PRIMERA LECTURA
No existe otro Nombre
por el cual podamos salvarnos
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
En aquellos días:
Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos.
Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos».
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29
R. Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.
O bien:
Aleluia.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los poderosos. R.
Yo te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos. R.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;
Dios mío, yo te glorifico.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor! R.
SEGUNDA LECTURA
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta de san Juan 3, 1-2
Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a Él.
Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
Aleluia Jn 10, 14
Aleluia.
«Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas,
y mis ovejas me conocen a mí», dice el Señor.
Aleluia.
EVANGELIO
El buen Pastor da su vida por las ovejas
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 11-18
Jesús dijo:
«Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor
y al que no pertenecen las ovejas,
cuando ve venir al lobo
las abandona y huye,
y el lobo las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado,
no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas,
y mis ovejas me conocen a mí
—como el Padre me conoce a mí
y Yo conozco al Padre—
y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas
que no son de este corral
y a las que debo también conducir:
ellas oirán mi voz,
y así habrá un solo rebaño
y un solo Pastor.
El Padre me ama
porque Yo doy mi vida
para recobrarla.
Nadie me la quita
Sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla
y de recobrarla:
éste es el mandato que recibí de mi Padre».
Palabra del Señor
Sobre la Primera lectura: (Hechos 4, 8-12)
Jesús realizó ya su Obra Salvífica. Ahora los Apóstoles deben hacer llegar la salvación a todos los hombres:
– ‘En virtud de este NOMBRE’ (v 10): Tenemos ya el Nombre que nos salva: Jesús = Dios salva. El Ángel habla a María y a José: ‘Le pondréis por nombre ‘Jesús’, porque El ‘Salvará’ a su pueblo de sus pecados. Ahora San Pedro, con el ‘signo’ milagroso de una curación obrada en el Nombre de Jesús, proclama que sólo en Jesús, el Jesús que ellos crucificaron, tenemos Salvación (v 12): ‘El es la piedra desechada por vosotros, los constructores, que ha venido a ser clave del arco (v 11).
– Con este episodio comienza el primer choque de la Iglesia naciente con el judaísmo oficial. Toman la ofensiva contra los inermes Apóstoles. Los saduceos, negadores de la resurrección. El clan de Anás monopoliza el pontificado y la dirección del Sanedrin. Pedro, con una luz y un vigor que constituyen ya de sí un evidente argumento a favor del Resucitado, les prueba cómo el Jesús que ellos crucificaron es la ‘Piedra clave’ y el ‘Salvador’ (vv 11.12) de las profecías Mesiánicas.
– La Iglesia inicia su misión de llevar la Salvación de Cristo a todos los hombres. Y a la vez inicia su Pasión. Los incrédulos la rechazarán y la crucificarán como crucificaron a Cristo. Pero los humildes y dóciles aceptarán con fe y amor La Salvación de Jesús. Al igual que Jesús, la Iglesia, que es su prolongación en la tierra, es Salvación de Dios. Lo es en dolor, en pobreza, en humildad, en pasión y muerte: ‘Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, por el bien de su Cuerpo que es la Iglesia’ (Col 1, 24).
Sobre la Segunda lectura (1Juan 3,1-2)
San Juan es el Evangelista de Jesús-Hijo de Dios y el Teólogo de la filiación divina de los cristianos:
– El nuevo nacimiento por la fe y el Bautismo nos hace hijos de Dios. Esta filiación no es metafórica. Es real: Participamos la naturaleza divina (2 Pe. 1,4). Cristo, Hijo de Dios, nos comunica su Vida, la que El recibe del Padre: ‘Como Yo vivo por el Padre Viviente, así el que me come a Mí, vivirá de Mí’… ‘En verdad, en verdad os digo: Llega la hora, y es ahora, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y cuantos la oigan recobrarán la vida’ (Jn 5,26; 6,57). Nos llamamos hijos de Dios. ¡Y lo somos! (v 1). El don que Dios nos da es Dios mismo: su misma vida: La que da al Verbo en generación eterna, y la que da al Verbo encarnado. Esta misma vida, el Verbo encarnado y resucitado, la hace llegar a nosotros por la fe y los sacramentos. Somos, pues, hijos de Dios en su Hijo.
– Bien que plenamente real nuestra filiación divina, la vivimos en el estadio de la fe, que es de dolor, de prueba, de fidelidad. En el estadio mortal no podemos ver ni al Padre en su Gloria (Jn 1, 18; 5, 37), ni al Hijo Glorificado. La gracia de filiación divina, poseída ahora en fe, se trocará en visión, en goza, en Gloria. Glorificados en la Gloria de Cristo, veremos esta semejanza divina, que ya tenemos sellada en nosotros. La visión de ahora en fe (en enigma, 1 Cor 13,12) se trocará en visión directa, cara a cara. Sólo puede ver a Dios quien es semejante a El. El Lumen Gloriae nos dará esta disposición y asimilación. San Juan llama ‘mundo’, a los que se cierran a la luz de la fe. Estos no conocen a Dios como ‘Padre’ de Cristo y Padre nuestro; ni conocen al Hijo de Dios; ni a quienes somos en Cristo hijos de Dios.
– Nuestra labor de ahora es ganar en gracia, afinar y perfeccionar en nosotros por la pureza y la caridad, la semejanza con el Hijo, la divina filiación; a fin de que el Hijo, a la hora de su retorno glorioso, nos pueda hacer partícipes en mayor grado de su Gloria: ‘Padre, quiero que los que me diste donde Yo estoy estén también ellos conmigo, para que contemplen mi gloria… Yo les comunicaré la gloria que Tú me diste… Que el amor con que a Mi me amas permanezca en ellos y Yo también permanezca en ellos’ (Jn 17, 22-24). Eso será plenitud en el Reino glorioso: In regnum tuum benignus admitte, ubi fore speramus, ut simul gloria tua perenniter satiemur, quando omnem lacriman absterges ab oculis nostris, quia te, sicut est, Deum nostrum videntes, tibi similes erimus cuncta per saecula et te sine fine laudabimus. (Prex Euc III).
Sobre la Evangelio (Juan 10, 11-18)
‘Buen Pastor’ porque su autoridad no es tiranía, sino servicio y sacrificio, amor y entrega.
– La parábola del ‘Buen Pastor’ es tan bella como transparente. Y caló tan hondo en la primitiva Iglesia, que la más antigua iconografía nos representa a Cristo ‘Buen Pastor’ que lleva sobre los hombros una de sus ovejas.
– El Pastor único y legítimo enviado del Padre. El Pastor que conoce, ama y pastorea a cada una de sus ovejas. Quiere establecer una relación filial con cada uno de nosotros. ‘La bondad de Jesús se evidencia aquí de forma sublime. ‘Buen Pastor’: Una imagen sencilla, expresiva, atractiva. ‘Buen Pastor’ que da la vida par su rebano. El consagra a su grey, a cada uno de nosotros, el amor más grande, el que da la vida. La devoción al Corazón de Jesús puede bien atribuirse a la fuente evangélica que ahora evocamos: ‘Yo soy el Buen Pastor’ (Paulo VI: 25-IV-66).
– Esta parábola nos define también el carácter comunitario de la Iglesia: ‘La Iglesia es un redil cuya única y obligada puerta es Cristo. Es también una grey, cuyas ovejas, aunque aparezcan conducidas y guiadas por pastores humanos, son guiadas y nutridas constantemente por el mismo Cristo, Buen Pastor y jefe rabadán de pastores’ (L.G. n 6).
– Nosotros, buenas ovejas del ‘Buen Pastor’, le conocemos, le atendemos, le amamos, le guardamos fidelidad. Cooperamos con Él para que se forme un sólo redil: el único redil del único Pastor: ‘Dios Todopoderoso y Eterno, condúcenos al feliz aprisco del cielo; Tú que a la debilidad de las ovejas has provisto de tan poderoso Pastor’ (Collecta).
– Quienes tienen ministerio de pastorear el rebaño de Cristo, deben imitar al ‘Buen Pastor’:
- a) Conocer y amar a cada una de las ovejas. En el arte pastoral hay que apreciar el valor de cada alma y hay que atenderla según su personal conveniencia.
- b) El Buen Pastor defiende del lobo a las ovejas; el asalariado y mercenario busca su provecho; y a la hora del peligro, huye.
- c) Cristo muere en sacrificio redentor por sus ovejas; el ministerio pastoral exige amor generoso hasta dar la vida por las ovejas.
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo B, Herder, Barcelona, 1979)
San Juan Pablo Magno
«Os daré pastores según mi corazón»
(Jer 3, 15)
1. Con estas palabras del profeta Jeremías Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen: «Pondré al frente de ellas (o sea, de mis ovejas) Pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas» (Jer 23, 4).
La Iglesia, Pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor. Sabe que Jesucristo mismo es el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la promesa de Dios: «Yo soy el buen Pastor» (Jn 10, 11). Él, «el gran Pastor de las ovejas» (Heb 13, 20), encomienda a los apóstoles y a sus sucesores el ministerio de apacentar la grey de Dios (cf. Jn 21, 15ss.; 1 Pe 5, 2).
Concretamente, sin sacerdotes la Iglesia no podría vivir aquella obediencia fundamental que se sitúa en el centro mismo de su existencia y de su misión en la historia, esto es, la obediencia al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19) y «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22, 19; cf. 1 Cor 11, 24), o sea, el mandato de anunciar el Evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su cuerpo entregado y de su sangre derramada por la vida del mundo.
Sabemos por la fe que la promesa del Señor no puede fallar. Precisamente esta promesa es la razón y fuerza que infunde alegría a la Iglesia ante el florecimiento y aumento de las vocaciones sacerdotales, que hoy se da en algunas partes del mundo; y representa también el fundamento y estímulo para un acto de fe más grande y de esperanza más viva, ante la grave escasez de sacerdotes que afecta a otras partes del mundo.
Todos estamos llamados a compartir la confianza en el cumplimiento ininterrumpido de la promesa de Dios, que los Padres sinodales han querido testimoniar de un modo claro y decidido: «El Sínodo, con plena confianza en la promesa de Cristo, que ha dicho: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 20), y consciente de la acción constante del Espíritu Santo en la Iglesia, cree firmemente que nunca faltarán del todo los ministros sagrados en la Iglesia… Aunque en algunas regiones haya escasez de clero, sin embargo la acción del Padre, que suscita las vocaciones, nunca cesará en la Iglesia».(1)
Como he dicho en la clausura del Sínodo, ante la crisis de las vocaciones sacerdotales, «la primera respuesta que la Iglesia da, consiste en un acto de confianza total en el Espíritu Santo. Estamos profundamente convencidos de que esta entrega confiada no será defraudada, si, por nuestra parte, nos mantenemos fieles a la gracia recibida».(2)
La configuración con Jesucristo, Cabeza y Pastor, y la Caridad Pastoral
21.Mediante la consagración sacramental, el sacerdote se configura con Jesucristo, en cuanto Cabeza y Pastor de la Iglesia, y recibe como don una ‘potestad espiritual’, que es participación de la autoridad con la cual Jesucristo, mediante su Espíritu, guía la Iglesia. Gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la efusión sacramental del Orden, la vida espiritual del sacerdote queda caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, y que se compendian en su caridad pastoral.
Jesucristo es Cabeza de la Iglesia, su Cuerpo. Es ‘Cabeza’ en el sentido nuevo y original de ser ‘Siervo’, según sus mismas palabras: ‘Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos’ (Mc 10, 45). El servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en cruz, o sea, con el don total de sí mismo, en la humildad y el amor: ‘se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz …’ (Flp 2, 7-8). La autoridad de Jesucristo Cabeza coincide pues con su servicio, con su don, con su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia. Y esto en obediencia perfecta al Padre: él es el único y verdadero Siervo doliente del Señor, Sacerdote y Víctima a la vez.
Este tipo concreto de autoridad, o sea, el servicio a la Iglesia, debe animar y vivificar la existencia espiritual de todo sacerdote, precisamente como exigencia de su configuración con Jesucristo, Cabeza y Siervo de la Iglesia. San Agustín exhortaba de esta forma a un obispo en el día de su ordenación: ‘El que es cabeza del pueblo debe, antes que nada, darse cuenta de que es servidor de muchos. Y no se desdeñe de serlo, repito, no se desdeñe de ser el servidor de muchos, porque el Señor de los señores no se desdeñó de hacerse nuestro siervo’.
