Cristo nos dijo que no vino por los sanos, sino por los enfermos. Tampoco por los justos sino por los pecadores. Mateo estaba en su momento de más necesidad por parte de Dios. Había tocado fondo. Por lo tanto, Cristo quería tenerlo más cerca de su Sagrado Corazón.
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Pongámonos en contexto: desde el año 63 a.C. la región de Judea pasa a ser parte del imperio romano. El 37 a.C. es conquistada Jerusalén y el estado nombra Rey de Judea a Herodes I o el Grande. Este fue el que intentó engañar a los reyes magos e inauguró la primera persecución a los cristianos matando bebés inocentes. Su hijo fue Herodes Antipas, el que se casó con su cuñada, mató a Juan Bautista y se burló de Jesús. Bonita familia.
Ya que Judea era una provincia romana, pasa a configurarse según las funciones y ministerios romanos. Entre ellos, la importante “sociedad de publicanos”.
1. Qué era Mateo
En la versión griega del Nuevo Testamento, el mismo Mateo se llama “telónes” (Mt 10,3: Μαθθαῖος ὁ τελώνης ), que se puede traducir en latín como “publicanus” pero también “portitor”[1]. No son sinónimos, ya que designan funciones distintas a un mismo género de oficio: el de recaudar impuestos. De hecho, se habla de la “sociedad de los publicanos” como una clase social bien definida y bien odiada.
Los “publicanos”, como Zaqueo, se encargaban del impuesto a la renta, del arriendo de lo público perteneciente al estado (de ahí el nombre de publicano).
Los publicanos tenían subalternos que se encargaban de impuestos específicos. Entre ellos estaban los que se encargaban de los impuestos de aduanas. Dice un estudioso del derecho romano:
“Los impuestos aduaneros, que eran los más importantes desde una perspectiva recaudatoria, se aglutinaban en torno a un complejo de tributos conocidos como Portoria (…) que se centraban en un tríptico de tributos sobre el tráfico aduanero de bienes y mercancías, y sobre el propio tráfico, como actividad complementaria independiente, en forma de portazgos, pontazgos y licencias de paso o peajes de circulación, y otros por entradas en las ciudades.”[2]
2. El oficio más despreciable
El comentario a Mc 2,15 de la biblia trilingüe de Bover – O’Callaghan (BAC), dice que los recaudadores como Mateo eran “universalmente despreciados por su rapacidad e ínfima moralidad y como hombres políticos al servicio de una potencia ocupante, y porque su actividad implicaba contacto con los gentiles”.
El diccionario de William Smith[3] dice que el portitore o agentes de aduanas, “examinaba cada fardo de mercancías, exportadas o importadas, evaluaba su valor más o menos arbitrariamente, redactaba el billete y exigía el pago. Estos últimos eran comúnmente nativos de la provincia en la que estaban destinados y estaban en contacto diario con todas las clases de la población”. Quiere decir que entraba en contacto con los gentiles, lo cual hacía a un judío impuro legalmente.
“Cobraban de más cada vez que tenían la oportunidad (Lucas 3,13), presentaban acusaciones falsas de contrabando con la esperanza de extorsionar para obtener dinero (Lucas 19,8), detenían y abrían cartas por mera sospecha”.
Era el más vil y despreciable de todos los trabajos. “Todo esto fue suficiente para desacreditar a la clase en todas partes. En Judea y Galilea se dieron circunstancias especiales de agravamiento. El empleo sacó a relucir todos los vicios que acosan al carácter judío. El fuerte sentimiento de muchos judíos sobre la absoluta ilegalidad de pagar tributo empeoró las cosas. Los escribas que discutieron la pregunta (Mateo 22,15) en su mayor parte respondieron negativamente. En consecuencia, además de sus otras faltas, los publicanos del Nuevo Testamento eran considerados traidores y apóstatas, contaminados por su frecuente relación con los paganos y voluntariosos instrumentos del opresor. La clase así prácticamente excomulgada proporcionó algunos de los primeros discípulos tanto del Bautista como de nuestro Señor”.
3. Qué les vio Jesús
La necesidad de sanar. El deseo de salir de ese círculo y no poder hacerlo. Vio a Mateo un hijo que necesitaba el abrazo del Padre al volver a casa.
“Sígueme” le dijo a Mateo. Fue dócil a la gracia y se dejó llevar por el Señor. Cambió de vida, se dio cuenta del error y conoció la verdad. Fue libre y decidió luchar por esa verdadera libertad.
En pocas palabras. ¿Qué le vio Jesús? Necesitado de misericordia.
