PRIMERA LECTURA
Yo te destino a ser la luz de las naciones
Lectura del libro del profeta Isaías 49, 3-6
El Señor me dijo:
«Tú eres mi Servidor, Israel,
por ti Yo me glorificaré».
Pero yo dije: «En vano me fatigué,
para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza».
Sin embargo, mi derecho está junto al Señor
y mi retribución, junto a mi Dios.
Y ahora, habla el Señor,
el que me formó desde el vientre materno
para que yo sea su Servidor,
para hacer que Jacob vuelva a Él
y se le reúna Israel.
Yo soy valioso a los ojos del Señor
y mi Dios ha sido mi fortaleza.
Él dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob
y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
Yo te destino a ser la luz de las naciones,
para que llegue mi salvación
hasta los confines de la tierra».
Palabra de Dios.
SALMO Sal 39, 2 y 4ab. 7-8. 9. 10 (R.: 8 y 9c)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Llegue a ustedes la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
y del Señor Jesucristo
Principio de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 1-3
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
ALELUIA Jn 1, 14a. 12a
Aleluia.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
A todos los que la recibieron
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Aleluia.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije:
Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”.
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
SOLÉ ROMA
Isaías 49, 3. 5-6:
Esta perícopa nos trae el segundo canto del Poema del «Siervo de Yahvé». Nos será muy provechoso cotejar el maravilloso prenuncio del Profeta realizado plenamente en Jesús-Mesías-Señor:
— El «Siervo» viene al mundo para realizar una misión singular y única. Su Persona y su Obra serán la revelación y epifanía de la Gloria de Yahvé (v 3). San Juan insiste en acentuar cómo toda la obra de Jesús es «glorificación» del Padre. Especialmente su Pasión y Muerte redentora. Recordemos la escena de Jn 12, 27: «Padre, para esto he venido, para esta Hora. ¡Padre! Glorifica tu Nombre. Se oyó entonces una voz venida del cielo: Ya lo he glorificado y todavía lo glorificaré.» Así es: por Cristo-Jesús-Redentor, los hombres glorificamos a Dios.
— Los vv 5-6 concretan mejor la misión y la Obra que va a realizar el Siervo para gloria de Yahvé: La restauración de Israel, que viene a ser la creación de un Israel nuevo, el que San Pablo llamará «Israel de Dios» (Gál 6, 16). Israel nuevo que vivirá de un nuevo Espíritu. Israel nuevo en el que para nada se atiende a valores raciales, nacionales o políticos. Por eso se dice para cualificar la misión del Siervo: «Te hago Luz de las naciones; te envío a que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra» (v 6). La función del Mesías será: Iluminar y Salvar.
— A Israel le costó mucho captar el sentido espiritual, universal, supraterreno, que encerraban las profecías. Por orgullo y por sensualismo rebajó la persona y la obra del Mesías a nivel meramente humano, utilitarista, político, racial y terreno. Y dada nuestra condición de hombres amasados de orgullo, egoísmo y sensualidad, nos sigue acosando el peligro de interpretar el Mesianismo de Jesús a escala terrena, política, de medros y ambiciones (Cfr Mt 20, 20-28). La función del cristiano es: Iluminar y Salvar.
1 Corintios 1, 1-3:
San Pablo nos ilumina acerca del sentido y valor que tiene toda vocación al apostolado. Él, que anduvo tanto tiempo en rutas de falso Mesianismo, ha comprendido a la luz de Damasco cómo Jesús, el Jesús Crucificado, es el Mesías auténtico; y cómo, en consecuencia, el apostolado auténtico es el anuncio de la Cruz y de la Salvación que a todos nos gana Cristo-Redentor.
— Era uso de la época iniciar las cartas con los títulos y méritos de la persona que las escribía. Pablo, que en otro tiempo tanto se ufanó de títulos y méritos humanos (Cfr Gál 1, 14; Flp 3, 4), ahora sólo se gloría de este título totalmente espiritual y gratuito: «Pablo, llamado por voluntad de Dios a ser Apóstol de Jesucristo» (v 1). El verdadero Mesías es Jesús: Jesús crucificado. Pablo, el que se escandalizó en la Cruz de este Jesús, ahora por vocación que únicamente debe al amor de Dios, ha de ser el Apóstol del Crucificado. Es su título de honor, su gloria (Gál 6, 14). A la vez esta elección divina al apostolado es la garantía de su autoridad y de su Carta.
— Tras rendir honor y gratitud a Dios que le honró con la vocación al apostolado, recuerda a los neófitos los títulos y valores nuevos que debemos a nuestra vocación cristiana. Títulos que si mucho nos honran, también nos exigen. No perdamos de vista estas definiciones que nos da Pablo de lo que es un bautizado o un cristiano: a) «Santificados en Cristo Jesús». La frase admite doble interpretación: los que se han consagrado a Cristo, o bien: los que son santos o consagrados por vivir en ellos Cristo. Ambos significados son hermosa y exigente realidad. b) Asamblea Santa; es otra definición que connota al cristiano como miembro de una comunidad. Heredamos los títulos de Israel en el A. T.: «Pueblo Santo» (Ex 19, 6; Dt 7, 6; Dn 7, 18. 22). Pero en el A. T. la santidad era ritual; preparaba la «consagración» real y espiritual del N. T. En virtud de nuestro Bautismo, la «santidad» y «consagración» alcanzan su valor pleno: «El Hijo de Dios Encarnado, a sus hermanos convocados de entre todas las gentes, los constituyó místicamente su Cuerpo, comunicándoles su Espíritu. Por el Bautismo nos configuramos con Cristo» (L. G. 7): Sello bautismal que nos cristifica, nos unge y embebe de Espíritu Santo; nos aglutina en su Cuerpo Místico. ¿Cabe «consagración» más real y más plena y más divina?
— «Gracia y Paz» (v 3) van a ser por siempre más el saludo y augurio del nuevo Pueblo de Dios.
