Estudio e interpretación del capítulo 4 de San Juan (2ª Parte)

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CURACION DEL HIJO DEL FUNCIONARIO REAL (Jn 4, 43-54) 

Curación del hijo del funcionario (Jn 4, 43-54) – foto dominicas Lerma

 Habíamos acordado en dividir y esquematizar el capítulo 4 del evangelio de San Juan en tres secciones:

1 – La primera era el diálogo de Jesús con la mujer Samaritana (vv. 1-42) – sobre la cual ya hemos tratado; 2 – la segunda era la llamada perícopa de transición (vv. 43-45); 3 – la tercera es el relato de la curación del hijo del funcionario real en Cafarnaúm (vv. 46-54). Estas dos últimas trascurren en Galilea; la curación en cuestión es llamado “segundo signo de Caná”.

I. PERICOPA DE TRANSICION (Jn 4, 43-54)

43“Después de dos días, salió de allí hacia Galilea.44 Pues Jesús mismo había declarado que un profeta no tenía prestigio en su propia patria. 45Cuando llegó pues a Galilea, los galileos lo acogieron, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta. Ellos mismos, en efecto, habían ido a la fiesta”.

Μετὰ δέ τας δύο ἡμέρας ἐξῆλθεν ἐκεῖθεν εἰς τήν Γαλιλαίαν·44 αὐτός γαρ Ἰησοῦς ἐμαρτύρησεν ὅτι προφήτης ἐν τῇ ἰδίᾳ πατρίδι τιμήν οὐκ ἔχει. 45 ὅτε οὖν ἦλθεν εἰς τήν Γαλιλαίαν, ἐδέξαντο αὐτόν οἱ Γαλιλαῖοι πάντα ἑωρακότες ὅσα ἐποίησεν ἐν Ἱεροσολύμοις ἐν τῇ ἑορτῇ, καὶ αὐτοὶ γαρ ἦλθον εἰς τήν ἑορτήν.

Estos versículos han presentado un problema para diversos estudiosos: Pareciera, en efecto, que retoman en parte lo que se afirma en 4, 3, antes del relato de la Samaritana, cuando se dice que “(Jesús) dejó la Judea y su fe nuevamente a Galilea”. Ya desde época antigua, algunos habían considerado que todo el relato del diálogo con la Samaritana y la fama de Jesús ante los samaritanos constituían una gran interpolación, y el v. 43 encontraría su lugar natural después de 4, 3.[1] En realidad, no es necesario explicarlo de dicho modo, pues los versículos 43 y 45 arrojan un sentido lógico: Jesús se ve amenazado en Judea (pues su fama y sus discípulos crecían), parte para Galilea, y después de pasar por Samaría, llegará allá. En Galilea, los compaisanos los reciben con los brazos abiertos, habiendo escuchado y visto las maravillas que había obrado en Jerusalén.

El problema lo encontramos en el v. 44, dado el aforismo de que “un profeta no es bien recibido en su patria”, donde se vuelve particularmente difícil la traducción de la proposición «gar» (γὰρ) del v. 44. Si se la traduce según su significado más normal (“en efecto; pues”), se relacionaría con lo anterior. Jesús partió de la Judea para Galilea, pues no era bien recibido en su patria. Esto abre el interrogante acerca de a qué lugar se refiere cuando se hace la mención de “su patria”, para lo cual muchos intérpretes se inclinan por la Judea.[2] Lagrange piensa que la proposición no marca una causalidad lógica sino sólo literaria: Fue en Galilea donde Jesús pronunció por primera vez dicha sentencia, y hacia allí se dirige ahora.[3]

La interpretación de la ‘patria’ de Jesús como Nazaret- Galilea se basa en los paralelos sinópticos de Mc 6, 4; Mt 13, 57; Lc 4, 24 y contextos. La dificultad de esta interpretación está en que el «gar» del v. 44 parece referirse a lo que precede, a la partida de Jesús de Samaría hacia Galilea. Si el motivo de partir hacia Galilea es que no es estimado, como lo afirma el dicho del evangelista, es que Jesús busca el rechazo. Pero en el v. 45 los galileos lo acogen con los brazos abiertos. Beutler piensa que, de todos modos, la fe de los galileos es defectuosa porque se basa en el ver signos, y los lectores saben que Jesús no busca la estima de los hombres, sino cumplir la voluntad del Padre. El «gar» puede entonces también entenderse como: “sin duda alguna, sin embargo”.[4]