La vida espiritual de los ministros del Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, pues, por esta actitud esencial de servicio al Pueblo de Dios (cf. Mt 20, 24 ss.; Mc 10, 43-44), ajena a toda presunción y a todo deseo de ‘tiranizar’ la grey confiada (cf. 1 Pe 5, 2-3). Un servicio llevado como Dios espera y con buen espíritu. De este modo los ministros, los ‘ancianos’ de la comunidad, o sea, los presbíteros, podrán ser ‘modelo’ de la grey del Señor que, a su vez, está llamada a asumir ante el mundo entero esta actitud sacerdotal de servicio a la plenitud de la vida del hombre y a su liberación integral.
- La imagen de Jesucristo, Pastor de la Iglesia, su grey, vuelve a proponer, con matices nuevos y más sugestivos, los mismos contenidos de la imagen de Jesucristo, Cabeza y Siervo. Verificándose el anuncio profético del Mesías Salvador, cantado gozosamente por el salmista y por el profeta Ezequiel (cf. Sal 22-23; Ez 34, 11 ss.), Jesús se presenta a sí mismo como ‘el buen Pastor'(Jn 10, 11.14), no sólo de Israel, sino de todos los hombres (cf. Jn 10, 16). Y su vida es una manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su ‘caridad pastoral’. El siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 35-36); él busca las dispersas y las descarriadas (cf. Mt 18, 12-14) y hace fiesta al encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama una a una (cf. Jn 10, 3), las conduce a los pastos frescos y a las aguas tranquilas (cf. Sal 22-23), para ellas prepara una mesa, alimentándolas con su propia vida. Esta vida la ofrece el buen Pastor con su muerte y resurrección, como canta la liturgia romana de la Iglesia: ‘Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya’.
Pedro llama a Jesús el ‘supremo Pastor’ (1 Pe 5, 4), porque su obra y misión continúan en la Iglesia a través de los apóstoles (cf. Jn 21, 15-17) y sus sucesores (cf. 1 Pe 5, 1 ss.), y a través de los presbíteros. En virtud de su consagración, los presbíteros están configurados con Jesús, buen Pastor, y llamados a imitar y revivir su misma caridad pastoral.
La entrega de Cristo a la Iglesia, fruto de su amor, se caracteriza por aquella entrega originaria que es propia del esposo hacia su esposa, como tantas veces sugieren los textos sagrados. Jesús es el verdadero esposo, que ofrece el vino de la salvación a la Iglesia (cf. Jn 2, 11). El, que es ‘Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo’ (Ef 5, 23), ‘amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela a sí mismo resplandeciente; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada’ (Ef 5, 25-27). La Iglesia es, desde luego, el cuerpo en el que está presente y operante Cristo Cabeza, pero es también la Esposa que nace, como nueva Eva, del costado abierto del Redentor en la cruz; por esto Cristo está ‘al frente’ de la Iglesia, ‘la alimenta y la cuida’ (Ef 5, 29) mediante la entrega de su vida por ella. El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia. Ciertamente es siempre parte de la comunidad a la que pertenece como creyente, junto con los otros hermanos y hermanas convocados por el Espíritu, pero en virtud de su configuración con Cristo, Cabeza y Pastor, se encuentra en esta situación esponsal ante la comunidad. ‘En cuanto representa a Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, el sacerdote está no sólo en la Iglesia, sino también al frente de la Iglesia’. Por tanto, está llamado a revivir en su vida espiritual el amor de Cristo Esposo con la Iglesia esposa. Su vida debe estar iluminada y orientada también por este rasgo esponsal, que le pide ser testigo del amor de Cristo como Esposo y, por eso, ser capaz de amar a la gente con un corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total, continua y fiel, y a la vez con una especie de ‘celo’ divino (cf. 2 Cor 11, 2), con una ternura que incluso asume matices del cariño materno, capaz de hacerse cargo de los ‘dolores de parto’ hasta que ‘Cristo no sea formado’en los fieles (cf. Gál 4, 19).
- El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a la respuesta libre y responsable del presbítero.
El contenido esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y a su imagen. ‘La caridad pastoral es aquella virtud con la que nosotros imitamos a Cristo en su entrega de sí mismo y en su servicio. No es sólo aquello que hacemos, sino la donación de nosotros mismos lo que muestra el amor de Cristo por su grey. La caridad pastoral determina nuestro modo de pensar y de actuar, nuestro modo de comportarnos con la gente. Y resulta particularmente exigente para nosotros…’.
El don de nosotros mismos, raíz y síntesis de la caridad pastoral, tiene como destinataria la Iglesia. Así lo ha hecho Cristo ‘que amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella’ (Ef 5, 25); así debe hacerlo el sacerdote. Con la caridad pastoral, que caracteriza el ejercicio del ministerio sacerdotal como ‘amoris officium’, ‘el sacerdote, que recibe la vocación al ministerio, es capaz de hacer de éste una elección de amor, para el cual la Iglesia y las almas constituyen su principal interés y, con esta espiritualidad concreta, se hace capaz de amar a la Iglesia universal y a aquella porción de Iglesia que le ha sido confiada, con toda la entrega de un esposo hacia su esposa’. El don de sí no tiene límites, ya que está marcado por la misma fuerza apostólica y misionera de Cristo, el buen Pastor, que ha dicho: ‘también tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor’ (Jn 10, 16).
Dentro de la comunidad eclesial, la caridad pastoral del sacerdote le pide y exige de manera particular y específica una relación personal con el presbiterio, unido en y con el Obispo, como dice expresamente el Concilio: ‘La caridad pastoral pide que, para no correr en vano, trabajen siempre los presbíteros en vínculo de comunión con los Obispos y con los otros hermanos en el sacerdocio’.
El don de sí mismo a la Iglesia se refiere a ella como cuerpo y esposa de Jesucristo. Por esto la caridad del sacerdote se refiere primariamente a Jesucristo: solamente si ama y sirve a Cristo, Cabeza y Esposo, la caridad se hace fuente, criterio, medida, impulso del amor y del servicio del sacerdote a la Iglesia, cuerpo y esposa de Cristo. Esta ha sido la conciencia clara y profunda del apóstol Pablo, que escribe a los cristianos de la Iglesia de Corinto: somos ‘siervos vuestros por Jesús(2 Cor 4, 5). Esta es, sobre todo, la enseñanza explícita y programática de Jesús, cuando confía a Pedro el ministerio de apacentar la grey sólo después de su triple confesión de amor e incluso de un amor de predilección: ‘Le dice por tercera vez: “Simón de Juan, ¿me quieres?”… Pedro… le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas”‘(Jn 21, 17).
La caridad pastoral, que tiene su fuente específica en el sacramento del Orden, encuentra su expresión plena y su alimento supremo en la Eucaristía: ‘Esta caridad pastoral -dice el Concilio- fluye ciertamente, sobre todo, del sacrificio eucarístico, que es, por ello, centro y raíz de toda la vida del presbítero, de suerte que el alma sacerdotal se esfuerce en reproducir en sí misma lo que se hace en el ara sacrifical.’ En efecto, en la Eucaristía es donde se representa, es decir, se hace de nuevo presente el sacrificio de la cruz, el don total de Cristo a su Iglesia, el don de su cuerpo entregado y de su sangre derramada, como testimonio supremo de su ser Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia. Precisamente por esto la caridad pastoral del sacerdote no sólo fluye de la Eucaristía, sino que encuentra su más alta realización en su celebración, así como también recibe de ella la gracia y la responsabilidad de impregnar de manera ‘sacrificial’ toda su existencia.
Esta misma caridad pastoral constituye el principio interior y dinámico y capaz de unificar las múltiples y diversas actividades del sacerdote. Gracias a la misma puede encontrar respuesta la exigencia esencial y permanente de unidad entre la vida interior y tantas tareas y responsabilidades del ministerio, exigencia tanto más urgente en un contexto sociocultural y eclesial fuertemente marcado por la complejidad, la fragmentación y la dispersión. Solamente la concentración de cada instante y de cada gesto en torno a la opción fundamental y determinante de ‘dar la vida por la grey’ puede garantizar esta unidad vital, indispensable para la armonía y el equilibrio espiritual del sacerdote: ‘La unidad de vida -nos recuerda el Concilio- pueden construirla los presbíteros si en el cumplimiento de su ministerio siguieren el ejemplo de Cristo, cuyo alimento era hacer la voluntad de Aquél que lo envió para que llevara a cabo su obra… Así, desempeñando el oficio de buen Pastor, en el mismo ejercicio de la caridad pastoral hallarán el vínculo de la perfección sacerdotal, que reduzca a unidad su vida y acción’.
(San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores dabo vobis, 25 de marzo de 1992, nº 1. 21-23)
San Juan de Ávila
Los pastos del cielo
(Jn 10,11-18)
Yo daré- dice el Señor- a mis ovejas vida eterna, yo las apacentaré en unos montes muy viciosos, muy fértiles, donde no les falte nunca qué comer. En mi divinidad, en aquella infinita bondad, en la infinita luz, allí las apacentaré yo, allí les daré yo el manjar de vida, allí gozarán de mí, allí pacerán en aquella fertilidad de aguas, en aquellos suavísimos ríos que corren agua de infinita bondad y suavidad, allí las recrearé yo de una parte de ángeles, por otra de santos, de otra parte de vírgenes. Allí las apacentaréis, allí pacerán ellas, y a su placer; allí tendrán aquello que nunca acabaron de entender, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre arriba a comprender. Allí gozarán de pastos tan dulces, de gozos inefables, que se queden espantados de cuanto Dios les pusiere a la mesa; allí no habrán ya hambre ni cansancio; gozarán y pacerán juntamente tan suavísimo manjar, quien pueda pensar el pato que el Señor dará a sus ovejas.
¡Y que, oyendo esto, no me den fastidio ni asco las ollas de Egipto! ¡Gran mal! ¿Quién hay que no desee ser oveja de Jesucristo? Si alguno hay que no lo es, no salga de aquí sin ello, no salga de aquí sin esperanza de gozar el pasto tan excelente que el Señor da a sus ovejas.
Apasiónenos ya andar con tal pastor como el demonio. Mire a dónde Dios lleva a apacentar a sus ovejas, en montibus altis; son más altos que el cielo, son mucho más altos; distan estos montes tanto del cielo, como dista de la tierra el cielo, y los infiernos de la superficie de la tierra. In montis altis. En la altura del Padre, allí gozará de aquella conversación suavísima con la Santísima Trinidad, aquella agua clarísima de su unidad en esencia; allí se le hará muy claro lo que acá se le hacía muy oscuro; en los montes altos. – Y el demonio, ¿dónde apacienta las suyas? – En una hondura la más obscura y temerosa, la más espantable que se pueda imaginar. ¿Pues por qué queremos ser del demonio? ¿Por qué nos sabe su pasto tan bien, y, llamándonos el Buen Pastor, no le oímos, sino, encenegados no le oímos, sino, encenegados en aquel manjar malo, hacemos pero que puercos?
Nadie arrebatará al buen Pastor sus ovejas
Mis ovejas me siguen. Yo les doy la vida eterna, y no se perderán para siempre. ¿Quién habrá que pueda con una oveja de Jesucristo? ¿A dónde se quedará, que no torne el Señor por ella? No se caerá ya de su mano. Ni hambre, ni hartura, ni frío, ni calor, ni dolor, ninguna cosa las apremiará. Terné yo tanto cuidado de mis ovejas, que ya no tendrán temor de perecer. Yo buscaré mis ovejas, y las visitaré. Las pone donde lobo ninguno las pueda tocar. Librarlas he de todos los peligros en que se pueden perder.