Juan 1, 29-34:
El Evangelista Juan recoge el testimonio del Bautista. Para el Precursor es claro e incuestionable que en Jesús se cumplen las profecías. Sobre todo las que le pronuncian «Siervo de Yahvé»:
— «He aquí el Cordero de Dios» (29). De Dios, porque Dios le envía. De Dios, porque a Dios está consagrado; y con su inmolación va a redimir todos los pecados; el Cordero que con amor al Padre y a los hombres carga sobre Sí el «Pecado del mundo».
— En esta feliz proclamación de Jesús «Cordero de Dios», hecha por el Bautista, hay una clara alusión a la profecía del Mesías: «Cordero» y «Siervo» de Is 52, 13 y 53, 7. Igualmente puede pensar el Bautista en el Cordero Pascual; como también en el Cordero del holocausto cotidiano perpetuo. Jesús va a ser la Víctima, el Sacrificio perfecto: el Mesías-Redentor. El que quita el Pecado. El que trae Espíritu y Vida.
— Juan, Profeta que ha recibido la misión de anunciar la inminente llegada del Mesías, es ahora testigo de los «signos» milagrosos con que el cielo testifica de manera indubitable que Jesús es el Mesías tan esperado durante milenios (32-34): Mesías-Hijo de Dios (34). El único Enviado del Padre que nos trae la Vida del Padre: nos trae Espíritu Santo (33). Preexiste, precede, aventaja sin medida a su Precursor (30).
El Cordero-Redentor actualiza la Redención en la Eucaristía, Sacramento de su Sacrificio. Y nosotros al participar en este Sacrificio apropiémonos su actitud de «Siervo» y de «Cordero»; de oblación y de expiación.
— Esta Epifanía del Jordán es una preciosa síntesis Cristológica. En ella se nos revelan:
a) La Persona de Jesús: «Hijo de Dios.»
b) Su Función: «Cordero Redentor.»
c) Su Virtualidad: «Bautiza en Espíritu Santo.»
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona, 1979)
Xavier Leon – Dufour
Cordero de Dios
En diversos libros del NT (Jn, Act, lPe y, sobre todo, Ap) se identifica a Cristo con un cordero; este tema proviene del AT según dos perspectivas distintas.
1. El siervo de Yahveh. El profeta Jeremías, perseguido por sus enemigos, se comparaba con un “cordero, al que se lleva al matadero” (Jer 11,19). Esta imagen se aplicó luego al siervo de Yahveh, que muriendo para expiar los pecados de su pueblo, aparece “como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores” (Is 53,7). Este texto, que subraya la humildad y la resignación del siervo, anunciaba de la mejor manera el destino de Cristo, como lo explica Felipe al eunuco de la reina de Etiopía (Act 8,31.35). Al mismo texto se refieren los evangelistas cuando recalcan que Cristo “se callaba” delante del sanedrín (Mt 26,63) y no respondía a Pilato (Jn 19,9). Es posible que también Juan Bautista se refiera a él cuando, según el cuarto evangelio, designa a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29; cf. Is 53,7.12; Heb 9,28). La Vulgata, cuyo texto ha pasado al ecce agnus Dei de la misa, acentúa la afinidad con Isaías sustituyendo el singular por el plural: “…los pecados del mundo”.
2. El cordero pascual. Cuando decidió Dios libertar a su pueblo cautivo de los egipcios, ordenó a los hebreos inmolar por familia un cordero “sin mancha, macho, de un año” (Ex 12,5), comerlo al anochecer y marcar con su sangre el dintel de su puerta. Gracias a este “signo”; el ángel exterminador los perdonaría cuando viniera a herir de muerte a los primogénitos de los egipcios. En lo sucesivo la tradición judía, enriqueciendo el tema primitivo dio un valor redentor a la sangre del cordero : “A causa de la sangre de la alianza, y a causa de la sangre de la pascua, yo os he libertado de Egipto” (Pirque R. Eliezer, 29; cf. Mekhilta sobre Éx 12). Gracias a la sangre del cordero pascual fueron los hebreos rescatados de la esclavitud de Egipto y pudieron en consecuencia venir a ser una “nación consagrada”, “reino de sacerdotes” (Éx 19,6), ligados con Dios por una *alianza y regidos por la ley de Moisés.
La tradición cristiana ha visto en Cristo “al verdadero cordero” pascual (prefacio de la misa de pascua), y su misión redentora se describe ampliamente en ‘la catequesis bautismal que está ‘implícita en la ‘epístola ‘de Pedro, a la que hacen eco los escritos joánnicos y la ep. a los Hebreos. Jesús es el cordero (IPe 1,19; Jn 1,29; Ap 5,6) sin tacha (Éx 12,5), es decir, sin pecado (lPe 1,19; Jn 8,46; Un 3,5; Heb 9,14), que rescata a los hombres al precio de su sangre (lPe 1,18s; Ap 5,9s; Heb 9,12-15). Así los ha liberado de la “tierra” (Ap 14,3), del *mundo malvado entregado a la perversión moral que proviene del culto de los ídolos (lPe 1,14.18; 4,2s), de manera que en adelante puedan ya evitar el pecado (IPe 1,15s; Jn 1,29; lJn 3,5-9) y formar el nuevo “reino de sacerdotes”, la verdadera “nación consagrada” (lPe 2,9; Ap 5,9s; cf. Éx 19,6), ofreciendo a Dios el *culto espiritual de una vida irreprochable (lPe 2,5; Heb 9,14). Han abandonado las tinieblas del paganismo pasando a la luz del *reino de Dios (IPe 2,9): ése es su *éxodo’ espiritual. Habiendo, gracias a la sangre del cordero (Ap 12,11), vencido a Satán, cuyo tipo era el faraón, pueden entonar “el cántico de Moisés y del cordero” (Ap 15,3: 7,9s.14-17; cf. Éx 15), que exalta su liberación.
