Éfeso (en griego: Έφεσος, Ephesos; latín: Ephesus; turco: Efes) fue en la Antigüedad una localidad de Asia Menor, en la actual Turquía (aproximadamente entre las actuales ciudades de Izmir y Aydın). Fue una de las doce ciudades jónicas a orillas del mar Egeo, situada entre el extremo norte de Panayr Dağ (el antiguo monte Pion) y la desembocadura del río Caístro, donde tenía un puerto llamado Panormo que se conectaba con el mar mediante un canal artificial. Al este se halla la colina de Ayasoluk, con el valle a sus pies, germen de la actual ciudad de Selçuk. Entre los montes Pion y Coreso (actual Bulbul Dagh), en la parte baja, se encontraba la ciudad antigua, en la grande llanura aluvional originada por el Caistro y rodeada entonces por tres grandes colinas.
Fue un importante y rico centro comercial y, desde el año 129 a.C., fue capital de la provincia romana de Asia. Entre las ruinas, que la convierten en uno de los yacimientos arqueológicos más conocidos del Mediterráneo, destacan el Teatro, el pequeño Templo de Adriano, la Biblioteca de Celso y los numerosos baños públicos. Sólo se ha reducido a una sola columna los restos de lo que fue el monumento más famoso de Éfeso (y, según Pausanias, el mayor edificio del mundo antiguo): el Templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo, arrasado en el año 401 por orden de Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla. También es conocido por ser el lugar de nacimiento de Heráclito de Éfeso, uno de los más grandes filósofos presocráticos, y por ser una de las siete iglesias de Asia mencionadas en el libro del Apocalipsis de San Juan (Ap 2, 1-6), donde el Apóstol mismo murió alrededor de los 98 años, y donde seguramente se escribió el Evangelio según San Juan. Ha sido inscrito por la Unesco como patrimonio de la humanidad desde 2015.
- Nombre e historia
Según el poeta griego Creófilo, la ciudad se fundó, tal y como había indicado un oráculo, en el lugar donde “un pez se mostraría y un jabalí los guiaría”.[1] Según el Etymologicum Magnum, el nombre de Éfeso deriva del nombre de una amazona lidia que había honrado por primera vez a Artemisa y se refería a ella como Efesia.[2] Según Pausanias, Éfeso era en cambio un hijo del río Caistrus que, habiendo fundado la ciudad, le había dado también su nombre. Hay otras explicaciones, como atribuirlas a algunas de las amazonas se habían asentado en la zona donde se fundó la ciudad, como Esmirna Amazónica o Samorna, Ortygia, etc.
De los escritos de origen hitita del siglo XIV a.C, se tiene información sobre el reino Ahhiyawa, que se sabe que fue fundado en la zona de Mileto, en la costa occidental de Anatolia. De esta información se desprende que una ciudad importante del reino era Apasas. La corta distancia de Éfeso a Mileto y la semejanza de los nombres (Apasas y Efeso) sería, según algunos, prueba que Éfeso era originalmente Apasas. La cerámica de terracota, encontrada en tumbas del periodo micénico, y los hallazgos históricos más antiguos de Éfeso datan de los siglos XV y XIV a.C. Esto demostraría que los habitantes de Micenas tenían relaciones con Apasas. Estrabón informa de que Éfeso fue fundada por los jonios conducidos a la costa de Anatolia por Androclo, hijo del legendario rey de Atenas, Codros.[3]
Una primera noticia cierta que se tiene de la ciudad es una guerra con los magnesios (los habitantes de Magnesia del Meandro), en la que estos últimos vencieron.[4] Sucesivamente, la ciudad aparece como regida por los reyes de Lidia. En el siglo VII a.C. (652), los cimerios invadieron el Asia Menor durante el reinado del rey de Lidia Ardis. Subieron por el valle del Caístro y debieron llegar a Éfeso, pero nada se sabe de los daños que causaron a la ciudad. En el siglo VI a.C., Creso, rey de Lidia, sometió a los jonios y eolios de Asia Menor, asediando la ciudad de Éfeso. Heródoto cuenta que los asediados dedicaron sus oraciones a Artemisa y unieron el templo y la ciudad mediante una soga.[5] El rey Creso trató a la ciudad de buen modo e intentó reconstruir el templo.