Los galileos le dan una buena acogida; el aoristo «edéxanto» (ἐδέξαντο), del verbo «déxomai», no significa solamente “recibir” sino otorgar una buena bienvenida. El adjetivo «dektós» (δεκτός), que aparece en 4, 24, tiene el mismo significado, aunque en el texto de Lucas aparece con sentido negativo.[5] Sirve de base el recuerdo de las grandes cosas obradas por Jesús en Jerusalén (en Lucas, las obradas en Cafarnaúm, según refiere el mismo Jesús en 4, 23). Jesús mismo echará en cara esa fe incipiente basada en la observación de signos y prodigios (cfr. Jn 4, 48).[6] Pero lo signos pueden llevar a la fe, como para los discípulos en las bodas de Caná (2, 21) y como el mismo evangelio lo coloca como finalidad (cfr. 20, 30s).

Aunque imperfectamente, el evangelio va mostrando como los galileos se aproximan de a poco a la fe de Jesus, mientras que los de Judea se van cerrando cada vez más a su exigencia, y a lo sumo, alcanzan una fe defectuosa, siendo Nicodemo de los más sobresalientes, porque al menos pregunta. Cuanto más se aleja Jesús de la fe judía, con tanta mayor disposición es aceptado. Jesús, en Juan, no sólo rompe con el judaísmo, sin lo cuestiona en su forma dada hasta ese momento, separándose de las autoridades de Jerusalén. Sólo quien lo reconoce ha entendido el sentido de la tradición religiosa de Israel y de su culto. Esto lo entienden más las ‘personas marginadas’ que los que se creen el centro de la fe judía.[7]

 

 II. LA CURACIÓN DEL HIJO DEL FUNCIONARIO REAL EN CAFARNAÚM (Jn 4, 46-54) 

  1. Estructura y análisis de los elementos singulares

Este episodio tiene lugar en Galilea, y Jesús se sitúa nuevamente en Caná de Galilea, “donde había transformado el agua en vino”, según el texto (v. 46). Es por dicho motivo que autores perciben una gran inclusión entre el inicio del milagro de las bodas de Caná (2, 1) y el relato de esta curación, sobre todo porque en Caná se habla de “inicio de los signos” (2, 11), y aquí de “segundo signo” (4, 54). Este segundo signo parece concluir con una primera sección del evangelio. Se ha discutido que se trate del mismo milagro relatado ya en los Sinópticos, sobre la curación del hijo de un centurión en Cafarnaúm (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10), sugiriendo algunos incluso el recurso a una fuente común para Juan y dichos evangelios[8], pero creemos que las características de los relatos de los Sinópticos, más breves y similares entre ellos, son distintas a la de Juan[9]. En los Sinópticos se habla claramente de un centurión (Mt 5, 5; Lc 7, 2), y aquí en cambio de un funcionario real.

Gesù e il Centurione, de Paolo Caliari llamado il Veronese (1528-1588). Vienna, Kunsthistorisches Museum.

Sobre la estructura de la perícopa han existido algunas sugerencias, siendo la más lógica la señalada por Beutler, apoyada por elementos redaccionales, que ve una división en dos partes[10]:

a) Versículos 46-50

        Llegó, pues, nuevamente a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Escuchando este que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue hacia él y le pedía que bajara y curara a su hijo, que estaba a punto de morir. Le dijo entonces Jesús: “¡Si no veis señales y prodigios, no creeréis!”. Le dijo el funcionario: “¡Señor, desciende antes de que mi niño muera!”. Le dijo Jesús: “¡Vete; tu hijo vive!”. Creyó el hombre en la palabra que Jesús le dijo y se marchó.

 Ἦλθεν οὖν πάλιν εἰς την Κανὰ τῆς Γαλιλαίας, ὅπου ἐποίησεν τὸ ὕδωρ οἶνον. Καὶ ἦν τις βασιλικός οὗ ὁ υἱός ἠσθένει ἐν Καφαρναούμ. οὗτος ἀκούσας ὅτι Ἰησοῦς ἥκει ἐκ τῆς Ἰουδαίας εἰς την Γαλιλαίαν ἀπῆλθεν προς αὐτον καὶ ἠρώτα ἵνα καταβῇ καὶ ἰάσηται αὐτοῦ τόν υἱόν, ἤμελλεν γάρ ἀποθνῄσκειν. εἶπεν οὖν ὁ Ἰησοῦς προς αὐτόν· ἐαν μὴ σημεῖα καὶ τέρατα ἴδητε, οὐ μὴ πιστεύσητε.  λέγει προς αὐτον ὁ βασιλικός· κύριε, κατάβηθι πρίν ἀποθανεῖν το παιδίον μου. λέγει αὐτῷ ὁ Ἰησοῦς· πορεύου, ὁ υἱός σου ζῇ. Ἐπίστευσεν ὁ ἄνθρωπος τῷ λόγῳ ὃν εἶπεν αὐτῷ ὁ Ἰησοῦς καὶ ἐπορεύετο.

