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Ayer tuve la oportunidad de ir con algunos feligreses de participar de las ordenaciones sacerdotales de la diócesis. Por gracia de Dios aquí en Kahama se ordenan sacerdotes y diáconos casi todos los años. En esta ocasión se ordenaron cuatro nuevos sacerdotes, todos de la diócesis. Generalmente también se hacen las ordenaciones de algunos religiosos de varias congregaciones en la misma ceremonia con los diocesanos. De los cuatro neo sacerdotes, uno de ellos es de origen ugandés.

La misa se hizo no en la catedral, sino en Masumbwe, una parroquia a casi una hora de viaje de Kahama. Lo que equivale a decir que son unas tres horas de viaje desde donde actualmente estoy viviendo, en la parroquia de Kangeme. La parroquia se encuentra en una ciudad muy poblada, atravesada por la ruta que se dirige hacia Rwanda y Burundi, y por eso se ha transformado en un gran centro económico. Gracias a eso, la parroquia cuenta con un nuevo templo, bien grande, al que todavía le falta un poco para estar acabado, pero se veía muy bien con el nuevo piso reluciente y un altar de piedra negra muy digno. Como uno de los ordenandos es oriundo de esa parroquia, se eligió este lugar para la ordenación. Había muchísima gente, el templo repleto adentro, en los balcones, y una gran cantidad de gente afuera, dispuesta bajo las carpas.

La ceremonia duró tres horas y media, y luego de la misa, acto seguido, sin salir del templo, se procede a los regalos. Esto es algo que debo contarles y explicarles, pues es muy africano, por lo que puedo entender, y lo que he podido ver en muchos lugares, aunque no he viajado tanto por otros países. El tema de los regalos es importantísimo, tanto que todos pasan a dar algo, aunque sea una pequeña ofrenda, que se va depositando en un recipiente, y luego se les felicita a cada uno de ellos, todo esto en un gran clima de alegría, con mucho canto.El coro, estaba compuesto por unas 150 personas aproximadamente, así que se pueden imaginar cómo resonaban los cantos en la iglesia, mientras toda la gente pasa a dar regalos y felicitar a los neo sacerdotes, bailando al compás de la alegre música. Después de que pasa toda la gente, comienzan a pasar por grupos, toman el micrófono y anuncian qué grupo es, y qué es lo que traen de regalo. Así van pasando grupos de familiares, de los distintos nuevos sacerdotes, amigos, grupos de jóvenes, de comunidades, grupos de apostolado, líderes, etc., etc. Esta actividad duró tres horas más, luego de la misa. Es decir, que recién fuimos al almuerzo a las 17:00 hs. Esto es algo muy común aquí, y todos esperan el momento de la comida con mucha paciencia… ¡es una gran fiesta! A la comida está invitado todo el mundo.

Al culminar la comida, nadie espera ninguna señal, sino que se come y ya significa que puede retirarse de la fiesta sin ningún aviso. Nosotros nos volvimos a reunir con los fieles de Ushetu y Kangeme para comenzar el regreso de tres horas, sabiendo que el último tramo del camino lo realizaríamos de noche. Como éramos varias personas las que teníamos que ir, les pedí prestado el vehículo a las hermanas, pues era el más adecuado para este viaje. Es una camioneta grande y alta, y esto lo cuento porque cuando ya estaba cerca de llegar a la parroquia de Ushetu, dos kilómetros antes, desde la oscuridad de la noche sale corriendo una hiena, bastante grande, más grande que un perro de buen tamaño, y se cruza delante del vehículo. En un camino de tierra, y llevando gente, no atiné más que a sacar el pie del acelerador, y sin frenar, agarré fuerte el volante para que no se descontrole el vehículo. En esas fracciones de segundo lo que pensé fue que, al ir con diez personas, no podía hacer ninguna maniobra brusca, ni siquiera una frenada, para tratar de evitar al animal. La conclusión es que lo atropellamos, pero al tratarse de una hiena grande, y no sabemos si andaba sola, no nos paramos para verla.

Todos nos sorprendimos, pues no es para nada común esto, de hecho es la primera vez que nos pasa en más de quince años de misión, y por eso se los cuento. El vehículo no sufrió ninguna consecuencia.

El asunto es que hoy le comenté lo que nos había pasado a un albañil que está trabajando en la construcción de la escuela de Kangeme y es de la zona de Ushetu, y me dijo que se había enterado. Que inmediatamente después del choque, un hombre que estaba por ahí se acercó para ver, y como se trataba de una hiena, comenzó a avisar a la gente, que vino prontamente a tomar parte y cortar miembros del animal que había muerto. Yo sorprendido, le pregunté si la usaban para comer. Me dijo que no, que lo usan sobre todo para los brujos y curanderos, pues los paganos piensan que tienen muchas propiedades. Lo usan para medicinas y para elementos de superstición, usan hasta los huesos y la piel. De tal manera, me dijo el albañil, quien es un feligrés nuestro, que cuando amaneció hoy día, ya no quedaba nada de la hiena. Y entre risas me dijo que algunas personas se lamentaban de haberse demorado en llegar.

