En Argentina, el lunes pasado se realizó un acto en conmemoración por las víctimas del terrorismo de organizaciones comunistas en los años 70. El evento suscitó polémica y controversia debido a que este acto se opone al relato oficial que presenta a los miembros de dichos grupos terroristas, que llenaron de sangre inocente a la Argentina en esos años, como si se tratase de jóvenes idealistas e inofensivos. Queremos hacer nuestro aporte recordando a una de las figuras católicas más grandes del siglo pasado, el filósofo Carlos Sacheri, a quien mataron cuando tenía 41 años de edad al salir de misa y en presencia de sus siete hijos.
La “Moralidad Marxista” (Que Mata)[1]
Para Argentina fueron años de plomo, hasta el punto de que la guerrilla -inspirada en el ateísmo marxista– representaba un verdadero ejército. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de orientación trotskista, y los Montoneros, peronistas de izquierdas, mediante el uso sin escrúpulos de bombas, secuestros, toma de aviones y cuarteles, pretendían no solo conquistar el poder, sino también obtener el reconocimiento internacional. En nombre, por supuesto, de una maquiavélica “moral marxista”.
Entre las víctimas más ilustres de esa sangrienta temporada se encuentra el profesor Carlos Sacheri, una de las personalidades católicas más influyentes de Argentina. Licenciado en filosofía, invitado para dar conferencias en Francia, Canadá, España y Estados Unidos (así como en toda Suramérica), Sacheri fue sobre todo un gran educador de jóvenes, que fascinó con el atractivo y el amor a la verdad en torno a los temas de la ley natural. Se ha dicho de él que “hizo amable la verdad”.
El Mejor Candidato a la Presidencia
Además de ser un líder de Acción Católica, Carlos Sacheri también promovió la vuelta a la actividad de la Sociedad Tomista Argentina, que había estado inactiva durante años al verse afectada por el terremoto que arrasó al mundo católico posconciliar a causa de la interpretación tendenciosa progresista del mismo Concilio (en palabras de Benedicto XVI, por “la hermenéutica de la ruptura”). Incansable conferenciante, Sacheri iba a todas partes, desde las aulas universitarias hasta los clubes del extrarradio urbano. “Aunque solo haya tres personas, hablo igualmente”, aseguraba a los organizadores. En todas las instituciones en las que participó, Sacheri dejó una marca indeleble; la de “un hombre bueno, caritativo, inteligente, alegre y… santo”.
A mediados de los años 70, Carlos Sacheri ya era mucho más que un profesor universitario. La política nacional le estaba cortejando. Se había convertido en un estratega, un hombre de enlace entre diferentes sectores y esferas, tal vez incluso conflictivas, pero que, en cualquier caso, quería buscar soluciones para una Argentina abocada a un abismo de violencia.
Algunos habían pedido el Ministerio de Educación para él, otros incluso lo consideraban el mejor candidato presidencial que el catolicismo podía ofrecer al país. Con solo 41 años, dos balas, disparadas ante los ojos de su esposa e hijos, frustraron cualquier posibilidad.
El Martirio de Carlos Sacheri [2]
Así ocurrió su muerte, el 22 de diciembre de 1974, según lo cuenta su hijo mayor. Acababan de salir de Misa y regresaban al hogar junto con su mujer y sus siete hijos, más tres amiguitos. Fue un domingo a la mañana temprano. «Mi madre pasó a buscarnos, con Clara la más chica, a mi padre y a mis otros cinco hermanos, a la salida de Misa y nos dirigimos hacia casa. Tuvo que detenerse para esperar que pasen unos autos que venían por la otra mano. Yo estaba distraído. Escuché un estampido muy fuerte y pensé instantáneamente, en décimas de segundo, que había estallado un petardo, ya que era 22 de diciembre; faltaban tres días para Navidad. Miré hacia la derecha y vi la cara de un hombre que hoy, pese a que han pasado más de veinte años, la tengo perfectamente grabada en mi mente. Iba en un Peugeot 504 celeste. Cuando de pronto escucho el grito de mi madre y veo a mi padre con la cabeza inclinada, sangrando; todos en derredor bañados en sangre. En el asiento de adelante íbamos mi madre, mi padre, Clara, la más pequeña de todos, que tenía entonces dos años, en su falda, y yo del lado de la puerta. En el asiento trasero venían mis otros hermanos con unos amigos. Enseguida llevaron a mi padre al Hospital de San Isidro. Allí estuvo unas pocas horas en terapia intensiva, al cabo de las cuales murió».
