Kangeme, Kahama, Tanzania, 3 de mayo de 2023
Cuando llegué a la aldea de Mkondogwa, recién allí recordé que me habían dicho que se les había caído la iglesia en una de las lluvias grandes de este tiempo. No está muy lejos de Kangeme, y a la vez el camino está bastante bueno. Por eso el viaje fue muy breve, pero siempre hay que saber el lugar exacto donde dejar el camino principal y meterse por otro muy angosto. Cuando llegué a ése punto, una carreta llena de hojas de tabaco obstruía el paso, y además habían desatado los bueyes para que descansen y coman, así que entre dos presonas movieron la pesada carga para que yo pudiera pasar. El camino sigue entre plantaciones y árboles que impiden la vista, por eso la llegada a la capilla me produjo gran sorpresa al no encontrarme con la acostumbrada construcción de ladrillos de barro. En el mismo lugar han levantado un pequeño techo con las chapas de la iglesia que se cayó. Y ya están levantando una nueva, cuyos muros llegan a los 70 cm.
Lamentablemente la comunidad no es muy grande, y sobre todo está compuesta por mujeres y niños solamente, casi ningún hombre. Eso les trae la dificultad de que son pocos los que pueden ponerse con el trabajo duro de los ladrillos y de la construcción. Pude ver que muchos de los ladrillos “nuevos” no estaban bien cocidos, y por eso con algunas lluvias agunos se habían desecho como si fueran un terrón de azúcar. Los cimientos los han hecho con piedras y cemento, lo cual me alegra, pero la construcción la están levantando con estos ladrillos “medio” cocidos, y pegados con barro. Me dijeron que habían llegado hasta allí con el dinero que habían podido recaudar entre los mismos feligreses.
El motivo de mi visita a esa aldea era poder celebrar la misa en tiempo de cuaresma y darles la oportunidad de confesarse a los que necesiten, así se podían preparar para vivir mejor la Semana Santa y la Pascua. Al llegar, sólo me encontré con un grupo de niños, y cuando sintieron que llegó la camioneta, el catequista comenzó a golpear la rueda metálica que tienen colgada de un árbol, a modo de campana. Fueron llegando algunos adultos y un par de jóvenes, y les dije que comenzaran el rosario así yo podía ponerme a confesar. Al costado de la capilla me senté debajo de un árbol, y vinieron los que podían confesarse, creo que fueron unos cuatro penitentes. El lugar es muy hermoso por lo pacífico y apartado del ruido, se sienten los pájaros, y de vez en cuando pasan por el camino personas que se dirigen al campo a trabajar, con sus herramientas al hombro, o las mujeres llevando la comida para los que están en sus chacras.
Luego del rosario el grupo ya estaba listo para la misa, pues no pensábamos que llegaran muchos más. Era día de semana, así que los niños que asistían eran muy pequeños, de los que todavía no van a la escuela. Durante la misa se fueron sumando algunos feligreses más, como les dije, todas mujeres y niños. Pero en estos casos resulta que la misa se celebra con mucha tranquilidad, mucho silencio, bien participada… ellos mismos van haciendo los cantos, sin ningún tipo de instrumento musical. Los cantos quedan muy lindos así. De manera particular me resulta fácil predicarles, pues es un auditorio pequeño, y a la vez muy simple. Por otro lado, están cerca, y se puede predicar sin levantar demasiado la voz. Los niños se mantuvieron muy quietos, y no tan atentos, pues en general no saben mucho swahili hasta que comienzan a asistir a la escuela primaria.
