos ataques actuales a la Iglesia.

Surgen de aquí dos perspectivas fundamentales:

2. Dios, Jesucristo, la Iglesia

a) Creación y fin del hombre: Dios.

b) Redención: Cristo.

c) Santificación: Iglesia.

Dios 1. La existencia de un Dios personal, “espíritu puro, primera causa creadora, libre, personal, providente y trascendente al mundo”[2]. 1’. La inmanencia de Dios en el corazón del hombre y del mundo. Ateísmo o panteísmo, que diviniza al mundo o hace del mundo apariencia de divinidad.
2. Dios, causa eficiente del hombre y del mundo, cuya realidad crea de la nada. 2’. El mundo y el hombre hechos de la sustancia de la divinidad.
3. Dios destina al hombre a la divinización, dándole por gracia un destino que supera todas las exigencias de su ser. 3’. El hombre está divinizado en su naturaleza. El hombre es Dios.
Jesucristo 4. El hombre, habiendo perdido su divinización primitiva, puede recuperarla adhiriéndose a Jesucristo, Dios hecho hombre, quien, en virtud de su pasión y muerte, le devuelve esta divinización (por participación). 4’. El hombre saca su divinización de sí mismo, Jesucristo puede indicarle el camino de cómo ha de hacerlo. La salvación no consiste en recibir algo (gracia santificante) sino en quitarse los lazos del cuerpo por la ascesis e iniciación.
5. Jesucristo ha instituido en la Iglesia un medio universal de salvación del hombre, quien por sí mismo y de sí mismo, vive en estado creatural y de pecado. El hombre, de por sí, va al pecado y a la ruina. 5’. El hombre se salva por sí y en sí mismo, entregándose a la autonomía y libertad de su realidad interior, que es divina. No necesita de la Iglesia; al menos no de una Iglesia contra distinguida del mundo. El hombre se auto redime.
Iglesia 6. Existen necesariamente, en virtud del orden establecido por Dios, dos realidades, una que no salva al hombre –natural– y otra que lo salva –sobrenatural–. El hombre tiene dos dimensiones, una profana y natural, otra sacramental y sobrenatural. 6’. No siendo necesaria la Iglesia para la salvación del hombre, no existe otra dimensión que la puramente humana y la del mundo.
7. La Iglesia existe como institución fuera y por encima del mundo, en virtud de los méritos de Jesucristo, como de necesidad para salvar al mundo. 7’. No existe sociedad trascendente al hombre mismo y al mundo.

Es difícil determinar la esencia del error del sistema gnóstico cabalístico de pensamiento. Que la nota característica sea una en lugar de otra dependerá de cada sistema y de las preferencias de su autor. Pero, al excluir a un Dios perfectísimo y personal, que por una acción libre crea de la nada al Universo, se cae, por una lógica ineluctable, en la concepción gnóstica–cabalística, que se llamará evolucionismo, materialismo, idealismo, humanismo, según sea el carácter unidimensional de la sustancia que componga la totalidad de Dios, del mundo y del hombre.

3. Notas predominantes de la tradición perversa

1) La totalidad de una única sustancia. Se distinguen primeramente por la nota de “totalidad”.

Son los sistemas que envuelven en su seno la totalidad de Dios, del mundo y del hombre. No dejan nada fuera de la totalidad, tratando de explicar todo por ella. Una misma corriente fundamental de ser corre por todos los seres del universo, que irán ascendiendo o descendiendo, pero sin que se rompa la continuidad fundamental entre todos ellos. Por esto, son sistemas emanatistas y univocistas.

El acto creador libérrimo de un Dios personal, como creemos nosotros, no establece, en ellos, una ruptura entre la esfera de Dios y la esfera de la creatura. Se puede transitar sin interrupción de una a otra esfera, son realidades homogéneas. Por lo mismo, tampoco hay ruptura ni discontinuidad entre las esferas del bien y del mal (este último es un bien imperfecto e inacabado: René Guenon Teilhard de Chardin, Cábala, moralistas gradualistas, proporcionalistas, visión moral de Häring y otros, etc).