El adverbio «pálin» (πάλιν) = “nuevamente” se repite al inicio (v. 46) y al final de la entera perícopa (v. 54), delimitando la misma a modo de inclusión. El verbo “creer” «epísteusen» (Ἐπίστευσεν), clave para entender el significado de la perícopa, también se repite al final de la primera sección (v. 46), y casi al final de la segunda (v. 53).

El término basilikós (βασιλικός) puede indicar una persona de sangre real o bien un funcionario real, probablemente un funcionario de Herodes tetrarca, a quien el NT llama comúnmente como rey (Mc 6, 14.22; Mt 14, 9). Los Sinópticos hablan de un centurión, como dijimos, pero no vemos como probable que se trate de la misma curación. Siendo Cafarnaúm una ciudad de frontera (con la Decápolis), podía albergar diversos funcionarios reales. Las palabras de Jesús en el v. 48: “Si no véis señales y prodigios, no creeréis”, dan la impresión de considerar el funcionario como representante de la actitud de los galileos (nombrados en los vv. 44-45) respecto a la Fe. Los ‘signos y prodigios’ (σημεῖα καὶ τέρατα) aparecen en plural. El término que indica ‘prodigios’ es una mención única en el evangelio joánico. Brown piensa que su mención es una indicación desfavorable: Los ‘signos’ son milagros, y como tales, pueden provocar la respuesta de fe, como en otros momentos del evangelio o del NT. En cambio, el acentuarlo con el término ‘prodigios’, hace que estos últimos enceguezcan la capacidad del milagro de revelar quien es Jesús.[11]

– “Mi niño” (τὸ παιδίον): El término «paidíon» es diminutivo de «pais» (ὁ παῖς), que recurre en la segunda parte, en el v. 51. Este último aparecerá una sola vez en Juan, mientras que paidíon aparece también en Jn 16, 21, a propósito de la figura de una mujer que espera su hijo con dolores de parto. El uso de uno y otro término puede expresar un lenguaje tierno y familiar, sea por parte del padre como de los siervos, aunque es verdad que en los otros casos – incluido en este relato – nuestro evangelio utiliza «hyiós» (ὁ υἱός) = “hijo”. Quizás por dicha razón, algunas lecciones variantes hayan sustituido por ‘hijo’ (especialmente en el v. 51), por lo que parece tratarse de una armonización.

b) Versículos 51-54

Estaba él bajando ya, cuando le salieron al encuentro sus siervos para decirle: “¡Tu niño vive!”. Les preguntó la hora en la que tuvo mejoría. Ellos le dijeron: “Ayer, a la hora séptima lo dejó la fiebre”. Comprobó entonces el padre que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: “¡Tu hijo vive!”, y creyó él y toda su familia. Esta fue la segunda señal que realizó Jesús viniendo de Judea a Galilea.

ἤδη δέ αὐτοῦ καταβαίνοντος οἱ δοῦλοι αὐτοῦ ὑπήντησαν αὐτῷ λέγοντες ὅτι ὁ παῖς αὐτοῦ ζῇ. ἐπύθετο οὖν την ὥραν παρ᾽ αὐτῶν ἐν ᾗ κομψότερον ἔσχεν· εἶπαν οὖν αὐτῷ ὅτι ἐχθές ὥραν ἑβδόμην ἀφῆκεν αὐτόν ὁ πυρετός. ἔγνω οὖν ὁ πατηρ ὅτι [ἐν] ἐκείνῃ τῇ ὥρᾳ ἐν ᾗ εἶπεν αὐτῷ ὁ Ἰησοῦς· ὁ υἱός σου ζῇ, καὶ ἐπίστευσεν αὐτός καὶ ἡ οἰκία αὐτοῦ ὅλη. Τοῦτο [δέ] πάλιν δεύτερον σημεῖον ἐποίησεν ὁ Ἰησοῦς ἐλθων ἐκ τῆς Ἰουδαίας εἰς την Γαλιλαίαν.