Durante el siglo siguiente (V a.C.) la ciudad sufrió el dominio persa, quienes sometieron las ciudades jónicas del Egeo, y utilizaron sus puertos, aunque dichas ciudades gozaron de una relativa independencia. La liberación de la dominación persa llegó a su punto álgido al final de las guerras persas (o médicas). Los atenienses aceptaron la invitación de los jonios y se presentaron como liberadores, pero ciertas incomprensiones hicieron que el dominio persa regresara a la zona, en las llamadas “guerras jónicas” (410 a.C.), aunque los lacedemonios (bajo la guía del espartano Lisandro) consiguieron conquistar y regir la ciudad en el 407, al menos hasta el 396 a.C.
Cuando en el año 334 a.C. llegó a Éfeso Alejandro Magno, la ciudad se encontraba en manos de los persas. Alejandro suprimió el sistema oligárquico que imperaba en la ciudad e instauró una democracia. También realizó un sacrificio en honor de Artemisa y decretó que los impuestos que antes se pagaban a los persas, fueran depositados a partir de entonces en el templo de Artemisa.[6] Uno de los generales descendientes de Alejandro, Lisímaco de Tracia, quien reinaba en la zona, construyó las murallas cerca de la ciudad, en un nuevo emplazamiento más favorable, a 2 km al este del templo de Artemisa en el 289-288 a.C. (donde se encuentran actualmente las ruinas de la Éfeso griego-romana), e inundó el resto de la ciudad, para obligar a los que no querían trasladarse a hacerlo.
La ciudad pasó sucesivamente a manos de la dinastía helenística Seléucida, y luego bajo la de los Tolomeos de Egipto. Volvió a ser controlada por el imperio Seléucida en la época de Antíoco III el Grande, que pasó el invierno de 197/6 a.C. en la ciudad. Tras la batalla de Magnesia de Sífilis (entre los romanos y los reyes seléucidas), Éfeso fue entregada a los romanos.[7] Después de la guerra, se firmó la Paz de Apamea en la que los romanos cedían la ciudad a Eumenes II de Pérgamo (188 a.C.). En el año 133 a.C., el rey de Pérgamo Atalo III murió y dejó sus dominios a Roma. Hubo una rebelión, pero una vez apaciguada, se creó la provincia de Asia, de la que Éfeso era la capital y residencia del gobernador.[8] Marco Antonio y Cleopatra estuvieron en Éfeso, donde eliminaron ciertos focos rebeldes y el partido anti romano. Después de la batalla de Accio (31 a.C.), la ciudad prosperó durante el Imperio Romano. En tiempos de Estrabón, su riqueza se basaba en el comercio, y toda la región hasta Capadocia estaba llena de caminos que lo facilitaban.[9] La ciudad tenía un ‘grammateus’, funcionario común a todas las ciudades griegas, y un arconte que se encargaba de registrar los títulos.
Tiberio quiso eliminar el derecho de asilo del templo de Artemisa, suscitando la oposición de los efesios, pues hasta entonces lo habían aceptado persas, macedonios y romanos. El derecho de asilo era utilizado normalmente por los delincuentes.
