Totus tuus Maria: La entrega total y la unión de amor con la Sabiduría encarnada – Hna. Cuore Immacolato

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Nosotros todos, miembros de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, tenemos el honor y la gracia inconmensurable de hacer un cuarto voto de materna esclavitud de amor a María. Este voto nos hace ser totalmente de Ella ya que “por esta devoción damos a Jesucristo de la manera más perfecta, puesto que es por las manos de María, todo lo que se le puede dar y mucho más que por otras devociones, con las cuales le damos una parte del tiempo, o una parte de nuestras buenas obras, o una parte de nuetras satisfacciones y mortificaciones. Aquí lo entregamos y consagramos todo, hasta el derecho de disponer de los bienes interiores y aun las satisfacciones que ganamos de día a día por nuestras buenas obras[1].

Leyendo el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, en la Canción 27 y 28 leía como el alma esposa está ya transformada en amor de Dios, habiéndole entregado todo a Dios, de modo que es “toda suya” (CE 27, 6). Y pensé como me sonaban tan familiares estas palabras, por ser nosotros todos de María: “Totus tuus María” por eso pensé relacionar textos de estos grandes Santos, San Luis María Grignon de Monftort y San Juan de la Cruz, en este pequeño escrito, para que seamos cada día más fieles a nuestra total consagración a Dios a través de María.

Sabemos que “el fin último de nuestras demás devociones no debe ser otro que Jesucristo nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre. […] Dios no nos ha dado otro fundamento para nuestra salvación, para nuestra perfección y para nuestra gloria más que a Jesucristo[2]. “Si nosotros, pues, establecemos la sólida devoción a la Santísima Virgen, sólo es para establecer más perfectamente la de Jesucristo y para ofrecer un medio fácil y seguro de hallarlo[3].

En la fórmula de consagración a María, le pedimos ardientemente a nuestra “Madre Inmaculada” la “Sabiduría eterna y encarnada”, que es el Mismo Jesucristo: “escuchad –nos hace pedir San Luis María, dirigiéndose a la Virgen- favorablemente los deseos que tengo de la divina Sabiduría y recibid para ello los votos y las ofrendas que mi bajeza os presenta”. Esta Misma Sabiduría nos escogió y llamó para sí, y enamoró nuestra alma con su belleza y sus gracias, haciéndonos olvidar de todo lo demás, tanto que, como escribe San Juan de la Cruz, “ya cosa no sabía. La razón es porque aquella bebida de altísima sabiduría de Dios que allí bebió le hace olvidar todas las cosas del mundo, y le parece al alma que lo que antes sabía (y aun lo que sabe todo el mundo) en comparación de aquel saber, es pura ignorancia[4]. “La ciencia sabrosa que dice aquí que la enseñó, es la teología mística, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales contemplación, la cual es muy sabrosa, porque es ciencia por amor, el cual es el maestro de ella y el que todo lo hace sabroso[5]. “Diciendo que en aquella interior bodega de amor se juntaron en comunicación él a ella, en que la enseñó sabiduría y secretos; y ella a él, entregándosele ya toda de hecho, sin ya reservar nada para sí ni para otro, afirmándose ya por suya para siempre[6].

Por eso, sigue San Juan de la Cruz, haciendo hablar al alma esposa: “Y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa. En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha unión, la pureza y perfección que para esto es menester; que, por cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo lo que tenía ajeno de Dios. De aquí es que, no solamente según la voluntad sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella; de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la una a la otra[7].

Y sabemos también que la perfección de la vida cristiana consiste en llegar a la perfecta unión de amor con Dios, y María es el medio más fácil, corto, seguro y perfecto para llegar a esto. Esta unión de amor con Dios consiste también, como en nuestra esclavitud de amor, en una entrega total de nuestros bienes y de nosotros mismos, puesto que “nada hay entre los hombres que tanto nos haga pertenecer a otro como la esclavitud; nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga más absolutamente pertenecer a Jesucristo y a su Santísima Madre que la esclavitud voluntaria, según el ejemplo del mismo Jesucristo, quien tomó la forma de esclavo por amor nuestro (cfr Fil 2,7), y el de la Santísima Virgen, que se ha llamado la sierva y esclava del Señor (cfr Lc 2, 38)[8]. “Según esto debemos ser de Jesucristo y servirlo no sólo como siervos mercedarios, sino como esclavos de amor que, por efecto de un intenso amor, se dan y entregan a su servicio, en calidad de esclavos, por sólo el honor de pertenecerle[9].

