¡Hola a todos!
El dialogo es algo muy bueno, es una manera de comunicarse, de juntos aprender, de conocer la verdad. De hecho, la palabra diálogo esta compuesta por la palabra logos, logos es “la palabra” en griego, ¿no?, en el Evangelio sobre todo de san Juan “En el principio existía la Palabra, la Palabra se hizo hombre…” de algún modo Dios tiene un dialogo con nosotros, en Cristo, es mucho más profundo que un diálogo.
Lo que quiero decir es que no estoy en contra del diálogo en absoluto, sino de como se utiliza la palabra o sobre todo la acción de dialogar hoy en día. Lo tenemos a Jürgen Habermas, un filósofo marxista, del siglo pasado de la Escuela de Frankfurt, de la segunda parte de la Escuela de Frankfurt que habla mucho de esto y la filosofía del diálogo entonces es como que lleva la punta en este momento de la historia en muchos ambientes y parece que dialogar fuera todo y que si se dialogan las cosas entonces esta todo bien, pero un dialogo que ha perdido el sentido de lo que es realmente dialogar, porque se ha perdido también el sentido de las palabras, se han vaciado las palabras, se les da otro contenido, otro significado. Y el diálogo ha pasado a ser, en definitiva, una búsqueda de consenso ¿a que me lleva a hablar de todo esto? a que se quiere dialogar, y consensuar, y debatir de cosas que no se pueden debatir, que no se pueden dialogar. No se puede dialogar si hay que matar un niño en el vientre de su madre o no, no se puede debatir eso.
Ya llevamos más de un año donde aquí en Argentina nuestro presidente ha querido que se debata, que se dialogue y ha festejado de eso como un gran acto de democracia. Hay cosas que no se pueden debatir, que no se pueden dialogar, el diálogo no está para eso. Y lo traigo a colación por un lado porque en el día de hoy en nuestro país hay elecciones, pero por otro lado porque el comienzo de la primera lectura de este domingo me hizo acordar de esta situación donde el Libro de la Sabiduría hace referencia como los egipcios habían decidido hacer perecer a los hijos de Israel. Y en definitiva querer dialogar sobre si matar a los niños o no matarlos, en el caso nuestro de Argentina, con claras muestras del interés del presidente de que eso sea así, de que se apruebe la legalización del aborto, obviamente que estamos hablando de lo mismo, un interés vaya a saber por qué, en definitiva, se sabe y se entiende que por intereses extranjeros, por el dinero que le dan, de que se maten a los niños de nuestra patria. Lo mismo pasa en otros lugares, pero sobre todo quiero ir a esto, porque hemos escuchado festejar incluso gente dentro de la misma Iglesia, festejar que se dialogue, que se debata, no se puede debatir el aborto, no se puede dialogar si matar a alguien o no.
Imaginemos que a los que quieren matar es a nosotros, que se haga una reunión en un barrio a ver si me van a matar a mi o no me van a matar y yo voy a festejar “que bueno dialoguen el tema me encanta, estoy muy de acuerdo que lo hablen…” por su puesto que no, esto es lo mismo. Por eso tengamos cuidado cuando se pone el dialogo por encima de la verdad, por encima del bien. Esta mal, no se puede dialogar que esta bien, o que esta mal en cosas tan evidentes porque sino en definitiva nosotros nos estamos transformando en los dueños de la verdad, en los dueños del bien, en dioses.
De esto se trata entonces hoy en día muchas veces cuando nos quieren hacer dialogar cosas que no se dialogan. Le vamos a pedir a María Santísima la gracia en esta confusión que vivimos filosófica, política, sociológica seguir recibiendo salud de Dios, salud del Logos, de Cristo mismo y saber entonces mantenernos firmes en lo que debe ser y en lo que no debe ser, vivirlo y también transmitirlo. Nuestra Madre nos alcance esa gracia.