2) Una emanación evolutiva del ser.

Si no se quiere aceptar el acto libre creador, que tanto la Cábala como los sistemas gnósticos rechazan, no hay otra manera de explicar el ser nuevo que por una emanación de este ser, del ser anteriormente existente. La misma sustancia, la misma numéricamente, se despliega y se desarrolla. No hay aparición de nuevo ser, sino sólo fenoménica y no ontológica, mágica y no real.

3) Esta emanación, se puede entender en vía de descenso (sistemas gnósticos antiguos) o en vía de ascenso (Hegel o Teilhard).

4) De cualquier manera, la emanación evolutiva tiene que arrancar de un Primer Ser Subsistente.

Sea cualquiera la manera como se conciba la emanación evolutiva, sea ascendente o descendente, hay que partir de un primer ser. La nada no puede evolucionar ni para arriba ni para abajo. O: 1°) fue el primer ser, Acto puro, que hubo antes del proceso de emanación evolutiva, 2°) o fue un primer ser que se ha ido haciendo.

1°) En el primer caso, se trata del Dios de la tradición cristiana, que contiene infinitamente las perfecciones de un Ser que es espíritu puro, creador, libre, personal, providente y trascendente, y que, por un exceso de bondad y libertad, crea el mundo finito, no de su sustancia, sino simplemente de la nada, ex nihilo sui (forma) et subiecti (materia)o sea, totalmente del no-ser absoluto.

2°) Al no aceptarse este primer caso, se cae en un primer ser que es un dios que se va haciendo y del cual emana el mundo como una necesidad de este hacerse de dios. De aquí que la Cábala, lo mismo que los sistemas gnósticos (Hegel y el mismo Teilhard) impliquen un evolucionar de dios, de lo indeterminado a los más determinado. Al no ser un Ser Subsistente, se caracteriza como un ser indeterminado, que en el límite, se aproxima a la Nada. De aquí que Teilhard lo llamaba Nada positiva prexistente, o Nada creable, o Múltiple puro, nombres todos que implican contradicción. Porque si es nada no puede ser positiva. Lo puro indeterminado es nada y la nada no tiene ninguna cualidad que la determine y perfeccione. Si no existe el Ser Subsistente o Acto Puro, como Ser perfectísimo y personal, no puede existir absolutamente nada. Santo Tomás ha dado la razón definitiva cuando afirma que «es necesario que el primer ente sea en acto y de ningún modo en potencia»[3].

5) El dios evolutivo encierra una contradicción esencial de la tradición mala de que “lo más” sale de “lo menos”.

En absoluto, lo más no puede salir de lo menos, ni el acto de la potencia. Santo Tomás deja en claro, en forma definitiva, que esto no puede ser[4]. Aquí radica la contradicción esencial de “un dios que se va haciendo”, tanto en la Cábala como en los sistemas gnósticos. Un dios que se va haciendo es un dios que va adquiriendo perfecciones que no tenía y que, por lo tanto, salen de la nada.

6) Se hace del mundo y del hombre un “dios totalizado” superior a Dios mismo.

El dios manifestado es superior al dios no manifestado. El dios desplegado es superior al dios no desplegado (…) La humanidad es dios desarrollado en la plenitud de sus virtualidades. Es ésta una consecuencia directa del hecho de rechazar la Creación. Si se rechaza la Creación y con ella la creación de la creatura, ser puramente participado y dependiente, se hace del mundo y del hombre una realidad emanada de la sustancia divina que complementa y perfecciona a Dios mismo….

7) Esta idea de un emanatismo total que evoluciona en un Dios que culmina con la humanidad puede expresarse por la inmanencia absoluta de Dios en el mundo.

