Un desafío dado por Jesús a las almas
“Deseo que, durante la cuaresma, me hagan especialmente compañía en mi pasión, meditando con más frecuencia sobre mis sufrimientos, el precio de la redención del hombre, y, sobre todo, imitando a la verónica, enjugando mi rostro por amor”.
“El alma será el lienzo en el cual yo imprimiré, a medida de su aplicación a mis divinos rasgos”.
notó Casiano que la experiencia enseña que la victoria sobre la pereza espiritual se obtiene, no huyendo de ella, sino haciéndole frente. Santo Tomás dice
El padre Claudio de sl Colombière no sabía lo que encontraría en esa pequeña ciudad, pero sus superiores que estaban al tanto de las visiones
No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos. Hazme hábil y creativo para
“Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo, y te oiré y concederé lo que me pidas”
por esta confianza derramará Él en su alma los tesoros de su Corazón Divino: “Consolata, tú no pones límite a tu confianza en Mí y
Al mostrarnos su Corazón, Jesús nos muestra lo que ha asumido de nuestra realidad: tiene sentimientos humanos, un querer humano y un entender humano; sabe lo que es amar, lo que es peregrinar, lo que es ver las cosas con ojos humanos. Sabe, sobre todo, lo que es sufrir. Ha experimentado nuestras limitaciones, nuestras dificultades y nuestros dolores
“Puesto que el amor que Dios nos tiene es causa de todo bien, ninguno sería mejor que su vecino si no fuera porque es de Dios más amado”. ¿Y por qué gloriarnos entonces del bien natural o sobrenatural que hay en nosotros, como si no lo hubiéramos recibido, como si nos perteneciera en propiedad, y no fuera ordenado a glorificar a Dios? “Pues él es el que opera en nosotros, no sólo el querer, sino el ejecutar” (Fil 13).
Queréis que vuestra casa se convierta en un paraíso de concordia? Daos a la práctica fiel de las “pequeñas” virtudes.
Voy a exponerle todavía unos motivos que nos pueden animar a la práctica de esas virtudes:
1° Las flaquezas del prójimo. Sí, todos los hombres son débiles, y por eso hay tantos defectos. Éste es suspicaz y examina minuciosamente cuanto se dice o hace; ése es quisquilloso y continuamente le acosa la idea de que se lo mira mal, se le falta, se desconfía de él, etc. Aquél es víctima del desaliento y la menor dificultad lo amilana, lo vuelve melancólico, pesado para sí y para los demás. El de más allá es vivo como la cendra, se inflama en cuanto se le dirige una palabra. En resumidas cuentas, cada uno tiene su flaco y propensión a diversos defectillos e imperfecciones que han de aguantarse y que proporcionan continuas ocasiones de practicar las “pequeñas” virtudes. Es justo y razonable tolerar esas flaquezas y se han de aguantar, por consiguiente, todas las debilidades del prójimo.
En este episodio de Perseverancia el Padre Gustavo no habla de los ejercicio espirituales y su importancia para la vida de el cristiano.