Antes de venir a Tanzania, en mi deseo de prepararme para esta misión, pude leer el libro “Si vas a ser misionero”, del P. Carrascal, s.j. Había llegado ese libro a mis manos unos meses, antes, lo consideré providencial, y me ayudó muchísimo realmente. En estos días me propuse volver a leerlo completo, después de más de doce años por estas tierras africanas, y la verdad que es una lectura muy provechosa, mirada ahora con la experiencia de los años vividos en una misión tan especial como ésta, con sus dificultades, y justamente en los inicios de la misión de nuestra congregación aquí.
Quiero traer a colación algunos textos del capítulo del libro que habla de una de las virtudes propias del misionero, que como dice el padre Carrascal, “es virtud específica de la vida misionera y las resume a todas”, la virtud de la Paciencia. Porque como les digo, leyendo estas palabras luego de varios años como misionero por estos lados, suscribo a todas y cada una de las afirmaciones. Para mi propósito de trasmitirles lo que veo que se aplica totalmente a nuestra realidad, voy a cambiar, con cierta libertad, cuando el autor aplica a China lo que dice, lo haré a África, o nuestra misión en concreto. Aclaro también que voy a citar solamente algunos párrafos de dicho capítulo.
Aprovecho, antes de traer las palabras del P. Carrascal, para ilustrar también estas ideas, a contarles de algunas visitas a diversas aldeas durante este tiempo, y de esas visitas serán las fotos que acompañen a esta crónica.
1º – Mkondogwa, la capilla que está relativamente cerca de la parroquia de Kangeme. Se puede llegar en auto, en quince minutos. Es una comunidad pequeña, que reza debajo de un techado de chapas. La mayoría son mujeres y niños, de hecho, la última vez que fui, no había ningún hombre entre los feligreses. Siempre es muy lindo ir allí, pues luego de la misa la conversación durante la comida se extiende sin tiempo, debajo de un árbol junto a la capilla, disfrutando de la brisa fresca. Los niños se quedan jugando luego de la misa en un pequeño terrenito delante de la iglesia.
2º – Namba tisa (Número nueve), así se llama esta otra comunidad. Está hacia el oeste, y limita con la reserva forestal. De hecho, varias veces en esta aldea o en Ilomelo, me suelen dar de comer carne de algún animal salvaje. La última vez en Ilomelo disfrutamos de una deliciosa carne de búfalo, muy tierna y sabrosa. Aquí hay una capilla pequeña, tiene ya varios años. Está bien construida, es de adobe, y tiene el techo de chapas. Las ventanas tienen ladrillos con huecos, así que la luz que entra es muy poca, suele estar bastante oscura. Es muy calurosa, y por eso no hay que demorarse mucho en comenzar, porque al mediodía hierve. Afuera hay un gran árbol de mangos, que suele albergarnos para los festejos y almuerzos. Aquí bendije el “matomolo”, que es lo que ofrecen a la iglesia, parte de la cosecha, para dar gracias a Dios. Podrán ver algunas fotos con las bolsas de maíz en el frente de la capilla.
3º – Namba moja (Número uno), otra capilla donde trato de ir una vez al mes. Aquí verán en las imágenes una capilla mejor construida, aunque no está terminada. De a poco van conociendo más la liturgia, y participando mejor de la misa, al poder tener misas con más frecuencia. En este lugar se hizo una misión popular hace algunos años, y los frutos se siguen percibiendo en la cantidad de gente que persevera. Luego de la misa fuimos a llevarles la comunión a algunos enfermos, que verán también en las fotos.
4º – Nonwe. Como ven, esto es un simple resumen, y generalmente en esto consiste nuestro trabajo misionero, en visitar las aldeas, y poder celebrarles la misa. Predicarles y enseñarles las verdades más sencillas de la fe, que escuchan con avidez, por lo general. Poder confesarlos y que reciban la eucaristía, al menos cada dos meses. En Nonwe se hizo una misión popular el año pasado, con muchísimo fruto, la gente sigue rezando, muchos se confiesan y reciben los sacramentos. Aquí trajeron a los niños “católicos” de la escuela primaria… pero ni siquiera la mitad de ellos sabían hacerse la señal de la cruz.
5º – Itobora, y con esto termino el resumen de visitas. En Itobora todavía no hemos podido hacer ninguna misión popular. Aquí se destaca el ambiente pagano, y muchas creencias supersticiosas. Muchas veces los mismos líderes han dejado de dirigir la capilla, y se han vuelto a otras religiones, o dejan de rezar. Para la misa de ése día vinieron los jóvenes católicos de la escuela secundaria que está como a cinco kilómetros. Ellos sí participan muy bien, y son muy buenos cristianos, pues reconocemos en ellos a muchos chicos que han participado de numerosos campamentos con nosotros, y ya vamos viendo los buenos frutos de todo ese trabajo desde los cimientos. La misa en ése lugar, va cada vez mejor, luego de tantas veces ir y tener que corregir cosas, entre ellas, el que ni siquiera sabían responder, o cuando pararse, sentarse, etc. Pero de manera especial, explicando los rudimentos de la fe, y cómo hay que recibir los sacramentos.
