Kangeme, Kahama, Tanzania, 20 de noviembre de 2025.
Tuve la oportunidad de regresar, luego de mucho tiempo, a celebrar misa en Ibambala. A esta aldea generalmente van los padres que están en Ushetu, y como estaban con muchas obligaciones, varias misas en otras aldeas, me pidieron que fuera yo. La particularidad de esta visita era que tendríamos tres casamientos en la misma ceremonia.

La catequista de ese lugar trabaja mucho, y había animado y buscado a los feligreses, para que lleguen a concretar finalmente el casamiento. De las seis personas que se casaban, cuatro no estaban bautizadas, y realizaron su tiempo largo de catecumenado, para prepararse. Es por eso que ése día se realizaron: cinco bautismos de niños (hijos de uno de los matrimonios), cuatro bautismos de adultos, seis confirmaciones (todos los que se casaban debían recibir la confirmación), las cuatro primeras comuniones de los adultos que se bautizaron, y los tres matrimonios.
Siempre este tipo de celebraciones trae mucha alegría a una comunidad, es como una lluvia de gracias, al ver la cantidad de sacramentos que se administran. Es una gran oportunidad para los misioneros de hacer catequesis sobre cada sacramento, y realizar una buena enseñanza de la fe, aprovechando la asistencia de más gente que lo normal. Empezamos los preparativos (confesiones, revisar los formularios y certificados, etc.) cerca de las 10:00 am, y terminamos la misa a las 14:00 hs aproximadamente.
Pudimos festejar y saludarlos a todos fuera de la iglesia, y luego me dirigí a una de las casas, donde me invitaron para almorzar, la casa del matrimonio de mayor edad. Los demás comprendieron que el padre no podría asistir a las tres fiestas, así que nos saludamos y nos despedimos, luego de haberles dado un regalo para cada familia en nombre de la parroquia, sendos rosarios para los esposos, y una estampa grande de la Virgen de Luján para colocar en la casa. Creo que también decidieron que vaya a esta fiesta, por ser los mayores, y porque la casa estaba cerca de la iglesia.
Siempre me alegra mucho poder acompañarlos a los nuevos esposos a su fiesta, pues generalmente se respira un ambiente de gran alegría, en medio de una suprema sencillez. Las casas bien simples, casas de barro con techos de paja, o algunas mejor edificadas, y con techo de chapas. Pero todas siempre muy sencillas. El grupo de señoras cocinando, la cocina totalmente a la vista de los comensales, un poco de música por un “DJ” contratado con equipos rústicos, pero que suenan bien. Toda la gente que está en el lugar recibe a los esposos con algarabía, cantos, bailes, gritos, aplausos, etc.
Después de esta recepción, nos invitan a pasar dentro de la casa. En lo que sería la primera habitación, la del medio, digamos, se suele dar la comida a los novios, padrinos, e invitados especiales (en este caso el padre, los catequistas, los líderes de la capilla). Allí, en una habitación muy pequeña, entramos todos, los lugares muy ajustados, y además, sólo entraba luz por la puerta que estaba abierta. Cuando salía el sol, comenzábamos a traspirar, y cuando se nublaba recibíamos el alivio. De todas maneras, se come rápido, y se habla poco. Lo que más se usa es hablar luego de la comida. Entonces fue el momento que aproveché a preguntarle al hombre que se había casado, rozando casi los setenta años, y también había recibido el bautismo:
– ¿Cuántos hijos tiene?
– Cinco, respondió rápidamente.
Y luego la pregunta que me gusta hacer, sobre todo por la franqueza de las respuestas que me suelen dar:
– ¿Y cuántos nietos tiene?
– “Habría que contarlos”, me dice.
Este tipo de respuesta siempre nos hace reír a todos. Pero luego agregó: “¡Y hasta tengo bisnietos!”.
Luego del almuerzo van a sentarse afuera y comenzar la fiesta con toda la gente. Allí aproveché a despedirme, y regresar a la parroquia cerca de las 4:00 pm para seguir con los trabajos y apostolados. Luego de este gran día en Ibambala, pensaba en que estaba cosechando el fruto del trabajo de muchos misioneros, especialmente estos matrimonios son fruto de la Misión Popular que se realizó allí hace dos años, y que la gente se acuerda muy bien. Luego de esa misión, que predicó el P. Pablo Folz, junto con religiosos del IVE y las Servidoras, se han seguido dando una gran cantidad de sacramentos. Gracias a que los padres siguen yendo con frecuencia a ése lugar, un domingo al mes a celebrarles misa; y gracias también a que la catequista se preocupa mucho de seguir animando a los feligreses a que a pesar de lo largo del catecumenado y la preparación, para que sigan adelante hasta poder concretar la recepción del sacramento.
Siempre estas “jornadas misioneras”, de recepción de muchos sacramentos, llenan el alma del misionero, lo alegran, y en su cansancio, va dando gracias a Dios por tantos frutos.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
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