Esta tradición, que ve en Cristo al verdadero cordero pascual, se remonta a los orígenes mismos del cristianismo. Pablo exhorta a los fieles de Corinto a vivir como ázimos, “en la pureza y la verdad”, puesto que “nuestra *pascua, Cristo, se ha inmolado” (1Cor 5,7). Aquí no propone una enseñanza nueva sobre Cristo cordero, sino que se refiere a las tradiciones litúrgicas de la pascua cristiana, muy anteriores, por tanto, a 55-57, fecha en que escribía el Apóstol su carta. Si prestamos fe a la cronología joánnica, el acontecimiento mismo ‘de la muerte de Cristo habría suministrado el fundamento de esta tradición. Jesús fue entrega-do a muerte la víspera de la fiesta de los ázimos (Jn 18,28; 19,14.31), por tanto, el día de pascua por la tarde (19,14), a la hora misma en que, según las prescripciones de la ley, se inmolaban en el templo los corderos. Después de su muerte no le rompieron las piernas como a los otros ajusticiados (19,33), y en este hecho ve el evangelista la realización de una prescripción ritual concerniente al cordero pascual (19,36; cf. Éx 12,46).
3. El cordero celestial. El Apocalipsis, aun conservando fundamentalmente el tema de Cristo cordero pascual (Ap 5,9s), establece un impresionante contraste entre la debilidad del cordero inmolado y el *poder que le confiere su exaltación en el cielo. Cordero en su muerte redentora, Cristo es al mismo tiempo un león, cuya *victoria libertó al pueblo de Dios, cautivo de los poderes del mal (5,5s; 12,11). Compartiendo ahora el trono de Dios (22,1.3), recibiendo con él la adoración de los seres celestiales (5,8.13; 7,10), aparece investido de poder divino. Él es quien ejecuta los decretos de Dios contra los impíos (6,1…), y su *ira los estremece (6,16); él es quien emprende la *guerra escatológica contra los poderes del mal coligados, y su victoria, le ha de consagrar “rey de los reyes y señor de los señores” (17,14; 19,16…). Sólo volverá a recobrar su primera mansedumbre cuando se celebren sus nupcias con la Jerusalén celestial, que simboliza a la Iglesia (19,7.9; 21,9). El cordero se hará entonces *pastor para conducir a los fieles hacia las fuentes de *agua viva de ‘la bienaventuranza celeste (7,17; cf. 14,4).
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
P. Lic. José A. Marcone, I.V.E.
El testimonio del Bautista
(Jn.1,29-34)
Introducción
El evangelio de hoy nos presenta una hermosa escena de amor a Cristo, humildad y magnanimidad. El protagonista de esta escena es Juan Bautista. Amor a Cristo, porque en sus palabras se trasluce una alegría emocionada al señalarlo a Cristo a sus discípulos, al hacerlo conocer a Cristo, al nombrarlo con los títulos con que lo nombra. Humildad, porque sus discípulos van a dejarlo para seguir a Cristo; y porque su figura va a eclipsarse con la aparición de Cristo. Magnanimidad, porque se requiere grandeza de alma para reconocer con tanta convicción las virtudes de los demás, como en este caso hace Juan Bautista de Cristo.
Todo el trozo está incardinado en el testimonio que Juan Bautista hace de Cristo.
- El Cordero de Dios
Ahora bien, concretamente, ¿cuál es el testimonio que Juan Bautista da de Jesús? Lo dice claramente: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¿Por qué Jesús es cordero y por qué quita el pecado?
En primer lugar, Juan Bautista llama a Jesús ‘cordero que quita el pecado del mundo’ en relación con el cordero que comieron los israelitas la noche en que fueron liberados de la esclavitud de Egipto. Con la sangre de ese cordero los israelitas marcaron sus puertas para que el ángel exterminador no los tocara, salvaran sus vidas y pudieran liberarse de Egipto. Este rito de marcar la puerta con sangre para salvarse es el símbolo de la sangre de Cristo que con su sangre los libera del pecado y nos da la salvación eterna.
Luego ese ritual se va a realizar en el desierto y la simbología se verá reforzada. En el desierto, el sacerdote entraba dentro de la Tienda de Reunión, que hacía las veces de Santuario, con la sangre de un novillo, rociaba con sangre el altar y luego hacía lo mismo con el pueblo. Es el símbolo de la sangre de Cristo que lava del pecado. Luego el sacerdote soltaba vivo un macho cabrío y lo ofrecía en holocausto fuera del campamento. Es símbolo de Cristo que se ofrece en sacrificio y murió crucificado fuera la ciudad santa, Jerusalén.
Toda la fuerza y la eficacia de los sacrificios ofrecidos por el pueblo de Israel en Egipto y en el desierto les vienen del sacrificio de Cristo, ya que el sacrificio del cordero pascual era una figura del verdadero sacrificio que Cristo iba a realizar en la cruz. El mismo San Juan se va a encargar de hacer notar esta relación cuando diga de Cristo en cruz lo mismo que el libro del Éxodo decía del Cordero Pascual: “No se le quebrará hueso alguno” (Éx.12,46).
