¡Ay que ojazos, Dulce Niño!
¡Mira que me los robo, mira que ya son míos!
Pues si con ellos mirara, al que es hermano mío
los ojos de Dios tuviera, para amarlos y servirlos.
¡Ay que ojazos tienes Niño, que me enamoran!
Y en esta noche son míos, si tengo obras.
Porque obras son amores, de las que te gustan, Niño,
y tu las pagas mirando, con esos ojos benditos.
¡Ay que ojazos, tienes Dios, escondido en este Niño!
Escondido en mi hermanos, me miras igual de lindo.
Quiero esos ojos besar y adorar hasta el martirio
y con mi sangre decirte, ¡qué bellos ojos, Dios mío!