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Ushetu, Tanzania, 19 de septiembre de 2019

Año récord de campamentos. La razón es porque al tener dos parroquias, sumábamos nueve centros, con dos campamentos en cada uno (uno de niñas y otro de varones), se hizo un total de 18 campamentos de catecismo en este 2019. Fue imposible hacerlos todos en junio, como es nuestra costumbre, cuando los chicos tienen un mes de vacaciones en la escuela. Imposible hacer 18 campamentos en cuatro semanas, sumando no sólo cantidad de los mismos, sino también las distancias y los caminos. Tendríamos que haber tenido por lo menos cuatro campamentos por semana, y en dos semanas haber tenido cinco. Como lo comprueban ustedes mismos, imposible. Pero se hizo lo que se pudo, con mucha generosidad del P. Víctor, el diácono, las hermanas, y los novicios y postulantes. En junio se realizaron doce campamentos, y en septiembre, en las dos primeras semanas, se hicieron los seis que faltaban.

Todo se complicó un poco sobre todo porque en estas dos semanas, en que hay un receso en las escuelas, es para que los alumnos del séptimo grado, que terminan la escuela, hagan un examen nacional. El resto de los chicos tienen unas vacaciones breves. Pero digo que nos complicó un poco porque muchos niños y niñas no pudieron participar por estar haciendo el examen en esos días.

Casa de Kangeme
Casa de Mazirayo

Los centros que nos faltaban eran los de la zona oeste de la misión: Kangeme, Ilomelo, y Mazirayo. Y este año se pudo vivir mejor, porque pudimos dedicarles más tiempo. Gracias a que las casas que hemos ido construyendo en estos últimos tres años ya están habitables, hemos disfrutado de poder estar con ellos todos los días. Los años anteriores solamente podíamos ir un día a visitarlos, celebrarles una misa, confesarlos, jugar con ellos un poco y regresarnos el mismo día. El año pasado en Kangeme pudimos visitarlos más de un día. Y ya este año, gracias a estas “casas para misioneros”, hemos podido estar desde el principio hasta el final.

Voy a dividir esta crónica de los campamentos en dos, y ahora les cuento de la primer semana de septiembre. Las hermanas fueron a vivir en la casa que se ha terminado estos días en Kangeme. La hemos terminado en estos días, quiere decir que pudimos poner paneles solares, baterías y la conexión eléctrica; y pudimos colocar las puertas del baño y la ducha. Le falta terminar un poco más, por ejemplo terminar la cocina, pintar toda la casa, poner más muebles (mesas, estanterías, armarios), es decir que sea más una casa, o mejor dicho un hogar. Pero ya podemos gozar de tener camas cuchetas y colchones, postigos en las ventanas, puertas, baño, y luz. Suficiente.

Las hermanas atendieron esos días dos campamentos de niñas, uno con 180 y otro con 71 niñas a diez kilómetros de allí. El clima de esos días cambió totalmente, sobre todo por estar las religiosas con las chicas. Habían momentos muy importantes de oración, adoración eucarística, rosario, clases de catecismo y juegos. Yo pude ir a celebrarles la misa todos los días, pero en el campamento más numeroso solamente, porque en total tenía tres misas al día en distintos lugares.

Nosotros, los padres y novicios, estuvimos atendiendo esa semana un campamento de varones en la zona más alejada hacia el Oeste, y que ya me han escuchado nombrar muchas veces, Mazirayo. Allí hace seis años atrás casi que no había nada, sólo un pequeña capilla de barro con techo de paja que ya se caía. Los cristianos católicos eran muy pocos. Ahora siguen siendo pocos en comparación con la población total, pero el número va en aumento, y sobre todo que los fieles están con mucha alegría y creciendo cada día en la fe. Allí pudimos terminar unos días antes de poner a punto la casa para los misioneros, gracias a la generosa ayuda de Fernando y su familia, de Argentina, que nos han ayudado hasta llegar a esta realidad. La casa ha quedado hermosa, pintada y todo, con luz, baños, puertas y ventanas, camas cuchetas y colchones, mesas, etc., etc. Y hasta un tanque de agua con el que recogemos agua de lluvia ¡y estaba lleno! Pudimos usarlo en los dos campamentos: el nuestro, y la semana siguiente las hermanas. El agua es un gran problema en estos lugares en este tiempo de sequía, y sobre todo cuando se da una gran concentración de gente por varios días.

