Un camino breve, corto, seguro y perfecto para llegar a la unión con Jesucristo
La perfección cristiana consiste en llegar a la unión con Cristo. Este “llegar” supone un camino y también fatiga, trabajo y sufrimiento de parte del alma: “No se puede venir a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no se alcanza sin gran desnudez de toda cosa criada y viva mortificación. Lo cual es significado por desnudar el manto a la Esposa y llagarla de noche en la búsqueda y pretensión del Esposo; porque el nuevo manto que pretendía del desposorio no se le podía vestir sin desnudar el viejo. Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al Amado y ser desnudado de su voluntad y mortificado, sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará a hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras y con ansia de amor” (2 Noche c. 24). Todo el libro de la “Subida al Monte Carmelo”, y todo el de la “Noche Oscura” de San Juan de la Cruz, describen los medios y el estado penoso de purificación para llegar a esta unión. En la canción 25, la última de la “Noche Oscura”, el Santo nombra como “dichosa” a esta noche, en donde queda el alma en el Amado transformada:
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Y explica que “que por medio de ella halló y llevó, para que breve y seguramente consiguiese su deseado fin”. San Luis María Grignon de Montfort nos ofrece una gran ayuda para transitar este camino y para llegar a la unión con Cristo, que no es otro que María, Madre de Cristo y Madre nuestra. Dice así en el “Tratado de la Verdadera Devoción a María”: “Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, en la cual consiste la perfección cristiana”.
Lo que resulta ser una carga para nuestra alma, como son las pasiones y todos los pecados e imperfecciones del alma, tiene que purificarse, para hacer el camino ligero y rápido, y no extraviarse en buscar a Dios solo, en soledad perfecta del alma. De hecho, San Juan de la Cuz da tres propriedades de la “dichosa noche”, y en la primera dice justamente esto:
- “La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación lleva Dios el alma por tan solitario y secreto modo de contemplación y tan remoto y ajeno del sentido, que cosa ninguna perteneciente a él, ni toque de criatura, alcanza a llegarle al alma, de manera que la estorbase y detuviese en el camino de la unión de amor” (2 Noche cap. 25, canción 3). San Luis María trae una idea parecida respecto del apoyo, auxilio y dirección de María que es el camino corto; el alma puesta en soledad corre a pasos de gigante para llegar a Jesús sólo: “Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque –como acabo de decir– se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente, con mayor rapidez. Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos. Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas sobre todos sus enemigos (Prov 21,28). Estos, ciertamente, querrán impedirle que avance, hacerle retroceder o caer, pero –con el apoyo, auxilio y dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse– avanzará a pasos agigantados hacia Jesucristo por el mismo camino por el cual está escrito que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo (Sal 18 [17],6)” (VD 155). Y más adelante afirma: “¿Será posible que la que fue total y sobreabundantemente llena de gracia y tan unida y transformada en Dios que lo obligó a encarnarse en Ella impida al alma vivir unida a Dios? Ciertamente que la vista de las otras creaturas, aunque santas, podrá, en ocasiones, retardar la unión divina, pero no María, como he dicho y no me cansaré de repetirlo” (VD 164).
- Cuando el Santo de Fontiveros habla de la segunda propriedad de la “dichosa noche” dice que “es por causa de las tinieblas espirituales de esta noche, en que todas las potencias de la parte superior del alma están a oscuras; no mirando el alma ni pudiendo mirar en nada, no se detiene en nada fuera de Dios para ir a él, por cuanto va libre de los obstáculos de formas y figuras y de las aprehensiones naturales, que son las que suelen empachar el alma para no se unir siempre con el ser de Dios”. (2 Noche, cap. 25, canción 3).