¡Oh ovejas de Jesucristo! ¡Oh siervos de Jesucristo! ¡Qué guarda tenéis! ¿Qué habéis?, decid. ¿Qué teméis? Ya ha muerto el diablo, ya no hay lobo; ya no hay que temer. ¿Quién, si seguís a Jesucristo, os podrá derribar de donde Él os pondrá? Si os ha puesto en gracia, y con ella no estáis fuertes, poneros ha muncha más, para fortaleceros. Alegraos, que, si alguna vez cayeres, buen pastor tenéis que volverá y os sacará del barranco. ¡Qué placer tenía el diablo cuando vio caído a David! Pero como David era oveja de Dios, aunque abarrancase, le dijo: “No te alegres, que buen pastor tengo, que no me olvidará; él me sacará de donde yo estoy”.
Piensa, ovejita; piensa, pecador, que si te quieres poner, si quieres volver al rebaño del Señor, que de tu pecado sacará el Señor misericordia. Para todos habrá remedio bueno. Espera en su misericordia y en su pasión. Piensa, si te hallas fuera de la manada, qué es lo que pasó por ti, si te hallas fuera de la manada, qué es lo que pasó por ti, para traerte a pacer en su dehesa. Piensa cuánto desea darte su yerba, y no tendrás temor de venir a Él coja o como quiere que estuvieres, a que te cure. Y si te hallas que has caído, yendo cansada, de esa caída hallarás la gran misericordia del pastor; aunque hayas pecado hallas y hallarás misericordia. Y esto si no te vas tú. Y si te vas, dice Agustín que miris modis reddit Deus voluntarios, por mil maneras, por muy maravillosas maneras hace Dios que el hombre le quiera. Se le va la oveja, y Él con predicadores, con misericordias, con halagos, con amenazas, con enfermedades, miris modis, de muchas e infinitas maneras os llama.
-¡Oh qué guarda! ¡Oh qué pastor! ¡Oh que pasto! ¡Y qué palabras: No morirá para siempre! ¿Quiénes son estos que tanta guarda tienen? ¡Quién son los que oyen esto? -_Ovejas de Jesucristo. – ¡Oh siervos de Dios! ¡Oh amadores de aquella suma Bondad!¡Y qué os está aparejado! Pluguiese a Dios que pudiésemos decir. “Todos cuantos aquí estamos somos ovejas de Dios. ¡Si pudiésemos decir: todos hemos de gozar de Dios, todos hemos de ser guardados de tal pastor, ninguno se perderá para siempre!” ¿Quién oye esto, que no se hace amigo de Dios? ¿Quién no desea ser su oveja?
-Pues, padre, ¿qué prenda tenemos para conocer esto será así, que seremos apacentados? –San Pablo: nos ha dado Dios el Espíritu Santo. Gran señal tenemos, pues que nos ha dado el Señor aquel fuego que abrasa, aquel fuego que hace encender el corazón y subir a los montes altos, aquel viento que lleva la nave adonde Él va, aquel amor, aquella caridad encendida, aquella lumbre que ni hambre, ni tribulación ni angustia, ni desnudez, ni peligro, ni persecución, ni cuchillo, la puede apartar de Dios. En las persecuciones, nuestro; en cárceles, con nosotros; en hambre, nuestra hartura; en el peligro, nuestro amparo; en la persecución, nuestro consuelo. ¿Quién nos tiene de apartar de Jesucristo?
Si el mundo nos ensalzare: Jesucristo está en la cruz por nosotros, ¿quién nos ensalzará? ¿Cómo podrá la ovejita decir que puede o decir que quiere ser honrada, viendo al Señor en la Cruz, muriendo deshonrado de todas las gentes? La muerte no nos apartará del Señor. ¿Qué vida nos podrá apartar de la muerte del Señor? ¿Qué muerte nos quitará la vida sempiterna? no habrá cosa que nos aparte del Señor. Nos ha enviado Dios el fuego que tanto abrasa, que no hay agua que lo apague. Ángeles no me lo quitarán. Pues luego grande prenda tenemos.
Lleguemos al Señor; bebamos de su fuente; apacentémonos en sus prados; amémosle. Sacaréis aguas que beber de las fuentes del Salvador, dice Isaías. Refrescaréis vuestras llagas; lavaréis lo podrido; beberéis de aquella agua suavísima que da vida; y si os hallares fatigados, tiene Dios unos montes muy altos, que da el sol en el lado de ellos, y de la otra parte hace sombra y frescura. Sentaos a su sombra. Llegaos al Señor y decíd, Debajo de la sombra me asentaré, allí me repastaré, allí descansaré y me quitaré el sudor. Da en aquellos montes el sol de justicia, y por la otra parte hace sombra el sol de misericordia. Miraré al Cordero sin mancilla, miraré aquel Dios omnipotente, que por nosotros, sin deber nada, quiso ser azotado y escarnecido, y sobre todos sus trabajos y angustias, crucificado. Me sentaré yo a esta sombra. Miraré las frescuras de ella; miraré las esperanzas y consuelos que hay en ella para pasar mi camino refrigerando mis llagas, rociando mis pasiones, consolándome con el desconsuelo que por mí el Señor pasó, y mirando que mi pastor, sólo por sacar de mi ánima de entre las espinas, porque no me espinase, quiso Él entrar en ellas y espinarse.
Debajo de la sombra me asentaré y allí descansaré para ir tras mi pastor. Oye oveja del Señor su voz y sígueles, y le dice el Señor: Yo les doy la vida eterna y nunca perecerán, y no habrá nadie que las arrebate de mi mano. ¡Oh dichosas ovejas que en su fortísima mano están! ¡Oh cristiano! Mira quién te guarda; mira: si eres oveja de Jesucristo, segura estás del lobo. Él dice: No habrá nadie que me las pueda tomar; no será bastante el demonio para derribarla, que ni mano está.
-Señor, ¿tan gran poder tenéis vos, que no os la arrebatará nadie? – Sí, que grande poder tengo, porque estas ovejas son de mi Padre, y yo y mi Padre unum sumus, mi Padre es muy poderoso; no habrá nadie que me las pueda quitar. -¡Oh! ¡Bendígante los ángeles, Señor, que tan buen pastor eres, y que a tanto recaudo pones tus ovejas, que no hay cosa bastante par derribadlas! ¿A dónde están ahora los pastores? ¿A dónde los prelados, que así velen su ganado, que puedan decir como el Señor: No me las arrebatará nadie? Consuelo grande es del cristiano que oveja de Jesucristo.
Si oyes la voz de tu pastor y le sigues, él te seguirá, él te guardará que no perezcas para siempre. Darte ha a beber de aquellas aguas dulces; apacentarte ha en los montes altos; tenerte ha de tal manera, que no haya quien te pueda empecer, no habrá quien te arrebate de su mano. ¡Hermanos! Por la sangre suya y por su pasión, que miremos si somos ovejas suyas, para que, conociendo su dehesa y paciendo su yerba, nos dé aquí su gracia y después su gloria, ad quam nos perducat. Amen.
(San Juan de Ávila. Sermones, Ciclo Temporal. Obras completas. BAC- Madrid.1970. 259 – 264)
P. Carlos M. Buela, I.V.E.
¿Qué hay que hacer para no tener vocaciones?
«Anti–homilía» pronunciada por el p. Carlos Miguel Buela,
el domingo IV de Pascua, XXXVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones,
en el Seminario «María, Madre del Verbo Encarnado» (1999) .
(…)
Hoy, 4to. Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia toda reza por las vocaciones. En este día quiero decirles lo que, a mi modo de ver, hay que hacer para no tener vocaciones, es decir, les voy a decir LO QUE NO HAY QUE HACER.
- Acerca de la captación vocacional:
Como «la vida engendra la vida», la manera más eficaz para que no se despierten vocaciones de especial consagración es formar comunidades sin vida, sin ningún entusiasmo, lo cual se logra con una pastoral de mantenimiento, que es lo mismo que la pastoral del «no hagan olas». Sin incisividad, sin actualidad, sin contacto con los seres concretos de carne y hueso, de esta época. En fin, una pastoral nominalista, de escritorio, una pastoral de espera y no de propuesta, una pastoral superficial que no cale hondo, una pastoral no entusiasmante.
Para ello el sacerdote no debe ser padre, no debe ser hermano, ni amigo, ni pastor. Así no trasmitirá vida, ni fraternidad, ni amor de amistad, ni dará la vida por nadie. Lo cual se logra al no tener fe viva, ni esperanza invencible, ni caridad ardiente. Así se vivirá un cristianismo triste, sin grandes ideales, burgués, formalista, exterior. Sin frutos notables.
Ayuda mucho para ahuyentar las vocaciones presentar las dificultades del ministerio sacerdotal y de la vida religiosa como insuperables, no creyendo que la gracia de Dios puede más que todas las dificultades. También ayuda el dar la impresión de que hay que ser digno para poder pensar en una eventual vocación (¡como si hubiese alguien digno!).
- Acerca de la naturaleza de la vocación :
No creer que las vocaciones consagradas son obra de Dios, sino obra de los hombres, obra meramente humana. Este es el punto crucial. De esta manera, rezar para que Dios envíe vocaciones no será lo más importante. A lo más, algunos rezarán como los mesalianos sin poner medios eficaces para alcanzar lo que piden. Se privilegiará la propaganda publicitaria, incluso con mucho mal gusto, algunas poco inteligentes, otras ridículas, otras irreverentes, otras irreales, otras hilarantes. Les ofrezco algunos ejemplos que pueden tener en cuenta:
- a) Quizás puedas editar una propaganda vocacional acompañada de viñetas con mensaje «subliminal» como esta: «Si no sabes hablar (figura de un tartamudo); si crees tener poca edad (dibujo de un bebé); si te sientes incapaz (dibujo de un niño que no puede levantar una torre con sus cubos); si te sentís débil (dibujo de un debilucho tirado en el piso); atado; confundido; poco importante (dibujo de una persona escondida en un tacho de basura); ¡PERO!, estás en búsqueda, te importan los demás y quieres entregar lo más grande que tienes, ¡VEN Y SÍGUEME! Firmado: Jesús. ¡PIÉNSALO! STOP»;
- b) O tal vez, para mayor marketing puedes probar con esta propaganda vocacional de USA: «WE’RE LOOKING FOR A FEW STRONG MEN!» («¡ESTAMOS BUSCANDO HOMBRES FUERTES!»). Sale una foto de un sacerdote vistiendo de blue jeans, con gorra roja, camisa escocesa sobre una negra camisa clerical con riguroso clergyman –condición necesaria, a pesar del ridículo, para identificar al personaje como sacerdote–, con sus pies en remojo en un fuentón, lo que probablemente quiera indicar su cansancio tras una larga caminata con sus jóvenes campamenteros, que le asedian por arriba, por el costado… uno con una mochila, otro con una caña de pescar, otro jugando con una viborita… Y el sacerdote mirando hacia arriba, resignado, como diciendo: «¡lo que tengo que aguantar!»;
- c) O tal vez con esta otra: «DIOS AL TELÉFONO». «¿Qué pasa con tu número cuando Dios te llama? “OCUPADO”. Más tarde, Señor… Ahora estoy ocupado. Cuando termine. Tal vez, mañana. “SIN TONO”. Fuera de onda. Desconectado. Apático. Frío. Desganado. “EQUIVOCADO”. No… No soy yo… –número equivocado. No insista. Cuelgue por favor. “NO CONTESTAN”. Timbre insistente. Silencio. Egoísmo. Sordera para Dios. Rechazo. “COLGARON”. Clic! ¡No! Ruptura con Dios. Desamor. Diálogo interrumpido. En cambio, cuando Él te hable, para lo que sea, contéstale: Hola… sí, soy yo. Te escucho. Aquí estoy. Habla Señor. Sí… Sí… como quieras, así sea, con todo gusto. Por Ti, mi Dios, por mi hogar, por mi Patria, por el mundo. Hasta luego… Señor»;
- d) Otra propaganda presenta a religiosos vestidos correctamente con sus respectivos hábitos clericales (sotana, baberito, crucifijo, o rosario con los quince misterios…), cuando en realidad algún que otro anciano de tales congregaciones usa todavía el hábito propio, que tanto llaman la atención y tanto agrada su uso entre los fieles, abandonado por los de menos edad, que han preferido a cambio una crucecita en la solapa, ¡cuando mucho…!;
- e) Otra: «More Life than you Ever Imagined…» («Más vida que la que te hayas imaginado…»). A continuación, una foto realmente inimaginable de cuatro monjas mayores: una tocando una corneta, otra un violín, otra una guitarra, otra una mandolina. Seguidamente, la invitación: Is God inviting you to consider the … life?» («¿Acaso Dios te invita a que consideres la vida…?»);
- f) Y por último, aunque hay muchos ejemplos más, un dibujo de un físico culturista que podría ser Silvester Stallone o un Arnold Schwarzenegger levantando con los brazos extendidos y tensos por encima de la cabeza una barra con enormes pesas en los extremos, con la siguiente inscripción: «La Iglesia necesita de gente valiente y decidida. ¿Piensas tú que Cristo dijo éstas palabras a gente débil? “El Reino de Dios se alcanza a la fuerza y solamente los esforzados entran en él”. SI QUIERES ACEPTAR EL DESAFÍO QUE CRISTO TE OFRECE, ESCRÍBENOS O ACÉRCATE A:…».