Hacia el año 114-120 se construyó la Biblioteca de Celso, que, con una capacidad estimada en 12.000 volúmenes, se convirtió en la tercera de la época (después de Alejandría y Pérgamo).[10] En el año 262 d.C. la ciudad y el templo fueron devastados por los godos. El templo de Artemisa fue destruido y nunca se reconstruyó, aunque se mantuvo el culto en sus ruinas. A partir de entonces, la ciudad entró en decadencia, acentuada por los terremotos del 358 y 368, así como por el encenagamiento del río Caístro en la zona del puerto, más la falta de un drenaje adecuado, lo que provocaba cada vez más crecientes dificultades para los barcos que llegaban al puerto.[11]
- Los cristianos en Éfeso
En la primera mitad del siglo I, la nueva religión cristiana ya se había extendido, encontrándose Pablo de Tarso en Éfeso en el año 53, donde permaneció tres años predicando. La ciudad debía contar en aquel tiempo con una sinagoga (Hch 19, 1-22; 20, 31). Al cabo de dicho período, los comerciantes que vendían estatuillas de Artemisa (Diana), incitados por un orfebre llamado Demetrio, protestaron contra San Pablo, que predicaba sobre la vanidad del culto a los ídolos, y armaron un tumulto, al grito de: “¡Grande es la Diana de los efesios!” (Hch 19, 23 – 40). Después de este episodio, San Pablo partió hacia Macedonia, y más tarde regresó a Jonia, pero se estableció en Mileto (algunos piensan que en Éfeso escribió parte de las cartas de la cautividad, a los Tesalonicenses, a los mismos efesios, pero no es seguro que haya sido allí). Tras la muerte de San Pablo en Roma, el jefe de la iglesia en Éfeso fue San Juan, a quien Cristo había confiado su madre.
Según algunas fuentes, el apóstol Juan vivió y murió en Éfeso[12]; María habría estado con él hasta que fue llevada a Jerusalén, donde murió. Esta hipótesis ha sido negada por algunas fuentes, incluso antiguas.[13] Durante el reinado del emperador Domiciano, San Juan fue llevado, torturado y exiliado a la isla de Patmos, donde, según la tradición, escribió la revelación del Apocalipsis. Una de las “siete iglesias” a las que están dirigidas breves cartas al comienzo del libro del Apocalipsis, es justamente Éfeso, dirigida al ‘ángel’ (obispo) y a la comunidad cristiana de allí (Ap 2, 1-6).
Una vez muerto Domiciano, Juan regresó entonces a Éfeso, escribió el Evangelio, murió y fue enterrado, según su testamento, donde se encuentra la iglesia a él dedicada (en las inmediaciones de la colina de Ayasuluk, donde el emperador Justiniano construirá una basílica en el s. VI). Las tesis más acreditadas acerca de la historia de la Escritura coinciden en identificar a Éfeso como el lugar donde se escribió el Evangelio según Juan, entre los años 90 y 100 d.C. También San Ignacio de Antioquía escribió una carta a los efesios en el siglo II.
En el año 262, una flota de 200 barcos de godos procedentes de Crimea pasó el Bósforo, llegó e invadió Éfeso, donde destruyó el templo de Artemisa quemándolo. El templo, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo, fue en parte reconstruido por los efesios. Pero fue destruido una vez más, hasta que en el año 401 fue enteramente demolido por orden de San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla.
En el año 431 se celebró el Concilio de Éfeso, a instancias del emperador Teodosio II, para dirimir dos facciones enfrentadas: la primera sostenía que María no sólo era la Madre de Cristo (Christotókos), sino también la Madre de Dios (Theotókos), profesando la doble naturaleza de Jesús, humana y divina; la otra estaba convencida de que María era la madre de Jesús hombre únicamente. Doscientos obispos participaron en el concilio. Se celebró en la célebre iglesia de Santa María, cuyos restos aún se conservan. Otro concilio, para tratar la herejía del monofisismo, tuvo lugar el año 449, siendo conocido como Latrocinio de Éfeso, puesto que el papa León I lo declaró nulo.
En las actas del primer y gran concilio está escrito que Juan Apóstol llevó a María madre de Jesús consigo; vino a Éfeso y se instaló durante un tiempo en Museion, que se hallaba justo en el lugar que hoy se llama Meryemana o “casa de la Virgen”. A pesar de su avanzada edad, San Juan viajó por toda Anatolia para difundir el cristianismo, mientras crecía la hostilidad contra los cristianos.
Éfeso siguió siendo la ciudad más importante del Asia Menor bizantina durante los siglos V y VI. El emperador Arcadio elevó el nivel de la calle entre el teatro y el puerto. La ciudad fue parcialmente destruida por un terremoto en el año 614, durante el reinado de Heraclio el Grande.