En relación a esto, San Luis María dice que por eso María es “camino fácil. Es el camino abierto por Jesucristo al venir a nosotros, y en que no hay obstáculos para llegar a Él. Ciertamente que se puede llegar a Jesucristo por otros caminos. Pero en ellos se encuentran cruces más numerosas, muertes extrañas y muchas más dificultades apenas superables; será necesario pasar por noches oscuras, extraños combates y agonías, escarpadas montañas, punzantes espinas y espantosos desiertos. Pero por el camino de María se avanza más suave y tranquilamente. Claro que también aquí encontramos rudos combates y grandes dificultades a superar. Pero esta bondadosa Madre y Señora se hace tan cercana y presente a sus fieles servidores para iluminarlos en sus tinieblas, esclarecerlos en sus dudas, fortalecerlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y dificultades que -en verdad- este camino virginal para encontrar a Jesucristo resulta de rosas y mieles comparado con los demás. ¿De dónde procederá entonces, me preguntará algún fiel servidor de María, que los fieles servidores de esta bondadosa Madre encuentran tantas ocasiones de padecer, y aún más que aquellos que no le son tan devotos? Los contradicen, persiguen, calumnian y nadie los puede tolerar… O caminan entre tinieblas interiores, o por desiertos donde no se da la menor gota de rocío del cielo. Si esta devoción a la Santísima Virgen facilita el camino para llegar a Jesucristo, ¿por qué son sus devotos los más crucificados? Le respondo que ciertamente, siendo los más fieles servidores de la Santísima Virgen sus preferidos, reciben de Ella los más grandes favores y gracias del cielo, que son las cruces. Pero sostengo que los servidores de María llevan estas cruces con mayor facilidad, mérito y gloria, y que lo que mil veces detendría a otros o los haría caer, a ellos no los detiene nunca, sino que los hace avanzar, porque esta bondadosa Madre, plenamente llena de gracia y unción del Espíritu Santo, endulza todas las cruces que les prepara con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del amor puro, de modo que ellos las comen alegremente como nueces confitadas, aunque de por sí sean muy amargas. Y creo que una persona que quiere ser devota y vivir piadosamente en Jesucristo (2Tim 3,12), y, por consiguiente, padecer persecución y cargar todos los días su cruz, no llevará jamás grandes cruces, o no las llevará con alegría y hasta el fin, si no profesa una tierna devoción a la Santísima Virgen, que es la dulzura de las cruces; como tampoco podría una persona, sin gran violencia –que no es durable–, comer nueces verdes no confitadas con azúcar” (VD 152-154).
- Y así llegamos a la tercera propriedad en la cual se dice cómo la “dichosa noche”, en la cual el alma no está arrimada a ninguna cosa creada, es medio perfecto para llegar a la unión de amor con Dios: “La tercera es que, aunque ni va arrimada a alguna particular luz interior del entendimiento ni a alguna guía exterior para recibir satisfacción de ella en este alto camino, teniéndola privada de todo esto estas oscuras tinieblas; pero el amor solo que en este tiempo arde, solicitando el corazón por el Amado, es el que guía y mueve al alma entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la soledad, sin ella saber cómo y de qué manera”. A su vez, San Luis María enseña que “Esta devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse a Él. Porque María es la más perfecta y santa de las puras creaturas, y Jesucristo, que ha venido a nosotros de la manera más perfecta, no tomó otro camino para viaje tan grande y admirable que María. […] EL QUE ES quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es llegue a ser Dios o El que es. Esto lo realizó perfectamente entregándose y sometiéndose incondicionalmente a la joven María, sin dejar de ser en el tiempo El que es en la eternidad. Del mismo modo, nosotros, aunque no seamos nada, podemos por María llegar a ser semejantes a Dios por la gracia y la gloria, entregándonos perfecta y totalmente a Ella, de suerte que, no siendo nada por nosotros mismos, lo seamos todo en Ella, sin temor de engañarnos” (VD 157). Esta devoción a la Santísima Virgen es camino seguro para ir a Jesucristo y alcanzar la perfección uniéndonos a Él. “Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que llegan a la madurez en Jesucristo es el que María –que ahora como siempre es la Madre de Cristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo– no está bastante formada en los corazones. Quien desee tener el fruto maduro y bien formado, debe tener el árbol que lo produce. Quien desee tener el fruto de vida -Jesucristo-, debe tener el árbol de vida que es María. Quien desee tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e inseparable, la excelsa María” (VD 164).
“Entremos, pues, por este camino y avancemos en él, día y noche, hasta la perfecta madurez en Jesucristo” (VD 168).