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Los argumentos de los partidarios de la legalización del aborto, aunque con variaciones entre ellos, suelen agruparse alrededor de dos grupos principales. El primero, más radicalizado y batallador, es el que afirma que “la mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo”. Generalmente es enarbolado por los movimientos más radicales, impulsado por distintas formas de feminismo y grupos de izquierda, por lo general, aunque no exclusivamente.

La respuesta debería ser muy sencilla, para los que no están a favor de la despenalización. No se trata del cuerpo de la mujer, sino de otro ser nuevo que está hospedado allí. Se han presentado hasta el cansancio argumentos de todo tipo: científicos, biológicos, médicos, antropológicos, filosóficos, muchos muy bien formulados y de mucho nivel. El problema está, en que los grupos ‘pro-aborto’ hacen oídos sordos de dichos argumentos, así como de cualquier otro. Su fuerza radica en la persuasión emotiva, y en la propaganda. Han tenido necesidad de identificarse con un color, música, etc., con el fin de tener impacto psicológico y poder imponerse entre los más jóvenes (de hecho, contrasta como en general, son chicas apenas salidas de la adolescencia o jóvenes las que más adhieren a ese tipo de manifestaciones). Como se trata de una vida humana, en definitiva, que antes o después va a ser reconocida como tal, un verdadero ‘debate’ debería ser llevado a cabo por ánimos serenos, con lucidez mental, vigor en los razonamientos, etc.

El segundo argumento es el de los que afirman que “no están a favor del aborto, sino sólo de su legalización”. O sea, reconocen que el aborto es una realidad desgraciada, que sería mejor no existiese, y que por lo tanto es un mal, un crimen. Se colocan sin embargo a favor de su legalización porque afirman que es menos mal, que mueren menos niños, y sobre todo menos mujeres, que pueden hacerlo en condiciones mucho más higiénicas y regulares. También aquí se hacen oídos sordos a los argumentos en contrario; es muy difícil establecer con números precisos si los abortos terapéuticos voluntarios aumentaron o disminuyeron una vez aprobada las leyes respectivas en los distintos países. Las estadísticas más fiables afirman que aumentaron al menos al inicio, aunque después pareciera que tendieron a disminuir. Hay razones para que esto sea así: En los últimos años, han aparecido las píldoras abortivas, invadiendo el mercado con una velocidad pasmosa (sea la RU, como la del día después), por lo fácil de su ingestión. Estas son abortivas incluso en su intención, pues tienden a expulsar el feto fecundado, que es donde reside el problema, porque no hay otro momento trascendente en el desarrollo de un nuevo ser humano que la concepción. Lo que jamás se dice, es que esas píldoras aparecieron justamente gracias al aborto legal, porque sin esta permisión no se hubiese en absoluto desarrollado, o al menos estarían penadas por la ley. Es imposible pensar que, dada la facilidad de adquirirlas e ingerirlas, el número de abortos legales haya realmente disminuido. Se hace además muy difícil el establecer estadísticas al respecto, ya que son medicamentos que se comercializan abiertamente. Muchas píldoras anticonceptivas, son además, abortivas en su efecto concreto, porque impiden la anidación del óvulo ya fecundado, como se sabe. De todos modos, este argumento falla en algo aún más esencial, y que es su falta de verdadera profundidad intelectual y sentido moral, que debería ser un sentido humano: “No es lícito intentar un mal para que venga (eventualmente) un bien”, dice uno de los principios morales más evidentes, porque siempre será un mal el que se lleve a cabo.

Algunos matizan el primer argumento diciendo que se trata de una “vida” (cosa que es muy difícil negarlo, efectivamente), pero no de una “persona”. La persona es sujeto de deberes y derechos y un feto no puede serlo. Pero no advierten la falta de fundamento de dicho argumento. La persona se fundamenta justamente en que hay una vida humana desarrollándose. Que en algún momento se le atribuyan derechos y deberes para considerarla ‘persona humana’, es totalmente aleatorio. Si la persona humana muere, en efecto, cambian radicalmente sus derechos y deberes, y muchos desaparecen. Pero el feto fecundado está vivo, con lo cual el fundamento de esos derechos existe. Si hilamos fino, el principal derecho que un feto posee es el de nacer, el de poder llegar al nacimiento, para poder realizarse como persona. Es un deber de la sociedad entera el darle esa oportunidad.

El argumento de los abortistas, sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, nunca puede tener prioridad entonces, teniendo en cuenta el derecho de una nueva persona a nacer. De todos modos, también aquí se vislumbra otra falacia de los partidarios de la legalización del aborto. En realidad, cualquier utilización de un medio invasivo para el cuerpo de la mujer (cosa que el aborto terapéutico lo es, e incluso lo son las píldoras de todo tipo, que dejan secuelas), se revela como una manipulación del cuerpo de la mujer, cosa que no sucede si se le permite seguir con el embarazo. Una vez que una mujer concibió, es natural que el embarazo continúe hasta el nacimiento, salvo que se produjera un aborto natural o espontáneo. Esto sería lo más coherente con el respeto al cuerpo de la mujer.

