PRIMERA LECTURA
El reino de David durará eternamente delante del Señor
Lectura del segundo libro de Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de alrededor, el rey dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña».
Natán respondió al rey:
«Ve a hacer todo lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo».
Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que Yo la habite?
Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los grandes de la tierra.
Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que El mismo te hará una casa.
Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 88, 2-5. 27. 29
R. Cantaré eternamente el amor del Señor.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque Tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo». R.
Yo sellé una alianza con mí elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones». R.
Él me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora».
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mí alianza será estable para él. R.
SEGUNDA LECTURA
El misterio guardado en secreto desde la eternidad ahora se ha manifestado
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 16, 25-27
Hermanos:
¡Gloria a Dios,
que tiene el poder de afianzarlos,
según la Buena Noticia que yo anuncio,
proclamando a Jesucristo,
y revelando un misterio
que fue guardado en secreto desde la eternidad
y que ahora se ha manifestado!
Este es el misterio
que, por medio de los escritos proféticos
y según el designio del Dios eterno,
fue dado a conocer a todas las naciones
para llevarlas a la obediencia de la fe.
¡A Dios, el único sabio,
por Jesucristo,
sea la gloria eternamente! Amén.
Palabra de Dios.
ALELUIA Lc 1, 38
Aleluia.
Yo soy la servidora del Señor,
que se haga en mí según tu Palabra.
Aleluia.
EVANGELIO
Concebirás y darás a luz un hijo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David; llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra».
Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor.
La anunciación de Jesús. 1,26-38
Este evangelio es de mucho uso en la liturgia, muy denso y está muy estudiado, como prueba la ingente bibliografía que existe. La narración de la anunciación de Jesús se desarrolla en el mismo plan literario de la anunciación de Juan; tenemos: a) La presentación del lugar y de los personajes: Nazaret, María y el ángel Gabriel (26-27). b) La aparición del ángel y el saludo (v.28). c) La turbación de María por efecto del saludo (v.29). d) El mensaje del ángel (v.30-33). e) La dificultad de María (v.34). f) La solución de la dificultad y la señal (35-37). g) La aceptación de María (v.38).
Aunque el cuadro general es parecido al de la anunciación de Juan, las diferencias particulares existen. En la aparición a Zacarías no existe saludo del ángel. En María el saludo tiene importancia grande, porque el nombre propio es sustituido por dos frases elogiosas. La turbación de María no se atribuye a la aparición, sino al saludo. La dificultad de María está expresada en forma parecida a la de Zacarías: « ¿Cómo conoceré esto?» (Zac). «No conozco varón» (María). El sentido es muy distinto. Zacarías duda del mensaje; María no duda. La solución del ángel consiste en explicar mejor la naturaleza de la concepción. La señal la da sin que haya sido pedida. La aceptación de María es original y no tiene paralelo en el caso de Zacarías.
26. Galilea: región septentrional de Palestina; por su distancia de Jerusalén, centro del judaísmo, y por su contacto con los gentiles era mal vista en los centros religiosos oficiales (cf. Jn 7,41). Era llamada «Galilea de los gentiles», gelil hagoyim (cf. 1 Mac 5,15). Nazaret no figura ni en el AT ni en Josefo. Las últimas excavaciones de los franciscanos nos dan un modo de vivir muy primitivo para los tiempos mismos de Herodes. Dios escoge lo humilde (cf. 1 Cor 1,26-31). La etimología moderna se resiste a derivarla de «neser», tallo, flor (Is 11,1), y prefiere «nasar», guardar. Nazaret significaría, según esto, «centinela», «guardiana». Lucas la llama «ciudad», pero realmente era una pobre aldea, que debe toda su importancia al hecho cristiano. El nombre de «nazarenos» dado a los cristianos es irónico y despectivo.
27. A una virgen: parqenon, virgo, sugiere la idea de frescura, verdor, juventud e integridad. En griego y en latín «virgen» se opone a «mujer». Equivale al hebreo bethûlah. De Rebeca se dice que era joven (na’ar) y virgen (bethûlah), que no había conocido a ningún hombre (Gén 24,16). Por sólo el vocablo deducimos que María era joven y que conservaba su integridad. El contexto corrobora esta conclusión: toda la narración de Mateo y Lucas prueba que José y María no habían tenido contacto carnal. La dificultad de María para la concepción es que «no conoce varón» (v.34). Lucas nos conserva el testimonio de María; Mateo el de José. Mt 1,23 recuerda también la profecía de Isaías sobre la Virgen-Madre (Is 7,14). Lucas acentúa el carácter virginal de María con la yuxtaposición de «virgen desposada» y la repetición «y el nombre de la virgen María». Desposada: este término, como su equivalente griego emnhsteumenhn, puede entenderse como «prometida» o como «casada». La tradición se divide en estos dos sentidos, y también la exégesis moderna. Holzmeister y Perrella sostienen que María era casada más que prometida y todavía no vivía con San José; Frangiane, Henze y Lattey, que estaba realmente casada y vivía ya con San José. Entre los hebreos, por el contrato matrimonial (desporio) el esposo se constituía en verdadero señor (baál) de la esposa, que era considerada como adúltera en caso de infidelidad o como viuda en caso de muerte del esposo. El uso del matrimonio en este tiempo prenupcial era legítimo, pero estaba mal visto. El matrimonio o las bodas tenían lugar con la conducción de la esposa a casa del esposo. Al tiempo de la anunciación, ¿existía entre José y María verdadero matrimonio (nissûin) o nada más que los desposorios (quiddushín)? ¿Era José verdadero marido y señor (baál), María verdadera mujer (ishsha) de José?
La respuesta no es cierta en ningún sentido, aunque hasta el siglo XIX la mayoría de los autores, con San Juan Crisóstomo, Santo Tomás, Suárez, Maldonado…, sostienen que existía ya el verdadero matrimonio. Del XIX en adelante empieza a prevalecer la sentencia de los simples desposorios. Hoy hay autores (Frangipane, Henze, Bover) que han reaccionado fuertemente en el sentido tradicional. Para la solución conviene tener presentes los siguientes puntos:
1º. Por el solo texto de Lucas nadie dudaría de que María y José estaban realmente casados. En 2,5 «desposada» tiene sentido ciertamente de «casada». Lucas no deja entrever ningún cambio legal entre la anunciación y el nacimiento de Jesús.
2°. La razón para dudar proviene de Mt 1,18-25, donde «a primera vista» parece que José no vive todavía con María. Pero para valorar su sentido objetivo conviene tener presente:
a) Mt 1,19.20 llama a José «marido» (o anhr) de María, y a ésta, «mujer» (thn gunaika) de José. Es decir, Mateo emplea los términos clásicos de «marido» y «mujer» al tiempo de las dudas. Coincide, pues, con Lucas.
b) Convenire (sunelqein) (v.18) es un eufemismo para expresar el uso del matrimonio, equivalente al de «conocerse». Dimittere, apolusai(v.19), es el término propio para expresar la disolución del matrimonio. El término más oscuro y que pudiera interpretarse mejor en la sentencia de los simples desposorios es el accipere, paralabein(v.20). Pero debe notarse que en el NT para la celebración del matrimonio se usa lambanein(accipere) y no el compuesto, para-lambanein, assumere, que indica más bien entrega y aceptación de un hecho o situación, adhesión (Jn 1,11; 1 Cor 15,1.3; Flp 4,9). Puede, pues, traducirse muy bien: retener, quedarse con, seguir con…
c) El marco literario de Mateo se mueve dentro «del sueño» (1,20), donde fácilmente pueden confundirse los límites de lo real e imaginativo, de lo objetivo y subjetivo. José, como dice el Crisóstomo, se ve separado de su mujer. Y el ángel le habla en este plano de su sentimiento e imaginación, diciéndole que tome o vaya por María, su esposa. No se pueden valorar los términos de la misma manera en un cuadro de sueños que en el de la viva realidad.
Por tanto, atendiendo solamente al estudio exegético de Lucas y Mateo, tenemos por más sólida la sentencia tradicional y antigua de que María vivía con José al tiempo de la anunciación. Las consecuencias morales son notablemente mejores en esta teoría: Jesús es concebido dentro del matrimonio; el viaje y estancia en casa de Isabel durante tres meses se explica mejor si María no es una simple desposada. También se explica mejor que nadie extrañe el embarazo en María cuando vuelve a Nazaret. El único que puede «extrañar» y se extraña de hecho es «su marido», porque ignora aquella concepción.
¿Qué edad tenía María? Entre los rabinos, la mujer se consideran a) Niña (tinóqeth) hasta los once años. b) Menor (qetannah) de once a doce. c) Mayor (gedulah, adulta), de los doce en adelante. Obligación de la ley. d) Núbil a los doce y medio. Esta edad se llama na’arah. Es el tiempo en que no ha alcanzado el pleno desarrollo físico. El tiempo propio para los esponsales es de doce a trece. En las inscripciones se habla de una mujer que muere a los treinta y cuatro años y es abuela de muchos nietos. Los primeros pasos para los desposorios de la Virgen se debieron dar de los doce a los trece años. Los desposorios duraban un año. Al cabo de este año era obligatorio el matrimonio, que el esposo llevara a su casa a la esposa.
José, hebreo Josef, que Dios añade, otros niños al que acaba de nacer. Según la etimología popular de Gén 30,23, deriva de ‘asaf = quitar. Se encuentra también en textos egipcios. Era hijo de Jacob (Mt 1,16) o de Helí (Lc 3,23), de la familia de David (Mt 1,20; Lc 3,23ss), un obrero (tektwn); hombre justo, que cumple con toda la ley.
De la casa de David: el pueblo judío se dividía en tribus; las tribus, en familias (Mishpahót, patriae, familiae), y las familias, en casas (Batin, Batê, Habót, domos patrum). De José se dice expresamente que era de la casa y familia de David (2,4). ¿Se refiere también aquí a José o se refiere a María? Lagrange, Zerwick y la generalidad de los autores modernos lo refieren a José. Pero hay motivos para dudar. Gramaticalmente puede referirse el inciso a José, que es el nombre que precede inmediatamente. También la narración de Lucas podía así indicar la descendencia davídica, «según la carne», del Mesías, como dice Rom 1,3. Ireneo en el siglo II, Tertuliano en el III y el Pseudo Mateo en el V hablan del origen davídico de María.
María: los autores estudian el sentido de este nombre y distinguen entre lo que sonaba popularmente (a) y etimológicamente (b).
a) Lagrange nota que era un nombre frecuente entre la aristocracia femenina. En tiempo de los hasmoneos se pronunciaba Mariam y se relacionaba con la palabra aramea marya = señor. La intención de los padres pudo ser llamarla «señora», «princesa».
b) Etimológicamente, múltiples explicaciones. Bardenhewer cuenta hasta 75. En la Edad Media adquirió mucha importancia el significado de «Estrella del Mar», por la autoridad de San Jerónimo, que no escribió «stella maris», sino «stilla maris» (gota del mar). Mar en hebreo significa gota, stilla. El P. Bover propone el significado de «Iluminada, Iluminadora», apoyándose en 1,78.79, donde se alude al Oriente, a la acción de iluminar. El P. Zorell deriva el nombre del egipcio: Merit-Yam = amada de Yavé. De hecho encontramos con el mismo nombre a la hermana de Moisés. Recientemente el P. Ernesto Vogt ha revalorizado la explicación que dan la Poliglota de Alcalá, San Pedro Canisio, Estius, Alcázar, A Lápide: María = exaltata, exaltada. En los textos de Ras Shamra existe un substantivo m r y m, derivado de la raíz r w m, que significa lo mismo que el hebreo maron = altura, alto, alta.