- Transferencia a Ayasuluk y casa de la Virgen
En el siglo VI, Justiniano el grande construyó una basílica dedicada a San Juan en la colina de Ayasuluk, lo cual es un testimonio a favor de la tradición respecto a la estancia del Apóstol. La población de Éfeso comenzó a trasladarse a las laderas de la colina porque el puerto había perdido su importancia (había que drenarlo casi continuamente), y Éfeso estaba decayendo, mientras que la colina aumentaba en población e importancia, ayudada por la construcción de la gran basílica que reemplazó a la iglesia de Santa María. En los siglos VII y VIII, las costas de Anatolia fueron objeto de incursiones por parte de los árabes, a quienes les resultó fácil saquear Éfeso, dado que Anatolia no conservaba su unidad política. Tras estos sucesos, la defensa se concentró en la colina de Ayasuluk, que crecía entretanto en prestigio mientras la vieja Éfeso quedaba en ruinas.
En el siglo XI los turcos seljúcidas tomaron el control del lugar, que ya carecía de toda población. En esos años, tanto Venecia como Génova establecieron allí sus respectivos consulados, convirtiéndose en diócesis de la Iglesia Católica tras la Cuarta Cruzada. Los turcos llamados otomanos se apoderaron del lugar en 1304, construyeron la mezquita de İsa Bey y rebautizaron el lugar con el nombre de Ayaslug. Las tropas del turco-mongol Tamerlán (1402) arrasaron la basílica de San Juan y la mezquita, que fue reconstruida poco después.[14] Bajo el dominio otomano, la ciudad fue finalmente abandonada.
A nueve kilómetros al sur de Éfeso, en la ladera del antiguo monte Solmiso, rodeada de una densa vegetación, se encuentra una pequeña capilla conocida como la casa de la Madre María (Meryem Ana). Precedido por un vestíbulo que data del siglo VII, el pequeño edificio termina con un ábside conservado en su estado primitivo (siglo IV). La parte central se convirtió en una capilla en un momento no identificado; sin embargo, varias investigaciones arqueológicas han demostrado que, – al menos en sus cimientos – parte de la construcción se remonta al siglo I d.C. En las excavaciones iniciadas en 1898 en el interior de la casa, se descubrieron trozos de mármol ennegrecido del antiguo suelo, y hollín endurecido.
Los registros efectuados frente al pequeño edificio también permitieron descubrir tres tumbas, dos de las cuales contenían un esqueleto completo con la cabeza ornamentada hacia la capilla y con monedas de Constancio (+ 350), Anastasio I (+ 518) y Justiniano (+ 565) en sus manos. Alrededor de la pequeña iglesia, y especialmente en el lado norte, las excavaciones han sacado a la luz una gran cantidad de huesos y restos de cerámica helenística (todavía en uso en el siglo I d.C.) y romana (siglos I-II d.C.), lo que demostraría la existencia de un asentamiento permanente en aquella época.
Otras investigaciones sugieren que en dicha zona existió, en época bizantina, un monasterio con Meryem Ana como centro. El interés arqueológico por este lugar se remonta a los últimos años del siglo XIX. A partir de algunas visiones de Catalina Emmerick (1774-1824), una mística alemana que describió momentos y lugares de la vida de la virgen María a su confesor Clemens Brentano, se emprendió la investigación, dejándose guiar por lo que la monja alemana había visto y descrito. Los padres lazaristas de Esmirna afirmaron que el hallazgo coincidía con la descripción hecha por la Emmerick; la casa en ruinas, su colocación en la ladera del monte, el mar de frente. Ya antes, un grupo de campesinos ortodoxos (Kirkindjiotes = de la actual Şirince), que vivían en una aldea a 17 km de distancia, tenían la costumbre, recibida de sus padres, de ir a Meryem Ana todos los años a rendir homenaje a María el día de la Asunción.[15]
En 1896, tras una consulta hecha por el papa León XIII a los descubridores, éste decidió que la casa era un monumento que debía investigarse. Para que el sitio se transformara en un ámbito de veneración, la Iglesia católica lo reconoció como lugar oficial de peregrinación en 1951. Concretamente, después de la definición del dogma de la Asunción en 1950, el Papa Pío XII proclamó la casa como «lugar santo» (santuario), privilegio que, más adelante, le conferiría, con carácter permanente, el Papa Juan XXIII. Más adelante ha sido visitada por los papas Pablo VI (26 de julio de 1967), Juan Pablo II (29 de noviembre de 1979) y Benedicto XVI (29 de noviembre de 2006). Sin embargo, la Iglesia católica nunca se ha pronunciado sobre la autenticidad de la casa, y es poco probable que lo haga, debido a la falta de evidencia científica. Todos los años se conmemora de modo especial el día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María.