El sacrifico de Cristo en la cruz, que había sido prefigurado por el sacrificio del Cordero Pascual, será anticipado la noche del Jueves Santo, en la Última Cena, cuando Jesucristo instituya el Santo Sacrificio de la Eucaristía. Aquella última cena de Jesús se desarrolló durante la fiesta de Pascua y en el mismo momento en que se sacrificaba el cordero pascual. La Eucaristía, la Santa Misa es la actualización del mismo sacrificio de Cristo en la cruz y allí Jesús lava con su sangre el pecado de los hombres. Y por eso, en el Rito de Comunión de la Santa Misa, el sacerdote, de la misma manera que Juan el Bautista en el evangelio de hoy, señala a Cristo con aquellas palabras: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
En segundo lugar, Juan Bautista llama a Cristo ‘el cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ haciendo referencia a la imagen del Siervo de Yahveh presentada por el profeta Isaías. Isaías presenta al Mesías como aquel que carga los pecados del mundo sobre sí y los redime siendo sacrificado como un cordero. Dice textualmente Isaías respecto al Mesías: “El Señor hizo recaer sobre él la culpa de todos nosotros. Siendo maltratado y humillado, no abrió su boca. Era como un cordero llevado al matadero; y como una oveja delante de los que la trasquilan, no abrió su boca. Llevó las culpas de muchos e intercedió por los pecadores” (Is.53,6-7.12)
Jesucristo es ese Mesías-cordero que es llevado al matadero de la cruz y cuyo sacrificio nos redimirá de nuestros pecados. Jesús es aquel que sufre por nosotros, en las dos acepciones de la preposición por: sufre a favor de nosotros y sufre en lugar de nosotros.
“A la acción del Siervo del Señor corresponde la obra de Jesús, que entrega su vida por mandato del Padre: ‘Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida (…). Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre’ (Jn.10,17-18). Levantado sobre la cruz se va a convertir en signo de salvación (cf. Jn.3,14-15). Por lo tanto, la palabra referida al Cordero de Dios hace alusión desde el inicio a la muerte de Jesús y a su significado salvífico para el mundo entero”.1
La primera lectura de hoy, tomada precisamente del profeta Isaías, se refiere a este Siervo de Yahveh con estas palabras: “Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a Él y se le reúna Israel. (…) Él dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; Yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra»” (Is.49,5.6). 2
Dice el P. Buela: “Pero, ¿por qué había elegido el Cordero como símbolo privilegiado? ¿Por qué se mostró incluso de ese modo en el Trono de la eterna gloria? Porque él estaba libre de pecado y era humilde como un cordero; y porque él había venido para dejarse llevar como cordero al matadero (Is.53,7)”.3
- El Hijo de Dios
Pero el testimonio de Juan Bautista no se reduce a decir que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan Bautista completa su testimonio con esta frase: “Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios” (Jn.1,34).
Al decir ‘Hijo de Dios’, Juan Bautista se refiere a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es decir, al Verbo. De esta manera está haciendo referencia a la divinidad de Jesucristo. Para Juan Bautista es muy importante reafirmar la divinidad de Jesucristo y por eso es que lo subraya diciendo: “Él existía antes que yo” (Jn.1,30). Juan Bautista sabía que él era seis meses mayor que Jesús en su nacimiento humano, pero Jesús existía antes que él porque Jesús es Dios.
De esta manera completa el título de ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Este Cordero quita el pecado del mundo de un modo muy particular. No es simplemente un hombre que sufre en lugar de otros. No es solamente alguien que alcanza la misericordia para los demás. Es la misma misericordia, porque es Dios. Eso significa que Juan Bautista lo llame Hijo de Dios. Precisamente porque es Dios tiene poder para quitar el pecado del mundo.
“ ‘Yo vi y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios’ (1,34). De esta manera Juan Bautista explica el fundamento de todo cuanto ha dado a conocer con antecedencia acerca de la posición y la obra de Jesús. Por el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios y vive desde la eternidad en comunión de igual dignidad con Dios, en cuanto Cordero de Dios puede quitar el pecado de todo el mundo y donar, por medio del bautismo en el Espíritu, la participación en la misma y propia vida con el Padre”.4
Conclusión
“Al inicio y al final del cuarto Evangelio se pone en relieve el significado irrenunciable del testimonio para poder acercarse y llegar a unirse a Jesús, el cual no llega a ser conocido por medio de visiones, de inspiraciones interiores o de pruebas externas (cfr 1,41: Andrés a Pedro: “hemos encontrado el Mesías”; 1,45 Felipe a Natanael; 19,35 “el que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido”, sobre la sangre y el agua del costado) y son enviados para dar testimonio (cfr 17,18: “yo los envío” ; 20,21: “yo los envío”)”.5
Jesús quiere ser conocido no a través de inspiraciones interiores o visiones, sino a través del testimonio que los cristianos den de Jesús, a imitación de Juan Bautista. Es imposible que el mundo conozca hoy a Jesús sin el testimonio de los cristianos.
Pero ese testimonio es imposible hacerlo sin la experiencia de Jesús. Primero debemos conocer a Jesús, experimentarlo y luego entonces estaremos en capacidad de dar testimonio de Jesús.
¿Cómo se hace esa experiencia de Jesús? En primer lugar a través de la fe, creyendo firmemente la frase del Credo: “Creo en Jesucristo su único Hijo, Nuestro Señor, …”
En segundo lugar, a través del cumplimiento de su voluntad, cumpliendo con exactitud sus diez mandamientos.
En tercer lugar, a través de la comunión de su Cuerpo en la Santa Misa. Es en ese momento donde nosotros renovamos el mismo testimonio de Juan Bautista: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Es en ese momento donde nosotros nos unimos a Jesús estrechamente y hacemos una verdadera experiencia de Cristo.
En cuarto lugar, a través de la oración, sobre todo la oración hecha en silencio delante del Sagrario donde se guarda su Cuerpo o delante de la custodia cuando su Cuerpo está expuesto para ser adorado. A través de la oración entramos en relación con Jesús, conversamos con Él, adquirimos una vida de intimidad con Él y de esa manera adquirimos un conocimiento que nos permitirá testimoniarlo.
La palabra ‘testigo’, en griego, se dice ‘mártir’. Solamente podemos ser verdaderos testigos de Cristo si somos mártires. En el mundo de hoy que apostata de Cristo e incluso se genera una ‘cristofobia’, solamente seremos verdaderos testigos si estamos dispuestos a ser mártires.