28. Alégrate: caire, éste es el saludo de los griegos (Mc 15,18), que corresponde al saludo shalon, paz, de los semitas (Mt 26,49; 28,9). Jn 20,20-21.26 reproduce la fórmula semita de «paz». También Lc 24,36. ¿Qué fórmula usó el ángel?
a) Los autores generalmente (Lagrange, Joüon, Knabenbauer) piensan en la fórmula hebrea: shalon leka, pax tibi. Este es el saludo ordinario de Jesús, el de Pablo en sus cartas y el que ha quedado en la liturgia: pax vobis (shalon laken).
b) Toledo ve algo no común en el saludo del ángel, relacionado con el contenido de su mensaje, que era de gozo. Recientemente, el P. Lyonnet defiende como original el saludo griego de la alegría. Si la fórmula griega fuera traducción del saludo hebreo shalon, extrañaría este purismo griego en una sección esencialmente semita. El saludo sería la única palabra que Lucas no ha tomado de los LXX en el díptico de las dos anunciaciones, porque los LXX siempre traducen shalon con eirhnh. El mismo Lucas traduce así en el resto del evangelio. Caire en los LXX tiene sentido de alegría siempre, y en Sof 3,14; Joel 2,21; Zac 9,9 se refiere a la alegría mesiánica. En el culto y en la oración de los judíos, Ronni=alégrate, introduce una exhortación a la alegría mesiánica. El no temas de 1,30 corresponde a caire y qarsei de Sofonías y Joel, donde va en paralelismo también con caire. Así en el saludo del ángel tenemos el paralelismo: alégrate…, no temas. Por fin, los Padres griegos ven siempre un sentido trascendente en el saludo. Así lo explican hoy Gaechter, Huby, Maertens, Laurentin, Lyonnet.
Llena de gracia, kecaritwmenh. Es la palabra más importante del saludo. Nótese el oficio nominal que desempeña. No dice el ángel: alégrate, María, sino «alégrate, llena de gracia». Esta observación remonta a los comentarios más antiguos. Es como si Dios, por medio del ángel, cambiara de nombre a la Virgen. Y Dios pone el nombre en relación con el ser de la persona o su misión. «La gracia» afecta muy particularmente a María. Aunque el participio no lleva artículo, porque sustituye al nombre propio en este caso, se pudiera traducir: alégrate, la llena de gracia, pues el saludo afecta particularmente a María. Se trata de un participio de perfecto, que indica un estado. María posee la gracia cuando el ángel la saluda, y la posee de modo estable. El perfecto expresa una cualidad del pasado que persiste en el presente. Se trata de un verbo raro. Tres veces en el AT: Ecli 9,8; 18,17; Sal 17,26 (Símaco). En el NT dos: Lc 1,28; Ef 1,6. Lo extraño del término, su empleo nominal, el sentido sobrenatural que tiene en Pablo, maestro de Lucas; benevolencia de Dios y dones dimanantes de ella, nos orientan aquí en este mismo contenido teológico, así como el contexto inmediato del ángel y su gran mensaje; las alabanzas que poco después pronuncia Isabel por inspiración divina. La traducción latina más literal es la del Codex Palatinus (e) de la tradición africana: ave gratificata, que no ha prevalecido. Se ha impuesto en su lugar gratia plena, que estudia D. F. Stummer y tiene por muy exacta. El participio griego expresa estas tres ideas del latín «llena de gracia»: a) la idea de gracia; b) la idea de posesión, permanencia y estado; e) la idea de abundancia. Esta idea en griego no la da el participio de perfecto, sino tal verbo y en tal contexto literario. La traducción de la Vg latina ha tenido un gran éxito: se encuentra en la VL, en la Siríaca, en San Ambrosio, Jerónimo y Agustín. Los mismos griegos recurren a expresiones equivalentes a la nuestra latina. Es posible que la traducción latina haya sido influenciada por la siríaca. Con todo, la perífrasis de la Vg se ha impuesto sobre la otra de «gratificata», porque esta traducción en la lengua vulgar latina podía interpretarse mal, en sentido activo propio del deponente: «gratificari». La traducción de la Biblia de Jerusalén es considerada como muy exacta y clara: «tú que has sido y estás llena de gracia». De las consecuencias teológicas que derivan los mariólogos, la más fácil es la de la inmaculada concepción. La mediación universal y la realeza quedan más lejanas. En todo caso, el término admite toda la amplitud de gracias que la Iglesia atribuye a María.
El Señor es contigo: literal «el Señor contigo». Esta frase se relaciona con la exhortación a la alegría y con la plenitud de la gracia. El P. Holzmeister ha estudiado el contexto remoto: a) La frase en la Biblia sólo se aplica a personajes excepcionales puestos en ocasiones excepcionales. Cuando se les impone por parte de Dios una misión singular y difícil; cuando la realizan o van a realizar. b) La presencia del Señor siempre es activa y eficaz en el logro de la misión impuesta.
El contexto remoto no basta. Tiene más importancia el próximo, que concreta el sentido general. Aquí el contexto inmediato nos habla de alegría mesiánica y de plenitud de gracia. La presencia del Señor, el porqué de la alegría y de la gracia, determinan su carácter sobrenatural. Aunque las tres frases del saludo están coordinadas gramaticalmente, pero existe una subordinación lógica entre ellas. La Virgen puede alegrarse con la alegría mesiánica de los profetas, porque Dios se complace en ella y «ha obrado en ella grandes cosas», como prueba «la excepcional presencia de Dios». Esta presencia es un hecho cuando habla el ángel, el cual no dice: Dios estará contigo, sino Dios contigo, ahora y después y antes. La presencia de Dios es dinámica en orden a la persona y en orden a la misión.
Las palabras «bendita tú entre las mujeres» faltan en los manuscritos B S L 579 W 700 565, sah sipal arm. Se encuentran en CDOK, lat bo sir got georg, Diatesaron. Las omiten Tischendorf, Soden, W.-Hort, Nestlé. Las ponen con duda Vogels, Lagrange, Merk, Médébielle. Las admite Bover. La casi totalidad, con todo, de los modernos las atribuye a una armonización del v.42. Obsérvese que omiten estas palabras toda la familia alejandrina y dos códices (565, 700) de la Cesariense, pero se encuentra en la occidental muy extendida, ya que llega hasta el siglo II. Las primeras ediciones críticas se colocaron abiertamente en el lado negativo; posteriormente, Vogels, Lagrange, Merk, dudan. Bover afirma. Razón de orden interno puede ser el paralelismo. Pero E. Power las considera muy propias del contexto. Con certeza no se pueden rechazar. Por lo demás, esta frase se lee inciertamente en el v.42. La bendición tiene sentido superlativo-relativo: la más bendita de las mujeres.
29. Este verso consta de dos miembros relacionados entre sí. La reflexión de la Virgen sobre el sentido del saludo explica la causa de su turbación, que no se debe ni a la presencia del ángel ni a las alabanzas, sino al contenido del mensaje, en el cual entrevé una gran misión por parte de Dios. La turbación de Zacarías subraya el temor y se debe a la aparición. Aquí no se insiste en el temor, y la misma reflexión continuada (imperfecto) revela serenidad y dominio en la Virgen.
30. Este verso consta también de dos miembros subordinados gramatical y lógicamente. El segundo, porque has hallado…, da la razón de la exhortación que contiene el primero: no temas. Esta frase equivale al «alégrate» del saludo. En efecto, «encontrar gracia delante de Dios» es para alegrarse. «Hallar gracia delante de Dios» es frase frecuente en la Escritura (cf. Gén 6,8). Pero su sentido concreto depende del contexto inmediato. Aquí corresponde al «llena de gracia» (v.28) y tiene su efecto y manifestación en la elección para Madre del Mesías (v.31-33). Pero la elección no agota todo el contenido de «la gracia». Dios escoge a María porque se complace en ella. Esta complacencia divina se funda en algo más que los dones puramente naturales.
31 Estas palabras son eco de Gén 16,11 («hinnak harah», ecce concepisti); Jue 13,3.5 y sobre todo de Is 7,14, citado expresamente por Mt 1,23. La concepción virginal es clara si se atiende también a que falta toda mención al padre terreno. La concepción se presenta como futura gracia se ha presentado antes como presente. Nótese cómo la concepción y el parto se colocan en el mismo plano, como hace Is, que habla de la virgen que «concibe y da a luz un hijo». El paralelismo de Lucas con Is 7,14 es claro. En Is tenemos las mismas frases de Lucas: a) concebir y dar a luz un hijo; b) ponerle el nombre. El ángel habla en segunda persona (tú concebirás…). Isaías, en tercera (la Virgen concebirá… llamará). En Isaías el nombre es Emmanuel; en Lucas, Jesús. Jesús es forma abreviada de Yehóshuah = Yahô salva, salvó. La salvación es obra de Dios en la Escritura. Por eso, entre el Emmanuel de Isaías (= Dios con nosotros) y el Jesús de Lucas hay relación. En el AT se mencionan dos «Jesús» o salvadores del pueblo: Josué, que introduce en Palestina al pueblo, y el sumo sacerdote, que viene con Zorobabel del destierro (Zac 3,1-10; Ag 2,3.5). Jesús, pues, etimológica e históricamente simboliza la salvación, que en nuestro caso es la definitiva.
32. Este verso consta de dos partes: a) la grandeza del hijo; b) el reinado. «Ser grande» y «llamarse hijo del Altísimo» se corresponden y explican. En la mentalidad semita, «el nombre» se corresponde con «el ser». Por esto, «llamarse» equivale a «ser». Grande, así en absoluto, sin frase limitativa (grande delante del Señor, v.15), se aplica a solo Dios. Aquí coincide con «hijo del Altísimo». En el AT, «hijo de Dios» se aplica a los ángeles (Sal 28,1), al rey y ministros (2 Sam 7,14; Sal 81,6), al pobre y al justo oprimido (Sal 2,10). En Act 13,32-34, el Mesías es constituido hijo de Dios por la resurrección y ascensión (cf. Rom 5,4). La expresión puede explicarse con el sentido mesiánico, pero en todo su conjunto tiene un sentido más hondo.
El Mesías, según los vaticinios del AT (2 Sam 7,52; 1 Par 22,9s; Sal 88,36ss; Is 9,6; Miq 4,7; Dan 7,14), se considera como heredero del reino de David en la casa de Jacob o en Israel (Is 2,5; 8,17; 46,3; 48,1). La característica de este reinado es la eternidad, lo definitivo. La descripción del Mesías encuadrada en el AT no es invención de Lucas.
