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Ushetu, Kahama, Tanzania, 30 de agosto de 2018

Nuestra segunda Misión Popular a lo grande, la hicimos este año, en la aldea de Mbika. Decidimos que fuera allí por varias razones. En primer lugar porque no teníamos tiempo ni capacidad para mucho despliegue logístico, y como esta aldea es la más cercana, sería más fácil el alojamiento y la comida. Sobre todo si queríamos que también participen las hermanas y las jóvenes, era mejor porque podían alojarse en la casa de ellas y la escuela. La otra razón por la que la elegimos fue porque es una aldea muy poblada, muy grande, con escuela secundaria y primaria, un hospital del estado, y un “centro” comercial, el más grande de esta zona.

Los misioneros fueron muy numerosos, contando como “invitados especiales” a un sacerdote y tres seminaristas de nuestro seminario internacional San Vitaliano, de Italia. Vinieron por tres semanas a visitarnos, a trabajar, y dar una mano sobre todo en actividades apostólicas. Entre ellos había un seminarista de Italia, otro de Alemania, y uno de Argentina. El formador que los acompañaba era el P. Lorenzo, quien se prepara en estos días para ir a su nueva misión de Tajikistán.

Fue muy bueno para los misioneros, todos (hermanas, padres, postulantes y jóvenes), poder compartir los apostolados y momentos de oración con personas de tantos lugares. Además porque los otros “invitados especiales” para esta misión fue un grupo de chinos. Sí, leyeron bien, “chinos”. Chinos de Hong Kong.

Vinieron de voluntarios dos varones y dos mujeres, acompañados de una hermana Servidora, también hongkonesa, la hermana Hule, que vino para estar con ellos y ayudarlos en las traducciones. Pertenecen a la parroquia que atienden nuestros sacerdotes en ése país. Fue entonces cuando al final de la misión les hice notar que en la misma Misa estábamos rezando personas de América (del Sur y del Norte), de Europa, de Asia y de África… ¡y nada menos que en Ushetu! Podían ver la universalidad de la iglesia católica, en un lugar tan apartado como éste. La gente se llenaba de gozo por esto.

Era una alegría para grandes y chicos, cristianos y paganos, ver un grupo misionero tan variado. Los recibían muy bien en sus casas. Los chicos jugaban con todos con total naturalidad, ya sea misioneros africanos, alemanes, chinos o lo que sea.

Finalmente el grupo de misioneros se completaba con las hermanas y las postulantes de aquí, el P. Orazio, el P. Jaime, y los postulantes y novicios, y un gran grupo de jóvenes. El predicador y jefe fue el P. Víctor Guamán, ya casi nuestro predicador oficial.

La misión se desarrolló durante ocho días, de domingo a domingo. Hubo una muy grande participación, aunque en el acto misionero de la tarde destacaba la gran participación de niños. Sin embargo hemos podido constatar lo mucho que le gusta a nuestros fieles el “Rosario de la Aurora”. Fue un éxito desde el primer momento, que iba en aumento cada día. En el último día calculamos cerca de 200 personas. Los misioneros éramos unos cincuenta aproximadamente.

El rosario de la aurora lo comenzábamos siendo todavía de noche, y se terminaba antes de que saliera el sol, con la claridad de la aurora… realmente hermoso. También se lograba el efecto deseado, ya que todo el pueblo se levantaba escuchando el rezo de las Avemarías y los cantos, y comenzaban a preguntar qué significaba eso. Luego de la procesión y rosario, se rezaba la Misa, donde se hacía el sermón misionero, porque era el momento de mayor concurrencia de adultos. Después de esto tenía lugar una hora de adoración y las laudes.

Durante el día se realizaba la visita de las casas, con bastante sacrificio, porque se debía caminar mucho, y debajo de un sol radiante, sobre todo al mediodía. Pero la visita siempre trae mucha alegría, a los misioneros y a los misionados. A los misioneros, el poder conocer y ver las casas de la gente, entrar en sus hogares, sentarse a conversar, y ver la gran pobreza de muchos de ellos, junto a una gran alegría. Por parte de los misionados, el recibir la visita en sus hogares, tal vez por primera ocasión.

Los niños se dedicaban a los juegos y catecismo, pero sobre todo la gran concurrencia se daba por la tarde, porque salían del colegio.  El “santo lío” era muy ruidoso, y por esto, otra herramienta de misión.

