Tengo dos cosas para contarles, entre otras tantas, sucedidas después de las confirmaciones. Y al final les agregaré un episodio sucedido unos días antes de las confirmaciones. Lo primero, ha sido que el Hermano Petro pudo venir a visitar la parroquia de Kangeme. El hermano estaba en esta parroquia cuando sufrió el accidente en mayo de este año, y desde entonces no había regresado. Los fieles de este lugar han rezado mucho por él, han hecho colectas de dinero, y hasta los he visto llorar por él a la gente en la iglesia. Los niños de catecismo, los jóvenes del oratorio, todos han estado preguntando por su salud, y rezando por su recuperación. Gracias a Dios, el domingo 10 de noviembre, pudo estar presente en la misa, y saludar a todos. Hubo mucha emoción, cuando lo vieron pasar al frente con sus muletas, pero al verlo con su semblante alegre, y cómo saludaba a todos con una sonrisa, con algunas bromas, fueron tomando ánimo, y lo saludaban felicitándolo por regresar. Al final de la misa todos pasaban a darle la mano, los niños, los jóvenes, los adultos, y luego los distintos grupos parroquiales. Fue reamente muy emocionante. Es también edificante para todos ver con la alegría que lleva esta gran cruz. Podrán ver las fotos del Hno. Petro saludando dentro de la iglesia, al final de la misa, y también saludando en la puerta del templo. Fue un domingo realmente alegre, con una alegría profunda, muy cristiana. Estas cosas hacen crecer mucho a nuestros fieles, que comienzan a ver cómo de la cruz brota la alegría, no la alegría superficial y sonsa del mundo, sino la verdadera, que es acompañada por el sufrimiento.
Lo segundo que quería contarles, aunque sea brevemente, es que tuvimos el acto de egresados de la escuela primaria “Stella Matutina”, de la parroquia de Ushetu, escuela que llevan adelante nuestras hermanas Servidoras. Ya es la cuarta promoción, y egresaron de séptimo grado trece alumnos. Se realizó en primer lugar la santa misa, en agradecimiento por todo el año escolar, y para pedir por los egresados. A diferencia de otros años, han participado más familiares, no sólo de los que egresaban, sino también de los demás alumnos. Luego de la misa hicimos la tradicional foto grupal, de toda la escuela frente a la iglesia parroquial. Al mediodía tuvieron lugar los festejos, con canciones de cada grupo, con premios y regalos, con discursos de despedida, y entrega de diplomas. Al terminar todo esto, un gran festejo con almuerzo para todos. Es realmente gratificante, como sucede en todas las escuelas, me imagino, llegar a fin de año y ver los frutos del trabajo. Sobre todo al ver a los egresados, participando de la misa, agradeciendo, y verlos crecidos en “sabiduría, en estatura y en gracia”. Para la misión de Tanzania, estos son grandes logros, y frutos de calidad, entre todo lo que se hace aquí. La escuela tiene un lugar primordial en la evangelización de la cultura, como sabemos.
Finalmente, les cuento de algo que aconteció unos días antes de las confirmaciones, cuando estábamos en plenos preparativos de las mismas, y aprovecho a sumar alguna reflexión sobre lo sucedido. Me pidieron que celebrara la misa del entierro de una joven de la aldea de Namba Nane. Un poco triste el caso, pues esta joven el año anterior había recibido la confirmación, y falleció por problemas pulmonares, después de dar a luz a su primer hijo. Ella se llamaba Victoria, tenía diecinueve años, y su bebé quedó con sus abuelos con apenas un mes de vida. Por gracia de Dios, y debemos agradecer a los sacramentos y las enseñanzas recibidas en la catequesis, cuando estuvo muy mal en el hospital, recibió el auxilio del sacramento de la unción de los enfermos.