Enciclopedia Católica
Cordero (en el Simbolismo Cristiano Primitivo)
Uno de los pocos símbolos Cristianos procedentes del primer siglo es el del Buen Pastor llevando sobre sus hombros un cordero o una oveja, con otras dos ovejas a su lado. Entre los siglos primero y cuarto fueron pintados ochenta y ocho frescos de este tipo en las Catacumbas Romanas. Según la interpretación de Wilpert, el significado que puede ser asociado a este símbolo, es el que sigue. El cordero u oveja sobre los hombros del Buen Pastor es un símbolo del alma de los difuntos llevada por Nuestro Señor al cielo; mientras que las dos ovejas que acompañan al Pastor representan los santos que ya gozan de la felicidad eterna. Esta interpretación está en armonía con una antigua oración litúrgica por los difuntos del siguiente tenor: “Te rogamos Dios . . . que seas misericordioso con él en el juicio, habiéndolo redimido por tu muerte, líbralo del pecado, y reconcílialo con el Padre. Se para él el Buen Pastor y llévalo sobre tus hombros [al redil] Recíbelo en el Reino venidero, y concédele participar en el gozo eterno de la Sociedad de los santos” (Muratori, “Lit. Rom. Vet.”, I, 751). En los frescos de las catacumbas esta petición está representada como ya cumplida; el difunto está en compañía de los santos.
(…)
El cordero, u oveja, símbolo, entonces, del primer tipo descrito, tiene siempre, en todas las pinturas de catacumbas y en sarcófagos del siglo cuarto, un significado asociado con la condición del difunto después de muerto. Pero en la nueva era iniciada por Constantino el Grande, el cordero aparece en el arte de las basílicas con un significado totalmente nuevo. El esquema general de la decoración absidal con mosaico en las basílicas que se construyen por todas partes tras la conversión de Constantino, se asemeja en lo fundamental a lo descrito por San Paulino como existente en la Basílica de San Felix de Nola. “La Trinidad resplandece en su misterio pleno”, el santo nos dice: “Cristo es representado mediante la figura de un cordero; la voz del Padre truena desde el cielo; y el Espíritu Santo es derramado a través de la paloma. La Cruz está rodeada por un círculo de luz como por una corona. La corona de esta corona son los mismos apóstoles, que son representados por un coro de palomas. La Divina unidad de la Trinidad es resumida en Cristo. La Trinidad tiene al mismo tiempo sus propias representaciones; Dios es representado por la voz paternal, y por el Espíritu; la Cruz y el Cordero significan la Víctima Santa. El fondo de púrpura y las palmas significan la realeza y el triunfo. Sobre la roca está de pie aquel que es la Roca de la Iglesia, de la que fluyen las cuatro fuentes murmurantes, los Evangelistas, ríos vivos de Cristo” (San Paulino, “Ep. xxxii, ad Severum”, sect. 10, P. L. LXI, 336). El Divino Cordero era normalmente representado en los mosaicos absidales de pie sobre el monte místico desde donde fluyen los cuatro arroyos del Paraíso simbolizando a los Evangelistas; doce ovejas, seis a cada lado, eran además representadas, viniendo desde las ciudades de Jerusalén y Belén (indicadas por pequeñas casas en los extremos de la escena) y marchando hacia el cordero. La zona inferior, no existente en la actualidad, del famoso mosaico del siglo cuarto de la iglesia de Sta. Pudenciana de Roma, originalmente representaba el cordero sobre la montaña y probablemente también las doce ovejas; el mosaico absidal del siglo sexto de los Sts. Cosme y Damián existente en Roma, da una buena idea de la manera en que se representaba este tema.
Según el “Liber Pontificalis”, Constantino el Grande regaló al baptisterio Laterano, que él fundó, una estatua de oro de un cordero derramando agua que fue emplazada entre dos estatuas de plata de Cristo y San Juan Bautista; el Bautista estaba representado portando un rollo inscrito con las palabras: “Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi.” Desde el siglo quinto, la cabeza del cordero empezó a ser rodeada por la aureola. Diversos monumentos también muestran al cordero con su cabeza coronada por varias formas de Cruz; un monumento descubierto por de Vogüé en la Siria Central muestra al cordero con la Cruz sobre sus espaldas.
El siguiente paso en el desarrollo de la idea de asociar la Cruz con el cordero aparece en un mosaico del siglo sexto de la Basílica Vaticana que representaba al cordero sobre un trono, a los pies de una Cruz adornada con gemas. Del costado traspasado de este cordero, fluía sangre en un cáliz desde donde a su vez se distribuía en cinco chorros, recordando las cinco llagas de Cristo. Finalmente, otro monumento del siglo sexto, formando parte en la actualidad del ciborio de San Marcos, en Venecia, presenta una escena de crucifixión con los dos ladrones crucificados, mientras que Cristo es representado como un cordero, permaneciendo erguido sobre la unión de los maderos. Uno de los más interesantes monumentos mostrando al Divino Cordero de variadas maneras es el sarcófago de Junius Bassus (m. 358). En cuatro de los tímpanos entre los nichos aparece levantando a Lázaro, por medio de un bastón, desde la tumba; siendo bautizado por otro cordero, con una paloma sobrevolando la escena; multiplicando los panes, en dos cestos, mediante el toque con un bastón; unido a otros tres corderos. Otras dos escenas muestran un cordero recibiendo las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí y golpeando una roca de la que fluye un chorro de agua. Por tanto en esta serie, el cordero es un símbolo, no sólo de Cristo, sino también de Moisés, del Bautista, y de los tres Jóvenes en el horno ardiente. El fresco del cementerio de Praetextatus, mostrando a Susana como un cordero entre dos lobos (los ancianos), es otro ejemplo del cordero como símbolo de un creyente ordinario.