Por la tarde comenzaban los preparativos para la procesión, el catecismo y un sermón misionero más breve y catequético, para incluir a los pequeños. En el acto misionero se hacía la ofrenda de flores de los niños a la Virgen, quienes entraban cantando y bailando hasta el altarcito con su imagen. Al terminar todo, el esperado fogón, o show, con cantos y sketch (breve obra cómica).

Los distintos días, como es costumbre en las misiones populares, se fueron dedicando a actividades y temas especiales. El día de la Eucaristía, hubieron turnos de adoración durante todo el día, y luego una procesión eucarística que tubo hasta sus alfombras en cada altar.

El día viernes se rezó el Vía Crucis por las calles, con un altarcito para cada estación. Por la noche se realizó la esperada (sobre todo por los niños) “quema del diablo”, que tiene como sentido el recordar nuestro bautismo, en donde se renuncia a las obras de satanás y se proclama la fe en Jesucristo. La Misión Popular es una oportunidad para renovar nuestros compromisos bautismales, y es muy catequético este acto. El sábado se impusieron escapularios, y se rezó el rosario continuado durante todo el día, terminando con la procesión.

Quiero destacar el espíritu de sacrificio que hubo entre los misioneros, ya que en la aldea de Mbika no había comodidades en absoluto. Esta aldea consta de la iglesia grande, con una sacristía que estaba atestada de cosas, donde se guardaba todo material de misión: las cosas de la sacristía, material de apostolados, elementos de deporte, comida, agua para los misioneros, juegos y premios de los chicos, elementos de teatro, herramientas, etc, etc. Afuera había una sola letrina, sin agua. Las comidas eran afuera, en este tiempo de sequía con mucho viento, polvo y calor al mediodía. Ningún lugar para descansar durante el día, salvo el sentarse un rato debajo de alguna sombra. La comida era muy simple, la que están acostumbrados a comer aquí normalmente, como polenta blanca o arroz, y algo que acompaña, como porotos o alguna verdura. La gente del lugar cocinó para los cincuenta misioneros, y aportaron la comida para todos los días, mostrando un corazón muy generoso, y agradecidos por la presencia de los misioneros. Pero de verdad que era dar de comer todos los días a un batallón… hambriento.

El día domingo, de la clausura, había mucha emoción y alegría en todos. Hubieron varios bautismos de niños solamente, porque los catecúmenos se preparan para recibir el bautismo a fin de año. Pero hubo gran alegría porque se veía un aumento en la participación de los fieles, sobre todo en los últimos días la iglesia estaba llena. También hubieron muchas confesiones, visita de enfermos y unciones, durante los días de la misión. Se trabajó en hacer una “súper cruz misionera”… que realmente ha quedado imponente.

Mide casi seis metros de alto, y le construyeron una base de cemento y piedras que la destacan, en un lugar importante. Cuando se llega a la capilla, impacta con su mensaje: “Santa misión – Salva tu alma”. Y es de admirar cómo ellos han comprendido el sentido del mensaje, y de la cruz misionera. El líder de la capilla, al decir las últimas palabras de agradecimiento en la Misa de clausura, también les recordó a todos: “Que esa cruz que ahora los misioneros van a colocar, no sea un adorno. Que sea una manera de recordar estos días de gracia. Que recordemos y meditemos aunque sea por unos segundos, lo que los misioneros nos vinieron a enseñar y recordar en estos días, que lo más importante es salvar el alma”. Me alegré, porque yo no lo habría podido decir tan bien como él, y porque se ve que han entendido muy bien el sentido de la misión popular.

La cruz se llevó en procesión antes de la Misa de clausura, portada por los jóvenes, y se la colocó al finalizar la misma. Todos nos reunimos en lugar donde sería colocada, se bendijo, y se hicieron las oraciones y compromisos de clausura de misión. Y allí se desató la gran fiesta… expresando la alegría de esos días, toda la gente comenzó a cantar y bailar alrededor de la cruz, por casi una hora.

Expresión de la alegría cristiana, pero pienso que sobre todo de los días de gracia, de tanta gente que volvió a la iglesia y se reconcilió con Dios. La alegría brota espontánea desde lo más profundo del alma… Como cuando regresó el Hijo Pródigo, que “comenzaron la fiesta”, y el Padre con gran alegría dijo: “Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado”.

Grandiosos frutos de toda misión. Conversión, arrepentimiento, misericordia y fiesta, en el alma de los cristianos.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

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