34. Aquí tenemos las primeras palabras de la Virgen, profundas y misteriosas, como prueba la variedad de explicaciones modernas. La respuesta consta de dos partes: a) La pregunta: ¿Cómo será esto? b) La razón de la pregunta: pues no conozco varón. La pregunta se refiere a su concepción y maternidad mesiánica. Esto se refiere a lo que ha dicho el ángel en los v.31-33. Cómo indica modo, manera de realización. No duda de la verdad del ángel, pero no ve el modo concreto como ella podrá concebir y ser madre. La Virgen piensa en el futuro: será. Y pregunta, no por pura curiosidad, sino por deber, ya que se trata de cosa que le incumbe a ella, que debe concebir y dar a luz. La misma pregunta supone un misterio en la Virgen y en Lucas, que nos ha dicho que «la Virgen estaba desposada». Si, como nosotros hemos explicado, la Virgen estaba «ya casada» y vivía con San José, la pregunta carece de sentido, si no existe el misterio de «la abstención» y propósito virginal. Si solamente mediaban los desposorios, la pregunta tampoco tiene gran sentido en el plano natural. Como se trata del futuro (será), bastaba con celebrar la boda. La razón que justifica la pregunta nos sumerge más en el misterio del alma de la Virgen y del propio San José. Si el Matrimonio o los desposorios de la Virgen con José fueran corrientes, no tendría por qué preguntar «cómo» ella iba a ser madre; si la psicología de la Virgen dentro del matrimonio o de los desposorios era la corriente, ella se hubiera explicado fácilmente «cómo» iba ser madre. La razón de su pregunta sobre el «cómo» puede ser madre es «su especial psicología» dentro del matrimonio o desposorio. «Ella no conoce varón». Varón es lo mismo que marido (2,36; Mt 1,16.19; Mc 10,12). «Conocer» tiene, dentro de este orden de la concepción, sentido eufemístico (Mt 1,25; Gén 4,1; 19,8) y significa el acto propiamente matrimonial. El tiempo presente no conozco significa propósito y voluntad, modo habitual de obrar, y afecta tanto al pasado como al futuro. Si solamente afectara al pasado y presente, la razón que justifica la pregunta carecería de sentido. Para una concepción futura (será) bastaba un conocimiento futuro. La respuesta del ángel se moverá también en este plano de la futura exclusión del acto matrimonial y apelando a la futura acción de Dios. Es decir, que el ángel responde en el mismo plano en que se mueve la dificultad o razón de la duda de la Virgen. No se trata de hacer uso del matrimonio para esta concepción y nacimiento, porque todo se deberá a la acción exclusiva de Dios. Es posible que María hubiera entrevisto que el ángel le anunciaba una concepción y nacimiento virginal, según Is 7,14; pero con su pregunta quiere que el ángel declare plenamente su plan sobrenatural. Marta también entrevió que Jesús iba a resucitar a Lázaro, pero quiso que se declarase mejor (Jn 11,23.24). De nuestra explicación se sigue que la Virgen tenía voluntad de virginidad dentro del matrimonio. Poco interesa que tuviera voto estrictamente tal o simple propósito. También se sigue que hasta ahora José, «su marido» o «su esposo», la había respetado. La seguridad con que María habla sobre el futuro nos autoriza a pensar que José aceptaba el futuro virginal. Esta virginidad de los dos esposos es un misterio, que sólo se explica en su finura espiritual y en la obra de Dios, conforme siempre con su elección y misión. Esta realidad divina no se puede desconocer y pesa más que el Sitz-im-Leben, hoy mejor conocido, y que no era totalmente extraño a la virginidad. La Escritura alaba la castidad de Judit y Ana, viudas sin hijos. Entre los esenios regía el ideal de la virginidad, que mencionan Plinio, Josefo y Filón. Filón habla de conventos de mujeres contiguos a los de los hombres, pero separados por un muro. La mayor parte eran vírgenes ancianas, que habían guardado la virginidad libremente por amor a la sabiduría. Filón, contemporáneo de María, concibe la virginidad por amor a la virtud y a la sabiduría. Los documentos de Qumrán confirman estos testimonios y nos hablan de la abstinencia de Moisés desde que tuvo la visión de la zarza.
35. La respuesta del ángel consta en este verso de un hecho y de una consecuencia. El hecho está expuesto en dos miembros paralelos, donde se corresponden los sujetos (Espíritu Santo-Poder del Altísimo) y los verbos (vendrá-cubrirá). El hecho tiende a subrayar la causa totalmente divina de la concepción, El Espíritu Santo: a) puede ser sinónimo de «el poder del Altísimo», sentido que tiene «Rúah Yahweh» en el AT; es decir, designa a Dios sin distinción de personas, como poderoso y eficiente (cf. Gén 1,2; Sal 103,30 en el orden natural, y Núm 11,25; Ex 31,3; Is 11,1-6 en el orden moral). El Espíritu del Señor es el mismo Yavé presente y operante. b) Puede ser también «el Espíritu Santo», como contradistinto del Padre y del Hijo. Favorece este sentido personal la expresión misma de «Espíritu Santo», que en Lucas y Actos tiene sentido personal aun en I-II. En Act 10,38 tenemos las dos expresiones: Espíritu Santo y Poder = en el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se considera como el poder del Altísimo.
Te cubrirá con su sombra: episkiasei es término poco frecuente. Sólo tres veces en los LXX. Mientras que «venir sobre» es frecuente. En Ex 40,32-33 (hebr. 34,35) traduce el verbo shakan, habitó, refiriéndose a la presencia divina bajo la nube del tabernáculo; en Sal 90,4; 139,8 traduce a sakak, protegió. Aquí ciertamente se habla de presencia, como indica el primer verbo: «vendrá sobre ti». La nube divina, símbolo de presencia y de poder divino, pasa ahora a María, nuevo tabernáculo o arca de la alianza. Dios está con María (v.28) y estará (v.35) de una manera eficiente. Esta presencia dinámica es en orden a la concepción y, por consiguiente, se distingue de la presencia del Hijo encarnado, como anterior a ella.
La segunda parte del verbo encierra la consecuencia: por eso, dio kai. Tiene dificultad. En cuanto a la lectura, hay que omitir, con todas las ediciones del NT, el ablativo de origen: de ti, ex te. La construcción varía según que santo sea sujeto o predicado.
1) Santo sujeto: El santo que nacerá será llamado hijo de Dios (Knabenb., Fillion, Durand…). Sentencia clara y fácil.
2) Santo predicado, y «lo que nacerá» sujeto:
a) Lo que nacerá será llamado santo, hijo de Dios (Bover, Médebielle, Power, Plummer, Zahn). La yuxtaposición de «Santo, hijo de Dios» es extraña a Lucas.
b) Lo que nacerá (será) santo (y) se llamará hijo de Dios. Así traducen La Pesch., Sah. Boahír., Taciano, Arm. La siguen: Lagrange, Marchal, Valensin-Huby, Joüon, Baldi, Vosté, Prat. Esta sentencia añade: será, y.
c) Lo que nacerá, santo, será llamado hijo de Dios. Santo se considera como atributo del sujeto, equivalente a una proposición secundaria: lo que nacerá, como santo, puesto que será santo, será llamado hijo de Dios.
La variedad de explicaciones gramaticales hace pensar a algunos que el texto puede haber sufrido algún trabajo redaccional. Pero conviene tener presente que el texto crítico es seguro y contiene «santo» e «hijo de Dios». Tal vez en la fuente originaria sólo existía «santo», y el redactor griego (Lucas) añadió «hijo de Dios» para explicar mejor el sentido de «santo». Nosotros en la traducción hemos adoptado la construcción 2,c.
¿Qué sentido tiene la frase? Ante todo conviene tener presente el sentido de la conjunción que introduce el miembro y lo une con el anterior: dio tiene sentido causal, «por esto, por lo cual», que es reforzado por el kai: Y por eso. La razón de lo que se enuncia ahora se contiene en lo que antecede: Porque la concepción será divina, por eso lo que naciere santo será hijo de Dios. Si la razón de la filiación divina es la concepción divina, estamos aquí en una filiación histórica mesiánica. Lc 3,38 llama a Adán hijo de Dios, porque fue creado directamente por Dios. No se trata, pues, de la filiación natural, metafísica, que a Cristo le corresponde sólo por la unión hipostática, sino de otra menos perfecta, aunque superior a la de todos los demás hombres, la que le corresponde por razón de su concepción singularmente divina. Así Maldonado, Lagrange, Marchal, Vosté, Zerwick. Otros hablan de la filiación estrictamente natural y divina, pero refieren el verbo «será llamado» al orden lógico: La concepción sobrenatural no será causa de la filiación divina, sino medio de conocerla (Dorado, Baldi, Knabenb., Fillion). Otros (Médébielle, Power, Prat) creen que la partícula causal solamente afecta a «Santo»: «porque el Espíritu Santo vendrá sobre ti, por eso lo que nazca de ti será santo». La filiación divina no queda afectada por la partícula, sino que supone un segundo paso explicativo de la santidad.
Para terminar notemos que «Santo» es título mesiánico (Act 3,14), así como «el Santo de Dios» (Mc 5,24; Jn 6,69), y en este sentido hay que interpretar «el hijo de Dios». Esto es lo que da directamente el texto. Lucas ha podido ver más al escribir bajo la plena luz de la revelación (Zerwick).
Lo que nacerá: el griego se puede aplicar a la concepción y al nacimiento. Ambas ideas quedan incluidas.
36-37. En estos versos el ángel ofrece una señal confirmativa. La señal es milagrosa, pues la concepción de una anciana y estéril está sobre la naturaleza. Tu pariente: tal vez en el original arameo se decía «tu hermana», con sentido general de pariente (Taciano). Para este parentesco bastaba que la madre de María fuera de la familia de Aarón, y su padre (Joaquín) de la de David.
38. La respuesta de la Virgen merece considerarse. Se llama a sí misma esclava del Señor, cuando Lucas la ha llamado «virgen»; el ángel, «llena de gracia», y sus padres, «María», exaltada, señora o princesa. Esclava debe tomarse en el sentido antiguo de res o cosa, más que de persona. El esclavo dependía, aun en el ser y vida, de la voluntad del señor. María es esclava del Señor, no de hombres. El fiat, hágase, no es una aceptación resignada de la voluntad de Dios, sino un deseo alegre y ansioso, como expresa el griego genoito, proposición optativa. Literalmente podríamos traducir: suceda a mí. La voluntad de Dios es considerada como cosa deseada, como un feliz acontecimiento. Dios no le ha propuesto solamente su voluntad, se la ha impuesto como un mandamiento: concebirás, darás a luz. Así lo mira la Virgen. La palabra del ángel es una orden, que acepta con deseo y alegría.
Las virtudes de la Virgen son: a) sensibilidad serena y reflexiva (v.29); b) consagración a Dios, elevación de ideales, como se ve en su voluntad de virginidad (v.34); c) conciencia de su pequeñez y deberes para con Dios (esclava); d) disposición alegre y deseosa de obedecer (hágase); e) fe y confianza en Dios y respeto a su enviado (hágase según tu palabra).
Cf. DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p. 544-50. 552-57
Perspectivas mariológicas del saludo del ángel a María
El saludo del ángel, aun prescindiendo de la frase dudosa: “bendita entre todas las mujeres”, abre grandes perspectivas mariológicas:
1. Es un saludo excepcional. Un ángel que viene de parte de Dios y habla a una virgen con términos que nadie ha escuchado hasta el presente. La prodigiosa memoria de Orígenes no recuerda semejante saludo en ningún otro paso de la Escritura. Lo mismo repite San Ambrosio.
2. Lo extraordinario del saludo se revela, como ha dicho San Ambrosio, en la admiración que produce en el ánimo de Maria: Ella se turbó con esta salutación. Las palabras y el contenido fueron excepcionales. Lo singular del saludo se salva, aunque el ángel saludara con el shalon común entre los hebreos. Pero, si usó también el caire, exhortando a la alegría mesiánica de que hablan los profetas, como hemos explicado, el saludo es más singular, más denso y más compenetrado todo él desde el principio. Las tres frases de que consta forman un todo único, que explica la admiración de María ante tan singular salutación. No es la alabanza la que extraña a María. Ante las alabanzas de Isabel, ella reacciona alabando a Dios, que ha mirado la pequeñez de su esclava. Aquí la reacción de María es otra. Es la de reflexión, examen, para es penetrar en el misterio del saludo.