Traducido por Juan I. Cuadrado
Tomado de http://ec.aciprensa.com/wiki/Cordero_(en_el_Simbolismo_Cristiano_Primitivo)#.Us77qfnfPIU
San Juan Crisóstomo
HOMILÍA 17 (16)
Gran bien es la confianza y la libertad en expresarse y saber posponerlo todo a la confesión de Cristo: ¡tan grande es y tan admirable que el Hijo Unigénito al hombre que lo posee, lo proclama delante de su Padre! Aunque, a decir verdad, la recompensa no es igual. Tú confiesas a Cristo en la tierra, y Él te confiesa en el cielo; tú, delante de los hombres; Él, delante del Padre y de los ángeles. Así era el Bautista: no atendía a la multitud, tampoco a la gloria ni a otra cosa alguna, sino que todo eso lo pisoteaba; y con la libertad que conviene, a todos predicaba lo tocante a Cristo. El evangelista nota el lugar para declarar por aquí la confianza y seguridad del Bautista, quien con resonante y clara voz, no en un esquina, no en una casa, no en el desierto, sino junto al Jordán, ante una multitud, presentes todos cuantos se habían bautizado (pues había ahí aun judíos), hizo su admirable confesión de Cristo, llena de sublimes, arcanas y altas verdades; y dijo que no se sentía digno de desatar la correa de sus sandalias.
¿Cómo lo declaró el evangelista? Con estas palabras: Estos sucesos tuvieron lugar en Betania. Los manuscritos más exactos ponen en Batara. Porque Betania no está al otro lado del Jordán, ni en el desierto, sino cerca de Jerusalén. Pero también por otro motivo nota el sitio el evangelista. Pues debiendo referir cosas no antiguas, sino recientemente sucedidas, trae como testigos de lo que dice a los que estaban presentes y habían visto los sucesos; y notando el sitio, toma ese testimonio de veracidad. Cosa que, como ya dije, sería luego no pequeña demostración de que decía verdad.
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He aquí al Cordero de Dios que carga sobre sí el pecado del mundo. Dividieron el tiempo los evangelistas. Mateo, tras de tocar brevemente el que precedió al encarcelamiento del Bautista, se apresura a referir los sucesos subsiguientes, y en ellos se detiene largamente. El evangelista Juan no sólo no narra brevemente lo de ese tiempo, sino que en ello se alarga. Mateo, después que Jesús regresó del desierto, omitió los sucesos intermedios, por ejemplo lo que dijo del Bautista, lo que dijeron los enviados de los judíos y todo lo demás; y al punto pasa al encarcelamiento, y dice: habiendo oído Jesús que Juan había sido aprisionado, se apartó de ahí1.
No procede así el evangelista Juan, sino que omite la ida al desierto, pues ya Mateo la había referido y narró lo sucedido después que Jesús bajó del monte; y pasando en silencio muchas cosas, continuó: Pues Juan aún no había sido encarcelado2. Preguntarás: ¿por qué ahora Jesús viene a Juan el Bautista no una sino dos veces? Porque Mateo por fuerza tenía que decir que vino para ser bautizado; y así lo declaró Jesús diciendo: Así conviene que cumplamos toda justicia3. Y Juan afirma que de nuevo fue Jesús al Bautista, después del bautismo. Así lo declara éste con las palabras: Yo he visto al Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre El. Pregunto yo: ¿Por qué vino de nuevo al Bautista? Porque no solamente vino, sino que se le hizo presente. Pues dice el evangelista: Como viniera a él, lo vio. ¿Por qué, pues, vino? Como el Bautista había bautizado a Jesús que se hallaba mezclado con la turba, de manera de que nadie pusiera sospecha en que El por la misma causa que los otros se había acercado a Juan, o sea para confesar sus pecados y con el bautismo en el río lavarlos para penitencia, ahora de nuevo se acerca a Juan para darle oportunidad de corregir semejante opinión y sospecha.
Porque al exclamar Juan: He aquí al Cordero de Dios que carga sobre sí el pecado del mundo, deshace toda esa imaginación. Puesto que quien es tan puro que puede lavar los pecados de todos los demás, como es manifiesto, no se acerca para confesar pecados suyos, sino para dar ocasión al eximio pregonero de que por segunda vez repita lo dicho en la primera, y así más profundamente se grabe en el ánimo de los oyentes. Y también para que añadiera otras cosas más.
Prefirió la expresión: He aquí porque muchos y muchas veces y desde mucho tiempo antes, por lo que él había dicho, andaban en boca de Jesús. Por esto lo indica ahí presente y dice: He aquí, declarando ser aquel a quien de tiempo atrás andaban buscando. Este es el Cordero. Lo llama Cordero para recordar a los judíos la profecía de Isaías y también la sombra y figura del tiempo de Moisés; y así, mediante una figura mejor, llevarlos a la verdad. Aquel cordero antiguo no tomó sobre sí ningún pecado de nadie; mientras que éste otro cargó con todos los pecados de todo el orbe. Este arrancó rápidamente de la ira de Dios el mundo que ya peligraba.
A éste me refería cuando anunciaba: Viene en pos de mí un hombre que ha sido constituido superior a mí, porque existía antes que yo. ¿Observas cómo de nuevo interpreta aquí aquella palabra antes? Pues habiendo dicho: El Cordero, y que éste cargaba sobre sí el pecado del mundo, luego añadió: Ha sido constituido superior a mí, declarando de este modo que aquel antes se ha de entender en el sentido de superior, pues carga sobre sí el pecado del mundo y bautiza en el Espíritu Santo. Como si dijera: mi venida no tiene más valor que el haber administrado el bautismo de agua. En cambio la venida de Este tiene como empresa el limpiar a todos los hombres y darles a todos operación del Espíritu Santo.
