El Sagrado Corazón de Jesús y sus santos
“Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo, y te oiré y concederé lo que me pidas”
“Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo, y te oiré y concederé lo que me pidas”
por esta confianza derramará Él en su alma los tesoros de su Corazón Divino: “Consolata, tú no pones límite a tu confianza en Mí y
Al mostrarnos su Corazón, Jesús nos muestra lo que ha asumido de nuestra realidad: tiene sentimientos humanos, un querer humano y un entender humano; sabe lo que es amar, lo que es peregrinar, lo que es ver las cosas con ojos humanos. Sabe, sobre todo, lo que es sufrir. Ha experimentado nuestras limitaciones, nuestras dificultades y nuestros dolores
“Puesto que el amor que Dios nos tiene es causa de todo bien, ninguno sería mejor que su vecino si no fuera porque es de Dios más amado”. ¿Y por qué gloriarnos entonces del bien natural o sobrenatural que hay en nosotros, como si no lo hubiéramos recibido, como si nos perteneciera en propiedad, y no fuera ordenado a glorificar a Dios? “Pues él es el que opera en nosotros, no sólo el querer, sino el ejecutar” (Fil 13).
Queréis que vuestra casa se convierta en un paraíso de concordia? Daos a la práctica fiel de las “pequeñas” virtudes.
Voy a exponerle todavía unos motivos que nos pueden animar a la práctica de esas virtudes:
1° Las flaquezas del prójimo. Sí, todos los hombres son débiles, y por eso hay tantos defectos. Éste es suspicaz y examina minuciosamente cuanto se dice o hace; ése es quisquilloso y continuamente le acosa la idea de que se lo mira mal, se le falta, se desconfía de él, etc. Aquél es víctima del desaliento y la menor dificultad lo amilana, lo vuelve melancólico, pesado para sí y para los demás. El de más allá es vivo como la cendra, se inflama en cuanto se le dirige una palabra. En resumidas cuentas, cada uno tiene su flaco y propensión a diversos defectillos e imperfecciones que han de aguantarse y que proporcionan continuas ocasiones de practicar las “pequeñas” virtudes. Es justo y razonable tolerar esas flaquezas y se han de aguantar, por consiguiente, todas las debilidades del prójimo.
En este episodio de Perseverancia el Padre Gustavo no habla de los ejercicio espirituales y su importancia para la vida de el cristiano.
Extracto de un documento redactado en París en Noviembre de 1947 y titulado de la misma manera.
Recuerda siempre: que te amo y te amaré hasta la locura en cualquier momento y pese a tus debilidades que no quieres, pero que cometes. Por lo tanto, jamás, jamás, jamás, la menor duda de que por una infidelidad tuyas se debiliten mis promesas; jamás ¿estamos? De otro modo, herirás mi Corazón en lo más íntimo
«¡Quiero reinar!», «¡Sí, reinaré por mi Sagrado Corazón, lo prometo!». La Entronización es un apostolado social, organizado con el fin de realizar en la familia, y por esta en la sociedad, esa palabra soberana… la entronización trabaja para que esa afirmación inefable, «Reinaré por mi Corazón», sea un hecho consumado y una dichosa realidad, hoy en el hogar, y mañana en la sociedad y en la nación.
En su carta al padre Mateo, el Papa Benedicto XV consideraba tres plagas que destruyen la familia: «El divorcio, que quebranta la estabilidad; el monopolio de la enseñanza, que elimina la autoridad de los padres; la búsqueda del placer, que con frecuencia se opone a la observancia de la ley natural».
No hay nada sobre la Tierra que dé más gloria a Dios que el Santo Sacrificio de la Misa. No hay ninguna otra acción en el mundo que se deba realizar con mayor respeto, atención y devoción.
En este misterio, todo es grandioso. El poder que Dios muestra en la Misa es infinito, un amor sin límites, una paciencia extrema. «En la Eucaristía se vuelve a hacer presente, real y verdaderamente, el sacrificio de la Cruz, el sacrificio real e incruento de la misma víctima inmolada en el Calvario, que se ofrece a sí mismo al Padre como holocausto en expiación por nuestros pecados.