3. El saludo del ángel encierra, pues, un misterio, un sentido hondo, una realidad singular, que es lo que le distingue de los demás saludos, Esa realidad se expresa doblemente en nuestra exégesis: por vía de exhortación al gozo, a la alegría mesiánica, que anunciaron los profetas al pueblo fiel de Israel, y por vía de afirmación o enunciación: Llena de gracia, El Señor es contigo. Estas dos frases no son deseos, sino hechos, realidades.
4. Las realidades que afirma el ángel en primer plano son la benevolencia divina, la complacencia de Dios en María y su presencia, su asistencia. Estas son dos realidades actuales. Expresadas en forma que indica un estado que permanece. María está en estado de gracia, de favor divino, de unión con Dios. Nada indica cuándo ha empezado este estado. El tiempo perfecto kejaritomenh es el más apto para expresar lo que siempre es. Los Padres lo emplean corrientemente cuando hablan de las procesiones divinas, de la generación del Verbo y de la procesión del Espíritu Santo. Puede muy bien expresar la idea de que María siempre ha sido grata a Dios. Si San Lucas hubiera querido decir que había empezado a ser santa en el momento de la anunciación, hubiera debido usar el presente. Si se hubiera referido simplemente a una santificación anterior, a un momento particular de su vida y anterior, sin más determinación que la de un hecho pasado, hubiera empleado el aoristo, que es el tiempo de la acción pasada. El perfecto nos autoriza a traducir: María siempre grata a Dios. La santidad original, la concepción inmaculada, entra, pues, en las perspectivas de la salutación angélica.
5. El verbo expresa en primer plano la complacencia y benevolencia divina para con María. Pero esta benevolencia constante y eterna de Dios con la Virgen es eficiente y activa. Así es la benevolencia de Dios siempre. Eleva a la criatura al plano divino, poniendo en ella su imagen, su dignidad, su ser, sus dones y gracias. Esta es la santificación de María, la gracia ontológica de María, que se extiende tanto cuanto se extiende la benevolencia. Plenitud de benevolencia, plenitud de dones; constancia y perpetuidad de la benevolencia, constancia y extensión perenne de los dones. La Virgen está llena desde que Dios se empezó a complacer en ella como en algo real y existente.
6. El misterio y contenido profundo del saludo se confirma con el marco inmediato de la escena. Un ángel que viene de parte de Dios, que anuncia el gran misterio de salvación escondido por todos los siglos, que pide el consentimiento de María, que ha sido escogida para ser Madre del Mesías, que va a ser Madre virginal, como ninguna otra mujer lo ha sido nunca ni lo será. Todas estas son circunstancias que elevan la figura de la mujer bendita por encima de todas las demás mujeres. La primera mujer creada en gracia, agradable a Dios desde el primer momento de su existencia. María queda muy por encima de Eva en todo el marco de esta narración. El marco nos habla, pues, implícitamente, de la concepción Inmaculada de María.
7. Los mariólogos han querido ver también en este saludo del ángel el misterio de la asunción corporal de María. Existe un fundamento real en ello. La plenitud de la benevolencia divina para con ella, la plenitud la gracia, de la maternidad divina, la concepción inmaculada, que es el contenido formal del saludo, están muy relacionadas con la inmortalidad corporal. Eva fue creada en gracia e inmortal. María aparece aquí muy por encima de Eva en la benevolencia y amor de Dios. Existe, pues, un verdadero fundamento para pensar en la asunción.
8. Este contenido mariológico lo da el texto por sí mismo. Sin apelaciones al magisterio de la Iglesia o a la tradición. Aunque la Iglesia y la tradición son las que han empujado a los exegetas para ahondar en el contenido formal del saludo del ángel. Con la luz de la tradición, el saludo del ángel es decisivo en favor del dogma de la Inmaculada y aun de la Asunción. Nosotros hemos querido tratarlo solamente como exegetas. Haciendo un estudios puramente literario del texto. Y creemos que él, por sí solo, es un argumento en favor del dogma de la Inmaculada y aun de la Asunción.
DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p. 550-51
La esclava obediente del Señor
Catequesis de Juan Pablo II (4-IX-96)
1. Las palabras de María en la Anunciación: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), ponen de manifiesto una actitud característica de la religiosidad hebrea. Moisés, al comienzo de la antigua alianza, como respuesta a la llamada del Señor, se había declarado su siervo (cf. Ex 4,10; 14,31). Al llegar la nueva alianza, también María responde a Dios con un acto de libre sumisión y de consciente abandono a su voluntad, manifestando plena disponibilidad a ser «la esclava del Señor».
La expresión «siervo» de Dios se aplica en el Antiguo Testamento a todos los que son llamados a ejercer una misión en favor del pueblo elegido: Abraham (Gn 26,24), Isaac (Gn 24,14) Jacob (Ex 32,13; Ez 37,25), Josué (Jos 24,29), David (2 Sm 7,8) etc. Son siervos también los profetas y los sacerdotes, a quienes se encomienda la misión de formar al pueblo para el servicio fiel del Señor. El libro del profeta Isaías exalta en la docilidad del «Siervo sufriente» un modelo de fidelidad a Dios con la esperanza de rescate por los pecados del pueblo (cf, Is 42-53). También algunas mujeres brindan ejemplos de fidelidad, como la reina Ester, que, antes de interceder por la salvación de los hebreos, dirige una oración a Dios, llamándose varias veces «tu sierva» (Est 4,17).
2. María, la «llena de gracia», al proclamarse «esclava del Señor», desea comprometerse a realizar personalmente de modo perfecto el servicio que Dios espera de todo su pueblo. Las palabras: «He aquí la esclava del Señor» anuncian a Aquel que dirá de sí mismo: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45; cf. Mt 20,28). Así, el Espíritu Santo realiza entre la Madre y el Hijo una armonía de disposiciones íntimas, que permitirá a María asumir plenamente su función materna con respecto a Jesús, acompañándolo en su misión de Siervo.
En la vida de Jesús, la voluntad de servir es constante y sorprendente. En efecto, como Hijo de Dios, hubiera podido con razón hacer que le sirvieran. Al atribuirse el título de «Hijo del hombre», a propósito del cual el libro de Daniel afirma: «Todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán» (Dn 7,14), hubiera podido exigir el dominio sobre los demás. Por el contrario, al rechazar la mentalidad de su tiempo manifestada mediante la aspiración de los discípulos a ocupar los primeros lugares (cf. Mc 9,34) y mediante la protesta de Pedro durante el lavatorio de los pies (cf. Jn 13,6), Jesús no quiere ser servido, sino que desea servir hasta el punto de entregar totalmente su vida en la obra de la redención.
3. También María, aun teniendo conciencia de la altísima dignidad que se le había concedido, ante el anuncio del ángel se declara de forma espontánea «esclava del Señor». En este compromiso de servicio ella incluye también su propósito de servir al prójimo, como lo demuestra la relación que guardan el episodio de la Anunciación y el de la Visitación: cuando el ángel le informa de que Isabel espera el nacimiento de un hijo, María se pone en camino y «de prisa» (Lc 1,39) acude a Galilea para ayudar a su prima en los preparativos del nacimiento del niño, con plena disponibilidad. Así brinda a los cristianos de todos los tiempos un modelo sublime de servicio.
Las palabras «Hágase en mi según tu palabra» (Lc 1,38), manifiestan en María, que se declara esclava del Señor, una obediencia total a la voluntad de Dios. El optativo «hágase» (génoito), que usa san Lucas, no sólo expresa aceptación, sino también acogida convencida del proyecto divino, hecho propio con el compromiso de todos sus recursos personales.
4. María, acogiendo plenamente la voluntad divina, anticipa y hace suya la actitud de Cristo que, según la carta a los Hebreos, al entrar en el mundo, dice: «Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo (…). Entonces dije: ¡He aquí que vengo (…) a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Hb 10,5-7; Sal 40,7-9).
Además, la docilidad de María anuncia y prefigura la que manifestará Jesús durante su vida pública hasta el Calvario. Cristo dirá: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). En esta misma línea, María hace de la voluntad del Padre el principio inspirador de toda su vida, buscando en ella la fuerza necesaria para el cumplimiento de la misión que se le confió.
Aunque en el momento de la Anunciación María no conoce aún el sacrificio que caracterizará la misión de Cristo, la profecía de Simeón le hará vislumbrar el trágico destino de su Hijo (cf. Lc 2,34-35). La Virgen se asociará a él con íntima participación. Con su obediencia plena a la voluntad de Dios, María está dispuesta a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, hasta la «espada» que atravesará su alma.
[L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 6-IX-96]
La fe de la Virgen María
Catequesis de Juan Pablo II (3-VII-96)
1. En la narración evangélica de la Visitación, Isabel, «llena de Espíritu Santo», acogiendo a María en su casa, exclama: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Esta bienaventuranza, la primera que refiere el evangelio de san Lucas, presenta a María como la mujer que con su fe precede a la Iglesia en la realización del espíritu de las bienaventuranzas.
El elogio que Isabel hace de la fe de María se refuerza comparándolo con el anuncio del ángel a Zacarías. Una lectura superficial de las dos anunciaciones podría considerar semejantes las respuestas de Zacarías y de María al mensajero divino: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad», dice Zacarías; y María: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,18.34). Pero la profunda diferencia entre las disposiciones íntimas de los protagonistas de los dos relatos se manifiesta en las palabras del ángel, que reprocha a Zacarías su incredulidad, mientras que da inmediatamente una respuesta a la pregunta de María. A diferencia del esposo de Isabel, María se adhiere plenamente al proyecto divino, sin subordinar su consentimiento a la concesión de un signo visible.
Al ángel que le propone ser madre, María le hace presente su propósito de virginidad. Ella, creyendo en la posibilidad del cumplimiento del anuncio, interpela al mensajero divino sólo sobre la modalidad de su realización, para corresponder mejor a la voluntad de Dios, a la que quiere adherirse y entregarse con total disponibilidad. «Buscó el modo; no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín (Sermo 291).
2. También el contexto en el que se realizan las dos anunciaciones contribuye a exaltar la excelencia de la fe de María. En la narración de san Lucas captamos la situación más favorable de Zacarías y lo inadecuado de su respuesta. Recibe el anuncio del ángel en el templo de Jerusalén, en el altar delante del «Santo de los Santos» (cf. Ex 30,6-8); el ángel se dirige a él mientras ofrece el incienso; por tanto, durante el cumplimiento de su función sacerdotal, en un momento importante de su vida; se le comunica la decisión divina durante una visión. Estas circunstancias particulares favorecen una comprensión más fácil de la autenticidad divina del mensaje y son un motivo de aliento para aceptarlo prontamente.
Por el contrario, el anuncio a María tiene lugar en un contexto más simple y ordinario, sin los elementos externos de carácter sagrado que están presentes en el anuncio a Zacarías. San Lucas no indica el lugar preciso en el que se realiza la anunciación del nacimiento del Señor; refiere, solamente, que María se hallaba en Nazaret, aldea poco importante, que no parece predestinada a ese acontecimiento. Además, el evangelista no atribuye especial importancia al momento en que el ángel se presenta, dado que no precisa las circunstancias históricas. En el contacto con el mensajero celestial, la atención se centra en el contenido de sus palabras, que exigen a María una escucha intensa y una fe pura.
Esta última consideración nos permite apreciar la grandeza de la fe de María, sobre todo si la comparamos con la tendencia a pedir con insistencia, tanto ayer como hoy, signos sensibles para creer. Al contrario, la aceptación de la voluntad divina por parte de la Virgen está motivada sólo por su amor a Dios.