– v. 51: Estaba bajando ya: Desde Caná hasta Cafarnaúm el camino va en descenso, hacia el este desde las colinas de Galilea hacia la depresión del lago de Tiberíades, y coincide con la expresión verbal del v. 46. El participio presente «katabaínontos» (καταβαίνοντος) expresa una acción en ejecución, durante un cierto período de tiempo. De hecho, se tardaba un día completo en recorrer dichos 40 km, por lo que tiene sentido que los servidores del funcionario encuentren este por el camino al día siguiente. Todo esto da a entender que el autor conoce bien la geografía de Galilea.

– v. 52: Les preguntó: El verbo «pynthánomai»: “inquirir” (aquí en aoristo epútheto = ἐπύθετο) aparece sólo aquí en todo Juan, aunque es frecuente en Lucas. Los testimonios principales (códice B; P75) no presentan el pronombre “les”, y otras variantes presentan significativos cambios en su posición, por lo que puede tratarse de una modificación hecha por escribas, y en ese caso, quizás también hayan introducido el verbo “inquirir”, sin que pensemos que el texto depende de Lucas.

– vv. 53-54: La expresión “creyó él” (ἐπίστευσεν αὐτός) utiliza el verbo en forma absoluta, distinto de la forma con dativo que hemos visto en el v. 50b, por lo cual tiene un sentido más acabado: “llegar a ser (o transformarse en) creyente”. El adverbio del cual hablamos al principio (πάλιν), está en posición pleonástica –repetitiva- aquí en el v. 54, puede ser que a propósito para marcar la inclusión con el v. 46, o bien para poner énfasis. Se encuentra también en 21, 16, por lo que suponer que no sea propia de Juan requeriría poder demostrarlo.

  1. Visión de síntesis y elementos de profundización

Hemos afirmado que a este episodio: la curación del hijo del funcionario real, se lo considera n como episodio conclusivo de una segunda sección del evangelio –después del Prólogo y el cap. 1-, conociéndoselo técnicamente como la sección “de Caná a Caná”. Aquí se concluye el desfile inicial de personajes que se confrontan con Jesús en relación a la Fe: Los judíos que rechazan sus signos en Jerusalén (2, 12-25); Nicodemo que al menos indaga (3, 1-21); los samaritanos que están bien dispuestos (4, 1-42), y ahora los galileos, que encontrarán en este funcionario al menos un sujeto que buscará crecer y purificar su fe en Jesús[12]. De hecho, en este relato se notan como tres momentos de maduración en la fe: 1 – El primero es el de la confianza humana en Jesús como taumaturgo (vv. 48-49), con la cual expone su necesidad; 2 – el segundo es el de la fe en la palabra de Jesús, cuando el Maestro acepta secundar el deseo del Padre (v. 50: “¡Ve, tu hijo vive! El funcionario creyó a la palabra de Jesús”); 3 – el tercero es cuando el pagano cree en Jesus como dador de vida (v. 53: “Creyó él y toda su familia”)[13].

Des elementos de importancia remarca Aquino respecto a la actitud de Jesús con el funcionario -a quien llama regulo-:

a) El reproche de Jesús: “Si no veis señales y prodigios” (v. 48): El reproche no parece justo, porque si el funcionario no hubiera creído en Jesús, no le habría pedido que obrase dicho milagro. A esto puede responderse que el funcionario no creía aun perfectamente, encontrándose en su conducta dos faltas de fe: la primera es, que creyendo en Jesús como hombre y taumaturgo, no creía aún que en él residía el poder de Dios, de lo contrario no le habría insistido en bajar a su casa; la segunda falta de fe, es que si hubiera creído con certeza, no habría esperado el retorno de Jesús a Galilea, si no que él mismo hubiese ido hasta la Judea, aunque finalmente fue a ver a Jesús a Caná, desesperado por la situación de su hijo[14].

Existe también otro factor, según comenta Aquino: A los paganos no se los puede inducir a la fe con la autoridad de la Escritura, en la cual no creen, ni tampoco con la razón natural, porque la fe está sobre la razón, sino sólo se los puede inducir a partir de los milagros. Para los judíos, en cambio, es diverso, pues están obligados a reconocer la autoridad de la palabra de la Escritura. Es por eso que, el funcionario, habiendo sido educado con los judíos, no quería creer por la autoridad de la Escritura, sino a través de signos prodigiosos.[15]

b) La orden de Jesús: “¡Vete; tu hijo vive!” (v. 50): Le ordena de prepararse del mejor modo posible a la gracia, con su libre albedrío, según afirma el profeta (Is 45, 22: “Volveos a mí … y seréis salvados”). Porque en la justificación del pecador se piden cuatro cosas, especialmente si son adultos: 1 – La infusión de la gracia; 2 – la remisión de la culpa; 3 – un movimiento del libre albedrío hacia Dios, que es la fe; 4 – un movimiento de dicho libre albedrío contra el pecado, que es la contrición.