Una mera propaganda externa, de muy poco sirve, para despertar vocaciones.
Si la vocación no es obra principalmente de Dios, no se han de buscar seguidores exclusivamente de Jesucristo, sino obsecuentes de uno mismo. Pretender que sigan a una mera persona humana es la mejor disposición para que no nos siga nadie. Sólo el seguimiento exclusivo de Jesucristo hace posible que el hombre, varón y mujer, se decida y persevere en una vocación que excede las fuerzas humanas.
Para no tener vocaciones, deben presentar la vida sacerdotal y religiosa color rosa. Todo consolación y resurrección. Toda alegría y comprensión. Todo éxitos, bonanza y facilismo. No decir nunca que es cruz, y después cruz, y por último, cruz, y siempre, cruz. Y que hay que estar dispuestos a crucificarse con Cristo, día a día, minuto a minuto. Y que hay mucho para penar, para dolerse y para llorar porque los sacerdotes son «los ojos de la Iglesia, cuyo oficio es llorar los males todos que vienen al cuerpo» .
Para no tener vocaciones, deben coaccionar a los candidatos buscando, indebidamente, convencerlos de que tienen vocación (aún cuando se vea que no tienen idoneidad). Es decir, teniendo por el candidato un interés que se ve que Dios no tiene (porque si no tiene idoneidad es porque Dios no se la dio). Y con melindres, suspicacias y sutilezas no aconsejarle, vivamente, que no entre o que salga, cuanto antes, del Seminario. Esos que claramente no tienen vocación serán ocasión de que muchos otros la pierdan. Y los superiores que no cuiden, tempestivamente, que sólo queden los que tienen vocación probada, al perder la confianza de los buenos en su capacidad de discernir las vocaciones, también se convierten en ocasión de que otros la pierdan. No hay cosa, tal vez, que haga perder más vocaciones en los Seminarios, que los superiores cuando se vuelven «perros mudos» .
Aunque, a decir verdad, la costumbre más extendida es dilatar la entrada, justamente, porque no se cree o se duda de que es Dios el que llama. Cuando llama Dios se requiere una respuesta al estilo de los Apóstoles: Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron (Mt 4,20), y San Pablo: …al instante, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre… (Ga 1,16). Cuando se pretende que las vocaciones maduren en el mundo, el mundo, generalmente, se traga las vocaciones.
Incluso hay algunos que directamente dicen que un candidato no tiene vocación y no por que hayan comprobado que no hay idoneidad, sino por otras razones subjetivas de ellos. Porque les parece, por pálpito, por corazonada, por no simpatizar con el candidato, o porque creen que tienen el don de la cardiognosis. Si son jóvenes porque son jóvenes; si mayorcitos porque tienen mucha edad. Conocemos el caso de Jean Luc:
– «Vos pensás que tenés vocación porque tu hermano es sacerdote», le dijo un obispo;
– «Pero yo entré primero al Seminario»;
– «¡¿?!… Sé un buen laico».
En la actualidad es el primer sacerdote incardinado en un país de Asia Central.
- Acerca de la pastoral vocacional:
Seguir haciendo esa suerte de reclutamiento o leva masivos, sin discernimiento, o sea, sin hacer selección. O peor aún, tener discernimiento estrábico, es decir, hacer selección, pero al revés, desechando a los buenos y aceptando a los que no tienen subiecto. Algunos ponen límites artificiales, como la edad, los oficios, la historia precedente… y multiplican, sin ton ni son, las normas para la admisión, de tal modo se crean, de hecho, impedimentos insalvables. Por ejemplo:
– «NN. dice que no hay que ordenar hasta que el candidato tenga 28 años (El Código de Derecho Canónico pide sólo 25 años), pero yo pienso que tendría que exigirse tener 30 años porque recién allí se puede considerar maduro a un candidato y se puede esperar más en su perseverancia».
– «¿Usted propone hacer lo que hacen los jesuitas?».
– «Eso mismo, ¡hombre!, ¡qué formación tienen!»,
– «Pero, ¡durante el generalato del P. Arrupe dejaron el ministerio más de 12.000 jesuitas ordenados a los 30 años!
– «¡¿?!».
Por ejemplo, algunos dicen que si ya entró algún familiar no hay que dejar entrar a otro porque está influenciado por el primero. No dejan entrar a los primos hermanos, con lo que no tendrían vocación apostólica los Apóstoles Santiago y Juan, primos hermanos del Señor; ni tampoco si son hermanos, con lo que no tendrían vocación apostólica Pedro y Andrés, Santiago y Juan; otros no aceptan a los hijos únicos, con lo que si nuestro Señor hoy pidiese entrar a un Seminario no sería admitido.
O afirmar rotundamente: «Aquí por tres generaciones no habrá vocaciones» (menos mal que no pensó así nuestro Señor, ni los Apóstoles; todavía se estaría por fundar la Iglesia).
Nunca digan –«aquellos, de tal Congregación, son malos», porque les harán una propaganda gratuita y tendrán muchas vocaciones y después tendrán que inventarse excusas para justificar su esterilidad, y dirán: «ambiente cálido»…, «los atraen con música y deporte…», «ahora se los ve bien, pero ¿dentro de 50 años…?», «les lavan el cerebro», «algo raro hacen, donde van tienen vocaciones y nosotros ninguna»…
Lo que voy a decir ahora es infalible para no tener vocaciones: ¡dejar que el Seminario se llene de tipos «alcanzame la polvera»! Cuando lleguen a formar grupo verás como proliferan las murmuraciones, los despechos, los resentimientos, verás un clima de intrigas palaciegas y suspicacias retorcidas, se pincharán con la pestaña todo el día, los verás meneándose acompasadamente y murmurando de cuanto se les cruce por delante y, entonces: ¡Chau, misión! Y los que se respeten un poco se irán y no tendrás que estar dando de comer a 150 seminaristas hambrientos. En algunos lados se prefiere a los «masculinos, pero no fanáticos (los demasiado delicados)» porque piensan que no les traen problemas y los pueden manejar a gusto, y rechazan a los que tienen personalidad, porque tienen miedo que quieran pasar por encima de su autoridad.
- Acerca de la formación:
Este tal vez sea el punctum dolens del tema, como dijera Juan Pablo II: «…es preciso encontrar para estas vocaciones una formación adecuada. Diría que la condición de una verdadera vocación es también una formación justa. Si no la encontramos, las vocaciones no llegan y la Providencia no nos las da» .
Tener un equipo de formadores heterogéneo y si son de tendencias contrapuestas, mejor aún, así los seminaristas podrán hacer como suelen hacer los hijos de padres separados, que piden permiso a uno y a otro, hasta obtener lo que quieren. Aunque también se da la postura contraria, una homogeneidad tal que impida toda legítima diversidad, cortando a todos por un mismo molde. La exclusión de las legítimas diferencias, siempre produce marginados, a los que luego fatalmente tendrán que discriminar, y se convierten, finalmente, en excluidos.
Los superiores deben ser distantes: atendiendo a los seminaristas desde detrás del escritorio. Que pongan énfasis en lo meramente exterior y secundario. Que sean mentirosos, de tal manera que nadie les crea y se destruya la convivencia concorde. Que desarrollen en el Seminario un clima policial, de espionaje, de delación, de acepción de personas. Que sean avinagrados, de mal humor. Que se les deba rendir pleitesía. Que desconfíen de todos ya que la desconfianza por sistema hace desaparecer las relaciones filiales, fraternas y paternales, propias de un clima de familia. De manera especial, que no vivan la virtud de la eutrapelia, de tal manera que estén todos tensionados, con stress, como quien dice, trepándose las paredes. No alentar el canto y menos el canto con júbilo, o confundir los roles: en la Misa cantos folklóricos, de campamento, o profanos; y en el comedor, polifónicos o gregoriano. Hay una cierta gnosis musical, que ayuda a mezclar las cabezas.
En lo doctrinal: instalar la convicción de que está todo en crisis, que no hay certezas sobre nada, que todo es opinable, que sólo vale la búsqueda, pero siempre que no se encuentre nada, dedicar grandes panegíricos a las ideologías de moda, al último artículo de teología que apareció en la última revista de última. Si alguno cae en el pecado imperdonable de tener alguna certeza, sin más echarlo, porque es un soberbio. La Biblia que sea todo midrash y hay que desmitologizarla, o sea, nada de histórico ni de sobrenatural. Nada de metafísica, ni de estética. Sólo sentimientos y el kitsch, el mal gusto. Nada de Santo Tomás, aunque es más elegante nombrarlo un poco, dándoles a los jóvenes la impresión de que lo conocen. No hay nada más explosivo que las mezclas gnósticas que producen cabezas gnósticas.
En lo espiritual: trabajar para que no tengan «motor propio», en especial, no dándoles una auténtica espiritualidad sacerdotal, tan sólo, a lo más, un barniz de espiritualidad laical. Nada de los clásicos de la espiritualidad, basta y sobra con algunos de los caracterizados best–seller sincretistas de moda. Que no haya recia disciplina, que cada uno elija la hora en que quiere levantarse, si participar o no de la Misa y demás actos de oración. Que los ejercicios espirituales sean compartidos entre todos, sin silencio y sin penitencia.
Borrada la espiritualidad sacerdotal, hay que atosigarlos con toda la problemática temporal, que es directa competencia de los laicos. Que desaparezca de sus vidas el horizonte de lo sobrenatural. Así dejaran de tener motivos válidos para una vocación de especial consagración. Para ello, también sirve mucho jugar con lo sagrado, ridiculizar, ironizar, hacer chistes con las cosas sagradas: Biblia, Tradición, Magisterio, Santos Padres, Doctores, Liturgia, los Santos, la virginidad consagrada… todo lo sagrado hay que hacerlo, dosificadamente, ocasión de burla. Cuando se logre que jueguen con lo sagrado, nada tendrán por sagrado y ni su vocación, ni sus personas, ni sus promesas serán sagradas. Hay que trabajar para que no pierdan el tiempo pensando en la eternidad, en las postrimerías, ya que, como toda verdadera vocación de especial consagración constitutivamente está como entretejida con lo eterno, quitado este, desaparece aquella.
Que no ayuden en concreto a los pobres, porque si no la opción preferencial por ellos deja de ser ideología y vivir en concreto la caridad con los más necesitados les dará un corazón sacerdotal compasivo con las necesidades del prójimo. Y por atender a sus pobres Dios te dará vocaciones y la perseverancia de las mismas.
De manera especial, hay que evitar por todos los medios que se les predique sobre la presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía, y particularmente, sobre el hecho de que la Eucaristía es sacrificio. Como el acto principal del sacerdote es el sacrificio , quitándoseles el sacrificio pierde su razón de ser el querer ser sacerdotes (por eso en estos tiempos, la única gran religión monoteísta que tiene sacerdotes es el cristianismo –los católicos y los ortodoxos son los únicos que tienen sacerdocio válido–, mientras que los judíos y los musulmanes no tienen sacerdocio, porque no tienen sacrificio; los rabinos y los muecines sólo tienen oficio magisterial). Si no le tienen una gran devoción a la Eucaristía, no hay manera de que aprendan lo que es la caridad cristiana, ni el peso incalculable de la eternidad , ni la audacia y generosidad requeridas para la aventura misionera del «Ite…».