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Bien, el resumen, ya me quedó muy largo. Tal vez pueden leer estos textos del P. Carrascal como si fueran la segunda parte de esta crónica. Aquí los dejo entonces con estos certeros textos del libro “si vas a ser misionero”:
Ya el Kempis, que no hablaba a misioneros, dijo: «Señor, según veo, la paciencia me es muy necesaria». El misionero ha de decir que le es esencial. Es el marco en que la acción misionera se encierra. No suelen movernos los dichos de los demás hasta que los corrobora la propia experiencia. Pero es prudencia adelantarse a ella. Pues bien, todos los misioneros están contestes en afirmar que la paciencia es virtud indispensable y característica en misiones. La paciencia es: bondad en juzgar los defectos ajenos, aguante en sufrirlos y resignación en pasar por ellos. Paciencia, si los acontecimientos no siguen el curso que nosotros queremos. Paciencia, si los demás no marchan a nuestro compás. Paciencia, porque por vivir en sociedad, vivimos en conjugación con las limitaciones físicas y morales de todos, de los de dentro y de los de fuera. Paciencia si enfermo y si sano. Paciencia con Dios y con los hombres y contigo. Paciencia si eres súbdito y más todavía si eres Superior.
Quizá como meta suprema de paciencia te habías señalado hasta ahora el llevar todo lo adverso con ánimo igual y en silencio. «No harás poco, dice el Kempis, si lo sufrieres callando.»
Pero en misiones eso no basta. Después de hacer uno derroche de paciencia, nuestro caudal debe quedar con reservas suficientes para sonreír de veras, para seguir hablando como si nada hubiera pasado, o nada estuviera pasando. ¿Vas viendo dónde están las heroicidades de la vida misionera?
Los extranjeros somos por temperamento, por educación y aun por cultura, sumamente impacientes. Traemos con nosotros el mal de la época, la prisa de la vida. Todos los elementos parece que están a nuestra disposición.
Si queremos ir a tal parte tenemos dos o tres veces al día tren; si éste se nos hace de horario poco có¬modo tenemos el auto de línea, el auto de servicio. El correo, (…) el teléfono llegan a todas partes (…). Es decir, que la vida se vive muy de prisa. Esa prisa la traemos también a misiones. Pero como no siempre ni el tren, ni el auto, ni el teléfono está a nuestro alcance, notamos que en nuestra marcha adquirida la vida nos da un frenazo. Por desagradable que esto nos resulte, las cosas son como son y es mucho más racional que nosotros nos acomodemos a ellas, mientras no podamos ir haciendo que, poco a poco, ellas se acomoden a nosotros. Por eso la primera receta que hay que propinar al novel misionero es la calma y que se persuada, a poder ser de una vez para siempre, que hay muchos países en los que el tiempo no se cuenta. Los misioneros veteranos te previenen que si no entras por esta filosofía lo vas a pasar mal.(…). Porque si te rebelas contra esta teoría y no quieres ajustar a ella tu conducta, te verás envuelto en una serie de imposibles, nacidos unos de las personas de quienes tienes que echar mano; otros de las instituciones de que tienes que servirte; no pocos de los mismos elementos físicos, viento, lluvia, que no están sometidos al hombre o que ejercen una tiranía de la que aún no nos hemos librado los misioneros.
Paciencia, porque el pueblo cristiano con el que vive es «pusillus grex», rebaño de pequeños en la fe, fe frágil que se rompe fácilmente; fe débil que muere y se extingue fácilmente; fe blanda que resiste poco peso de prueba sobre sí, sin que ceda y se hunda; fe primeriza que no tiene el gusto y sabor de lo maduro.
Paciencia para no cansarse ante la indiferencia y pasividad de los paganos; para no enfadarse ante las impertinencias del egoísmo e interés, ni ante las pequeñas y frecuentes vengancillas o desquites de que te hacen víctima los unos y los otros.
Paciencia para saber condescender con las imperfecciones del prójimo a quien quiere ganar, persuadido de que aunque no tenga razón se conseguirá más a buenas que a malas. Paciencia para saber disimular sus faltas de delicadeza y no enfadarse en sus in¬transigencias y egoísmos. Para ceder…
Paciencia en la obra del apostolado que no es sólo bautizar, sino forjar mentalidades cristianas, cosa que exige instrucción larga y sólida, fruto sazonado no de un día, sino de generaciones.
Paciencia que te conserve siempre sosegado y eufórico y domine el celo y no lo deje degenerar en soberbia e indignación y frene la ira para que no deshagas en un momento lo que se edificó en varios años.
Y como el misionero no quiere las cosas al poco más o menos, sino bien; no como le parezca a su criado perezoso, sino como deben ser; y no despacio, sino pronto, y sabe que el tiempo y la oportunidad son factores a veces decisivos y siempre importantes, de ahí mil contrariedades todos los días y mil ocasiones todos los días de paciencia.