Jesús rechazó ir a casa del funcionario; había aceptado en cambio ir a casa del siervo del centurión, en Mateo: 1 – Según San Gregorio Magno, para reprimir la soberbia, pues por tendencia natural, estamos inclinados a prestar nuestros servicios a los hombres notables, y rechazar a los humildes[16]; 2 – Según el Crisóstomo, porque el centurión estaba bien formado en la fe de Cristo y persuadido que Jesús podía curar a distancia – como lo afirma-, y por eso el Señor prometió de ir hasta su casa; el funcionario era en cambio, imperfecto, y no había entendido bien el poder de Jesús, por eso no quiere ir a su casa, para persuadirlo de su imperfección.[17]

[1] Era la opinión de Teodoro de Mopsuestia, CSCO I, 16 (ed J.- M. Vosté), 68.

[2] El primero fue Orígenes, In Ioannem XIII, 54 [GCS 10, 284 y SC 222], quien no encontraba sentido lógico a la frase, si se la interpretaba de otro modo. Seguirán muchos otros.

[3] Cfr. M-J. Lagrange, Évangile selon saint Jean, Gabalda, Paris 1927, 124.

[4] Cfr. J. Beutler, Comentario, 130, para lo que afirma seguir antiguos autores como A. Stimpfle. Con respecto a la ‘patria’ de Jesús, entre los autores que se inclinan por Judea/Jerusalén el autor enumera C. H. Dodd; B. Lindars, C.K. Barrett, F. J. Moloney y otros. Entre los que eligen Nazaret/Galilea: B. Weiss, W. Bauer, R. Bultmann, R. Brown, Schnakenburg, I. Schenke y otros. Crisóstomo sugiere Cafarnaúm (In Ioannem homiliae, [PG LIX, 200]). Para S. Agustín, Judea representa el pueblo judío y los samaritanos a los cristianos (Homilia in Ev. Ioannis 16,3).

[5] “Les dijo: En verdad os digo; ¡ningún profeta es bien recibido en su patria!” (Lc 4, 24).

[6] Jn 4, 48: “Si no veis señales y prodigios, no creéis”.

[7] Cfr. J. Beutler, Comentario, 132-133.

[8] De lo cual está firmemente convencido F. Neirynck, Jean 4, 46-54. Une leçon de méthode, EThL 71 (1995), 176-184.

[9] Así lo sostiene Tomás de Aquino, quien ve cuatro diferencias: 1 – Era diverso el género de enfermedad: en efecto, el hijo del centurión era paralítico; 2 – la persona enferma es diversa: en Mateo se trata de un siervo, en Juan del ‘hijo’; 3 – diferente es también el tipo de súplica que hacen a Jesús; 4 – diverso es el lugar (cfr. Tomás de Aquino, Commento, [676]).

[10] 1 – Llegada de Jesús a Cana; intercambio de palabras con funcionario y regreso de este a Cafarnaúm (vv. 46-50); 2 – Partida del funcionario a Cafarnaúm, intercambio de palabras y conclusión (cfr. J. Beutler, Comentario, 136).

[11] “La combinación de signos y prodigios es usada en Mt 24, 24 para referirse a los prodigios de los falsos profetas” (cfr. R. Brown, Giovanni, Ap. III, 1475). En Ex 7, 3-4 se da un paralelo con los signos y prodigios que Dios dice multiplicará delante del Faraón, pero este no escuchará (cfr. Giovanni, 250).

[12] Cfr. J. Beutler, Comentario, 137-138.

[13] Cfr. G. Zevini, Vangelo secondo Giovanni, 171-72; 174-76.

[14] La nota San Juan Crisóstomo, In Ioannem, 35, 2 [PL LIX, 201].

[15] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, [684-685].

[16] Cfr. San Gregorio Magno, Homilie in Ev., 28, 2 [PL LXXVI, 1212].

[17] Cfr. San Juan Crisóstomo, In Ioannem, 35, 3 [PL LIX, 202]; cfr. Tomás de Aquino, Commento, [688-689].

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