Enseñarles una pastoral que maltrate a la gente, al pueblo sencillo y fiel, que les hagan sentir la autoridad, que desconfíen de todos diciéndose: «a mí nadie me va a engañar». Que no visiten a las familias de sus apostolados, ni jueguen con los niños y jóvenes. Hay que borrar de sus jóvenes corazones todo pensamiento misionero. Si no quieren a nuestro pueblo, ¿cómo van a querer a otros que, para colmo, hablan otras lenguas?
Enseñarles a tener mucha familiaridad con las chicas, así suelen formarse matrimonios católicos, de los que tenemos más necesidad que de vocaciones consagradas.
Enseñarles que los laicos deben ocupar el lugar de los sacerdotes y que lo hacen con más solvencia. De tal manera que se mezclen los papeles .
Que no sepan cocinar, que no laven su ropa, ni limpien sus habitaciones, que no sean peluqueros, ni mecánicos, ni electricistas, ni cuiden de la chacra, ni trabajen en la imprenta… Y mejor dejarlos los tres meses de vacaciones en su casa. Pero si los obligan a un mes de convivencia, que esta sea aburrida: nada de trepar las altas cumbres y descender a abismos peligrosos, nada de descubrir nuevas picadas, nada de deportes terrestres, náuticos o aéreos como los hacen jóvenes de la misma edad… esas convivencias se convierten en una aburridera fenomenal y sólo será una combinación de mate, cigarrillos, lecturas del autor que esté de moda en el Seminario y faltas de caridad. Clima ideal para obstaculizar las vocaciones.
Y experimentar siempre, todas las cosas, aún las más evidentes. Total, los seminaristas son como los cobayos. En el experimentar cosas nuevas, sobre todo si son utopías, muchos quedarán en el camino.
Finalmente, queridos Padres, para no tener vocaciones, no tienen que hacer caso a los documentos del Concilio Vaticano II que tratan especialmente sobre cómo se debe formar integralmente a los futuros sacerdotes (no se olviden que estoy usando el género oratorio y literario, que podríamos llamar, «antifrástico»). No tienen que hacer caso de los documentos papales de Juan Pablo II al respecto . Para no tener vocaciones, tampoco tienen que hacer caso de los documentos de las Congregaciones Romanas, por ejemplo, a los documentos emitidos por la Congregación para la Educación Católica . Tampoco deben tener en cuenta lo propuesto por los otros dicasterios de la Santa Sede . Para no tener vocaciones, deben hacer caso omiso a las indicaciones de los documentos del C.E.L.A.M. . Y no tienen que hacer caso de los documentos de la Conferencia Episcopal Argentina al respecto .
Cuando hagan todo esto y tengan que cerrar sus Seminarios por quedarse sin seminaristas, mírense ufanos en el espejo y ensayen varias veces en voz alta, para después repetirlo innumerables veces: «Los Seminarios Mayores son un invento del Concilio de Trento y están superados, ¡ya no sirven para nuestra época!».
Que la Santísima Virgen les dé a entender que tienen que hacer, exactamente, lo contrario.
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Notas
En rigor de verdad es un anti–sermón, porque mi finalidad es mover a los que me escuchan a que NO HAGAN NUNCA lo que voy a decir. Además, como estos son tiempos de peligros y asechanzas, para que no se me interprete mal, y para no herir suspicacias, desde el comienzo declaro que sólo me dirijo a los miembros de nuestros Institutos; no pretendo hacer ningún tiro por elevación, ni referirme a otras instituciones, ni criticarlas. Corresponde que diga la frase cliché: «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia». Pero aún más. Para evitar cualquier malentendido y evitar efectos no queridos y no buscados, me voy a dirigir solamente a los Rectores de nuestros Seminarios mayores.
Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones» L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
San Juan de Ávila, Escritos sacerdotales (Madrid 1969) 209.
cfr. Is 56,10.
Juan Pablo II, «Diálogo con los periodistas en el vuelo Roma–Montevideo», L’Osservatore Romano 25 (1988) 443.
Santo Tomás de Aquino, STh, III, 22, 4: «…in sacrificio offerendo potissime sacerdotis consistit officium».
cfr. 2Cor 4,17.
No tener en cuenta, por ejemplo, de la Congregación para el clero, Consejo Pontificio para los laicos y otros Dicasterios, Instrucción sobre algunas cuestiones relativas a la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes (15 de agosto de 1997).
Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros «Presbyterorum Ordinis» (1965); Decreto sobre la formación sacerdotal «Optatam Totius» (1965).
Juan Pablo II, exhortación apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis» sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual (25 de marzo de 1992); exhortación apostólica «Vita consecrata» sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo (25 de marzo de 1996); carta apostólica «Los Caminos del Evangelio» a los religiosos y religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo (29 de junio de 1990).
Normas básicas de la formación sacerdotal (la «Ratio studiorum») (1970); La enseñanza de la filosofía en los Seminarios (1972); Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal (1974); La formación teológica de los futuros sacerdotes (1976); La enseñanza del derecho canónico para los aspirantes al sacerdocio (1977); Instrucción sobre La formación litúrgica en los Seminarios (1979); Carta Circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los Seminarios (1980); Orientaciones educativas sobre el amor humano (1983); La pastoral de la movilidad humana en la formación de los futuros sacerdotes (1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1986); Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social (1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1988); La Virgen María en la formación intelectual y espiritual (1989); Instrucción sobre El estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal (1989); Directrices sobre la preparación de los formadores en los seminarios (1994).
Secretariado para la Unión de los Cristianos, El ecumenismo en la formación superior (1970); el más reciente promulgado en conjunto por la Congregación para la Educación Católica y el Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos; o el documento de la Congregación para la Doctrina de la fe, La vocación eclesial del Teólogo; el Documento conclusivo del II Congreso Internacional de obispos y otros responsables de las vocaciones eclesiásticas (1981) y Diez años después (Síntesis), (1992); Potissimus institutionis, de la CIVCSVA (1990), Nuevas vocaciones para una nueva Europa (1998).
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano; Documento de Puebla en los nn. 659–776; IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, Conclusiones, nn. 65–93.
Normas para la formación sacerdotal en los Seminarios de la República Argentina (1984); La formación para el sacerdocio ministerial. Plan para los Seminarios de la República Argentina (1994).
P. Carlos M. Buela, I.V.E.
Juan Pablo Magno y las vocaciones
Queremos ofrecer una selección de textos que manifiestan el pensamiento del Papa Juan Pablo II sobre las vocaciones sacerdotales y religiosas. Y algunas reflexiones que nos inspira, ya que su espléndido magisterio siempre fue para nosotros fuente fecunda en que abrevamos nuestra sed de fidelidad al Señor.
Importancia.
Debe decirse que el problema de las vocaciones sacerdotales –y también de las religiosas, tanto masculinas como femeninas– es el «problema fundamental» de la Iglesia: «por el que tengo mucho interés de modo muy especial», «que requiere mayor atención», «central», «del futuro», «vital».
«El problema de las vocaciones afecta a la vida misma de la Iglesia».
El tema de las vocaciones «afecta a la Iglesia en una de sus notas fundamentales, que es la de su apostolicidad».
«Escasez de clero quiere decir escasez de aquellos que celebran la Eucaristía».
Número.
Es falso creer que no hay vocaciones; muy por el contrario, hay muchas: «la vocación está en germen en la mayoría de los cristianos»; Dios «siembra a manos llenas por la gracia los gérmenes de vocación»; incluso «numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas (germinan) en este primer encuentro con Cristo» (refiriéndose a la Primera Comunión).
Búsqueda.
Las vocaciones existen, pero hay que buscarlas. «Dios llama a quien quiere por libre iniciativa de su amor. Pero quiere llamar mediante nuestras personas… No debe existir ningún temor en proponer directamente a una persona joven, o menos joven, las llamadas del Señor». «El Señor es siempre el que llama, pero es preciso favorecer la escucha de su llamada y alentar la generosidad de la respuesta». Al Padre Alberoni le pareció que Jesucristo le decía: «Tú puedes equivocarte, pero yo no me equivoco. Las vocaciones vienen sólo de mí, no de ti; este es el signo externo de que estoy con (vosotros)». Buscar las vocaciones es, también, proponerlas: «…con pasión y discreción, sed despertadores de vocaciones» . Cristo habitualmente «llama a través de nosotros y de nuestra palabra. Por consiguiente, no tengáis miedo a llamar. Introducíos en medio de los jóvenes. Id personalmente al encuentro de ellos y llamad». La pastoral vocacional es la misión de la Iglesia «destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio».
Comunidades vivas.
«La familia, iglesia doméstica, es el primer campo donde Dios cultiva las vocaciones. Por ello hay que saber que una recta y esmerada pastoral familiar es de por sí vocacional. Hay que formar a los padres en la generosidad para con Dios si llama a alguno de sus hijos, aún más, enseñarles a pedir en favor de la Iglesia para sus hijos tan inestimable don».
«Un criterio… para decir que una parroquia, una comunidad católica, es realmente madura, es que debe tener vocaciones. Con las vocaciones sacerdotales, y las otras, se mide la madurez de una comunidad, de una parroquia, de una diócesis». «Toda comunidad ha de procurar sus vocaciones, como señal incluso de su vitalidad y madurez. Hay que reactivar una intensa acción pastoral que, partiendo de la vocación cristiana en general, de una pastoral juvenil entusiasta, dé a la Iglesia los servidores que necesita». «Al terminar este encuentro breve, deseo dirigirme idealmente a todos los religiosos y sacerdotes que viven serenamente día a día su vocación, fieles a los compromisos adquiridos, constructores humildes y escondidos del Reino de Dios, de cuyas palabras, comportamiento y vida irradia el gozo luminoso de la opción que hicieron. Son precisamente estos religiosos y sacerdotes, los que con su ejemplo aguijonearán a muchos a acoger en su corazón el carisma de la vocación». «Los institutos religiosos deben mantener un sentido firme y claro de su identidad y misión propias. Un estado continuo de cambio, una incoherencia entre cómo se expresan los valores e ideales, y cómo se viven de hecho, un excesivo ensimismamiento e introspección, un énfasis exagerado en las necesidades de los miembros como opuestas a las necesidades del Pueblo de Dios, frecuentemente son obstáculos fuertes para aquellos que sienten la llamada de Cristo: ven y sígueme (Mt 19,21)».
«Las vocaciones son la comprobación de la vitalidad de la Iglesia. La vida engendra la vida…; son también la condición de la vitalidad de la Iglesia… Estoy convencido de que –a pesar de todas las circunstancias que forman parte de la crisis espiritual existente en toda la civilización contemporánea– el Espíritu Santo no deja de actuar en las almas. Más aún, actúa todavía con mayor intensidad».
Formación.
Sin buena formación Dios no bendice con abundancia de vocaciones. Hay «que hacer intensos esfuerzos por fomentar las vocaciones y procurar la mejor formación sacerdotal posible en los seminarios. Abundancia de vocaciones y una eficaz formación de los seminaristas: he aquí dos pruebas de la vitalidad de la Iglesia». «Lo que hay que hacer es buscarlas y luego, cosa muy importante, es preciso encontrar para estas vocaciones una formación adecuada. Diría que la condición de una verdadera vocación es también una formación justa. Si no la encontramos, las vocaciones no llegan y la Providencia no nos las da».