Sabía que practicar una misericordia así de grande, iba a cuestionar a Mateo para siempre.
En adelante dirá, “todo lo que tengo me lo ha dado Jesús”. No tenía nada para que Él se fije en mí, y aún así lo hizo. ¿Qué debo hacer por ti?
4. Nosotros también tocamos fondo
Nosotros también, en algún momento de nuestra vida, tocamos fondo y se nos hace presente la profecía de Amós:
Amós 8,11-12: “Mirad que vienen días -oráculo del Señor Dios-, en que enviaré hambre al país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor». Irán errantes de mar a mar, y vagarán de norte a oriente en busca de la palabra del Señor, pero no la encontrarán”.
Nos encontramos que hemos traicionado ese deseo de verdad, vamos de mar a mar tratando de hacer cosas para no pensar en ello. Pero en el fondo sabemos que hay algo que no estamos haciendo bien. Te da miedo enfrentarlo porque sabes que tendrás que dejar cosas. Ahí estaban Zaqueo y Mateo.
Dios te ama a pesar de tus pecados. A veces permite que experimentes la necesidad de Él y lo vacía que está tu vida cuando falta Jesús, cuando te dedicas más a los negocios de la tierra que a los del cielo, cuando traicionas aquellos valores que alguna vez prometiste defender.
A pesar de eso, Cristo te dice: “Sígueme”. No lo dejes con la mano tendida.
Pidamos a María no olvidarnos nunca de quiénes somos y de qué cosa hemos llegado a ser en esos momentos de nuestra vida. Así podremos siempre recordar cuánto necesitamos de seguir muy de cerca a Cristo.
Él ve en ti, la persona virtuosa que puedes llegar a ser. Ve cuánto puedes llegar a amar a Dios sobre todas las cosas si aceptas su llamado a la conversión.
[1] “En el primer estricto sentido publicanus es aquel que toma en arriendo, es decir, aquel a quien el Estado concede la cobranza de un impuesto, comprometiendose a pagar a las arcas públicas una cantidad determinada como producto del impuesto (vectigal) cuya percepción le es concedida”. “Lo que se acarreaba o llevaba (veho, vectigalia) por utilizar lo que era publico se designase como publicum.” Los portitores eran empleados subalternos de los publicanos. “abundantes testimonios nos les presentan, no como publicani, sino como empleados subalternos de estos, qui operas ipsis in portubus praestabant.” (Bonet, Societas publicanorum, http://agora.edu.es/descarga/articulo/2051692.pdf)
[2] Del Castillo Álvarez-Cedrón, S. (2016). El origen jurídico público del Ius Fiscale. Parte segunda: Las finanzas públicas del Principado en Roma. AIS: Ars Iuris Salmanticensis, 4(2), 37–73. Recuperado a partir de https://revistas.usal.es/cuatro/index.php/ais/article/view/15341)
[3] The class designated by this word in the New Testament were employed as collectors of the Roman revenue. The Roman senate farmed the vectigalia (direct taxes) and the portorin (customs) to capitalists who undertook to pay a given sum into the treasury (in publicum), and so received the name of publicani . Contracts of this kind fell naturally into the hands of the equites , as the richest class of Romans. They appointed managers, under whom were the portitores , the actual custom-house officers, who examined each bale of goods, exported or imported, assessed its value more or less arbitrarily, wrote out the ticket, and enforced payment. The latter were commonly natives of the province in which they were stationed as being brought daily into contact with all classes of the population. The name pubicani was used popularly, and in the New Testament exclusively, of the portitores . The system was essentially a vicious one. The portitores were encouraged in the most vexatious or fraudulent exactions and a remedy was all but impossible. They overcharged whenever they had an opportunity, (Luke 3:13) they brought false charges of smuggling in the hope of extorting hush-money (Luke 19:8) they detained and opened letters on mere suspicion. It was the basest of all livelihoods. All this was enough to bring the class into ill favor everywhere. In Judea and Galilee there were special circumstances of aggravation. The employment brought out all the besetting vices of the Jewish character. The strong feeling of many Jews as to the absolute unlawfulness of paying tribute at all made matters worse. The scribes who discussed the question, (Matthew 22:15) for the most part answered it in the negative. In addition to their other faults, accordingly, the publicans of the New Testament were regarded as traitors and apostates, defiled by their frequent intercourse with the heathen, willing tools of the oppressor. The class thus practically excommunicated furnished some of the earliest disciples both of the Baptist and of our Lord. The position of Zacch’us as a «chief among the publicans,» (Luke 19:2) implies a gradation of some kind among the persons thus employed.