Novena de navidad: primer día

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San Alfonso María de Ligorio

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Yo te he establecido para que seas luz de las naciones hasta los extremos de la tierra.  Is.  42, 6.

Dedi te in lucem Gentium,  ut sis salus mea usque ad estremum terrae.

Considera como el Eterno Padre dijo a Jesucristo en el instante de su concepción estas palabras: Hijo,  yo te he dado al mundo por luz y vida de las gentes,  a fin de que procures su salvación,  que estimo tanto como si fuese la mía.

Es necesario,  pues,  que te emplees todo en beneficio de los hombres.  Es por lo mismo preciso que al nacer padezcas una extremada pobrezapara que el hombre se haga rico.  Es menester que seas vendido como esclavopara que adquieras al hombre la libertad;  y que como tal esclavo seas azotado y crucificado,  para satisfacer a mí justicia la pena debida por el hombre.

Has de dar la vida por librar al hombre de la muerte eterna.  En suma,  sabe que no eres más tuyo,  sino del hombre.  De esta manera,  Hijo mío,  este se rendirá a amarme y a ser mío,  viendo que le doy sin reserva a Ti mi Unigénito,  y que nada más me resta que darle. 

Así amó Dios al mundo: que le dio su Hijo único.  Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum unigenitum daret. 

¡Oh amor infinito,  digno solamente de un Dios infinito,  quien de tal modo amó al mundo que dio su Unigénito!

A esta propuesta Jesús no se entristecesino que se complace en ella,  la acepta con amor y se regocija.  Desde el primer momento de su encarnación Jesús se da también todo al hombre,  y abraza con gusto cuentos dolores e ignominias debe sufrir en la tierra por amor del mismo.  Estos fueron,  dice san Bernardo,  los montes y colinas que debía atravesar con tanta presura y fatiga;  cual nos le representa la Esposa cuando dice:  Ved a mi amado,  que viene saltando por montes,  atravesando collados.  Cant. 2, 8.

Pondera aquí como el Padre Divino enviando el Hijo a ser nuestro Redentor,  y poner la paz entre Dios y los hombres,  se ha obligado en cierto modo a perdonarnos y amarnos por razón del pacto que hizo de recibirnos en su gracia;  puesto que el Hijo ha de satisfacer por nosotros a la Divina Justicia.  A su vez el Verbo Divino,  habiendo aceptado el encargo del Padre,  el que (enviándolo a redimirnos)  nos lo daba,  se ha obligado a amarnos,  no ya por nuestros méritos,  sí por cumplir la piadosa voluntad del Padre.

Afectos y súplicas.

Amado Jesús mío,  si es verdad como dice la ley que con la donación se adquiere el dominio;  ya que vuestro Padre os ha donado a mí,  Vos sois todo mío;  por mí habéis nacido,  y bien puedo decir que sois mío,  y todas vuestras cosas son también mías. 

Mía es vuestra sangre,  míos son vuestros méritos,  mía es vuestra gracia,  mío es vuestro paraíso.  Y si Vos sois mío,  ¿quién podrá jamás separaros de mí?  Nadie puede quitarme a Dios,  decía con júbilo san Antonio Abad.  Del mismo modo yo en lo sucesivo quiero ir diciendo: Solamente por mi culpa puedo perderos y separarme de Vos.  Pero,  Jesús mío,  si en lo pasado os he dejado y os he perdido,  ahora estoy resuelto a perder la vida y todo antes que perder a Vos,  bien infinito y único amor de mi alma. 

Os doy gracias,  O Padre Eterno,  de haberme dado a vuestro Hijo;  y ya que Vos le habéis donado todo,  yo me entrego sin reserva a Vos.  Por amor de este Hijo,  aceptadme y estrechadme de manera,  que pueda decir con san Pablo: ¿Quién me separará del amor de Jesucristo? ¿Qué bienes del mundo podrán jamás apartarme de mi Salvador?  Y Vos,  Jesús,  si sois todo mío,  sabed que yo soy todo vuestro.  Disponed de mí y de todas mis cosas como os plazca;  porque ¿cómo podré negar cosa alguna a un Dios que no me ha negado la sangre ni la vida?  María,  madre mía,  custodiadme bajo vuestra protección.  No quiero ya ser más mío, quiero ser todo de mi Señor.  Pensad en hacerme fiel;  en Vos Confío.

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