Pareciera que algunos no tienen vocaciones por la tentación de laicizar el sacerdocio, o sea, por mala formación. Podemos mirar confiadamente hacia el futuro de las vocaciones, podemos confiar con la eficacia de nuestros esfuerzos que miran a su florecimiento, si alejamos de nosotros de modo consciente y decisivo esa particular «tentación eclesiológica» de nuestros tiempos que, desde diversas partes y con múltiples motivaciones, trata de introducirse en las conciencias y en las actitudes del pueblo cristiano. Quiero aludir a las propuestas que tienden a «laicizar» el ministerio y la vida sacerdotal, a sustituir a los ministros «sacramentales» por otros «ministerios» juzgando que responden mejor a las exigencias pastorales de hoy, y también a privar a la vocación religiosa del carácter de testimonio profético del Reino, orientándola exclusivamente hacia funciones de animacion social o incluso de compromiso directamente político. Esta tentación afecta a la eclesiología, como se expresó lúcidamente el Papa Juan Pablo II: «…en este punto, lo que nos aflige es la suposición, más o menos difundida de ciertas mentalidades, de que se pueda prescindir de la Iglesia tal como es, de su doctrina, de su constitución, de su origen histórico, evangélico y hagiográfico, y que se pueda inventar y crear una nueva Iglesia según determinados esquemas ideológicos y sociológicos, también ellos mutables y no garantizados por exigencias eclesiales intrínsecas. Así vemos a veces cómo los que alteran y debilitan a la Iglesia en este punto no son tanto sus enemigos de fuera, cuanto algunos de sus hijos de dentro, que pretenden ser sus libres fautores».
Pareciera que sigue siendo verdadero lo que nos advierte San Alfonso: «…adviértase que si el seminario está bien dirigido será la santificación de la diócesis, y si no lo estuviere será su ruina… ¡Cuántos jóvenes entran en el seminario como ángeles y en breve tiempo se truecan en demonios!… Y sépase que de ordinario en los seminarios abundan los males y los escándalos más de lo que saben los obispos, que las más de las veces son los menos enterados». Por eso no es de asombrar que los jóvenes prefieran aquellos seminarios donde tienen la seguridad de que los han de formar bien. Quien quiere entregar toda su vida al Señor no está dispuesto, generalmente, a que se la hagan despilfarrar. Muy pocos son los que se entusiasman por dejar el mundo, para encontrar más mundo en el seminario.
En estos tiempos de pocas vocaciones, muchas veces los que no las tienen, consideran que es pecado el tener muchas vocaciones, y atacan despiadadamente a quienes las tienen. Por eso hay que saber ser santamente decidido en no tolerar nada que las pueda impedir. Para ello hay que estar dispuesto hasta el martirio, si fuere necesario, sabiendo mantener una firmeza inquebrantable para ser fiel a Dios, que es el Autor de toda vocación y el principal interesado en su florecimiento. Dicho de otra manera, no hay que poner impedimentos a la obra de Dios. Si no bendice con abundantes vocaciones, es que estamos poniendo obstáculos a la acción de su gracia. Decía San Juan Crisóstomo: «Hay muchos y hay pocos sacerdotes; muchos de nombre, pero pocos por sus obras» y esta es la razón principal de la escasez de vocaciones sacerdotales.
Y así como Dios es generosísimo en suscitar vocaciones cuando se dan las condiciones adecuadas, así hay que ser generosos en enviar las vocaciones ya florecidas, en sacerdotes y religiosas, a donde sea necesario, teniendo la certeza de que «Dios no se deja ganar en generosidad por nadie», que siempre será verdad que el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia (2Cor 9,6).
El «centro de toda pastoral vocacional» es la oración. «Es el valor primario y esencial en lo que respecta a la vocación». La vocación es don de Dios ofrecido libremente al hombre y «se coloca por su naturaleza en el plano del misterio»; es un misterio de fe y de amor. Por eso enseñó nuestro Señor Jesucristo: Rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies (Mt 9,37 ss; Lc 10,2).
No hay nada superior.
Cualquier profesión humana lleva a las criaturas, y se ocupa de asuntos terrenos, y sólo indirecta y ocasionalmente conducen a Dios. Pero el oficio sacerdotal tiene como ocupación primordial el conducir a las almas a Dios y a su Iglesia, y de ahí le viene su grandiosidad: «¿Has pensado alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees que puede existir algo más grande que atraer a los hombres y a las mujeres a Cristo?».
Amor de Dios.
La vocación es amor que sólo puede ser devuelto con amor: «Una vocación religiosa es un don, libremente dado y libremente aceptado. Es una profunda expresión del amor de Dios hacia vosotros, que requiere, de vuestra parte, un amor total hacia Cristo».
Desde toda la eternidad, Dios ama con amor personal al elegido, para que sea su instrumento de salvación: «Cada vocación es parte de un plan divino. Esto significa que en la iniciativa creadora de Dios existe un acto particular de amor para aquellos llamados no solo a la salvación, sino además al ministerio de la salvación».
En fin, cada vocación es un acto irrepetible del amor de Dios: «Cada llamada de Cristo es una historia de amor única e irrepetible».
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Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones», L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones», L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
Juan Pablo II, «Diálogo con los Obispos en Lima», L’Osservatore Romano 23 (1988) 393.
Juan Pablo II, «Diálogo con los Obispos en Lima», L’Osservatore Romano 23 (1988) 393.
Juan Pablo II, «Diálogo con los Obispos en Lima», L’Osservatore Romano 23 (1988) 393.
Juan Pablo II, «Discurso a la Conferencia Episcopal de Gabón», L’Osservatore Romano 11 (1993) 138: «Es un problema vital, que todo cristiano que ame de verdad a la Iglesia debe llevar en su corazón».
Juan Pablo II, «Mensaje al Congreso latinoamericano de vocaciones», L’Osservatore Romano 21 (1994) 301.
Juan Pablo II, «Meditación dominical», L’Osservatore Romano 17 (1989) 279.
Juan Pablo II, «Meditación dominical», L’Osservatore Romano 17 (1989) 279.
Juan Pablo II, «Discurso a religiosas en Turín», L’Osservatore Romano 12 (1980) 216.
cfr. Juan Pablo II, «Mensaje a la XXIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones», L’Osservatore Romano 51 (1991) 744.
Juan Pablo II, «Alocución a los sacerdotes y religiosos», L’Osservatore Romano 25 (1987) 465.
Juan Pablo II, «Mensaje a la XX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones», L’Osservatore Romano 16 (1983) 236.
Juan Pablo II, «Homilía en la parroquia romana de San José Moscati», L’Osservatore Romano 10 (1993) 122. Enseña el Concilio Ecuménico Vaticano II en el decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa «Perfectae Caritatis»,24, que «aún en la predicación ordinaria ha de tratarse con bastante frecuencia del seguimiento de los consejos evangélicos y del estado religioso».
Juan Pablo II, «Encuentro semanal con los peregrinos», L’Osservatore Romano 13 (1983) 182.
Juan Pablo II, «Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones», L’Osservatore Romano 11 (1979) 539.
Juan Pablo II, Exhortación apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis»,34. Hizo notar Mons. José Saraiva en su ponencia en el Iº Congreso Latinoamericano de Vocaciones, celebrado en Itaici Sao Paulo (Brasil) del 23 al 27 de mayo de 1994: «donde, por primera vez, se da una verdadera y propia definición de la pastoral vocacional», L’Osservatore Romano 21 (1994) 304.
Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones», L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
Juan Pablo II, «La promoción de las vocaciones», L’Osservatore Romano 12 (1980) 158.
Juan Pablo II, «Carta a los Obispos de Estados Unidos», L’Osservatore Romano 18 (1989) 302.
Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones», L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
Juan Pablo II, «Homilía en el Seminario Mayor Regional de Seúl», L’Osservatore Romano 20 (1984) 310.
Juan Pablo II, «Diálogo con los periodistas en el vuelo Roma–Montevideo», L’Osservatore Romano 25 (1988) 443.
Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones», L’Osservatore Romano 20 (1981) 303.
Obras ascéticas, II (Madrid 1954) 19.
Hom. in Mt.,43; cit. San Alfonso, Obras ascéticas, II (Madrid 1964) 342.
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis»,38.
Desarrollos de la pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares, Documento conclusivo, II Congreso internacional de obispos y otros responsables de las vocaciones eclesiásticas.
Desarrollos de la pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares, Documento conclusivo, II Congreso internacional de obispos y otros responsables de las vocaciones eclesiásticas.
Juan Pablo II, «Mensaje para la Jornada mundial de oración por las vocaciones», L’Osservatore Romano 19 (1984) 306.
Juan Pablo II, «Discurso a los seminaristas y candidatos a la vida religiosa», L´Osservatore Romano 40 (1987) 717.
Juan Pablo II, «Encuentro con los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa», L’Osservatore Romano 29 (1980) 439.
Juan Pablo II, «Mensaje para la Jornada mundial de oración por las vocaciones», L’Osservatore Romano 19 (1984) 306.
Fray Luis de León
Cristo, pastor
A) Pastor, nombre de Cristo
‘Llámase también Cristo Pastor. El mismo lo dice en San Juan: Yosoy el Buen Pastor. Y en la Epístola a los Hebreos:Que resucitó a Jesús, Pastor grande de ovejas (13,20). Y San Pedro dice lo mismo: Cuando apareciere el Príncipe de los pastores (1 Pe. 5,4). Y por los profetas es llamado de la misma manera. Por Isaías en el capítulo 40 (v.11), por Ezequiel en el capítulo 34 (v.23), por Zacarías en el capítulo 11 (v.16)…
Es excusado probar que es nombre de Cristo, pues El mismo se lo pone… En esto que llamamos pastor se pueden considerar muchas cosas, unas que miran propiamente a su oficio y otras que pertenecen a las condiciones de su persona’.
B) Cualidades del oficio de pastor
El pastor vive una vida sosegada y apartada del ruido de la ciudad, con deleites puros y naturales; el cielo libre, la pureza del aire y de las flores… Ha sido achaque de poetas representar el amor en ellos, y con razón, ‘porque puede ser que en las ciudades se sepa hablar mejor, pero la fineza del sentir es del campo y de la soledad’. Y cosa de notar que hasta los poetas más lascivos atendieron mucho a pintar castamente el amor de los pastores.
Su oficio es de gobernar, pero no dando leyes, sino pastos; acomodándose a las necesidades de cada momento y ejerciendo su poder directamente y por medio de ministros. Finalmente, el pastor recoge en un rebaño ovejas de muchos que andarían cada una por su lado.
Es, pues, la vida del pastor, inocente, inclinada al amor casto, y su oficio, gobernar como llevamos dicho.
C) El oficio pastoral de Cristo
a) Soledad
‘Goza del cielo libre y ama la soledad y el sosiego; y en el silencio de todo aquello que pone en alboroto la vida, tiene El puesto su deleite. Campo hermoso el del cielo y sencillez de la Verdad en que mora. Comparado con ello, todo lo nuestro es desasosiego’.
Demuéstrame, ¡oh querido de mi alma!, adónde apacientas y adónde reposas en el mediodía (Cant. 1 ,6), dice la esposa, y con razón, porque Cristo mora en la luz y reposo del mediodía. Cuando quiso hablar a Abrahán y Elías, mandóles fueran a la soledad (Gen. 12,1; 3 Reg. 19,4). En ella vivieron los profetas y a ella convidó a la esposa (Cant. 2, 10-13).
Y, a la verdad, los que han de seguir a Cristo deben abandonar el ruido del mundo.
b) Amor
Pastor es también por la condición de sus amorosas entrañas. Todo lo hizo por amor, desde nacer hasta morir, y, asentado hoy a la derecha del Padre, por amor negocia, entiende y lo gobierna todo para nuestro bien. Antes que le amemos nos ama, y si le despreciamos nos busca. ‘No puede tanto la ceguedad de mi vista ni obstinada dureza, que no puede más la blandura ardiente de su misericordia dulcísima’. Madruga y no reposa. Ábreme, hermosa mía…, que la cabeza traigo llenade rocío, y las guedejas de mis cabellos, llenas de gotas de la noche (Cant. 5,2). No duerme, diceDavid (Ps. 120,4), nise adormece el que guarda a Israel.
Dios es caridad, y la humanidad en que se mostró es toda amor. ‘Y como el sol, que de suyo es fuente de luz, todo cuanto hace perpetuamente es lucir, enviando sin cesar rayos de claridad de sí mismo, así Cristo, como fuente viva de amor que nunca se agota, mana de continuo amor, y en su rostro y su figura está bullendo siempre este fuego’.
c) Gobierno
- Cristo cuida siempre de los suyos
Gobierna también coma los pastores, apacentando, porque rige mediante la gracia, que es alimento del alma, ‘fuerzas de todo lo flaco que hay en nosotros, y reparo de lo que gastan vicios, y antídoto eficaz contra su veneno y ponzoña, y restaurativo saludable, y, finalmente, mantenimiento que cría en nosotros inmortalidad resplandeciente y gloriosa’. El Señor me rige, no me faltará nada: en lugar de pastos abundantes me pone… (Ps. 22,2). Feliz crecimiento del que se deja regir por Cristo, que dijo: Elque por mí entrare… entrará a saldrá, y siempre hallará pastos (Jn. 10,9).