3. A María se le propone que acepte una verdad mucho más alta que la anunciada a Zacarías. Éste fue invitado a creer en un nacimiento maravilloso que se iba a realizar dentro de una unión matrimonial estéril, que Dios quería fecundar. Se trata de una intervención divina análoga a otras que habían recibido algunas mujeres del Antiguo Testamento: Sara (Gn 17,15-21; 18,10-14), Raquel (Gn 30,22), la madre de Sansón (Jc 13,1-7) y Ana, la madre de Samuel (1 S 1,11-20). En estos episodios se subraya, sobre todo, la gratuidad del don de Dios.
María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente. En realidad, el conocido oráculo de Isaías: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14), aunque no excluye esta perspectiva, ha sido interpretado explícitamente en este sentido sólo después de la venida de Cristo, y a la luz de la revelación evangélica.
A María se le pide que acepte una verdad jamás enunciada antes. Ella la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: «¿Cómo será esto?», expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su maternidad única y excepcional.
Respondiendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35), el ángel da la inefable solución de Dios a la pregunta formulada por María. La virginidad, que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto concreto en que el Espíritu Santo realizará en ella la concepción del Hijo de Dios encarnado. La respuesta del ángel abre el camino a la cooperación de la Virgen con el Espíritu Santo en la generación de Jesús.
4. En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada.
Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). Y añade: «Cree la Virgen en el Cristo que se le anuncia, y la fe le trae a su seno; desciende la fe a su corazón virginal antes que a sus entrañas la fecundidad maternal» (Sermo 293).
El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa (cf. Gn 15,6; Redemptoris Mater, 14). Al comienzo de la nueva alianza también María, con su fe, ejerce un influjo decisivo en la realización del misterio de la Encarnación, inicio y síntesis de toda la misión redentora de Jesús.
La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve durante su vida pública (cf. Mc 5,34; 10,52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel fundamental que la fe de María ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.
[L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 5-VII-96]
San Bernardo
SOBRE LA EXCELENCIA DE LA VIRGEN MADRE (I)
1. ¿Qué fin tendría el evangelista en expresar con tanta distinción los propios nombres de tantas cosas en este lugar? Yo creo que pretendía con esto que oyésemos con negligencia nosotros lo que él con tanta exactitud procuraba referir. Nombra, pues, el nuncio que es enviado, el Señor por quien es enviado, la Virgen a quien es enviado, el esposo también de la Virgen, señalando con sus propios nombres el linaje de ambos, la ciudad y la región. ¿Para qué todo esto? ¿Piensas tú que alguna de estas cosas esté puesta aquí superfluamente? De ninguna manera; porque si no cae una hoja del árbol sin causa ni cae en la tierra un pájaro sin la voluntad del Padre celestial, ¿podría yo juzgar que de la boca del santo evangelista saliese una palabra superflua, especialmente en la sagrada historia del que es Palabra de Dios? No lo pienso así todas están llenas de soberanos misterios y cada una rebosa en celestial dulzura; pero esto es si tienen quien las considere con diligencia y sepa chupar miel de la piedra y aceite del peñasco durísimo. Verdaderamente en aquel día destilaron dulzura los montes y manó leche y miel de los collados, cuando, enviando su rocío desde lo alto de los cielos y haciendo las nubes descender al Justo como una lluvia, se abrió la tierra alegre y brotó de ella el Salvador; cuando, derramando el Señor su bendición y dando nuestra tierra su fruto, sobre aquel monte que se eleva sobre todos los montes, monte fértil y pingüe, salieron a encontrarse mutuamente la misericordia y la verdad y se besaron la paz y la justicia. En aquel tiempo también en que este no pequeño monte entre los demás montes, este bienaventurado evangelista, digo, escribió con estilo dulcísimo el principio de nuestra salud, tan deseado de nosotros, como que, soplando el austro y rayando el sol y la justicia más de cerca, se difundieron de él algunos espirituales aromas. Y ojalá que ahora envíe Dios su palabra y los derrita; ojalá que sople su espíritu y se hagan inteligibles para nosotros las palabras evangélicas, se hagan en nuestros corazones más estimables que el oro y las piedras más preciosas, se hagan más dulces que la miel y el panal.
2. Dice, pues: fue enviado el ángel Gabriel por Dios. No juzgo que este ángel sea de los menores, quienes suelen ser enviados por cualquiera causa con embajadas a la tierra; lo cual se deja entender claramente en su mismo nombre, que significa fortaleza de Dios; y también porque no se dice que haya sido enviado (como acostumbra hacerse entre los ángeles) por algún otro espíritu más excelente que él, sino por el mismo Dios. Por eso se expresó en el Evangelio que fue enviado por Dios; o quizá por eso se dijo por Dios, para que no se piense que reveló Dios su designio acerca de la encarnación aun a alguno de sus bienaventurados espíritus antes que a la Virgen, exceptuando solamente el arcángel San Gabriel; el cual sin duda tuvo tanta excelencia entre los suyos que fue reputado digno de tal nombre y de tal embajada. Ni deja de haber mucha proporción entre el oficio de nuncio y el nombre del ángel. Porque a Cristo, que es la virtud de Dios, ¿quién mejor le podía anunciar que este espíritu, a quien ilustra un nombre semejante? Pues ¿qué otra cosa es fortaleza, sino virtud? Ni parezca indecente o impropio que el Señor y el nuncio se nombren de un mismo modo, cuando la causa de llamarse ambos con semejante nombre no es semejante en ambos. De un modo se llama Cristo fortaleza o virtud de Dios y de otro modo muy diferente el ángel; el ángel sólo por denominación, pero Cristo substancialmente también. Cristo se llama y es virtud de Dios, que viniendo con mayores fuerzas contra aquel fuerte armado que solía guardar en paz el atrio de su casa, le venció con su propio brazo; y así le quitó valerosamente todas las alhajas que en otro tiempo había hecho cautivas. El ángel San Gabriel es llamado fortaleza de Dios o por haber merecido la prerrogativa de ser encargado de anunciar la venida de la misma fortaleza, o porque debía confortar a una virgen naturalmente tímida, sencilla, vergonzosa, para que no la sorprendiese el pavor a la novedad de tan grande milagro; lo cual hizo él diciéndole: No temas, María; has hallado gracia a los ojos de Dios. Tampoco quizá será fuerza de razón creer que este mismo ángel fue quien confortó y libró de sus dudas a su esposo, varón ciertamente humilde y timorato, aunque no se nombre entonces por el evangelista. José, dijo, hijo de David, no temas recibir a María por tu esposa. Oportunamente, pues, es elegido San Gabriel para este negocio; o, más bien, por encargarse a él negocio semejante, se distingue justamente con tal nombre.
3. Fue enviado, pues, el ángel Gabriel por Dios. ¿Adónde? A una ciudad de Galilea, cuyo nombre era Nazaret. Veamos si (como dice Natanael) puede salir de Nazaret algo que sea bueno. A mí se me representan como una simiente del conocimiento de Dios, echada desde el cielo a la tierra, las revelaciones y promesas hechas a los padres Abraham, Isaac y Jacob; simiente de la cual está escrito: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado la simiente, hubiéramos sido como Sodoma y seríamos semejantes a Gomorra. Floreció esta simiente en las maravillas que se mostraron en la salida del pueblo de Israel de Egipto, en las figuras y enigmas misteriosos por todo el camino en el desierto hasta la tierra de promisión y, después, en las visiones y vaticinios de los profetas, en la ordenación también del reino y del sacerdocio hasta Cristo. Pero no sin razón se entiende ser Cristo el fruto de esta simiente y de estas flores, diciendo David: Derramará Dios su bendición y nuestra tierra dará su fruto; y otra vez: Del fruto de tu vientre pondré sobre tu silla. En Nazaret, pues, se anuncia que Cristo ha de nacer, porque en la flor se expresa el fruto que ha de venir; pero en saliendo el fruto se cae la flor, porque, apareciendo la verdad en la carne, pasó la figura. Por lo cual también Nazaret se dice ciudad de Galilea, esto es, de la transmigración; porque, naciendo Cristo, pasaron todas aquellas cosas que arriba conté; las cuales, como dice el Apóstol: Les sucedían a ellos en figura. También nosotros, que tenemos ya el fruto, hemos dejado atrás estas flores; que, aun cuando estaban en su belleza, se previó que habían de pasar. Por lo que dijo David: En la mañana como la yerba pase, en la mañana florezca y pase; en la tarde caiga, se endurezca y se seque. En la tarde, pues, esto es, cuando vino la plenitud del tiempo, en que envió Dios a su Unigénito, hecho de una mujer, hecho bajo de la ley, diciendo el mismo: Mira que hago nuevas todas las cosas, las viejas pasaron y desaparecieron, así como al romper el fruto, se caen y se secan las flores. Sobre lo cual se halla también escrito: Se secó el heno cayó la flor; más la palabra de Dios queda para siempre. Creo que no dudas que la palabra es el fruto; pues la Palabra es Cristo.
4. Buen fruto es Cristo, que permanece para siempre. ¿Pero dónde está el heno que se secó? ¿Dónde la flor que se cayó? Responda el profeta: Toda carne es heno y toda su gloria como la flor del heno. Si toda carne es heno, luego aquel pueblo carnal de los judíos se secó como el heno. ¿Por ventura no se secó como el heno cuando el mismo pueblo, vacío de todo jugo del espíritu, se pegó tenazmente a la letra seca? ¿No cayó también la flor cuando aquella gloria que tenían en la ley desapareció para siempre? Si no cayó la flor, ¿en dónde está el reino, en dónde el sacerdocio, en dónde los profetas, en dónde el templo, en dónde aquellas grandezas de que solían gloriarse? y decir: ¡Cuántas cosas hemos oído y conocido y nuestros padres nos han contado! Y también: ¡Cuántas cosas mandó a nuestros padres que hiciesen manifiestas a sus hijos! Y esto se ha dicho para exponer aquellas palabras a Nazaret, ciudad de Galilea.
5. A esta ciudad, pues, fue enviado el ángel Gabriel por Dios. ¿A quién? A una virgen desposada con un varón, cuyo nombre era José. ¿Qué virgen es ésta tan respetable que un ángel la saluda? ¿Tan humilde, que está desposada con un artesano? Hermosa es la mezcla de la virginidad y de la humildad; y no poco agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la virginidad y la virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de cuánta veneración, te parece, que será digna aquella cuya humildad engrandece la fecundidad y cuyo parto consagra la virginidad? Oyes hablar de una virgen, oyes hablar de una humildad; si no puedes imitar la virginidad de la humilde, imita la humildad de la virgen. Loable virtud es la virginidad, pero más necesaria es la humildad: aquélla se nos aconseja, ésta nos la mandan; te convidan a aquélla, a ésta te obligan. De aquélla se dice: El que la puede guardar, guárdela; de ésta se dice: El que no se haga como este párvulo, no entrará en el reino de los cielos”. De modo que aquélla se premia, como sacrificio voluntario; ésta se exige, como servicio obligatorio. En fin, puedes salvarte sin la virginidad, pero no sin la humildad. Puede agradar la humildad que llora la virginidad perdida; más sin humildad (me atrevo a decirlo) ni aun la virginidad de María hubiera agradado a Dios. ¿Sobre quién descansará mi espíritu, dice el Señor, sino sobre el humilde y manso? Sobre el humilde, dice, no sobre el que es virgen. Con que si María no fuera humilde, no reposara sobre ella el Espíritu Santo; y, si no reposara sobre ella, no concibiera por virtud de Él. Porque, ¿cómo pudiera concebir de El sin Él? Es claro, pues, que para que de Él hubiese de concebir, como ella dice: Miró el Señor a la humildad de su sierva mucho más que a la virginidad; y, aunque por la virginidad agradó a Dios, con todo eso, concibió por la humildad. De donde consta que la humildad fue la que hizo agradable su virginidad también.