Esto que aquí les cuento es sobre todo para darles una idea del lugar donde estamos, y de la gran cantidad de paganos que viven en estas partes. Y en esto pienso ahora que les cuento esta anécdota misionera… no por lo curioso de chocar una enorme hiena, sino por lo que encierra el paganismo. Como les contaba en las anteriores crónicas, estoy releyendo el libro “Si vas a ser misionero”, del P. Carrascal, SJ. Y justamente hace unos días leí el exacto análisis que hace del paganismo según San Pablo, comentando el texto de Romanos 1,28-31. Aquí les transcribo los párrafos que nos muy iluminadores:
“Nadie como San Pablo, «el apóstol de las gentes», profundizó tanto en el misterio de la prevaricación humana, en la miseria moral del hombre viejo sin Cristo. Lo sintetiza en una palabra de condensación maravillosamente fecunda. San Pablo llama al paga¬nismo «Tenebrae», Tinieblas, que es andar sin paso firme y rumbo conocido; que es noche y oscuridad absoluta, donde nada se ve, aun con los ojos abiertos; que es sobre todo tristeza.

Pero notémoslo; la tristeza del que vive en tinieblas, nadie la siente tanto como el que mira las tinieblas desde fuera, desde la luz. Porque las tinieblas son tristes para el que conoce la luz, para el que, al menos, se da cuenta de que vive en tinieblas. Esto que parece atenuar el sentimiento de tristeza, subraya más y agranda inconmensurablemente la desgracia del que la vive. Porque el que no conoce que fuera de su noche se da un día de luz eterna, ¿cómo intentar violentar la puerta de su cárcel y llegar a esa región de luminosidad y de alegría? Tinieblas y tristeza, pues, es el paganismo tanto más densas cuanto que por no conocerlas, no trabaja por salir de su cárcel.

Y con las tinieblas el descarrío. El que anda en tinieblas no ve el camino, no puede andar con paso seguro; porque en la oscuridad nada se ve, ni lo que está delante, ni lo que queda detrás de noso-tros, ni lo que nos rodea. Tinieblas, que inutilizan los mismos ojos que nos sirven para ver. El paganismo ha oscurecido la misma luz natural y el desenfreno de sus pasiones ha ahogado su voz.”
Es esto lo que nos dice el P. Carrascal, y lo veo muy acertado.

Finalmente. Antes de despedirme, les cuento un poco en suma, un par de anécdotas. En estos días, aparte de esta hiena que se nos cruzó en el camino, nos dimos un buen susto con el Hermano Boniface, pues estábamos conversando en la sobremesa de la cena, y escuchamos que nuestros dos perros comienzan a ladrar como pocas veces lo hacen, señalando un gran peligro. Nos “julepeamos” de tal forma que lo primero que hicimos fue cerrar la puerta con llave, por si alguien venía hacia la casa. Observamos por la ventana, y vimos que los perros ahuyentaban algo o alguien hacia la oscuridad, quien parecía retirarse. Entonces, con linterna en mano, abrimos la puerta y salimos para ver qué pasaba. Los perros, animados por nuestra presencia, avanzaban hacia la oscuridad, y escuchamos que perseguían algún animal hacia la escuela, sin dejar de ladrar. Nos detuvimos a una distancia de la casa y alumbramos en derredor, cuando el hermano me dice que alumbre hacia los baños de la parroquia. Allí pudimos ver a una hiena de gran porte, que alumbrada y delatada, buscó por donde salir del terreno. Nos quedamos tranquilos cuando nuestros perros (dos “cusquitos cruce de calle con vereda”), también se quedaron tranquilos. Uno no da mucho por estos dos pequeños perros cuando los ve, pero yo les tengo un gran aprecio, como se imaginan.

El viernes pasado estábamos en adoración, y escuchamos otra vez que uno de los perros ladraba, pero que al rato se callaba, y volvía a ladrar. Fue el hermano a ver, y a los pocos minutos yo escuchaba el ruido de alguien que arrojaba piedras fuera de la iglesia. Pensé que sería una víbora, y efectivamente, regresa el hermano a pedirme que le ayude. Dejamos al Señor Sacramentado por unos minutos, dada la emergencia, y corrí a buscar algún palo o azadón para poder defenderme desde lejos. Se trataba de una víbora muy venenosa, si no me equivoco una mamba, pero de color gris, de tamaño considerable. El día anterior habíamos matado otras dos de las mismas características, pero más pequeñas, fuera de la iglesia. Esto es algo que podemos considerar común, pero que no sucede todos los días, a veces pasan varios meses sin que tengamos estos sustos. Lo importante es siempre andar con los ojos bien abiertos, y alguna linterna cuando es de noche.

Estas últimas anécdotas, que no son tan importantes, no hacían mérito para una crónica en particular, por eso las agrego aquí, de yapa. De todas formas, me parece que puede ser interesante, como para tener una idea más acabada de dónde vivimos, no sólo en una descripción del ambiente espiritual, como es el paganismo, sino también del medioambiente del que estamos rodeados. No se nos suele ocurrir escribir en una crónica cada vez que matamos una serpiente, o vemos una hiena de cerca, pero todo esto hace un poco a nuestra vida misionera… como la “rain spider” (araña de la lluvia) que acabo de matar de un pisotón en mi cuarto mientras escribo. La aparición de estas arañas suele ser señal de que la lluvia puede estar cerca…

Que Dios los bendiga.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE

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