Por todo lo que hemos vivido, me parece que ha pasado más de una semana desde que llegué. Paso a contarles. Estamos en el mes del rosario, y aquí en Tanzania, en nuestras misiones de Ushetu y Kangeme, la gente participa muchísimo. En Kangeme, por ejemplo, asisten más de 200 personas por día, y comenzamos el rosario a las 6:00 am. Vienen chicos de las escuelas primarias, y hasta del colegio secundario.
Nos dan muy buenos ejemplos, como el del muchacho que nos trae el agua todos los días. Es común en el poblado de Kangeme que se contrate a los “aguateros”, que en sus bicicletas te traen bidones de agua desde el pozo de agua, a un poco más de un kilómetro. No hay agua corriente en todo el pueblo, y además la parroquia no cuenta con ningún pozo de agua propio, como en Ushetu. En los seis meses que dura la sequía se acaba el agua de lluvia que hemos juntado, porque tenemos sólo tres tanques de 5.000 litros cada uno. Entonces aquí tiene lugar el trabajo de los que traen agua, y se les paga, por 200 litros (en diez bidones de 20 litros cada uno), un viaje de bicicleta, un dólar aproximadamente, un poco menos. El caso es que Amos, que es católico, nos trae siempre el agua y nos cobra menos, pues también lo hace como un servicio a la iglesia. Los otros días nos trajo unos bidones de agua que le habían sobrado, y me dijo que no le pagara, “porque estamos en este mes santo” (del rosario), y lo daba como una donación. Hoy amanecimos con una lluvia muy grande, y mucha gente no pudo venir temprano, entonces veo más tarde que la bicicleta de Amos estaba estacionada al costado de la iglesia, y se había venido a rezar el rosario solo, una vez que había terminado la tormenta.
El día martes recibimos la visita de otro misionero, pero no por primera vez, pues se trata nada más ni nada menos que del P. Johntin. Para los que no hace mucho siguen estas crónicas, les cuento que el padre Johntin es de nuestra Congregación, originario de Uganda, y ha sido uno de los dos sacerdotes IVE que llegaron primeros a esta misión en el 2010. Yo estuve con él el primer año de mi misión en estas tierras, y luego él tuvo que dejar la misión por un accidente en moto, muy grave, en el que casi pierde una pierna. Ahora él se encuentra en Italia, precisamente en Ravena, como capellán de un gran hospital con más de 700 camas. Cuando son sus vacaciones, cada dos años, hace todo lo posible por venir a visitarnos, y así ver a la gente que tanto lo quiere y lo recuerda. También para mostrarle a la gente cómo Dios le concedió la gracia de curarse de su herida, y luego de tantas operaciones y padecimientos, poder volver a caminar.
El padre Johntin vino con tres amigos de Italia. Uno de ellos, Giovanni, es la segunda vez que viene con él. Giovanni tiene un grupo de amigos con los que van a andar en bicicleta, y nos han ayudado mucho, especialmente para comprar los bancos y sillas para la escuelita que estamos comenzando en Kangeme, que se llama Nuestra Señora de Luján, y tiene el jardín de infantes y dos grados de la escuela primaria. Este hombre también nos ayuda económicamente todos los años con los festejos de Navidad, con los campamentos, como lo hacen muchos de ustedes también. Ellos venían a visitar, y era también el deseo de Giovanni poder traer regalos y pagarles una buena fiesta a los chicos. Por eso el día domingo hicimos un festejo para más de 350 niños, todos ellos que asisten al catecismo, y también aprovechamos que era el día del examen de los niños de confirmación, para que los que vienen de otras aldeas, también puedan participar. Fue una gran fiesta.
Con el padre Johntin y sus amigos de Italia pudimos también ir a un casamiento en la aldea de Salawe, recorriendo más de 40 km desde Ushetu. Estuvo muy lindo, pues se casaba el catequista de esa capilla, dando así muy buen ejemplo a los demás jóvenes y feligreses de ese lugar. En la misa bauticé a una niña también. Luego nos invitaron a todos a los festejos en la casa de la familia de la novia. Ése día hacía mucho calor, y se veía por tanto, que la lluvia estaba muy cerca. Al día siguiente pudimos hacer con ellos la visita oficial a la escuela a la que ayudan una vez al año para la compra de los bancos de estudios, sillas para las aulas, y estantes para el aula de jardín.
El día sábado fui para una misa en Makunga, cuya capilla está bajo el patrocinio de la Virgen de Guadalupe. El motivo principal era la celebración de los 25 años de trabajo como catequista del catequista de esa aldea. Por gracia de Dios pude confesar casi una hora antes de la misa, pues se demoraban en llegar, porque es una costumbre aquí que se ofrece el té (desayuno) en la casa del anfitrión. Este día también estaba muy caluroso. Después de la misa fuimos a la casa del catequista Joseph para los festejos, y al mediodía comenzó a llover.
Estábamos todos bajo algunos toldos, llenos de agujeros, y parecía que nos íbamos a empapar. Gracias a Dios la tormenta estuvo dando vueltas a nuestro alrededor, lloviendo poquito. Nos tuvo misericordia, pues cuando regresé a la parroquia, había caído un aguacero, y sólo nos separan ocho kilómetros de distancia de Makunga. La casa del catequista es muy pequeña y humilde, toda construida con ladrillos de barro, con habitaciones muy pequeñas. Ahí se vivió una gran alegría, con muchísima gente invitada, todos los feligreses, y los vecinos, aunque no fueran católicos.
Finalmente les cuento que el domingo vino el padre Johntin y sus amigos italianos a la parroquia de Kangeme para la misa y la fiesta que ellos habían pagado. Llovió toda la noche y muy fuerte por la mañana. La misa la tuvimos que atrasar casi una hora, para que pudiera llegar la gente. Eso suele pasar por estos lados. Los horarios dependen mucho del clima, especialmente en tiempo de lluvias. Pero cuando comenzamos la santa misa, la iglesia estaba llena, y mucha gente afuera, más de cien personas. En un momento comenzó a llover de nuevo, y nos apretujamos dentro de la iglesia como se podía. Hubo un gran clima de alegría, pues nos veíamos después de más de un mes, y encima se encontraban con el P. Johntin después de casi cuatro años, y además recibían las visitas, y sus regalos.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE