Recordad, queridos Confrades, que nuestro buen Jesús nos mira en este instante y dice a cada uno de vosotros en particular: “He aquí que casi todos me han abandonado en el camino real de la Cruz.
San Luis María Grignion de Montfort
2° – Los Dos Partidos
- A) El partido de Jesús y el del mundo
[7] He aquí, queridos Confrades, dos partidos que se enfrentan todos los días: el de Jesucristo y el del mundo. El de nuestro amable Salvador está a la derecha, en una pendiente ascendente, en un camino estrecho que se ha vuelto aún más angosto debido a la corrupción del mundo. El buen Maestro va al frente, con los pies descalzos, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo todo ensangrentado y cargando una pesada Cruz. Solo unas pocas personas, y de las más valientes, lo siguen, porque su voz tan delicada no se escucha en medio del tumulto del mundo; o bien, no se tiene el valor de seguirlo en su pobreza, sus dolores, sus humillaciones y sus otras cruces, que necesariamente hay que llevar, a su servicio, todos los días de la vida.
[8] A la izquierda está el partido del mundo, o del demonio, que es el más numeroso, el más significativo y el más brillante, al menos en apariencia. Todos los individuos más destacados corren hacia él; se apresuran, a pesar de que los caminos son amplios, más amplios que nunca debido a las multitudes que por ellos pasan como torrentes, y están sembrados de flores, bordeados de placeres y diversiones, cubiertos de oro y plata.
- B) Espíritu totalmente opuesto de los dos partidos
[9] A la derecha, el pequeño rebaño que sigue a Jesucristo solo habla de lágrimas, penitencias, oraciones y desprecio del mundo; se oyen continuamente estas palabras, entrecortadas de sollozos: “Suframos, lloremos, ayunemos, oremos, ocultémonos, humillémonos, empobrezcámonos, mortifiquémonos; porque el que no tiene el espíritu de Jesucristo, que es un espíritu de cruz, no le pertenece; los que son de Jesucristo han mortificado la carne con sus concupiscencias; es necesario conformarse a la imagen de Jesucristo o condenarse. ¡Ánimo!”, exclaman ellos. “¡Ánimo! Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Aquel que está en nosotros es más fuerte que el que está en el mundo. El siervo no es mayor que su señor. Un momento de leve tribulación redunda en peso eterno de gloria. Hay menos elegidos de lo que se piensa. Solo los valientes y los violentos arrebatan el cielo por la fuerza; nadie será coronado allí si no ha combatido legítimamente, según el Evangelio, y no según la moda. ¡Combatamos, pues, vigorosamente, corramos rápidamente para alcanzar la meta, a fin de ganar la corona!” He aquí una parte de las palabras divinas con que los Amigos de la Cruz se animan mutuamente.
[10] Los mundanos, al contrario, gritan todos los días, para animarse a perseverar en su malicia sin escrúpulos: “¡Vida, vida! ¡Paz, paz! ¡Alegría, alegría! ¡Comamos, bebamos, cantemos, bailemos, juguemos! Dios es bueno, Dios no nos hizo para que nos condenáramos; Dios no prohíbe que nos divirtamos; no nos condenaremos por eso. ¡Nada de escrúpulos! Non moriemini, etc…”
- C) Amorosa llamada de Jesús
[11] Recordad, queridos Confrades, que nuestro buen Jesús nos mira en este instante y dice a cada uno de vosotros en particular: “He aquí que casi todos me han abandonado en el camino real de la Cruz. Los idólatras ciegos se burlan de mi cruz como de una locura, los judíos obstinados se escandalizan de ella, como si fuera objeto de horror, los herejes la han roto y derribado como cosa digna de desprecio. Pero, y esto solo puedo decirlo con lágrimas en los ojos y con el corazón traspasado de dolor, los hijos que crié en mi seno y que instruí en mi escuela, mis miembros, que animé con mi espíritu, me han abandonado y despreciado, convirtiéndose en enemigos de mi cruz. – Numquid et vos vultis abire? ¿Queréis, vosotros también, abandonarme, huyendo de mi Cruz, como los mundanos, que en esto son otros tantos anticristos: antichristi multi? ¿Queréis, en fin, conformaros al siglo presente, despreciar la pobreza de mi Cruz, para correr tras las riquezas? ¿Evitar el dolor de mi Cruz para buscar los placeres? ¿Odiar las humillaciones de mi Cruz, para ambicionar las honras? Tengo, en apariencia, muchos amigos que me hacen protestas de amor, y que, en el fondo, me odian, pues no aman mi Cruz; muchos amigos de mi mesa y poquísimos amigos de mi Cruz.
[12] A esta amorosa llamada de Jesús, elevémonos por encima de nosotros mismos; no nos dejemos seducir por nuestros sentidos, como Eva; no miremos sino al autor y consumador de nuestra fe, Jesús crucificado; huyamos de la corrupción de la concupiscencia del mundo corrompido; amemos a Jesucristo de la mejor manera, es decir, a través de toda clase de cruces. Meditemos bien estas admirables palabras de nuestro amable Maestro, que encierran toda la perfección de la vida cristiana: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Fragmento del libro Carta a los amigos de la Cruz