Su testimonio de cristiano puro, como esposo y padre de familia, amigo, investigador, docente e impulsor de innumerables iniciativas de restauración cívico-social de inspiración cristiana, lo signó como blanco predilecto de las fuerzas anticristianas. Tenía 41 años.
El Odio a la Fe de sus Asesinos
Días después de su asesinato, sus autores remitieron una carta a la revista Cabildo, amenazando de muerte a su director, Ricardo Curutchet, y adjudicándose cínicamente el crimen, al igual que el de otro insigne pensador católico, Jordan B. Genta, sucedido un mes antes:
«Nos dirigimos a Ud. con la confianza que nos dan los dos contactos mantenidos… en las personas de los queridísimos aunque extintos profesores Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri… Enterados de la ferviente devoción que los extintos profesaban a Cristo Rey, de quien se decían infatigables soldados, nuestra comunidad ha esperado las festividades de Cristo Rey según el antiguo y el nuevo ‘ordo missae’ y ha permitido que los nombrados comulgaran del dulce cuerpo de su Salvador para que pudieran reunirse con Él en la gloria, puesto que en este Valle de Lágrimas eran depositarios de la Santa Eucaristía…».
En las 533 palabras del comunicado, el estilo clerical quedaría patente por las alusiones a la liturgia católica, la mención reiterada a Jesús como “Cristo Rey” y varias otras sutiles referencias a la ortodoxia cristiana. La exégesis del comunicado -según la tesis del biógrafo de Carlos Sacheri[3] y de bastantes intelectuales argentinos- lleva a atribuir la muerte del pensador católico a su lucha contra el “tercermundismo” y la “teología de la liberación”, que, en lugar de apoyar la conversión del mundo a la Iglesia, apuntaba exactamente a lo contrario. En su libro “La Iglesia Clandestina”, Sacheri hizo colocar una faja que rezaba: «Seremos fusilados por curas bolcheviques».
Su vida ejemplar y su muerte mártir, no se entienden si no tenemos presente que «ante todo y por encima de todo, Carlos Sacheri era un apóstol. Esa era la tarea esencial de su vida: luchar en pro de la consagración del mundo y del país a Cristo, para que el Señor de las naciones reine efectivamente en ellas. En ese sentido, Sacheri era uno, católico íntegro, idéntico con su Fe. En este tiempo de tantas traiciones, de católicos que lo son en casa y no en la función pública, en casa y no en la universidad, Sacheri lo era siempre y en toda circunstancia».
Carlos Sacheri profetiza su muerte
El 9 de junio de 1973, ante más de 1.000 estudiantes universitarios reunidos en un congreso (y después de que el presidente argentino Héctor Cámpora hubiera aprobado una amnistía para los guerrilleros del ERP y Montoneros, haciendo que salieran de las cárceles, y de esta forma causando que el marxismo volviera a matar), el doctor Carlos Sacheri profetizó su muerte con un año de antelación.
Lo hizo con estas palabras: «Hace unos días estaba leyendo un pasaje de la Escritura en el que San Pablo habla de redención y sangre. No me creo un profeta -entre otras cosas porque los hechos ya están a la vista-, pero si los católicos, los universitarios católicos, no estamos dispuestos a derramar nuestra sangre en una militancia heroica, Argentina dejará de ser católica para ser marxista. Como dice el Apóstol: ‘Sin sangre no hay redención’ (Heb 9,22)».
Causa de los Santos, estamos a la espera.
— NOTAS —
[1] VALERIO PECE, en IL TIMONE, Carlos Sacheri, un cattolico scomodo nell’Argentina degli anni ’70.
[2] Sitio sacheridigital.blogspot.com/p/testimonio.html
[3] H. HERNÁNDEZ, SACHERI. Predicar y Morir por la Argentina, B. Aires, Vórtice, Mayo 2007, 992 pp.
Descargar el libro: La Iglesia Clandestina – Carlos Sacheri. pdf
Comentarios 2
Gracias Padre Amado y leamos por esos valientes que defienden nuestra Fe catolica. Por tu Iglesia en los sacerdotes del mundo entero. Por Monseñor Rolando Álvarez seas Tu derramando todos los días Espíritu Santo para darle fuerzas.
me entristece mucho estos comentarios vengan del lado que vengan, toda muerte es lamentable, pero como iglesia no debemos juzgar y poner rótulos. todos somos hijos de DIOS. Y si un lado de la historia es contada a medias, también la otra. dejemos todo en manos de Dios que es el único Juez. si la postura de la iglesia se deja ver con estos artículos genera más divisiones y odio, no seamos participes nada más que de la paz y el amor de Dios. Dios no vino al mundo por justos sino por pecadores!!!