- Biblioteca de Celso y la inculturación
Una de las construcciones que más llaman la atención cuando se visita Éfeso, es sin duda la imponente Biblioteca de Celso, que como dijimos, fue construida para contener un total de 12000 pergaminos y como mausoleo del antiguo senador de Roma Tiberio Julio Celso Polemeano. Fue construida por su hijo, antiguo cónsul de los Romanos, Gaio Julio Aquila y se realizó entre los años 117 d.C. y 120 d.C. Celso de Éfeso fue enterrado justo debajo de la Biblioteca, frente a la entrada, donde se yergue la estatua de Atenas, la diosa de la Sabiduría.
El interior de la biblioteca y sus colecciones fueron destruidos, al parecer por un terremoto o quizás un incendio, durante la invasión de los godos, en el 262 d.C. Solo sobrevivió la fachada, que cayó por otro terremoto, en los siglos X o XI, tras lo cual permaneció en ruinas por más de 900 años. Los restos aparecieron durante la exploración arqueológica austríaca dirigida por Rudolph Heberdey en 1903, y luego, en 1908, el arquitecto Wihel Wilber fue capaz de realizar una reconstrucción bastante exacta de la fachada, aunque no ‘in situ’. Finalmente, entre 1970 y 1978 el arqueólogo alemán Volker Michael Strocka dirigió una campaña de reconstrucción. Strocka analizó los fragmentos que habían sido excavados por los arqueólogos austríacos entre 1903 y 1904, y consideró otros que se habían perdido o habían sido adquiridos por museos en Viena y Estambul. En dicho proceso, los fragmentos ausentes o perdidos fueron reemplazados por copias. Solo se reconstruyó la fachada, mientras que el resto del edificio permaneció en ruinas.
Esta restauración masiva se considera como bastante fiel al edificio histórico. La fachada frontal es un ejemplo de arquitectura romana pública, y sirvió de modelo para otras bibliotecas, no tan bien preservadas, en distintas zonas del imperio. La biblioteca fue diseñada de acuerdo con los principios del arquitecto romano Vitruvio. El edificio es de una sola planta, y está orientado hacia el este, al sol de la mañana, para beneficiar a los madrugadores.
La biblioteca está construida sobre una plataforma con nueve escalones, que abarcan el ancho total del edificio. La fachada de mármol mide 17m de altura, 21m de ancho, y consta de dos pisos. Antes del vestíbulo de ingreso, se observan cuatro pares de columnas con capiteles compuestos, elevadas sobre pedestales. Otras ocho columnas corintias se elevan directamente encima del primer conjunto, lo que aumenta la altura del edificio. Detrás del vestíbulo, se encuentran tres portales de acceso, siendo el del centro el de menor tamaño. Los pares de columnas del segundo nivel (piso) enmarcan ventanas, así como las columnas del primer nivel enmarcan las puertas y ventanas. Las columnas del primer nivel crean nichos que albergan estatuas (las actuales son copias de las originales) que personifican 4 virtudes: sabiduría [Sofía], inteligencia (o “buen pensamiento”) [Ennoia], excelencia o virtud [Areté], conocimiento firme (Episteme), atribuidas todas ellas a Celso. Este tipo de fachada, con marcos insertados y nichos para estatuas, es similar al usado en los antiguos teatros griegos (sobre el escenario que se ubica detrás de la orquesta, o skene).[16]