La casa de su familia queda a pocos metros de la iglesia de esa aldea, así que cuando llegué al lugar, aunque habían preparado todo para celebrar la misa allí mismo, en el patio de la casa, les pedí que lo hiciéramos en la iglesia, para mayor comodidad y para poder participar mejor. Además, que mirando un poco el clima, habían varias tormentas en el horizonte, y esto podía complicar mucho la celebración de la misa debajo de un pequeño toldito, y con la mayoría de la gente sin nada para cubrirse. La iglesia de Namba Nane es grande, y la hemos podido techar el año pasado, como tal vez algunos de ustedes se acordarán, pues me ayudaron en la campaña que hice para recolectar fondos para eso. Creo que fue una buena decisión hacer la misa en la iglesia, pues la casa estaba muy cerca realmente, creo que unos cien metros apenas, y en un vehículo que habían alquilado, pudieron traer el féretro hasta la capilla. Lo bueno, además, es que al estar en la iglesia, nos libramos de los molestos que no participan del entierro debidamente, que hablan, se ríen, etc. Alguna vez les he contado esto, pues que como es tradición que todos los vecinos y conocidos tienen que ir al entierro, algunos van como “obligados”, para no tener que pagar la multa, y entonces ahí están, tratando de pasar el rato, conversando, jugando a las cartas, y haciendo bromas. Muchos de ellos son paganos, y no tienen el respeto o la consideración ante la muerte, o ante el dolor ajeno, como se nos ha enseñado a nosotros.
En la iglesia pude hacer un sermón sobre los novísimos. Siempre estas misas son una buena ocasión para el misionero, porque la gente bien se puede representar la realidad de la muerte, como también la brevedad de la vida, la necesidad de prepararse bien para ése paso, la vida eterna que nos espera, pero antes el juicio particular, etc. Gracias a Dios, la gente de aquí recibe muy bien la predicación de los novísimos, sin impresionarse, ni escandalizarse, como en muchas de nuestras sociedades de occidente.
Desde la iglesia fuimos caminando acompañando el auto hasta la casa, y llegamos al pequeño cementerio familiar. Allí estaba la fosa lista, y se realizaron las últimas bendiciones y oraciones. Mientras se cantan cantos apropiados, se procede al entierro. Pero me llamó la atención un grupo de jóvenes que se reían sin ningún problema, se hacían chistes, y hablaban fuerte. Tuve que pedir silencio al coro, para solicitarles a todos un poco más de respeto, sobre todo pensando en los familiares que pasan por ese momento de dolor. Me hizo reflexionar bastante este hecho, pues ante la realidad de la muerte nos diferenciamos tanto, los que tenemos fe de los que no creen. ¡Pobres paganos!, que nada esperan ni prevén, para la otra vida. Para ellos, todo se termina con la muerte.
Pero por otro lado, esperamos que muchos de estos paganos escuchen la voz de la conciencia, y el deseo de vivir que existe en el corazón de todo hombre, y que escuchen la predicación de los misioneros. De hecho, ¡cuántos paganos de estas zonas nos llaman a su lecho de dolor, agonizando, para pedir que los bauticemos! Pensaba que tal vez éstos que estaban allí, lo hacían por su ligereza, pues como les dije, eran todos jóvenes… poco reflexiona el joven en el fin de la vida. Como decía Don Bosco, el diablo engaña a los jóvenes con estas dos cosas: haciéndoles creer que la vida de la virtud les hará vivir una vida triste; y segundo, con la esperanza de una vida larga.
Por esos jóvenes, también recé en el viaje de regreso a la misión. Rezamos siempre por todos los paganos. Que Dios les conceda la gracia de la conversión, y que ellos estén dispuestos a recibirla.
Dimos gracias a Dios por Victoria, pues a pesar de sus breves diecinueve años, la bendijo con la fe y los sacramentos, y con una muerte con los auxilios de la fe. Y rezamos por su alma, para que Dios perdone sus pecados, y la reciba en la vida eterna, amén.
¡Que viva la misión! ¡Firmes en la brecha! ¡Viva la Congregación!
P. Diego Cano, IVE
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