6. ¿Qué dices, virgen soberbia? María, olvidada de que es virgen, se gloria de la humildad, y tú, menospreciando la humildad, ¿te glorías en tu virginidad? Miró, dice ella, a la humildad de su sierva el Señor. ¿Quién es ella? Una virgen santa, una virgen pura, una virgen devota. ¿Por ventura eres tú más casto que ella? ¿O más devoto? ¿O será tu castidad más agradable a Dios que la de María, para que puedas tú sin humildad agradarle con la tuya, no habiéndole ella, sin esta virtud, agradado con la suya? Finalmente, cuanto más digno de honor eres por el don singular de la castidad, tanto mayor injuria te haces a ti mismo, afeando en ti la hermosura de ella con la mezcla de tu soberbia; y mejor te estaría no ser virgen que hacerte soberbio por la virginidad. No es de todos la virginidad, ciertamente, pero es de muchos menos todavía la humildad acompañada de la virginidad. Pues, si no puedes más que admirar la virginidad de María, procura imitar su humildad, y te basta. Pero si eres virgen y al mismo tiempo humilde, grande eres, cualquiera que seas.
7. Con todo eso, hay en María otra cosa mayor de que te admires, que es la fecundidad junta con la virginidad. Jamás se oyó en los siglos que una mujer fuese madre y virgen juntamente. O si también consideras de quién es madre, ¿adónde te llevará tu admiración sobre su admirable excelencia? ¿Acaso no te llevará hasta llegar a persuadirte que ni admirarlo puedes como merece? ¿Acaso a tu juicio o, más bien, al juicio de la verdad, no será digna de ser ensalzada sobre todos los coros de los ángeles la que tuvo a Dios por hijo suyo? ¿No es María la que confiadamente llama al Dios y Señor de los ángeles hijo suyo, diciéndole: Hijo, ¿cómo has hecho esto con nosotros? ¿Quién de los ángeles se atrevería a esto? Es bastante para ellos y tienen por cosa grande que, siendo espíritus por su creación, han sido hechos y llamados ángeles por gracia, testificando David: El Señor es quien hace ángeles suyos a los espíritus. Pero María, reconociéndose madre de aquella Majestad a quien ellos sirven con reverencia, le llama confiadamente hijo suyo. Ni se desdeña Dios de ser llamado lo que se dignó ser; pues poco después añade el evangelista: Y estaba sujeto a ellos. ¿Quién?, ¿a quiénes? Dios a los hombres. Dios, repito, a quien están sujetos los ángeles, a quien los principados y potestades obedecen, estaba obediente a María, ni sólo a María, sino a José por María. Maravíllate de estas dos cosas, y mira cuál es de mayor admiración, si la benignísima dignación del Hijo o la excelentísima dignidad de tal Madre. De ambas partes está el pasmo, de ambas el prodigio: que Dios obedezca a una mujer, humildad es sin ejemplo, y que una mujer tenga autoridad para mandar a Dios, es excelencia sin igual. En alabanza de las vírgenes se canta como cosa singular que siguen al Cordero a cualquiera parte que vaya. ¿Pues de qué alabanzas juzgarás digna a la que también va delante y el Cordero la sigue?
8. Aprende, hombre, a obedecer; aprende, tierra, a sujetarte; aprende, polvo, a observar la voluntad del superior. De tu Autor habla el evangelista y dice: Y estaba sujeto a ellos; sin duda a María y a José. Avergüénzate, soberbia ceniza: Dios se humilla, ¿y tú te ensalzas? Dios se sujeta a los hombres, ¿y tú, anhelando dominar a los hombres, te prefieres a tu Autor? Ojalá que a mí, si llego a tener tales pensamientos, se digne Dios responderme lo que respondió también a su apóstol reprendiéndole: Apártate detrás de mí, Satanás, porque no tienes gusto de las cosas que son de Dios. Puesto que, cuantas veces deseo mandar a los hombres, tantas pretendo ir delante de mí Dios; y entonces verdaderamente ni tengo gusto ni estimación de las cosas que son de Dios, porque del mismo se dijo: Y estaba sujeto a ellos. Si te desdeñas, hombre, de imitar el ejemplo de los hombres, a lo menos no puedes reputar por cosa indecorosa para ti el seguir a tu Autor. Si no puedes seguirle a todas partes adonde Él vaya, síguele al menos con gusto adonde por ti bajó. Quiero decir: si no puedes subir a la altura de la virginidad, sigue siquiera a tu Dios por el camino segurísimo de la humildad, de la cual, si las vírgenes mismas se apartan, ya no seguirán al Cordero en todos sus caminos. Sigue al Cordero el humilde que se manchó, le sigue el virgen soberbio también; pero ni el uno ni el otro a cualquiera parte que vaya; pues ni aquél puede subir a la limpieza del Cordero, que no tiene mancha, ni éste se digna bajar a la mansedumbre de quien enmudeció paciente, no delante de quien le esquilaba, sino delante de quien le mataba. Sin embargo, más saludable modo de seguirle eligió el pecador en la humildad que el soberbio en la virginidad; pues purifica la humilde satisfacción de aquél su inmundicia, cuando mancha la castidad de éste su soberbia.
9. Dichosa en todo María, a quien ni faltó la humildad ni la virginidad. Singular virginidad la suya, que no violó, sino que honró la fecundidad; no menos ilustre humildad, que no disminuyó, sino que engrandeció su fecunda virginidad; y enteramente incomparable fecundidad, que la virginidad y humildad juntas acompañan. ¿Cuál de estas cosas no es admirable? ¿Cuál no es incomparable? ¿Cuál no es singular? Maravilla será si, ponderándolas, no dudas cuál juzgarás más digna de tu admiración; es decir, si será más estupenda la fecundidad en una virgen o la integridad en una madre; su dignidad por el fruto de su castísimo seno o su humildad con dignidad tan grande; sino que ya, sin duda, a cada una de estas cosas se deben preferir todas juntas, y es incomparablemente más excelencia y más dicha haberlas tenido todas que precisamente algunas. ¿Y qué maravilla que Dios, a quien leemos y vemos admirable en sus santos, se haya mostrado más maravilloso en su Madre? Venerad, pues, los que os halláis en estado de matrimonio, la integridad y pureza del cuerpo en el cuerpo mortal; admirad también vosotras, vírgenes sagradas, la fecundidad de una virgen; imitad, hombres todos, la humildad de la Madre de Dios; honrad, ángeles santos, a la Madre de vuestro Rey, vosotros que adoráis al Hijo de nuestra Virgen, nuestro Rey y vuestro juntamente, reparador de nuestro linaje y restaurador de vuestra ciudad. A cuya dignidad, pues entre vosotros es tan sublime y tan humilde entre nosotros, sea dada, por vosotros igualmente que por nosotros, la reverencia que se le debe; y a su dignación, el honor y la gloria por todos los siglos. Amén.
SAN BERNARDO, Sobre las excelencias de la Virgen Madre, sermón 1
Fray Luis de Granada
DE LA ANUNCIACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Después que se cumplió el tiempo que la divina Sabiduría tenía determinado para dar remedio al mundo, envió el ángel san Gabriel a una virgen llena de gracia, la más bella y la más pura y escogida de todas las criaturas del mundo: porque tal convenía que fuese la que había de ser madre del Salvador del mundo. Y después que este celestial embajador la saludó con toda reverencia, y le propuso la embajada que de parte de Dios le traía, y le declaró de la manera que se había de obrar aquel misterio, que no había de ser por obra de varón sino por Espíritu Santo, luego la Virgen con humildes palabras y devota obediencia consintió a la embajada celestial: y en ese punto el Verbo de Dios omnipotente descendió en sus entrañas virginales, y fue hecho hombre: para que de esta manera haciéndose Dios hombre, viniese el hombre a hacerse Dios.
Aquí puedes primeramente considerar la conveniencia de este medio que la sabiduría de Dios escogió para nuestra salud, de la manera que en el preámbulo precedente está platicado, porque ésta es una de las consideraciones que más poderosamente arrebata y suspende el corazón del hombre en admiración de esta inefable sabiduría de Dios, que por tan conveniente medio encaminó el negocio de nuestra salud, dándole juntamente con esto gracias, así por el beneficio que nos hizo, como por el medio porque lo hizo, y mucho más por el amor con que lo hizo, que sin comparación fue mayor.
Después de esto pon los ojos en las virtudes excelentes de esta Virgen que Dios escogió para su templo y morada. Mira primeramente la pureza y gloria de su virginidad, pues ella fue la primera que trajo esta invención al mundo, haciendo voto de perpetua virginidad. Mira su clausura y recogimiento, cual convenía a tal propósito, y los ejercicios espirituales de oraciones y lágrimas en que gastaría las noches y los días en aquel su retraimiento. Mira el rigor de su silencio, pues entre tantas palabras como habló el ángel, habló ella tan pocas y tan necesarias. Mira también su humildad y obediencia en aquel final consentimiento que dio al ángel, diciendo: He aquí la esclava del Señor, etc. La humildad, en llamarse sierva la que era escogida por madre; y la fe, en creer tan grandes misterios sin pedir señal, como Zacarías y como otros pidieron: y la obediencia, en resignarse y entregarse en las manos del Señor para lo que de ella quisiese hacer. Mas sobre todo esto es mucho más para considerar los movimientos, los júbilos y los ardores que en aquel purísimo corazón entonces habría con la supervención del Espíritu Santo, y con la encarnación del Verbo Divino, y con el remedio del mundo, y con la nueva dignidad y gloria que allí se le ofrecía, y con tan grandes obras y maravillas como allí le fueron reveladas y obradas en su persona. Mas ¿qué entendimiento podrá llegar a entender esto como ello fue?.
FRAY LUIS DE GRANADA, Vida de Cristo. La anunciación
Lc 1,26-38. La Anunciación
En este mismo tiempo fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una doncella desposada con un varón llamado José, de la familia de David, y el nombre de la doncella era María.
1. Sin duda los misterios divinos son ocultos, y, como ha dicho el profeta, no es fácil al hombre, cualquiera que sea, llegar a conocer los designios de Dios (Is 40,13). Por eso el conjunto de acciones y enseñanzas de nuestro Señor y Salvador nos dan a entender que un designio bien pensado ha hecho elegir con preferencia, para Madre del Señor, a la que había sido desposada con un varón. Mas ¿por qué no fue hecha madre antes de sus esponsales? Puede ser para que no se pudiera decir que había concebido adúlteramente. Y con razón ha indicado la Escritura estas dos cosas; ella era esposa y virgen; virgen, para que apareciera limpia de toda relación con un varón; desposada, para sustraerla al estigma infamante de una virginidad perdida, a la que su embarazo pudo haber manifestado su caída. El Señor ha querido mejor permitir que algunos dudasen de su origen que de la pureza de su Madre; sabía él cuán delicado es el honor de una virgen, cuán frágil la fama del pudor; no juzgó conveniente establecer la verdad de su origen a expensas de su Madre. Así fue preservada la virginidad de Santa María, sin detrimento para su pureza, sin violar su reputación; pues conviene que los santos sean tenidos en buen testimonio por aquellos que están fuera (1 Tim 3,7), ni era conveniente dejar a las vírgenes que viven en una opinión desfavorable el velo de la excusa de ver difamada a la Madre del Señor.