Esta devoción, pues, consiste en darse enteramente a la Santísima Virgen para pertenecer por completo a Jesucristo por medio de Ella. Debemos darle:

1° nuestro cuerpo con todos sus sentidos y miembros;

 2° nuestra alma con todas sus potencias;

3° todos los bienes nuestros exteriores llamados de fortuna, presentes o venideros;

4° nuestros bienes interiores y espirituales, o sea, nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras;

en una palabra: todo lo que tenemos en el orden de la naturaleza y en el de la gracia y todo lo que podemos tener en lo venidero en el orden de la naturaleza, de la gracia o de la gloria, sin reservarnos nada, ni un céntimo, ni un cabello, ni la más pequeña acción buena, y esto por toda la eternidad y sin pretender ni esperar ninguna recompensa de ofrecimiento nuestro y servicio más que el honor de pertenecer a Jesucristo por Ella y en Ella[10].

Y también San Juan de la Cruz habla de esta entrega completa: “La Esposa, que se dio toda al Esposo sin dejar nada para sí, dice ahora en esta el modo y manera que tiene en cumplirlo, diciendo que ya está su alma y cuerpo y potencias y toda su habilidad empleada, ya no en las cosas, sino en las que son del servicio de su Esposo; y que por eso ya no anda buscando su propia ganancia, ni se anda tras sus gustos, ni tampoco se ocupa en otras cosas y tratos extraños y ajenos de Dios[11]. Y el Santo llama “caudal” a todo lo que el alma posee. “Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma; en la cual parte sensitiva se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores, y toda la habilidad natural, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en servicio de su Amado, también como la parte racional y espiritual del alma que acabamos de decir en el verso pasado. Porque el cuerpo ya le trata según Dios, los sentidos interiores y exteriores rige y gobierna enderezando a él las operaciones de ellos y las cuatro pasiones del alma todas las tiene ceñidas también a Dios, porque no se goza sino de Dios, ni tiene esperanza en otra cosa que, en Dios, ni teme sino sólo a Dios, ni se duele sino según Dios; y también todos sus apetitos y cuidados van sólo a Dios[12].

Así llega el alma al solo ejercicio de amor a Dios. Sigue San Juan de la Cruz: “que ya sólo en amar es mi ejercicio. Es a saber: que toda la habilidad de mi alma y cuerpo, memoria, entendimiento y voluntad, sentidos interiores y exteriores y apetitos de la parte sensitiva y espiritual, todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor. […], cuando el alma llega a este estado, todo el ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en hacer, ahora en padecer, de cualquier manera, que sea, siempre la causa más amor y regalo en Dios[13]. “¡Dichosa vida, y dichoso estado, y dichosa el alma que a él llega!, donde todo le es ya sustancia de amor y regalo y deleite de desposorio[14].

De este modo también seremos más hijos que se parecen a su Madre ya que Ella “está toda transformada en Dios[15]. Y esto porque el Espíritu Santo “cuanto más halla en un alma a María, su querida e indisoluble Esposa, tanto más activo y poderoso se muestra para producir a Jesucristo en esta alma y a esta alma a Jesucristo[16]. Es más “vuela allí, entra allí plenamente, se comunica a esta alma con abundancia y tanto cuanto ella da cabida a su Esposa[17].

Entremos pues a fondo en el espíritu de esta consagración, ya que nos dice San Luis María: “no basta entregarse por esclavo a María una sola vez; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésta, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien la practica, la puede levantar […]. Lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella[18]. Por eso renovemos con fervor constantemente nuestro cuarto voto de materna esclavitud de amor a María, para que el Espíritu Santo obre en nosotros y a través de nosotros, grandes maravillas:

 “Os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora. Os entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dejándoos entero y pleno derecho para que dispongáis de mí y de todo lo que me pertenece, sin reserva, según vuestro beneplácito, a mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad[19].

Que María sea “el modelo, la guía, la forma de todos nuestros actos, por todo lo cual, con todas las fuerzas del alma, y del corazón, hoy y siempre, decimos ¡Totus tuus María![20].

 

 

[1] Tratado de la verdadera devoción a María. Desde ahora VD. VD 123

[2] VD 61

[3] VD 62

[4] Cántico Espiritual. Desde ahor CE. CE 26,13

[5] CE 27,5

[6] CE 27,4

[7] CE 27,6

[8] VD 72

[9] VD 73

[10] VD 121

[11] CE 28,2

[12] CE 28,4

[13] CE 28,8

[14] CE 28, 10

[15] VD 27

[16] VD 20

[17] VD 36

[18] Secreto de María, 44

[19] Consagración de si mismo a Jesucristo Sabiduría encarnada, por manos de María

[20] Costituciones, 19

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