Los misterios de la infancia de Jesús, aunque el dolor haya tenido en ellos una gran parte, han sido señalados con vivas alegrías.
Nunca se podrá expresar la emoción de nuestra Señora cuando, en la gruta de Belén, vio a Jesús por primera vez. Desde que lo llevaba en su seno lo había adorado en silencio. Ahora lo veía. Su Hijo y su Dios!