2. Pues ¿qué se podría reprochar a los judíos, a Herodes, si ellos habían perseguido al nacido de un adulterio? Y ¿cómo el mismo había de decir: No he venido a destruir la Ley, sino a cumplirla (Mt 5,17), si había comenzado por un atentado a la Ley, puesto que el embarazo fuera del matrimonio está condenado por la Ley? Más todavía, la pureza encuentra un testimonio de toda seguridad, un marido que pudiera experimentar la injuria y vengar la afrenta si no reconociese el misterio. Añadamos todavía lo que da más crédito a las palabras de María y le quita toda causa de mentir, pues ella parecería haber querido cubrir su falta por una mentira sí, sin matrimonio, ella hubiera estado embarazada; hubiera tenido motivo de mentir si no fuese esposa; estaba desposada, luego no lo tenía, puesto que la recompensa del matrimonio y el beneficio de las nupcias, es, para las mujeres, la fecundidad.
3. Otra razón que no es despreciable: la virginidad de María había de engañar al príncipe del mundo que, viéndola unida a un esposo, no pudo tener sospecha de su parto. Que hubo intención de engañar al príncipe del mundo nos lo manifiestan las mismas palabras del Señor cuando manda a los apóstoles no hablar de Cristo (Mt 16,20), prohíbe a los que cura publicar su curación (ibíd. 8,4), ordena a los demonios no hablar del Hijo de Dios (Lc 4,35). Que hubo intención, como he dicho, de engañar al príncipe del mundo nos lo declara también el Apóstol al decir : Predicamos la sabiduría de Dios, encerrada en el misterio, la escondida, la que predestinó Dios antes de los siglos para gloria nuestra; la cual ninguno de los jefes de este mundo conoció, que, si la conocieran, jamás al Señor de la gloria crucificaran (1 Cor 2,7-8), es decir, jamás hubieran hecho que yo fuera redimido por la muerte del Señor. Por nosotros lo ha engañado, lo ha engañado para vencerle; ha engañado al diablo cuando le tentaba, cuando le rogaba, cuando le llamaba Hijo de Dios, para que nunca proclamase la propia divinidad. Todavía más engañó al príncipe de este mundo; pues aunque el diablo dudó alguna vez, como cuando dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, échate abajo (Mt 4,6), sin embargo, terminó por conocerle y se retiró de él. Lo conocieron los demonios, que decían; “Sabemos que tú eres Jesús, el Hijo de Dios, ¿por qué has venido antes de tiempo para atormentarnos? (Mt 8,29); ellos han reconocido su venida precisamente porque sabían de antemano que El vendría. Pero los príncipes de este mundo no lo han conocido; y ¿qué mejor prueba podemos alegar que el texto del apóstol: Si ellos lo hubieran conocido, jamás al Señor de la gloria crucificaran? Efectivamente, la malicia de los demonios llega a penetrar aun las cosas ocultas, más aquellos a los que absorben las vanidades del mundo jamás pueden conocer las cosas de Dios.
4. Hay una feliz distribución entre los evangelistas. San Mateo nos muestra a José advertido por el ángel para que no abandonase a María; el evangelista Lucas testifica que ellos no estaban unidos (Lc 1,27). Y María misma lo reconoce así, cuando dijo al ángel: ¿Cómo se hará esto, pues no conozco a varón? Pero el mismo San Lucas la proclamó virgen, al decir : Y la Virgen se llamaba María, y el profeta nos lo enseñó con estas palabras : He aquí que una virgen concebirá (Is 7,14); José también lo ha mostrado, pues, al verla embarazada sin haberla conocido, pensaba dejarla; y el mismo Señor lo ha manifestado desde la cruz, al decir a su Madre : Mujer, he ahí a tu hijo; y luego al discípulo: He ahí a tu madre; y aun los dos, el discípulo y la madre, son testimonios, pues, desde aquella hora la recibió el discípulo en su casa (Io 19,26ss). Si existía la unión marital, jamás el Señor le hubiera quitado a su esposo, y este varón justo no hubiera soportado que ella se hubiese alejado. ¿Cómo el Señor hubiera preceptuado este divorcio, cuando él mismo pronunció que nadie había de repudiar a su esposa, salvo en el caso de fornicación?
5. En cuanto a San Mateo, bellamente enseña él lo que ha de ser un justo que comprueba la falta de su esposa, para guardarse inocentemente de un homicidio, puro de un adulterio; pues el que se une, a una mujer libertina, un cuerpo forma con ella (1 Cor 6,16). Luego en toda circunstancia José ha guardado el mérito y la figura del varón justo, para que sea adornado como testigo pues la boca del justo ignora la mentira, y su lengua habla la justicia, su juicio profiere la verdad. No te agites si la Escritura la llama con frecuencia esposa; pues no se quita la virginidad, sino sólo se testimonia los esponsales y se declara la celebración de las nupcias. Nadie abandona a la que no ha tomado por esposa: querer repudiarla es reconocer que la había tomado por esposa.
6. Tampoco te debes agitar por lo que dice el evangelista: No la conoció hasta que dio a luz a su hijo (Mt 1,25); pues o se trata de una locución de la Escritura que se encuentra en otro lugar: Hasta tu vejez, yo soy (Is 46,4); ¿es que después de su vejez Dios ha cesado de ser? Y en el salmo: El Señor ha dicho a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies (Ps 109,1). ¿Es que después no estará a su derecha? O bien, porque el que busca una causa estima suficiente decir lo que se refiere a la causa y no se preocupa de lo demás; es suficiente para él tratar de la causa y dejar el incidente. Estando ocupado en mostrar que el misterio de la Encarnación estuvo exento de todo comercio carnal, no ha creído un deber llevar más lejos el testimonio de la virginidad de María, para que no pareciera que era más defensor de la Virgen que pregonero del misterio. Ciertamente, cuando nos dijo que José era justo, indicaba suficientemente que no pudo profanar el templo del Espíritu Santo, la Madre del Señor, el seno consagrado por el misterio.
7. Hemos conocido la serie de los hechos, hemos conocido el consejo, conozcamos también el misterio. Con razón se dice que estaba desposada y que era virgen, pues era figura de la Iglesia, que es inmaculada, pero desposada. Nos concibió la Virgen espiritualmente, y nos ha dado a luz la Virgen sin gemido. Tal vez también Santa María ha sido desposada con uno y fecundada por otro, porque las iglesias particulares, fecundadas por el Espíritu y la gracia, están unidas visiblemente a un pontífice mortal.
8. Y habiendo entrado donde ella estaba, dijo: Dios te salve llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres. Ella, al oír estas palabras, se turbó. Reconoce a la Virgen en su conducta, reconoce a la Virgen en su modestia, reconoce a la Virgen en sus palabras, reconócela en el misterio. Es propio de las vírgenes turbarse e intimidarse cada vez que un hombre las aborda y temer toda conversación con un hombre. Que las mujeres aprendan a imitar el propósito del pudor: sola en su retiro, para que ningún hombre la viese; sólo el ángel la encontró; sola, sin compañía; sola, sin testigos, para no rebajarse en entretenimientos vulgares, sola es saludada por el ángel. Aprende, virgen, a evitar las palabras menos convenientes. María se ruborizó aun del saludo del ángel. Y discurría qué podría ser esta salutación.
9. Por modestia, pues, ella estaba turbada; por prudencia, pues, la había sorprendido esta nueva fórmula de bendición, que no se leía en ninguna parte ni en ninguna parte se encontraba hasta entonces. Sólo a María se reservó este saludo; sola, en efecto, es llamada justamente llena de gracia, pues sola obtuvo la gracia, que ninguna otra había recibido, de ser llenada del Autor de la gracia. María, pues, se ruborizaba, se ruborizaba Isabel. Conozcamos lo que distingue la modestia de la mujer y la de la virgen. Aquélla se ruborizaba de la causa, ésta por la modestia; en la mujer se indica una medida a su pudor; en la virgen se aumenta la gracia del pudor.
10. Y el ángel del Señor le dijo: No temas, María, pues hallaste gracia a los ojos de Dios. He aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien darás por nombre Jesús. Este será grande.
También el ángel ha dicho igualmente de Juan: Será grande; pero él es grande como puede serlo un hombre; éste es grande como Dios; pues el Señor es grande, digno de toda alabanza, y su grandeza no tiene fin (Ps 144,3). Con razón se dice que aquél fue grande, pues no existe, entre los nacidos de mujer, profeta más grande que Juan Bautista (Lc 7,28). Existe, sin embargo, uno más grande que él, pues el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él (ibíd.). Juan es grande, más ante el Señor. Y Juan, tan grande, no ha bebido vino ni sidra; éste come y bebe con los publicanos y pecadores (Mc 2,16). Aquél tuvo el mérito de la abstinencia, pues no tenía ningún poder por naturaleza; pero Cristo, que por naturaleza tenía poder de perdonar los pecados, ¿por qué había de evitar a los que podía hacer mejores que los abstinentes?
11. Hay también un misterio: no rehúsa ser su convidado, teniendo que darle su sacramento. Uno come y otro ayuna: figura de dos pueblos, de los cuales uno ayuna en aquél y otro es alimentado en éste. Por lo demás, Cristo ha ayunado también, para que no esquives el precepto; comió con los pecadores para mostrarte su gracia y hacerte reconocer su poder.
Juan también es grande, pero su grandeza tiene un principio y un fin, mientras que el Señor es a la vez principio y fin, el primero y el último (Apoc 22,13). Nada antes del primero y nada después del último.
12. Y que las leyes de la generación humana no nos lleven al error de creer que Él no es primero, porque es Hijo. Sigue las Escrituras para que no puedas errar. El Hijo es llamado primero. Se lee igualmente que el Padre está solo: Sólo él posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16); como lees también: Y al solo Dios inmortal (1 Tim 1,17). Mas no hay primero antes que el Padre, ni éste está solo sin el Hijo. Si niegas lo uno pruebas lo otro; retiene lo uno y lo otro y confirmas los dos. No ha dicho: “yo soy anterior, yo soy posterior”, sino: Yo soy el primero y yo soy el último. El Hijo es primero y, por consiguiente, coeterno, pues tiene un Padre con el cual es eterno. Me atrevo a decir: el Hijo es primero, pero no está solo, y digo bien y con piedad. ¿Por qué dar oídos a la impiedad, heréticos? Habéis caído en los lazos que habéis tendido. El Hijo es primero y no está solo, porque siempre está con el Padre, y nunca está solo porque jamás está sin el Padre. No soy yo quien esto dice, sino El mismo lo dice: Yo no estoy solo, porque mi Padre está conmigo (Io 16,32). El Padre está solo porque no hay más que un solo Dios; el Padre está solo porque no hay más que una sola divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y ser único es ser solo. El Padre es solo, solo el Unigénito y solo también el Espíritu Santo; pues ni el que es Hijo es igualmente Padre, ni el que es Padre es igualmente Hijo, ni el que es Espíritu Santo es igualmente Hijo. Uno es el Padre, otro es el Hijo y otro es el Espíritu Santo; pues leemos: Yo rogaré a mi Padre y os dará otro Paráclito (Io 14,16). El Padre es solo, porque no hay más que un solo Dios del que todo procede; el Hijo es solo, porque no hay más que un solo Señor por quien todo existe (cf. 1 Cor 8,6). Ser solo es el hecho de la divinidad; la generación atestigua que hay Padre e Hijo, de suerte que jamás se ve al Hijo sin el Padre o al Padre sin el Hijo. Luego (el Padre) no está solo, porque no es el solo inmortal; Él no es el único que habita en la luz inaccesible, puesto que nadie ha visto jamás a Dios, sino el Hijo Unigénito que está en el seno del Padre (Io 1,18), que se sienta a la derecha del Padre. ¡Y algunos se atreven a decir que para El no hay acceso a la luz en que habita el Padre! ¿Acaso la luz es mejor que el Padre? ¿La luz va a ser inaccesible para aquel que no es inaccesible al Padre? Él es la luz verdadera y el autor de la luz eterna, de la cual se ha dicho: Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Io 1,9). Véase si no es ésta la luz inaccesible que habita el Padre y que habita igualmente el Hijo, pues el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre.