En vida y en muerte, en salud y flaqueza, en tiempos buenos y malos, Cristo se cuida de los suyos. Sobre los caminos serán apacentados, y en todos los llanos, pastos para ellos; no tendrán hambre ni sed, ni los fatigará ni el bochorno ni el sol. Porque el piadoso de ellos los rige y los lleva a las fuentes del agua (Sap. 5,7). ‘Los rige Cristo, que es el que sólo con obra y con verdad se condolió de los hombres… Su regir es dar gobierno y sustento y guiar siempre a los suyos a las fuentes del agua, que es en la Escritura la gracia del Espíritu, que refresca y cría y engruesa y sustenta’.
- Nos da la gracia y la vida sobrenaturales
La ley de la sabiduría es fuente de vida, dijo el Sabio (Prov. 13.4), y en realidad la ley de Cristo produce en nosotros la vida: en primer lugar, porque ya hemos dicho que su gobierno consiste en darnos la gracia, y en segundo, porque sus leyes se ordenan a darnos aquella vida y paz feliz, cuyo apetito puso El mismo en nuestra naturaleza ciegos, buscamos la vida en donde se encuentra la muerte, y El nos ordena hacia la felicidad eterna y verdadera.
Justa queja es la suya de que le abandonemos, fuente de agua viva, y cavemos cisternas quebradas, en que el agua no para (Jer. 2,13). Cisternas quebradas con el gran esfuerzo que suponen los vicios, grandes y aparentes de lejos, pero sin agua.
- Se acomoda a la necesidad de cada uno
Rige y apacienta también acomodándose a la necesidad de cada uno, por lo que puede decir que conoce por su nombre a las ovejas. Que Cristo tiene su estilo con los flacos y el suyo con los crecidos. Multiforme en sus gracias (1 Pe. 4,10), coma lo fue en el modo de curar a los enfermos durante su vida, según convino a cada cual.
Dijo Platón que no es la mejor gobernación la de las leyes escritas, porque carecen de flexibilidad, parecidas al hombre tozudo e inflexible, pero con poder para imponerse, lo que es trabajoso y fuerte caso. La perfecta gobernación es la ley viva, que se ajusta siempre a lo particular. Sólo Cristo, con su infinita bondad y sabiduría, puede gobernar de ese modo.
- Cumple con las almas todos los oficios de buen pastor
Cumple, en suma, todos los muy variados oficios del pastor, porque El nos llama, y nos corrige, y nos lava, y nos sana, y nos santifica, y nos deleita, y nos viste de gloria.
A continuación copia todo el pasaje de Ezequiel (34, 11 ss), subrayando que el profeta promete que dará un pastor siervo suyo, que será único pastor, levantado en medio de sus ovejas, ‘que es decir que ha de residir en lo secreto de sus entrañas, enseñoreándose de ellas, y que las ha de apacentar dentro de sí’…
‘Porque es cierto que el verdadero pasto del hombre está dentro del mismo hombre y en los bienes de que es señor cada uno’. Ya Epícteto dividió los bienes humanos de esta forma: ‘De las cosas, unas están en nuestras manos y otras fuera de nuestro poder. En nuestras manos están los juicios, los apetitos, los deseos y los desvíos, y, en una palabra, todo lo que son nuestras obras. Fuera de nuestro poder están el cuerpo y la hacienda, las honras y los mandos, y, en una palabra, todo lo que no son obras nuestras. Las que están en nuestras manos son libres de suyo, que no padecen estorbo ni impedimento’. Por manera que el gobernar al hombre es hacerle que use bien de lo que tiene en su poder dentro de sí mismo, y por eso pone Dios a su Pastor en nuestro interior. Pastor alto, que nos lleva a los cielos. Pastor que busca la unidad. Los que están fuera de El dividen con sus apetitos y pretensiones, y su rebaño no es de unidad, sino gavilla de enemigos.
d) El mejor de los pastores
Digamos ahora como sobrepuja a todos los demás. Esto quiso indicar al decir que era elBuen Pastor por excelencia. Lo es, porque no ocupa su cargo por caso o suerte, sino nacido y destinado por el Padre para ello; porque no guarda el ganado que halla, sino que El mismo se hace su rebaño y de animales fieros nos torna ovejas; porque murió por nosotros, y porque no nos da otro pasto que a sí mismo; Pastor, finalmente, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
P. Gustavo Pascual, I.V.E.
“Yo soy el buen pastor; el asalariado ve al lobo y huye”
(Jn 10, 11-18)
Hoy hay un ataque frontal contra la Iglesia, que en definitiva es un ataque contra Jesús, el Verbo Encarnado. La Iglesia es la continuadora de la obra de Jesús, es el Cuerpo de Cristo, el Cristo total.
Se ataca a la Iglesia por su hipocresía. Hipocresía en cuanto a la falsificación de la revelación, de la cual es depositaria; hipocresía en sus obras; hipocresía en su doctrina; hipocresía… hipocresía…
La Iglesia de Jesús es santa, no hay hipocresía en ella como no la hay en Jesús. Jesús la purificó con su Sangre, Ella surgió de su costado abierto y el que sea fiel a Ella será santo.
Hay en los miembros de la Iglesia, en los hombres que forman la Iglesia, hipocresía. Hay discordancia entre las obras y las enseñanzas.
La Iglesia es criticada hoy duramente a causa de los malos pastores. Es verdad que hay malos pastores.
Hay tres clases de pastores: los pastores verdaderos, los asalariados o mercenarios y los ladrones o salteadores.
La crítica que se hace a la Iglesia es por los asalariados. Estos buscan sus propios intereses, se aprovechan de la lana, la leche y la carne de las ovejas. Si viene el lobo huyen y el lobo despedaza a las ovejas.
Jesús permite que haya asalariados y la Iglesia también. ¿Por qué? Porque predican a Cristo. Se podría decir de ellos lo que Jesús dijo de los fariseos: “haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta”. Han entrado por la puerta que es Cristo, pertenecen legítimamente a la Iglesia, pero no obran según Cristo. No buscan el bien de las ovejas, que es llevarlas a Cristo, sino que buscan el dinero, los honores, el placer, etc. No buscan sólo a Cristo y los intereses de Cristo.
Pero… ¡nos escandalizan! Haced como digan, no hagáis como hacen. Si ustedes los imitan van a obrar mal como ellos y no habrá justificación que valga el día del juicio. De nada valdrá decir: fue culpa de ellos.
Hay otros que son ladrones. Que no entran por la puerta que es Cristo. Son los herejes o cismáticos. Son las sectas, los testigos de Jehová, los mormones, etc. A veces se visten con piel de ovejas pero son lobos. El lobo es el diablo y sus seguidores. Vienen con un trato respetuoso y manso, pero quieren destrozar el rebaño.
Los pastores verdaderos buscan únicamente a Cristo y sus intereses: salvar a las ovejas. Defienden a las ovejas del lobo y de sus malas enseñanzas y están dispuestos a dar la vida por las ovejas.
Muchos malos pastores son tenidos como buenos, y muchos buenos como malos. Los buenos, tratan de imitar a Cristo, aunque también tienen pecados como todo hombre. Los malos, muchas veces son tenidos por santos, aunque su vida es mala.
El buen pastor no debe dejarse llevar por el juicio de la gente, que sólo lo ve exteriormente y por un rato; ni por el juicio propio, porque muchas veces nos juzgamos muy buenos a nosotros mismos. El juez es Cristo y a El debemos agradar y remitir nuestra conciencia para que sea Él quien la apruebe.
El mal pastor arrastra con su mal ejemplo a las ovejas, pero las ovejas arrastradas no tienen justificación por obrar las cosas que saben que están mal.
El buen pastor es un atalaya que debe advertir la presencia del lobo y defender al rebaño.
El mal pastor no considera suyo el rebaño. El bueno sí, porque se identifica con Cristo.
Los pastores y las ovejas deben imitar y seguir a Cristo, el Buen Pastor. Es Buen Pastor porque dio la vida por las ovejas, comprándolas con su sangre. Las ovejas deben seguir a los buenos pastores. Deben escuchar y no imitar a los asalariados y alejarse de los ladrones y lobos.
Las buenas ovejas escuchan la voz de Jesús porque viven lo que enseña Jesús. Se dan cuenta de los malos pastores y no los siguen porque escuchan y conocen sólo la voz del Buen Pastor.
Son ovejas del redil del Buen Pastor los buenos pastores que lo imitan y las ovejas que lo imitan.
La característica principal del Buen Pastor es que da la vida por sus ovejas, lo mismo los buenos pastores entregan todo su ser al rebaño y están dispuestos a dar la vida por él. No se callan ante el error.
En definitiva, tenemos que seguir al Buen Pastor que es Jesucristo y a aquellos que han imitado a Cristo, los pastores santos, e imitar los buenos ejemplos de los pastores de la tierra, escuchando sus enseñanzas.
Habrá un solo rebaño y un solo pastor. Profecía de Cristo que se va a cumplir. Dicen algunos que después de la predicación universal y la conversión de los judíos.
Cuidado con escandalizarse por los pecados de los miembros de la Iglesia de Cristo y alejarse de ella. Los que la atacan buscan formar un solo rebaño y un solo pastor, fuera de la Iglesia de Cristo. Su pastor será el anticristo.
San Gregorio Magno
“El buen pastor sacrifica su vida por las ovejas”
En la lección del santo Evangelio habéis oído lo que es vuestra instrucción; habéis oído también en la lección del santo Evangelio cuál es nuestro riesgo. Vedlo aquí: Aquel que, no por gracia accidental, sino por esencia es bueno, dice: Yo soy el buen pastor; y añade en qué consiste su bondad, que nosotros debemos imitar, cuando dice: El buen pastor sacrifica su vida por sus ovejas.
El hizo lo que aconsejó, Él puso en práctica lo que mandó. Pastor bueno, dio su vida por sus ovejas, para dar en nuestro sacramento su cuerpo, y derramar su sangre, y saciar con el alimento de su carne a las ovejas que había redimido. Ya se nos ha manifestado el camino del desprecio de la muerte, el cual debemos seguir nosotros; se nos ha dado la norma a la cual debemos conformarnos.
Para nosotros, lo primero es emplear misericordiosamente nuestros bienes exteriores en las ovejas de El; pero lo último, si fuera necesario, ofrendar hasta la vida por las mismas ovejas. Desde aquel mínimo principio se llega hasta este último extremo.
Ahora bien, siendo el alma, por la cual vivimos, incomparablemente mucho mejor que los bienes terrenos que exteriormente poseemos, quien no da por las ovejas sus bienes, ¿cuándo dará por ellas su vida? Pues hay algunos que, por amar sus bienes más que a las ovejas, con razón pierden el nombre de pastor. Acerca de los cuales en seguida se añade: Pero el mercenario y el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, en viendo venir al lobo, desampara las ovejas y huye. No se llama pastor, sino mercenario, a quien apacienta las ovejas del Señor no por amor íntimo, sino por las ganancias temporales. En efecto, es mercenario quien ocupa, sí, el puesto del pastor, pero no busca las ganancias de las almas; quien codicia las comodidades de la tierra, goza con el honor de la prelatura, se apacienta con las ganancias temporales y se alegra de la reverencia que le tributan los hombres; porque éstas son las recompensas del mercenario: que encuentre aquí lo que busca por lo que trabaja en su gobierno y después quede extrañado de la heredad del Rey.
Mas, en verdad, no puede conocerse si uno es pastor o mercenario mientras falte la ocasión oportuna; porque en tiempo normal generalmente el mercenario también atiende al cuidado de la grey, como el pastor; pero, cuando viene el lobo, da a conocer con qué disposición de ánimo estaba uno guardando las ovejas.