Fue constituido superior a mí, o sea, ha aparecido más resplandeciente que yo. Porque existía antes que yo. ¡Cúbrame de vergüenza todos cuanto siguen el loco error de Pablo de Samosata, el cual tan abiertamente pugna contra la verdad! Yo no lo conocía. Observa cómo con este testimonio quita toda sospecha, declarando que su discurso no ha dimanado de favoritismo ni de amistad, sino de divina revelación. Dice: Yo no lo conocía. Pero entonces ¿cómo iba a expresarse favorablemente y por favoritismo acerca de quien no conocía? Pero vine yo con mi bautismo de agua para preparar su manifestación a Israel.
De modo que no necesitaba Cristo semejante bautismo, ni hubo otro motivo para preparar ese baño, sino el que se facilitara a todos el camino para creer en Cristo. Pues no dijo: Para tornar puros a los bautizados; ni tampoco: He venido a bautizar para librar de los pecados, sino: Para preparar su manifestación a Israel. Por mi parte pregunto: entonces ¿qué? ¿Acaso sin ese bautismo no se podía predicar a Cristo y atraerle el pueblo? Sí se podía, pero no tan fácilmente. Si la predicación se hubiera hecho sin el bautismo, no habrían concurrido así todos, ni habrían comprendido mediante la comparación, la preeminencia de Cristo. Porque aquella multitud iba a Juan no para escuchar su predicación, sino ¿para qué? Para confesar sus pecados y ser bautizados. Una vez así reunidos, se les enseñaba lo referente a Cristo y la diferencia de ambos bautismos. Porque el de Juan era superior a los lavatorios de los judíos, y por esto todos acudían a Juan; y sin embargo el bautismo de éste aún era imperfecto.
Pero ¡oh Juan! ¿Cómo conociste a Jesús? Por la bajada del Espíritu Santo, nos responde. Mas, para que nadie sospeche que Cristo necesitaba del Espíritu Santo, como lo necesitamos nosotros, oye cómo deshace semejante opinión, declarando que la bajada del Espíritu Santo fue únicamente para anunciar a Cristo. Pues habiendo dicho: Yo no lo conocía, añadió: Pero el que me envió a bautizar con agua me previno: Aquel sobre quien vieres descender el Espíritu Santo y reposar sobre El, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. ¿Observa cómo para esto vino el Espíritu Santo, para manifestar a Cristo? Tampoco el testimonio de Juan era sospechoso; pero para hacerlo aún más digno de fe, lo añadió al de Dios y del Espíritu Santo.
Habiendo Juan predicado algo tan grande y tan admirable, y tal que podía dejar estupefactos a los oyentes, como fue que Cristo y sólo El cargaría con el pecado del mundo, y que la grandeza del don bastaría para tan excelsa y universal redención, lo confirma de ese modo y lo confirma por tratarse del Hijo de Dios que no necesita del bautismo; de modo que el Espíritu Santo desciende para darlo a conocer.
Juan no podía dar el Espíritu Santo; lo declaran así los mismos que habían recibido el bautismo de Juan diciendo: pero ni siquiera hemos conocido que exista el Espíritu Santo4. De manera que Cristo no necesitaba bautismo alguno, ni del de Juan; ni de ningún otro; más bien era el bautismo que necesitaba de la virtud de Cristo. Puesto que le faltaba precisamente el bautismo de Juan lo que era lo principal de todos los bienes y origen de ellos; o sea que al bautizado le confiriera el Espíritu Santo. Este don del Espíritu Santo lo añadió Cristo cuando vino.
Y dio testimonio Juan: He visto al Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre Él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me previno: Aquel sobre quien vieres descender el Espíritu Santo y reposar sobre El, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Con frecuencia usa Juan de esa expresión: Y yo no lo conocía. Y no es sin motivo, sino porque era pariente suyo según la carne. Pues dice el evangelista Lucas: He aquí que Isabel tu pariente ha concebido también ella un hijo5. De modo que para que no pareciera que hablaba movido por el parentesco, frecuentemente dice: Y yo no lo conocía. Así era en efecto, pues por toda su vida había morado en el desierto, fuera de la casa paterna. Pero entonces ¿cómo es que, si antes de la venida del Espíritu Santo no lo conocía, sino que entonces por vez primera lo conoció, ya antes de bautizarlo se negaba y decía: Yo debo ser bautizado por ti? Esto parece demostrar que ya lo conocía bien.
Sin embargo, no lo conocía de mucho tiempo atrás, y con razón. Porque los milagros hechos durante la infancia de Jesús, cuando la visita de los Magos y otros semejantes, habían acontecido muchos años antes, cuando también Juan era un niño. Y a causa de ese largo lapso, Jesús era desconocido de todos. Si todos lo hubieran conocido, no había dicho Juan: Para que se manifieste El a Israel, yo vine a bautizar. Y por aquí queda manifiesto que los milagros que se atribuyen a Cristo niño son falsos e inventados por alguien. Si Cristo niño hubiera hecho milagros, Juan lo habría conocido; y tampoco la demás multitud habría necesitado de Juan, como maestro que se lo mostrara. Ahora bien: el mismo Bautista afirma haber venido: Para que Cristo se manifestara a Israel. Por la misma causa decía: Yo debo ser bautizado por ti. Después, por haberlo conocido con mayor claridad, lo anunciaba a las turbas diciendo: Este es aquel de quien os dije: Viene detrás de mí un hombre que ha sido constituido superior a mí. Porque el que me envió a bautizar en agua, y por lo mismo, antes de la bajada del Espíritu Santo, a él se lo reveló. Por tal motivo decía Juan antes de que Cristo llegara: Viene detrás de mí un hombre que ha sido constituido superior a mí.