Pasemos ahora a las declaraciones del Santo Padre, que tanta polémica generaron, al calificar el aborto como un “crimen” comparado con el de los nazis, esto es, un genocidio. Era de esperar en boca de un Papa una condena del aborto, y que lo hiciera incluso con argumentos de fuerza.

La frase fue objetada por la magnitud de la comparación: Se dice que no puede equivaler el aborto a los crímenes nazis porque ninguna mujer que aborta tiene la intención de colaborar a una exterminación masiva de seres humanos, ni es eso lo que se pretende con una legalización de ley de aborto. Pero haría falta realizar una aclaración importante: Cuando se plantea el tema del aborto, los partidarios de legalizarlo generalmente colocan el debate en el nivel de los “derechos” o de “reconocer una situación de hecho”, que juzgan mayoritaria (aunque al mismo tiempo afirman que no hay estadísticas seguras al respecto), o bien de “intención” (piden no criminalizar, etc.). En realidad, lo que se objeta del aborto es el “fruto” mismo de la operación: Se trata de un ser humano que es eliminado antes de nacer, y a quien se descarta definitivamente, sin que medie, por supuesto, libertad o intervención alguna del mismo. Ante una realidad semejante, todos los demás argumentos deberían estar de más, porque en el fondo, es una vida la que se pierde. En ese sentido, darle legalidad a un hecho de tal envergadura, es dar legalidad a un tipo de muerte provocada, cuyo número puede no tener límites. Es eso lo que se compara al nazismo, porque se lo cataloga como una cierta forma de “genocidio” indiscriminado. Y de hecho, ese tipo de genocidio ha crecido. Más allá de las discusiones de números, el aborto legal, como decíamos, ha facilitado al menos la facilidad rampante para realizar abortos.

Por dicha razón, la comparación no suena tan exagerada, teniendo en cuenta que se trata siempre de una analogía. Analogías que grupos afines a los que sostienen el derecho al aborto, al que llaman un “derecho humano” (pensemos a los grupos militantes de ‘derechos humanos’), no tienen problema en sostener para otro tipo de proclamas. Recordemos, por ejemplo, los “30.000 desaparecidos” del gobierno militar argentino, cifra que ningún grupo asociado a la defensa de los derechos humanos acepta discutir aunque se ha probado hasta el cansancio que es insostenible, pero no aceptan discutirla porque es un ‘símbolo’, una bandera, un jalón conseguido en la lucha por aquellos derechos (como si una exageración numérica pudiera dar mayor garantías de sensatez y veracidad). Además, no olvidemos que fueron los movimientos ‘progresistas’ (en sus diferentes acepciones) y revolucionarios en general, los que promovieron la novedad de Francisco como “Papa revolucionario” y aplaudían casi toda cosa que dijera – sobre todo si lo hacía espontáneamente -. Resulta paradójico que lo critiquen ahora, cuando algo – dicho también con bastante espontaneidad – no les suena tan de acuerdo con sus ideas.

Todo ‘debate’, para ser tal, debe ser sereno, equilibrado y basado en verdaderas razones. Los argumentos de los abortistas son falaces y fácilmente refutables. Los argumentos de los abortistas y sus respuestas son:

1 – No se sabe a ciencia cierta cuando comienza la vida. En cambio, sí se lo sabe, pues el feto concebido tiene su propia sangre, su propio código genético, ADN y otras variables.

2 – La mujer tiene derecho a disponer de su propio cuerpo: Ya está respondido; se trata en realidad de “alguien dentro de su cuerpo”.

3 – Los abortos igual van a seguir existiendo; no estamos (los abortistas) a favor de una matanza. Pues entonces también hay que legalizar los abusos, la droga, las violencias de todo tipo, porque existen y lo seguirán haciendo.

4 – Sólo las mujeres burguesas tienen derecho a abortar (de algún modo lo consiguen); no las mujeres pobres, que no cuentan con recursos. El argumento es de clara orientación marxista: Lo que importa no es si son hijos de mujeres ricas ni pobres; lo que importa es que no mueran niños, ni mujeres por mala praxis en embarazos, ciertamente.

5 – El número de abortos clandestinos y muertes de mujeres por ella. La cifra real es inferior al 0,025 % (sólo 31 mujeres por abortos clandestinos en el 2017 en Argentina). Siempre es mejor que no hubiera ninguna, pero se está a años luz de las 50 muertes por minuto de las que se habla.  Nadie habla de las mujeres que han muerto por deficiencias nutricionales, por ejemplo.

6 – Si el aborto es traumático, lo es porque es el asesinato de su hijo, y no por otro motivo. No es traumático porque sea legal o ilegal.

7 – No hay lugar para libertad o elección verdadera; sobre todo no lo es ni lo será para el feto que está dentro y que espera el nacer.

8 – No es un problema de derechos humanos, de justicia social y de salud pública. No puede considerarse tal una operación en la cual entran dos seres vivos a una sala de hospital, y uno sale muerto (y probablemente despedazado).

9 – Derecho al aborto legal, seguro y gratuito. No puede existir nunca un método seguro de aborto; el riesgo de hemorragia, al menos, existe siempre y así lo atestiguan los médicos.

Pero por encima de todas las demás cosas, sabemos que se trata de un crimen horrible. Dios quiera que tal maldición no se lance sobre nuestro país en los próximos meses.

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