Celso llegó a ser cónsul poco más de treinta años después de la muerte de San Pablo, y casi cincuenta después del momento en que el Apóstol vivió en dicha ciudad. Si bien se puede considerar que se trataba de un hombre dotado con especiales dones, sin duda que la descripción de sus virtudes constituye un fiel reflejo del ambiente de gran cultura que se vivía, con especial atención a la práctica de las virtudes intelectuales y prácticas. Las dos primeras virtudes señaladas en las estatuas de la fachada izquierda de la biblioteca son: sabiduría [Sofía], inteligencia (o “buen pensamiento”) [Ennoia]. Asombrosamente, San Pablo, en el himno cristológico de la carta a los Efesios (escrita hacia el 56 o 61), afirma:
En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según la riqueza de su gracia, que ha prodigado con nosotros en toda sabiduría e inteligencia (Ef 1, 7-8).[17]
Aun cuando los términos no coincidan exactamente, encontramos no obstante una gran aproximación. Difícilmente pueda negarse que el Apóstol estuviese al corriente del amor a la Sabiduría y al conocimiento, por parte de los efesios, y que haya querido aplique dichas características al conocimiento y al amor de Cristo, para llamar la atención de los ciudadanos. Aún más se percibe dicha intención, cuando leemos: “En El deben recapitularse todas las cosas, las del cielo y las de la tierra” (Ef 1, 10). El argumento de la recapitulación, tan común en el mundo neo platónico, concebido como el retorno de todas las cosas al principio ejemplar y primordial, es ya aplicado totalmente a Cristo en el Nuevo Testamento, y luego lo será en la teología cristiana. Un verdadero ejemplo de inculturación que estamos llamados a imitar. El conocimiento profundo de los lugares y de la atmósfera en la cual el NT fue elaborado, puede sernos de gran ayuda al respecto.
En resumen, Éfeso ofrece una serie de maravillas de las que la heredad cristiana no puede prescindir, así como de un modelo de acción apostólica y pastoral para el futuro.
P Carlos Pereira, IVE
[1] Kreophilos von Ephesos, FGrHist, 417, F. 1.
[2] Cf. Stephano Bizantino., s.v.‚ Efesos.
[3] Cf. Estrabón, Geographikà, XIV 1, 3 cc. 632-633.
[4] Cfr. Estrabón, op.cit., XIV, 1, 40.
[5] Cf. Heródoto I, 15.
[6] Cfr. Arriano, Anábasis de Alejandro Magno I, 17,10; I, 18, 2.
[7] Cf. Tito Livio XXXVI y XXXVII, 45; Apiano, Guerras sirias V, 27.
[8] Cfr. Plinio el Viejo V, 120.
[9] Cf. Estrabón, op.cit., XIV, 1, 14.
[10] Fue construida en honor al senador, cónsul y procónsul romano Tiberio Julio Celso Polemeano (completada hacia el año 135) por el hijo de Celso, Tiberio Julio Aquila Polemeano (cónsul, el año 110). Celso había sido cónsul en el año 92, y posteriormente fue Procónsul de la provincia de Asia.
[11] Cfr. J. Rodríguez Cabezas, «La biblioteca de Éfeso», pp. 145-146, 151, en: Espacio, tiempo y forma, serie II, historia antigua, t. 13 (2000), pp. 141-157. Cfr. Ángel L. Vera Aranda, Breve historia de las ciudades del mundo clásico, pp. 268, Madrid: Nowtilus (2010).
[12] S. Ireneo, Adv. Haereses III,1,1.
[13] Cfr. Panarion, 78, 11.
[14] Cfr. A. Luis Vera Aranda, Breve historia de las ciudades del mundo clásico, pp. 271-272.
[15]Fuente:http://www.latheotokos.it/modules.php?name=News&file=article&sid=199 [consultado 29/08/2022].
[16]Fuentes:https://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_de_Celso#cite_note-3 y https://sitioshistoricos.com/biblioteca-de-celso-en-efeso/ [consultado el 29/08/2022].
[17] El texto paulino emplea sofīa, como primer término, y phrónesei (de phrónesis), como segundo, que pasó al latín como prudentia, si bien la traducción como “inteligencia” no es errada, teniendo en cuenta que se trata de la inteligencia práctica. Probablemente, la ennoia posee un matiz semejante.
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