De manera que Juan no conocía a Jesús antes de que Este bajara al Jordán y de que Juan bautizara a las turbas. En el momento en que Jesús iba a bautizarse lo conoció por revelación del Padre al profeta; y porque al tiempo de su bautismo el Espíritu Santo lo manifestó a los judíos, en favor de los cuales descendía. Para que no se menospreciara el testimonio de Juan que decía: Fue constituido superior a mí y que bautiza en el Espíritu y que juzgará al orbe de la tierra, el Padre da voces proclamando a Jesús por Hijo suyo; y el Espíritu Santo llega y habla sobre la cabeza de Cristo. Y pues Juan lo bautizaba y Cristo era bautizado, para que ninguno de los presentes pensara que la voz se refería a Juan, se presentó el Espíritu Santo, quitando así toda falsa opinión. Así que cuando Juan dice: Yo no lo conocía, esto debe entenderse del tiempo pasado y no del próximo al bautismo. De otro modo ¿cómo podía decir Juan: Yo debo ser bautizado por ti, apartándolo del bautismo? ¿Cómo habría podido decir de El cosas tan excelentes?
Preguntarás: entonces ¿por qué no creyeron los judíos? Pues no fue solamente Juan quien vio al Espíritu Santo en forma de paloma. Fue porque aun cuando también ellos lo habían visto, este género de cosas no necesita únicamente de los ojos corporales, sino mucho más de los ojos de la mente, para que se entienda que no se trata de simples fantasmagorías. Si viéndolo más tarde hacer milagros y tocando El con sus manos los cuerpos de los enfermos y de los muertos y dándoles por este medio la vida y la salud, andaban aquéllos tan presos de la envidia que se atrevían a afirmar lo contrario de lo que veían ¿cómo iban a dejar su incredulidad por el solo hecho de la bajada del Espíritu Santo?
Hay quienes afirman que no todos lo vieron, sino solamente Juan y los mejor dispuestos. Pues aun cuando el Espíritu Santo al descender en figura de paloma, pudiera ser visto sensiblemente por cuantos estuvieran dotados de ojos, sin embargo no había necesidad de que aquello se hiciera manifiesto a todos. Zacarías vio muchas cosas en figuras sensibles y lo mismo Daniel y Ezequiel, más sin compañero alguno en la visión. Moisés vio también muchas cosas, y tales cuales nunca nadie había visto. Tampoco en la transfiguración del Señor en el monte se concedió a todos los discípulos el contemplar aquella visión. Más aún: no todos participaron en ver la resurrección, como lo dice claramente Lucas: A los testigos de antemano escogidos por Dios6.
Y yo lo vi y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. ¿Cuándo dio semejante testimonio de que Cristo era el Hijo de Dios? Lo llamó Cordero y dijo que bautizaría en el Espíritu Santo; pero en ninguna parte afirmó ser Cristo el Hijo de Dios. Y para después del bautismo, ninguno de los evangelistas escribe que lo haya dicho; sino que omitiendo todo eso que sucedió en el intermedio, pasan a referir los milagros obrados por Jesús tras del encarcelamiento de Juan. Lo que de aquí podemos deducir conjeturando es que tanto ese dicho de Juan como otras muchas cosas las pasaron en silencio, como lo significó nuestro evangelista al fin de su evangelio. Pues tan lejos están de inventar de El cosas grandes, que todos concordes y cuidadosamente narran lo que parecía ser oprobio; y no encontrarás que alguno de ellos haya callado nada de eso. En cambio, omitieron muchos milagros, refiriendo unos unos y otros otros; pero todos a la vez callaron muchos otros.
San juan crisóstomo, Explicación del Evangelio de San Juan (I), homilía XVII (XVI), Tradición México 1981, 137-43
Guion II Domingo Tiempo Ordinario -Ciclo A-
Domingo 15 de enero de 2023
Entrada:
En cada Santa Misa Jesucristo se ofrece en sacrificio sobre el altar. Todos nuestros dolores y trabajos pueden ser unidos a este sacrificio y en él alcanzan valor de redención. Unamos nuestras cruces a este sacrificio y dispongámonos a participar digna y fructuosamente de él.
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Isaías 49,3-6
El Siervo de Yahveh es aquel que reúne al pueblo de Israel. Ese Siervo de Yahveh es Jesucristo que reúne a la Iglesia, el Nuevo Israel.
Segunda Lectura: 1Cor.1,1-3
Todo bautizado ha sido santificado por Cristo y ha sido llamado a ser santo. Todo el que se esfuerza en ser santo recibe de Dios la gracia y la paz.
Evangelio: Juan 1,29-34
San Juan Bautista da testimonio de Cristo indicándolo como el Cordero de Dios que a través de su sacrificio quita el pecado del mundo.
Preces:
Dirijamos nuestras súplicas a Dios Padre, que atiende los ruegos de quienes piden con humildad:
A cada intención respondemos cantando: Te rogamos, óyenos
* Por el Santo Padre el Papa y todos los obispos unidos a él, para que tengan la lucidez y la valentía necesarias para insertar el Evangelio en la sociedad actual.
* Por los misioneros y misioneras que en tierras lejanas se esfuerzan por llamar a nuevos pueblos a la luz de la fe, para que no le falten las fuerzas y el valor para continuar alegremente con su tarea.
*Por todos aquellos que no tienen trabajo y sufren por no tener un empleo digno, para que Dios Padre les conceda la gracia de poder desarrollar sus talentos libremente y proveer a las necesidades de su familia.
* Por todos nosotros que nos hemos reunido junto al altar, por nuestras familias y comunidades religiosas para que dóciles a la gracia que viene de lo alto podamos ser siempre verdaderos templos del Espíritu Santo. Oremos.
Padre Santo, escucha nuestras oraciones y hazlas una con la oración de tu Hijo, Jesucristo Nuestro Señor.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Recibe Señor, la ofrenda de nuestra vida y el deseo sincero de hacer el bien a todos.
*Presentamos el pan y el vino. Con ellos nos unimos a la Alianza que Cristo selló con su Sangre.
Comunión:
Cristo obra nuestra reconciliación através de su Sacrificio. Cuando comulgamos somos uno con Él y con nuestros hermanos.
Salida:
La Madre de Jesús nos señala a su Hijo y nos conduce a Él. Que Ella nos ayude a llevar la Buena Nueva a todas las naciones.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)