Después de la misa confesé a dos o tres personas más, que habían llegado durante la celebración. Luego les regalé una estampa del Santo Cura Brochero, y les mostré fotos y videos de los festejos que habíamos hecho en la capillita que lo tiene por patrono, en la aldea de Irak, de la parroquia de Ushetu. Lo hice a propósito, pues quería mostrarles cómo una capilla pequeña como la de ellos, puede funcionar muy bien, ya que lo más importante no son los edificios, sino los feligreses. Importa que haya una comunidad viva, que reciba los sacramentos, que participe, que los niños vengan al catecismo, y después vendrán las construcciones, “la añadidura”. Me soprendió que les conté que el Cura Brochero andaba a caballo visitando las capillas, y una de las jóvenes me dijo, “¡Sí, está la foto en la novena!” Es verdad, la foto del Cura Brochero en su mula la pusimos en la novena que editamos en swahili, y me alegró que ellas lo recordaran e identificaran.
Luego de la misa me invitan a comer algo, allí mismo, atrás de la iglesia a medio construir, debajo de un árbol. Pusieron una mesita baja, y trajeron dos sillas de plástico, una para el catequista y otra para mi. Nos trajeron la comida, y las señoras se fueron a sentar detrás del muro de la capilla. Entonces con el catequista las llamamos, y un poco se resistían. En esta cultura, generalmente los hombres comen solos, y las mujeres aparte. Pero con el catequista nos parecía mejor que vinieran, pues ellas son las que llevan la capilla adelante, son las líderes en todo sentido, y era una buena oportunidad para charlar e intercambiar pareceres. Suele ser muy útil estos ratos de comida, distendidos, y conversando un poco de todo. A veces yo me entero de cómo van las cosas, cuáles son sus problemas. Y otras veces ellos aprovechan a preguntar, a pedir lo que necesitan, etc. Por eso las llamamos, y finalmente vinieron, trayendo dos o tres bancos para sentarse.
Allí charlamos, les conté historias de santos, hablamos de la construcción de la capilla, me contaron lo difícil que es para ellas que ninguno de sus esposos venga a la iglesia. Las animé a seguir adelante, con la contrucción, con la catequesis, y sobre todo ser fieles a lo que enseña la iglesia, para poder recibir los sacramentos, y “edificar sobre roca”. Les dije que recen mucho por sus esposos e hijos, y les conté la historia de Santa Mónica con su hijo, San Agustín. No la conocían, y mostraban su alegría al escuchar. Les dije que Dios hará crecer todo esto, pero que hay que perseverar, etc. El rato se pasaba, y estabamos en amena conversación, cuando ya me tuve que ir pues por la tarde tenía confesiones en Makunga. Nos despedimos, y cuando ya me subía a la camioneta, mientras nos saludábamos, una de ellas dijo: “¡podríamos estar conversando toda la tarde!” Me quedó sonando esta frase, pues dicha tan espontáneamente, y con tanta alegría, me mostraba lo bueno que es poder compartir estos momentos con ellos, que puedan escuchar al padre, al misionero, pero con la cercanía de un trato familiar. También recordé, mientras manejaba de regreso, que hacía más de ocho meses que yo no iba a esa aldea, y con cuánta más razóon es para ellos importante poder estar con el misionero, y escuchar sus palabras y enseñanzas.
Gracias a ustedes por acompañarme en esta visita a Mkondogwa… Recen por ellos y por los misioneros.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
PD: Les vuelvo a enviar el link para ayudarnos con los campamentos de catecismo que comenzarán el mes próximo… como siempre, toda ayuda es bienvenida. Tendremos cerca de 2.000 niños en campamentos durante cinco días.
Aquí va el link https://gofund.me/91b13c6d
Comentarios 4
Muy agradable leerlo Padre. ¡Gracias por compartir!
Padre que apostolado más sublime
Se llora de alegría y de inmensa gratitud cuando vemos la presencia de un sacerdote
Que gratificante es la presencia de ustedes en nuestras vídas
Un abrazo fraterno 😪👏🙏🤗con todo mi corazón ❤️ Dios cuide de sus hermosas vídas mis queridos Sacerdotes 😔💓
Sus cartas son vida para el mundo alejado del gran regalo que son las misiones !
Gracias Padre Diego
…A mi se me llenaron los ojos de lagrimas….solo eso…Dios lo bendiga Padre