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En España, a lo largo del Camino de Santiago, hay un monasterio en Leyre. Una vez, hace mucho tiempo, hubo un abad llamado Virila. El abad Virila estaba muy interesado en comprender la eternidad de Dios.

Con esta pregunta en mente, todos los días iba a caminar por un sendero hasta que llegaba a un árbol donde estaba solo y nadie podía verle. Allí se sentaba a pensar, meditar y suplicar a Dios que comprendiera este misterio.

Una vez, mientras rezaba como todos los días, un pequeño pájaro azul que nunca antes había visto, empezó a cantar con él. Y el canto era tan hermoso que le pareció un canto celestial. Y dijo: «¡Oh, Dios mío! Esto es lo que he buscado toda mi vida. Ahora puedo disfrutar de Tu presencia».

Este pequeño pájaro azul le hizo sentir que estaba en el cielo, lejos de las cosas terrenales, y que comprendía la grandeza divina que siempre había buscado comprender. Cuando terminó esta experiencia, miró a su alrededor y vio que todo era diferente. El camino era diferente. Se asombró, pero pensó que debía de ser por su felicidad.

Sin embargo, su asombro fue aún mayor cuando llegó al Monasterio y también estaba cambiado. Cuando entró por la puerta, uno de los monjes le preguntó: ¿quién eres? El abad Virila respondió: «Soy el Abad Virila». A lo que el monje dijo: «No le conozco, abad Virila». El problema se resolvió cuando el monje archivero descubrió que el abad Virila había existido hacía trescientos años. Y así, el abad Virila comprendió lo que es la eternidad. Trescientos años eran para él como un minuto, porque podía contemplar la belleza de Dios. La eternidad es contemplar a Dios para siempre.

Por eso dice el profeta: reflexiona bien cómo te han ido las cosas. La gente hace mucho para mejorar su vida terrenal, pero poco o nada para asegurar su vida eterna. Sin embargo, las cosas que hacemos para la vida terrenal tienen poco valor y por eso el profeta dice: habéis sembrado mucho y cosechado poco; coméis pero nunca tenéis bastante…

Si quiero cosechar mucho, debo hacer las cosas por amor a Dios y no por egoísmo o amor a las cosas pasajeras; si quiero tener bastante, debo vivir para la eternidad y no para esta vida terrenal.

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Comentarios 4

  1. Maria Vilca Figueredo dice:

    Hermosa reflexión del la lectura El Sembrador.
    Y realmente es así como se está viviendo ahora nos preocupamos más por la vida terrenal, que por prepararnos mejor por la vida eterna. Porque cuando uno muere no se lleva nada de lo terrenal.
    Sólo un alma limpia y lo que hemos cosechado con nuestras buenas acciones.
    Gracias por darnos esta buena reflexión, que me servirá para reflexionar mejor.

  2. Maria Ines Groppi dice:

    Gracias por esta valiosa reflexion!

  3. Diana Peregrina Carrizo dice:

    Gracias por ésta gran reflexión que nos anime a meditar más y cosechar por amor a Dios para gloria de Dios mientras estemos acá, porque cuando hayamos partido se habrá agotado el tiempo y nuestras manos estarán vacías .

  4. Rita dice:

    Que hermosa lectura me hace reflexionar de lo que estoy buscando en mi vida, si busco agradar a Dios o a mi misma; creo que en eso radica el secreto de esta lectura

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