Ahora bien, el lobo viene sobre las ovejas cuando cualquier injusto o raptor oprime a los que son fieles y humildes; y el que parecía ser pastor y no lo era, desampara las ovejas y huye, porque, como teme verse envuelto por él en algún peligro, no se atreve a oponerse a su injusticia. Huye, mas no cambiando de puesto, sino substrayendo el amparo; huye, porque ha visto la injusticia y calló; huye, porque se esconde bajo el silencio. A los cuales se dice justamente por el profeta (Ez. 53,5): Vosotros no habéis hecho frente ni os habéis opuesto, como muro, a favor de la casa de Israel para sostener la pelea en el día del Señor; porque hacer frente es contradecir libremente con la razón a cualquiera potestad que obra perversamente, y sostenemos la pelea en el día del Señor por la casa de Israel y nos oponemos como muro cuando con la autoridad de la justicia defendemos a los fieles inocentes contra la injusticia de los perversos. Por no hacer lo cual, el mercenario huye cuando viene el lobo.
Pero hay otro lobo que a diario sin cesar desgarra, no ya los cuerpos, sino las almas, es a saber, el espíritu maligno que acecha alrededor de los apriscos de los fieles y busca dar muerte a las almas. Lobo del cual se agrega a continuación: Y el lobo las arrebatay disgrega el rebaño. Viene el lobo, y el mercenario huye, porque el espíritu maligno desgarra en la tentación las almas de los fieles, y el que ocupa el puesto del pastor no tiene cuidado solícito: las almas perecen, y él se alegra de los beneficios terrenos.
El lobo arrebata y dispersa las ovejas cuando al uno le lleva a la lujuria, al otro le inflama en la avaricia, a éste le hincha con la soberbia, a ése le separa por la ira, a aquél le seduce con la envidia y al otro le suplanta con el engaño. Luego, cuando el diablo mata con las tentaciones al pueblo fiel, es como que el lobo dispersa el rebaño. Mas, contra todo esto, el mercenario no se enciende en celo alguno, no se mueve con algún fervor de la caridad, porque, como sólo busca las ganancias exteriores, sobrelleva negligente los daños interiores de la grey. Por eso también a continuación se añade: El mercenario huye, porque es asalariado y no tiene interés alguno en las ovejas. Esta es la sola razón de que el mercenario huya: que es mercenario. Como si claramente dijera: No puede mantenerse firme ante el peligro de las ovejas el que está al frente de ellas, no porque las ama, sino porque busca la ganancia temporal; pues, cuando acepta el honor, a la vez que se alegra de las ventajas temporales, teme hacer frente al peligro, para no perder lo que apetece.
Mas porque nuestro Redentor conoció las culpas del pastor fingido, de nuevo puso de manifiesto la norma a que debíamos conformarnos, diciendo: Yosoy el buen pastor; y agrega: Y conozco mis ovejas, esto es, las amo. Y mis ovejas me conocen a mí. Como si claramente dijera: Me siguen con solicitud, pues quien no ama la verdad, es que todavía no la conoce.
Ahora bien, puesto que ya conocéis nuestro peligro, deducid también de las palabras del Señor el peligro vuestro, hermanos carísimos. Ved si sois ovejas suyas, ved si le conocéis a El, ved si conocéis la luz de la verdad. Si le conocéis, no digo por la fe, sino por el amor; si le conocéis, no digo por las creencias, sino por las obras; porque esto que El mismo dice lo atestigua San Juan Evangelista, diciendo (1 Jn 2, 4): Quien dice que conoce a Dios y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está con él. Por lo mismo, en este lugar el Señor añade en seguida: Así como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre; y yo doy mi vida por misovejas. Como si claramente dijera: En esto consta que yo conozco al Padre y que soy conocido del Padre, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, en el amor con que muero por mis ovejas manifiesto cuánto amo al Padre.
Más, como había venido a redimir, no sólo a la Judea, sino también a la gentilidad, añade: Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, las cuales debo yo recoger, y oirán mi voz y se hará un solo rebaño y un solo pastor. Cuando el Señor decía que debía recoger otras ovejas, había visto la redención nuestra, la de los que procedemos de la gentilidad. Y esto a diario estáis viendo que sucede, hermanos carísimos; esto, que los gentiles son reconciliados, lo estáis viendo realizado hoy. Hoy, cómo de dos rebaños se hace un solo redil, porque junta en una sola fe al pueblo judío y al gentil, como lo atestigua San Pablo (Ef 2, 14): Él es la paz nuestra, el que de los dos pueblos, judío y gentil, ha hecho uno. Cuando, pues, elige para la vida eterna a los sencillos de uno y otro pueblo, lleva a su propio redil las ovejas. De las cuales, en efecto, dice otra vez (Jn 10): Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. De las cuales también dice poco antes (v. 9): El que por mi entrare, se salvará, y entrará y saldrá sin tropiezos, y hallará pastos. Entrará, efectivamente, a la fe, y de la fe saldrá a la visión; de la fe, a la contemplación; mas los pastos los hallarán en la refección eterna. Las ovejas, pues, hallarán pastos, Porque quienquiera que le sigue con sencillo corazón, se nutre con el alimento de eterno verdor.
Ahora bien, ¿cuáles son los pastos de estas ovejas sino los gozos internos del paraíso siempre nuevo?, porque los pastos de los elegidos son ver cara a cara a Dios, y como se le ve sin defecto, el alma se sacia sin fin con este alimento vital. En estos pastos se han regocijado de la hartura eterna los que ya han evadido los lazos de la temporal voluptuosidad.
Allí los coros angélicos que cantan himnos; allí la compañía de los ciudadanos del cielo; allí la dulce alegría de los que vuelven del trabajo tristes de esta peregrinación; allí los coros de los previdentes profetas; allí el justo número de los apóstoles; allí el victorioso ejército de innumerables mártires, más gozosos allí cuanto aquí más cruelmente atormentados; allí los varones fieles a los que no logró quebrantar en su firmeza viril la voluptuosidad del siglo; allí las mujeres santas que sobrepujaron al siglo y al sexo; allí los niños que aquí se adelantaron en las costumbres a sus años; allí los ancianos a quienes la edad tornó débiles, pero no los abandonó la fortaleza en las obras.
Busquemos, pues, hermanos carísimos, estos pastos en los que disfrutemos con la alegría de tales ciudadanos. El júbilo mismo de los que se alegran nos está invitando. ¡Ah! Ciertamente que, si en alguna parte el pueblo celebrase ferias, si concurriera a la dedicación de alguna iglesia, una vez anunciada la solemnidad, todos a una nos apresuraríamos a ser del concurso, y cada cual haría lo posible por estar presente; creeríase afectado por un grave perjuicio si no presenciara la solemnidad de la común alegría. Pues he aquí que en los cielos se celebra la fiesta de los ciudadanos elegidos; todos a su vez se congratulan de sí mismos en su junta; y, no obstante, nosotros, tibios en el amor de la eternidad, no ardemos en deseo alguno, no pretendemos estar presentes a tan gran solemnidad, nos privamos de aquellos gozos y estamos alegres. ¡Ea!, hermanos; inflámese nuestro ánimo, avívese la fe en aquello que creemos, enciéndanse nuestros deseos por lo de arriba, y amar así, ya es ir. No haya obstáculo que nos impida el gozo de la interior solemnidad, pues tampoco aspereza alguna del camino hace cambiar de propósito a quien desea llegar a un lugar determinado. No nos seduzca prosperidad alguna halagadora, pues necio es el viajero que, por contemplar los prados amenos del camino, se olvida de seguir a donde se proponía.
¡Ea!, suspire con todas las ganas el ánimo por la patria eterna; nada de este mundo apetezca, pues cierto es que muy pronto lo tiene que dejar, a fin de que, siendo en verdad ovejas del Pastor del cielo y no poniendo nuestro gozo en lo del camino, seamos, a la llegada, saciados con los pastos eternos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, Dios, que vive y reina con el Padre, en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(SAN GREGORIO MAGNO, Homilías sobre los evangelios, libro 1, homilía 14, BAC Madrid 1958, pág. 588-592)
Guión IV Domingo de Pascua
Del Buen Pastor – Jornada mundial de oración por las Vocaciones
21 de abril 2024 – CICLO B
Entrada La figura del Buen Pastor determina la liturgia de este domingo. Jesús como Buen Pastor vino a revelar el rostro de Dios y se hizo Guardián de nuestras almas. Su sacrificio ha dado la vida a las ovejas y las ha vuelto al redil y en la Eucaristía se ha hecho Pasto de sus ovejas, dándose como alimento.
Primera Lectura Pedro anuncia a los judíos que Jesucristo es la piedra angular y que por su Nombre somos salvados. Hch. 4, 8-12
Segunda Lectura Somos hijos de Dios y esperamos ser semejantes a Él cuando lo veamos en la gloria. 1Jn. 3, 1-2
Evangelio Jesucristo es el Buen Pastor que nos conoce, sale a nuestro encuentro y da la vida por nosotros. Jn. 10, 11-18
Preces
Hermanos, orientemos a Dios nuestra oración con la seguridad de ser escuchados por nuestra condición de hijos.
A cada intención respondemos…
+ Por la Iglesia santa de Dios, para que no se desanime en el empeño diario de dirigir la mirada de todo hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo. Oremos…
+ Por los seminaristas y por los que se forman para servir al Señor en su Iglesia; para que crezcan en madurez humana, cristiana y sacerdotal. Oremos…
+ Por los sacerdotes, especialmente los de nuestra Congregación y nuestra Patria, que comprometan sus energías en la predicación de la Buena Nueva y encuentren su fortaleza y gozo en la íntima unión con el Pastor de los pastores. Oremos…
+ Renueva en los jóvenes el deseo de consagrarse plenamente a Ti en la vida consagrada, imitando a Aquel cuyo amor por las ovejas lo llevó a la entrega total de sí mismo, y bendice los Noviciados de nuestra Familia religiosa. Oremos…
+ Por nuestros familiares, amigos y bienhechores, que la fuerza transformante de la Eucaristía, que es el mismo Jesús dándonos su vida, les de la plena conciencia de ser hijos del Padre. Oremos…
Padre del cielo, sabemos que es mejor refugiarse en Ti que fiarnos de nuestro poder; por eso te pedimos que escuches la oración que te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Ofertorio
El banquete eucarístico se prepara para refección nuestra porque somos ovejas de Cristo, alimentadas con su propio Cuerpo y Sangre.
Presentamos:
+ Incienso, que ofrecemos junto con nuestra oración pidiendo por el aumento y santificación de las vocaciones sacerdotales y religiosas.
+ Las ofrendas del pan y del vino y en ellas todo lo que somos y tenemos.
Comunión El Señor es mi Pastor, nada me falta. El me conduce a fértiles valles y me hace descansar.
Salida María Madre de Jesús el Buen Pastor de las almas, nos da a beber de la Fuente de la Misericordia que es el Corazón de su divino Hijo y nos sacia de su Amor.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
La oración nos lleva a la felicidad del cielo
Uno de los primeros que fueron a tierra de esquimales, Hudson, Vicario apostólico de Bai, se llevó en cierta ocasión a un esquimal a la ciudad de Churchill, único punto civilizado del Vicariato.
El esquimal admiraba silenciosamente las maravillas, los escaparates, los trenes, los rascacielos, hasta que dijo por fin:
Estos blancos son hombres listos; saben edificar casas grandes que da vértigo subir al último piso; hacen casas largas que corren sobre railes; hacen fuego que corren por los alambres y da luz. Pero no se les ve rezar por ninguna parte. Nosotros en Iglulik no sabemos tanto como estos blancos, pero rezamos más y somos más felices.
¡Gran lección la del pobre salvaje, mis hermanos! ¡Cuántos infelices porque no saben rezar, porque buscan la felicidad sólo en los goces materiales de la vida! Jesús decía: ¡Bienaventurados los pobres, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que lloran! Es decir: ¡Bienaventurados los que practican las virtudes cristianas que dan paz al corazón y lo hacen feliz con Dios que será su felicidad para siempre!
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959)