A mí, particularmente, me dio muchísima alegría poder ir a esa casa por cinco días. Es una de las aldeas más lejanas, donde siempre nos cuesta llegar por la distancia, el tiempo, los caminos. En el tiempo de lluvias el río nos impide llegar en vehículo. Por eso mismo es que siempre llegábamos allí tarde, había mucho para hacer, y había que regresar temprano. Y regresar a visitarlos después de varios meses. Algunas aldeas tienen misa una sola vez al año. Ahora con esta gran bendición de la nueva casa, pudimos estar allí cinco días. Fue algo histórico, y de hecho les pregunté si alguna vez había pasado en la historia de ese lugar que los misioneros se pudieran quedar hasta cinco días con ellos, y me dijeron con una gran sonrisa que no, que era la primera vez que pasaba esto. Por eso yo pude en esos días celebrar la primera misa a la mañana en el campamento de varones, luego iba a media mañana a otra aldea de ese centro, y por la tarde celebraba en el campamento de las niñas, a 17 km de allí.

Cómo habrá sido esta bendición e la nueva casa, que la primer noche que dormimos allí… ¡llovió! ¡En plena época de sequía! Al día siguiente rezamos el exorcismo de León XIII y bendijimos la casa y recorrimos el terreno. Es una zona de mucho paganismo, así que me imagino que los diablos estarían huyendo desaforados.

En la habitación que está dispuesta para oficina, para recibir gente, y que tiene una puerta que da hacia afuera, hicimos una pequeña capilla para esos días. Allí pusimos un tabernáculo, y en la puerta un cartel para indicarles. Impresionante cómo durante el día iban a visitarlo a Jesús, sobre todo las cocineras, en los descansos del trabajo. Los catequistas y los fieles todos pasaban algunos minutos y seguían en sus actividades. Estaban felices de poner tener el sagrario en su aldea, otra cosa “histórica”, nunca visto por esos lares, y pienso que otra cosa tan importante para combatir la obra de satanás. Cristo eucaristía presente permanente )al menos por cinco días) donde nunca antes lo estuvo. Los fieles de Mazirayo respondieron muy bien a estas gracias. Venían a participar todos los días de la adoración, rosario y misa. Los niños eran solamente 36, pero la pequeña capillita quedaba excedida de fieles, que se sentaban afuera, en el piso de tierra, para escuchar y participar por las ventanas.

Por las noches escuchábamos las hienas, que se acercan al poblado, pero que eran delatadas por los perros, y las ahuyentaban. Por la mañana, antes de que salga el sol, los novicios levantaban a “la tropa”, y al ritmo de cantos comenzaban a correr por el pueblo… se los escuchaba de lejos. Los habitantes de Mazirayo se preguntaban qué estaba pasando en esos días, y se acercaban a ver. Para muchos, ya es un primer llamado a la fe.

En esta aldea tenemos el plan de construir una iglesia grande, dedicada a la Virgen de Luján. Pensamos que será un gran centro, porque todas las aldeas están creciendo mucho. Todavía no hemos comenzado los trabajos.

Voy dejando aquí esta crónica, para que no se haga muy larga. El campamento terminó muy bien, con mucha alegría, entrega de premios, comida de fiesta… bailes. Se ve a muchos chicos con mucho más conocimiento de la fe. Para la gran mayoría era la primera vez que veían la Eucaristía en la custodia, y aprendieron a arrodillarse, y hacer genuflexión con ambas rodillas cuando estaba expuesto. ¡Qué buenos días de verdadera misión!

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE .

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