No es posible domarlos como se dice, porque antes caerás rendido en la demanda. Son ellos muchos y tú eres solo; por eso es el misionero el que tiene que domar y echar frenos a sus prisas y poner sordina a su diapasón y transigir con esto y con esto, y llevar un caudal enorme de paciencia, y un heroísmo auténtico, aunque muy poco novelesco y aparatoso.
Merece la pena hacerte algunas aplicaciones más en las siguientes:
LETANIAS DE PACIENCIA
Cuando veas que uno y dos y diez cristianos invitados una y dos y diez veces te dan siempre buenas palabras de que vendrán a Misa, o a Ejercicios o a tal fiesta, y viene tal fiesta y los Ejercicios y el domingo y ellos no vienen, ten paciencia. Vuélveles a visitar si tienes tiempo la 11ma y la 100ma vez, como si fuese la primera, y adelante.
Cuando estés en una cristiandad y se pase el tiempo y los cristianos no lleguen tan pronto como tu horario querría, desprecia ese tiempo por Dios, ora tranquilamente y ten paciencia. Ya te dije que el tiempo no se cuenta. Tú traes la enfermedad de este siglo; la de tener prisa. Aquí no ha llegado todavía ese contagio.
Cuando veas, o se te antoje ver, que el catequista se porta fríamente y que es habitualmente desatento contigo; que no se interesa más que por su salario; que no secunda tus deseos; que en todo lleva el agua a su molino; que no lo hallas en el cuarto cuando lo necesitas, mira a ver si estás de mal humor, y si hallas que sí, calla en paciencia y ora; reprime la ira, y espera. Un rayo de luz de Dios te hará ver que quizá no está toda la culpa en él; échate también un poco de culpa a ti, y ponte luego a corregir tu parte y a ser más amable, más humano con él y a prevenir lo gordo y dejar pasar lo flaco y espera a reconvenirle cuando no sientas pasión, cuando te venga a pedir un favor o le vayas a pagar el salario, y ¡adelante!
Cuando veas que después de un año y dos los niños de tu escuela no tienen piedad, rezan sin devoción, comulgan poco o porque sí, y no sienten la fe, piensa que esto no es obra de un año, ni de una generación, sino de varias, ponte a examinar si no será porque tú mismo no les instruyes bien en piedad y doctrina, con amor, con diligencia, con constancia y entre tanto, ten paciencia; sigue predicando con más frecuencia, con más unción y tú cree más, ora más, sacrifícate más, y ¡adelante!
Cuando veas que los que están a tu disposición no secundan tu idea, no tienen iniciativa, no son del todo de fiar, no tienen constancia, se muestran muy pasivos, están fuera, cuando más los necesitas, son perezosos, no hallan solución a nada, porque cualquier solución les cuesta, ten paciencia; no reprendas a nadie «in promptu» y «ex abrupto». Aguarda en paciencia y luego sin pasión, con cariño, amonesta, exhorta, enseña, orienta (…) y mientras tanto ten paciencia.
Cuando sientas que todo te disgusta y quieres reprenderlo todo y reñir a éste y a éste, ten paciencia; domínate, calla; vete al Sagrario y hasta que no sientas que ha venido la paz a tu alma no hables. Un rayo de la divina gracia habrá cambiado tu corazón, y te habrá vuelto de triste y malhumorado, tranquilo y alegre; y entonces ya tendrás más comprensión, más bondad en tus palabras, más sonrisas en tu cara y mejor humor en la vida.
Concluyamos con el Kempis: Señor, según veo la paciencia me es muy necesaria. Sí, y en misiones, por una serie de causas y concausas, la paciencia te es y en grandes dosis imprescindible.
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Espero que hayan disfrutado de estas palabras tanto como yo, ¡pues me parecía que estaba hablando de nuestra misión! Por eso, aprovecho a pedirles que siempre recen por los misioneros, no sólo para que tengamos buena salud, sino también para que los misioneros crezcamos cada día en paciencia, pues que no sólo es necesaria… sino ¡imprescindible!
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
PD: Hemos comenzado una campaña, como todos los años para ésta época, que es para los campamentos de catecismo. Son ocho campamentos repartidos en el mes de Junio, de cinco días cada uno. ¡Llegan a participar más de 1.000 niños!
Para los que puedan ayudar, aquí copio el link. Toda ayuda es bien recibida. Calculamos 3 dólares por cada niño, por eso, toda ayuda es bien recibida.
LINK: https://gofund.me/348abbde
Comentarios 2
Estimado padre Cano, muy revelador lo que usted expone y que libro tan interesante o más bien necesario, por tantos años que está misionando ahí ya debe sentirse uno más, la paciencia es fundamental y la perseverancia intuyo que van de la mano.
Su maravillosa tarea y la de tantos sacerdotes y religiosas del IVE en todo el mundo nos enseñan inmensamente sobre el abandono de nosotros mismos , que grande es la caridad, entregarse a María y estar en manos de nuestro Señor, todo saldrá bien gracias padre Dios lo bendiga siempre.
Son palabras salidas del corazón humano y que responden a esos comportamientos tan usuales en misión de cualquier circunstancia. Gracias Padre por sus consejos sustentamos en el libro. Deseo que su hermosa misión sea según la voluntad del SEÑOR JESÚS..