I 13. Él es verdaderamente grande, pues el poder de Dios se ha extendido largamente, la grandeza de la naturaleza divina se extiende largamente. La Trinidad no tiene límites, ni fronteras, ni medida, ni dimensión. Ningún lugar la contiene, ningún pensamiento la abarca, ningún cálculo la valora, ninguna época la modifica. Sin duda alguna el Señor Jesús ha dado a los hombres grandeza, pues su voz se ha propagado sobre la tierra y sus palabras han llegado hasta los extremos de los espacios terrestres (Ps 18,5), pero no hasta los límites del universo, no hasta los límites del cielo, no más allá de los cielos, mientras que en el Señor Jesús fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, tanto las visibles como las invisibles. Y Él es antes que todas las cosas, y todas tienen en El su consistencia (Col 1,16-17). Contempla el cielo, allí está Jesús; considera la tierra, allí está Jesús; sube al cielo por la palabra, baja por la palabra a los infiernos, allí está Jesús. Pues si subes al cielo, allí está Jesús, si bajas a los infiernos, allí está (Ps 138,8). Hoy, cuando yo hablo, Él está conmigo en este instante, en este momento; y si ahora un cristiano habla en Armenia, Jesús está allí; pues nadie dice que Jesús es Señor sino en el Espíritu Santo (1 Cor 12,13). Si por el pensamiento penetras en los abismos, allí encontrarás a Jesús obrando; pues está escrito: No digas en tu corazón, ¿quién subirá al cielo?, esto es, para hacer bajar a Cristo; o ¿quién bajará al abismo?, esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos (Rom 10,6-7). ¿Dónde no está El, pues todo lo ha hecho en los cielos, en el infierno y en la tierra? Es verdaderamente grande Aquel cuyo poder llena el mundo, que está en todas partes y estará siempre, pues su reino no tendrá fin.
14. Dijo María al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? Parecería que aquí María no ha tenido fe a no ser que lo consideres atentamente; no es admisible que fuese escogida una incrédula para engendrar al Hijo unigénito de Dios. ¿Y cómo podría hacerse —aunque fuese salvada la prerrogativa de la madre, a la cual se debía con razón mayor deferencia, pero como prerrogativa mayor, mayor fe debía habérsele reservado—, cómo podría hacerse que Zacarías, que no había creído, fuese condenado al silencio, y María, sin embargo, si no hubiera creído, fuese honrada con la infusión del Espíritu Santo? Pero María no debía rehusar creer ni precipitarse a la ligera: rehusar creer al ángel, precipitarse sobre las cosas divinas. No era fácil conocer el misterio encerrado desde los siglos en Dios (Eph 3,9 y Col 1,26), que ni las mismas potestades superiores pudieron conocerlo. Y, sin embargo, no rehusó su fe ni ha sustraído su misión, sino que ha ordenado su querer y ha prometido sus servicios. Pues cuando dice: ¿Cómo se hará esto?, no pone en duda su efecto, sino que pregunta cómo se hará este efecto.
15. ¡Cuánta más mesura en esta respuesta que en las palabras del sacerdote! Esta ha dicho: ¿Cómo se hará esto? Aquél ha respondido: ¿Cómo conoceré esto? Ella trata ya de hacerlo; aquél duda todavía del anuncio. Aquél declara no creer al manifestar que no sabe, y parece que, para creer, busca todavía otra garantía; ella se declara dispuesta a la realización y no duda de que tendrá lugar, pues pregunta cómo podrá realizarse; así está escrito: ¿Cómo se hará esto, pues no he conocido a varón? La increíble e inaudita generación debía ser antes escuchada para ser creída. Que una Virgen dé a luz es un signo de un misterio divino, no humano. Toma para ti, dice, este signo: he aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo (Is 7,14). María había leído esto y, por lo mismo, creyó en su realización; más cómo se había de realizar, no lo había leído, pues esto no había sido revelado ni siquiera a un profeta tan grande. El anuncio de tal misterio debía de ser pronunciado no por los labios de un hombre, sino por los de un ángel. Hoy se oye por vez primera: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y es oído y es creído.
16. He aquí, dice, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra, Admira la humildad, admira la entrega. Se llama a sí misma la esclava del Señor, la que ha sido escogida para ser su Madre; no la ensoberbece esta promesa inesperada. Más aún, al llamarse esclava, no reivindicó para sí algún privilegio de una gracia tan grande; realizaría lo que le fuese ordenado; pues antes de dar a luz al Dulce y al Humilde convenía que ella diese prueba de humildad. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” Observa su obediencia, observa su deseo; he aquí la esclava del Señor: es la disposición para servir; hágase en mí según tu palabra: es el deseo concebido.
17. ¡Cómo María ha estado dispuesta a creer, aun en condiciones anormales! Pues ¿hay cosas más dispares que el Espíritu Santo y un cuerpo? ¿Qué más inaudito que una virgen sea fecundada fuera de la ley, fuera de la costumbre, fuera del pudor, que es lo más estimado en una virgen? En Zacarías no hay una disparidad de condiciones, sino la edad avanzada lo que le impidió creer; pues las condiciones eran normales: la fecundación de una mujer por un hombre es cosa ordinaria, y no debe parecer increíble lo que es conforme a la naturaleza. La edad depende de la naturaleza y no la naturaleza de la edad; sucede a veces que la edad pone obstáculos a la naturaleza, pero no es contra la razón que la causa inferior ceda a la causa superior y que el privilegio de la naturaleza se muestre más fuerte que el uso de una edad inferior. Abrahán y Sara tuvieron un hijo en su vejez, y José es el hijo de la ancianidad (Gen 37,3). Luego, si Sara fue reprendida por haberse reído, más justa es aún la condenación de aquél que no creyó ni al mensaje ni al procedimiento. María, por el contrario, al decir: ¿Cómo se hará esto, pues no conozco varón?, no parece que ha dudado del acontecimiento, sino que ha preguntado cómo se realizaría; es claro que ella creía en su realización, pues ha preguntado cómo había de realizarse. Por eso ella mereció escuchar: Bienaventurada tú que has creído, Verdaderamente bienaventurada porque es más excelente que el sacerdote. Cuando el sacerdote negó, la virgen corrigió el error. No extraña que el Señor al rescatar el mundo haya comenzado su obra por María; de tal forma, que aquella por la cual se preparaba la salvación de todos fuese también la primera en recibir de su Hijo el fruto de salvación.
18. Hizo bien en inquirir cómo se realizaría el acontecimiento, pues había leído que una virgen daría a luz, pero no había leído cómo sucedería esto. Había leído, como dije antes, he aquí que una virgen concebirá, Cómo había de concebir, es en el Evangelio donde el ángel lo dijo por vez primera.
San Ambrosio, Obras de San Ambrosio, L.2, 1-18, BAC Madrid 1966 (I), p. 82-95
IV Domingo de Adviento – CICLO B
24 de diciembre de 2023
Entrada:
La iniciativa de Dios triunfa siempre desbordando las expectativas de los hombres. Cristo viene para liberarnos de todo mal y sólo pide de nuestra parte disponibilidad a sus planes. Como María ofrezcámonos a Dios totalmente sin poner condiciones.
Primera lectura:
Cristo, el Rey Mesías es el que hará que el reino de su padre David dure eternamente delante de Dios.
Segunda lectura:
La Encarnación es el misterio de piedad guardado en secreto durante la eternidad y que ahora se ha manifestado.
Evangelio:
María, la servidora del Señor, da crédito a las palabras anunciadas por el Ángel y acepta el designio de salvación que es obra de Dios.
Preces:
Oremos, hermanos, al Padre del cielo que quiere renovar su plan salvador con nosotros.
A cada intención respondemos…
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Por el Santo Padre, sus intenciones, y para que su solicitud por todas las iglesias sea recompensada con la conversión de los corazones al mensaje de salvación. Oremos…
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Roguemos para que Dios siga guiando los esfuerzos de todos los que trabajan por la paz, y fortalece especialmente a los cristianos perseguidos. Oremos…
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Recemos por los religiosos y consagrados, que al dar testimonio de Cristo con la práctica de los consejos evangélicos, sepan afrontar con valentía y creatividad los desafíos del tiempo presente. Oremos…
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Pidamos también por todos los hombres de buena voluntad, para que inspirados en el Evangelio tengan especial sensibilidad y sepan socorrer a los más desventurados, los que son extremadamente pobres y los que sufren todo tipo de necesidades. Oremos…
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Por todos los cristianos, para que al preparar las celebraciones navideñas poniendo la figura del Niño Jesús en el Portal de Belén, lo reciban también en sus corazones y en sus hogares. Oremos…
Padre todopoderoso, queremos entregarnos a tu voluntad como lo hizo María. Ayúdanos en lo que te pedimos y concédenos la paz que trae tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Procesión de ofrendas:
Nos disponemos a recibir la salvación de manos de María Santísima, para ello llevamos al Altar:
* Incienso y con él las oraciones que elevamos durante este tiempo de expectación y gozo.
* Pan y Vino que serán transformados en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Salvador.
Comunión:
Ven Dulce Jesús, enciende nuestros corazones en tu amor y colma los anhelos de nuestras almas.
Salida:
Por medio de María Jesucristo vino al mundo y por medio de Ella debe reinar en él. Tal es el designio del Padre que queremos se cumpla en nuestros corazones.
La Caridad
¿Conocéis el cuento del jardín encantado?
Un hombre tenía un jardín; el jardín tenía praderas verdes llenas de flores, y los niños corrían alegres persiguiendo a las mariposas por aquellas praderas. Sus gritos se mezclaban con los cantos de los pájaros y era todo alegría en el jardín.
Pero el hombre no tenía corazón. Le dolía ver a los niños dichosos y sin problemas en la vida. Y le puso al jardín una pared muy alta. Los niños pasaban el día alrededor de la pared, sin poder entrar en aquel paraíso cerrado.
¿Pero sabéis que sucedió? Los pájaros echaron de menos las voces de los niños y enmudecieron. Las flores, al verse lejos de sus pequeños amigos, plegaron sus hojas y se marchitaron. Todo era tristeza en el jardín. Vino el otoño y se llevó las hojas de los árboles. Vino el invierno con su escarcha y su nieve, pero no volvía la primavera.
El hombre recapacitó y comprendió. Entonces derribó la pared y los niños entraron corriendo al jardín estropeado. Pero ni bien entraron la escarcha desapareció, la nieve se derritió y todo floreció de nuevo. El jardín volvió a transformarse nuevamente en paraíso.
Querido hermanos, hay hombres, que levantan muy alta la pared de su egoísmo para que nadie entre en el jardín de su felicidad. Pero el jardín se marchita. Tenemos que convencernos de que la felicidad no florece hasta que hacemos con nuestra caridad partícipes de ella a los demás.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, página 46. Editorial Sal Terrae, Santander, 1959)