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Con una crónica podré resumir un mes entero. Pues en el mes de junio se realizaron los “campamentos de catecismo”, y esa sola actividad nos absorbe todos nuestros esfuerzos. Hemos repetido la cantidad de campamentos, como venimos haciendo todos los años, y entonces son cuatro campamentos de niñas, y otros cuatro de varones, ocho en total. Aprovechamos el mes de receso escolar, que se realiza en ese mes, y entonces en esas cuatro semanas, hay dos campamentos en cada una.

¡Este año participaron en total 1.008 niños! Un poco menos que el año pasado, en que tuvimos un poco más de 1.100 niños. La diferencia este año vino dada porque llamamos a participar solamente a los niños que están inscriptos en el catecismo. Porque como a fin de año tenemos otros campamentos, los de Navidad, y que están abiertos a “todo público”, preferimos darles prioridad en estos, a los que están estudiando el catecismo, y así poderlos ayudar a que aprendan más y mejor las verdades de la fe.

Los campamentos de junio se caracterizan precisamente por eso: mucho catecismo. Hay juegos y fogones, competencias por equipos, como en todo campamento. Pero hay tiempo para charlas de catecismo, tiempo para estudiar el catecismo, aprender las respuestas, y finalmente, las competencias de preguntas, que son las que mayor puntaje llevan.

Como siempre, los campamentos nos exigen mucho a los religiosos. Particularmente las hermanas, pues siempre el número de niñas dobla el de varones. Pero para todos significa un gran esfuerzo. El tiempo de sequía, por el que estamos atravesando, se caracteriza por mucho viento, y sobre todo mucha tierra; también por las noches con frío, y los mediodías súper calurosos. Estos cambios de clima, aumentados por el polvo que se respira, hace de las suyas en la salud de los misioneros, quienes sumando el cansancio, terminan la mayoría con malaria y/o fiebre tifoidea. Bien, pero estamos acostumbrados, nadie se sorprende, y unos antes y otros después, vamos desfilando por el dispensario de la Hermana Inmaculada, para los análisis y la correspondiente medicina. Luego, un necesario descanso, y ya viene la recuperación. Gracias a Dios que tenemos este dispensario entre nosotros. Siempre digo que es un “baluarte de la misión”.

Los campamentos más exigentes son los de los centros más alejados: Nyasa y Mazirayo. Porque nos piden que los misioneros nos acomodemos en las casas que en esos lugares tenemos, pero que no tienen tantas comodidades como en las casas parroquiales. En esas casas sólo hay luz de baterías, y a la noche hay que arreglárselas para iluminar en todos los ambientes. Y generalmente la otra gran dificultad es el agua, y sobre todo en tiempo de sequía.

Cuando los campamentos de niñas se realizan en esos centros, los sacerdotes debemos viajar todos los días para celebrarles la misa, y luego quedarnos a confesarlas. Es así que en esos días, en mi caso, tuve que llegar a celebrar hasta tres misas por día, debido a las necesidades pastorales. Para llegar a la misa del campamento de Mazirayo debía salir bien de madrugada, todavía de noche, y el primer día pude ver una hiena cruzando la calle delante del vehículo. El viaje en las horas de la madrugada me brindaba la oportunidad de contemplar unos hermosos amaneceres.

Todos los campamentos tienen la gran gracia de la misa diaria, y los sacerdotes disponibles para las confesiones. También se les exhorta a los niños a hacer visitas al Santísimo Sacramento. Participan de procesiones, y se hacen las oraciones de la mañana y de la noche todos juntos. Es una oportunidad muy grande para enseñarles la piedad cristiana. Esto es algo que produce muchísima alegría en los misioneros, pues estamos tocando aquello que es el centro de nuestra fe, y particularmente la devoción a la santa misa, la eucaristía, y la Virgen María.

Otro momento que disfrutamos los misioneros es la entrega de premios del campamento. Tratamos de que todos los niños reciban algo, y a la vez destacamos las virtudes, y a los que más se esforzaron. La alegría de los niños en ése día de la clausura es indescriptible. Sumamos a que se hace un muy lindo festejo, con buena comida, y gaseosas, y música… la fiesta es completa y la alegría también.

Antes de terminar esta crónica les cuento brevemente de la visita a unos enfermos durante los campamentos. Me encontraba en el campamento de niñas en Mazirayo, y me piden que vaya a ver a una mamá que estaba muy enferma, y a su hijita, en estado grave. La casa se encontraba a pocos metros de la capilla, así que fuimos caminando con la catequista Laurencia y la mamá de la enferma. En el camino me explicaron que la mamá de la bebita estaba ya en el segundo año del catecumenado para recibir el bautismo, y que la bebita había nacido con muchos problemas de salud, y algunas discapacidades.

Al llegar a la casa, muy pequeña, de barro, y casi que de un solo ambiente, veo a la joven mamá acostada afuera, sobre una bolsa de arpillera. La saludo y veo que se encuentra muy mal, tanto que intentó estar sentada pero luego tuvo que recostarse de nuevo, y respondía a las preguntas y las oraciones con una voz muy débil. La bebita había sido bautizada con bautismo en peligro de muerte por la abuela, y le habían elegido en nombre de Escolástica. Procedí entonces a completar el bautismo, y luego a bautizar a la mamá, a quien le pregunté si quería llamarse María Luján, como la patrona de la capilla. Me dijo que si, y recibió el hermoso nombre de bautismo, junto con la confirmación, como se hace con los adultos que se bautizan. También recibió la unción de los enfermos. Hay que ver cómo sufren los pobres, pues casi no tienen atención médica, están lejos de todo, no tienen comodidades en sus casas, y a veces hasta ni siquiera tienen un colchón donde estar recostados. Estas visitas a los enfermos siempre me ayudan a reflexionar en que nosotros debemos estar más dispuestos a sufrir, pacientemente, cada dificultad que tenemos en la misión. Saber abrazar con alegría y voluntariamente cada incomodidad que tengamos en lo que respecta a habitación, clima, comida, trabajo, etc. A las pocas horas me contaron que había fallecido Escolástica, y al día siguiente tuvo lugar el entierro. La mamá en este momento está mejor de salud, gracias a Dios.

Damos gracias a Dios por tantas gracias recibidas durante estos treinta días de campamentos, con más de mil niños “creciendo en conocimiento y en gracia”, y con tanta gente que en el transcurso de esos días recibieron la eucaristía, participando de las misas. Gracias a Dios por los enfermos que pudimos visitar, asistir, y confortar con los sacramentos. Gracias a Dios por Escolástica y María Luján.

A todos los que han colaborado económicamente con estos campamentos les damos las gracias, y sobre todo rezamos por ustedes y por sus intenciones con nuestros niños. Todos los días, al final de la misa, hacíamos una oración por los benefactores que hacen posible estos días de tantas gracias.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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Comentarios 1

  1. Diana Peregrina Carrizo dice:

    Estimado padre Cano sus crónicas siempre tan completas de diferentes matices,y cuantos frutos obtendrá de ahí ! que lindo saber que los niños puedan conocer a Cristo por medio de ustedes y recibir tanto amor; como la vida tiene sus altos y bajos , la gracia de recibirlo en circunstancias tan penosas como la de esa mamá y su bebé hacen dar gracias a Dios por su oportuna llegada. Rezo siempre por ustedes, por su gran misión. Dios los bendiga .

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