No se quiere admitir la idea de un Dios Señor del mundo y de la Historia, que crea el mundo por un acto libérrimo de su voluntad y que un día le ha de someter a Juicio. Dios está en el mundo y es una cosa con el mundo mismo (por eso se dan el lujo de ‘juzgar a Dios’, agregamos nosotros, de decir cuando Dios es justo y cuando no lo es, cuando es misericordioso y cuando no, de decir que tiene que adaptarse al tiempo, a ‘nuestro tiempo’, aunque muchos de ellos, sobre todo en campo católico, dirán que estos juicios los hacen los otros). O el mundo sale de Dios por emanación, o Dios se construye en las entrañas del mundo que se construye. En uno y otro caso la inmanencia de Dios con el mundo es estrecha y total. La trascendencia queda igualmente excluida.

8) Otra manera de expresar ese emanatismo total es rechazar todo extrinsecismo y afirmar que Dios es intrínseco a la humanidad.

Porque si Dios es absolutamente intrínseco, o está dentro de la humanidad, forma con ella un todo solidario. (Así se entienden mal la Gracia y los dones). Se quiere excluir la gracia y la vocación sobrenatural del hombre a la gloria y a la gracia, como dones puramente gratuitos, como dones que vienen de afuera del hombre. Se insinúa que hay una exigencia de la naturaleza misma del hombre, por la cual, necesariamente, debe darse esta ordenación sobrenatural a la gracia y a la gloria. [Se anula toda distinción de natural y sobrenatural, incluso en la teología, por parte de los que así piensan, como los teólogos de la pluralidad de religiones].

9) Esta idea del emanatismo total se puede también expresar por la de un monismo absolutoSi el hombre y el mundo son seres que emanan de la sustancia de Dios, es evidente que Dios, el hombre y el mundo forman una única sustancia y un único ser.

10) En este emanatismo total desaparecen las oposiciones de materia y espíritu, naturaleza y gracia, bien y mal, sí y no.

Ésta es una característica típica. No se puede establecer la diversidad esencial entre los seres. La evolución de la sustancia divina se hace a expensas de una contradicción esencial encerrada en su seno. Por esto, Hegel está llevado a admitir el absurdo del automovimiento, movimiento que se verifica identificando el motor y el móvil; el motor que como tal da –está en acto– y el móvil que como tal recibe, –está en potencia–.

11) De aquí que la Cábala y los sistemas gnósticos terminen en una unificación total de todas las religiones, razas, pueblos y culturas.

Estas diferencias del sincretismo e irenismo religioso y de la desaparición de todas las diferenciaciones, sobre todo las religiosas, es una nota de todo movimiento cabalístico y gnóstico. Es la nota distintiva de todos los movimientos esotéricos y masónicos (por eso es tanta la contra que tiene la Iglesia… y con ella nosotros…).

12) Estos sistemas exigen una única dimensión de naturaleza y gracia, razón y revelación, filosofía y teología, Iglesia y mundo.

Es consecuencia ineludible derivada del emanatismo total que tiende a confundirlo y unificarlo todo. Al rechazarse la subordinación del mundo a la Iglesia, se ha de favorecer primero un movimiento de igualdad entre mundo e Iglesia, y luego, de fusión de la Iglesia con el mundo, y con ello, la secularización, la desacralización, la laicización.

El programa máximo de todos estos movimientos es un mundo totalmente unificado en lo que se refiere al aspecto religioso, donde la Iglesia pierde totalmente su trascendencia frente al mundo, convirtiéndose en una institución intrascendente.

13) Al hacer de Dios, del hombre y del mundo una única dimensión, todo es divino o puramente humano, todo es espíritu o puramente materia, todo es sacro o puramente secular.

Si la dimensión dominante es la divina, convierte todo en panteísmo; en caso de ser aquella la terrestre, o lo puramente humano, en un puro positivismo, a lo Comte; en caso de ser espíritu, origina el hegelianismo; y por fin, en caso de ser la materia, se convertirá en cualquier variante del materialismo, bien empirista o dialéctico (como el marxismo y sus formas variadas).

14) Al existir una única dimensión ontológica de las realidades, todo lo existente o bien retorna a Dios, si se parte de su existencia, o retorna a la nada, si ésta es el primer presupuesto.

15) Y se establece una única dimensión ontológica de Dios, el mundo y el hombre, no hay salvación para el hombre sino en el hombre mismo. La salvación del hombre no viene de afuera, de un redentor extrínseco al hombre, Jesucristo, como profesa claramente el cristianismo.

Todos los sistemas gnósticos rechazan esta noción de redención desde fuera del hombre mismo. Sólo admiten a los “grandes iniciados” como paradigmas y ejemplares de lo que ha de verificarse en cada hombre en particular. La salvación del hombre se realiza por el esfuerzo del hombre mismo, apelando a las fuerzas interiores, como en los sistemas esotéricos de René Guenón y de las diversas teosofías y rosacrucismo, o a las fuerzas sociales-económicas como en el materialismo dialéctico de Marx. (En el campo católico, los que así piensan sólo admiten laicos o religiosos mundanizados, dados más a la causa social – que tampoco atienden con eficiencia- que a la vida religiosa o espiritual, etc.)

16) Casi todos estos sistemas rechazan a un Dios personal distinto del mundo y del hombre y hacen del mundo una terrena continuidad de fenómenos que se suceden eternamente.

17) La ciencia moderna se halla orbitada por una filosofía gnóstica. Al ser gnóstica la filosofía, que es la reina de las ciencias humanas, imanta de gnosticismo las ciencias inferiores (…)

En el campo religioso, se dan también estos sistemas gnósticos, que rechazan el camino para llegar racionalmente a Dios. Estos, necesariamente, por rechazar el camino racional para llegar a Dios, llevan a una espiritualidad y pastoral irracionales, lo que se ve en muchas homilías y acciones pastorales (modo vacío y hueco de parlar, usando sólo jingles o frases hechas, motes repetidos, sin hilación ni contenido sustancial). Porque si a Dios no le conocemos por la razón no le podemos rendir culto en una religión fundada en la razón. De aquí que al negar el camino racional para llegar a Dios se imponga el ateísmo, y las ciencias y la filosofía deban ser ateas.

18) Los nuevos teólogos no han de suprimir la teología como carente de objeto propio, ya que Dios no existe, sino que la harán servir a la secularización. (Usan la teología para sus propósitos.

19) Nos proponen la ciudad feliz (aunque ellos no son ni aparecen como felices). Si el hombre viene de la nada y acaba en la nada, la ciudad que lo hará feliz y que lo “salvará”, será la ciudad de la nada, del nihilismo, donde se habrá suprimido toda trascendencia sobre el hombre.

20) La Cábala y los sistemas Gnósticos construyen la Ciudad del Superhombre de los pensadores modernos. Trabajan para la erección del hombre como síntesis de unificación de Dios y el mundo (Agenda 2030, dode se busca destruir todas las diferencias propias de la Creación con una nueva educación, favorecer la Inteligencia Artificial para dominar el hombre y cambiar el mundo; inversión de sexos, promoción del gender, ecc.).

R. P. Carlos M. Buela, IVE (Buenos Aires 4/4/1941 – Génova 23/4/2023).

[1] Capítulo 21 del libro: C. M. Buela, El Señor es mi Pastor: Memoria y profecía, ed. Personal, 269-283.

[2] Cornelio Fabro, Obras Completas, Dio. Introduzione al problema teologico, EDIVI 2007, t. 10, p. 44.

[3] Santo Tomás de Aquino, S. Th., I, q. 3, a. 1.

[4] «Si bien en el ser que pasa de la potencia al acto, la potencia es anterior cronológicamente al acto, en absoluto el acto es anterior a la potencia, ya que lo que está en potencia no puede pasar al acto sino en virtud de algo que esté en acto» (S. Th., I, q. 3, a.1).

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