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La piedra de toque de que vamos bien en la vida espiritual es la buena disposición que tengamos hacia la Pasión del Señor y su correlativo tomar la cruz de cada día y seguirlo. Frases como la de San Pablo de la Cruz “todo está en la Pasión, es allí donde se aprende la ciencia de los santos” y aquella otra de San Pedro Claver “el único libro que hay que leer es la Pasión de Cristo” encontramos muchas –en todos los santos que hayan dejado algo escrito– y nos gustan y motivan, y las aprovechamos… pero no siempre las hacemos vida, no siempre nos las apropiamos.

Para transformar una verdad en vida, para hacer que se convierta en un principio de acción, de ver y juzgar la realidad, no poco ayuda la meditación. Es por esto que les comparto un par de textos del libro “Audi filia” de San Juan de Ávila sobre la importancia de la meditación en la Pasión del Señor.

Primero aclara que debemos meditar para imitar:

“Para que de este ejercicio de oración os sepáis aprovechar, debéis estar avisada que el fin de la meditación de la Pasión ha de ser la imitación de ella, y el cumplimiento de la Ley del Señor”. (Cap 76)

Porque deseo producirá ese cambio el contenido de valor que tengan las cosas para nosotros y, por tanto, el criterio por las cuales las juzguemos:

“Tales cosas regala[1] el Crucificado a los corazones que en mirarlo se ocupan, «si empero son agradecidos», como San Bernardo dijo, a tan grande beneficio, como es abajarse Dios a caminar por este destierro, con tales trabajos cuales nunca hombre pasó; porque donde esto hay, no queda lanza enhiesta, y de dentro y de fuera hay entrañable deseo de poner al Crucificado por sello en el corazón y en el brazo (Cant., 8, 6), como cosa de que no solamente no se angustien, ni se tienen por menos honrados; mas que, como Santiago (1, 2) dice, tienen por entero gozo ofrecérseles varios trabajos. Tal es la alteza de los agradecidos a este Señor, que a los ídolos de Egipto (Ex., 8, 26) a quien los mundanos precian y aman, que son honras, riquezas, deleites, ellos, con el cuchillo del amor de este Señor crucificado, los degüellan animosamente, y se los ofrecen con mucho amor, agradeciéndole que los quiso admitir a su compañía; y andan buscando, abrasados con amor, todas las vías que pueden para más padecer, esforzados como elefantes, con ver derramada la sangre de su Señor.

Y si acaece que cumpla al servicio de su Señor tomar ellos descanso, o tener riquezas u honras, acéptanlo por obediencia, y usan de ello con temor; y es menester que los consuelen, para que puedan ir a caballo, viendo ir a pie al que más que a sí aman. Tal es la alteza de la vida cristiana; y así muda Cristo las cosas desde la cruz, que lo amargo y despreciado hace dulce y honroso, y pone asco de gustar de aquello sobre que los mundanos se matan. Esta eficacia deseo que obre en vos el pensamiento de la sacra Pasión, y que la améis tanto, que traigáis su mortificación en vuestro cuerpo (2 Cor., 4, 10). Y si no hubiere quien os tire piedras, y encarcele y azote, como al Señor y a sus Apóstoles, los cuales iban gozosos por padecer por su nombre (Act., 5, 41), buscad vos, en cuanto buenamente pudiéredes, en qué padecer, y agradecedlo mucho a Dios cuando se os ofreciere; porque usando bien de lo poco, el Señor os dé fuerza para más, y os envíe más” (ibid.)

Por último, algunos párrafos donde nos sugiere meditar una parte de la Pasión cada día de la semana y también  tener un tiempo para ello el jueves por la noche:

“Y aunque cada vez que bien nos fuere debemos luego con particular agradecimiento bendecir a Jesucristo; mas para que se haga esto mejor hecho y con más fruto, conviene que pues para pensar en vuestros propios pecados os dije que buscásedes lugar recogido y desocupado de todos, y os mirásedes a vos, con mucha más razón os debéis ocupar otro rato cada día en pensar la Pasión de nuestro Señor, y darle gracias por los bienes que nos vinieron por ella, diciendo de corazón (Ps., 118, 93): No olvidaré para siempre tus justificaciones, porque en ellas me diste la vida. El modo, pues, que tendréis, si otro mejor no se os ofreciere, será éste: Pensar el lunes la oración del Señor y prendimiento del Huerto, y lo que aquella noche pasó en casa de Anás y Caifás.

El martes, las acusaciones y procesiones de uno a otro juez, y sus crueles azotes que atado a la columna pasó. El miércoles, cómo fue coronado de espinas y escarnecido, sacándole con vestidura de grana, y caña en la mano, porque todo el pueblo le viese, y dijeron: ECCE HOMO. El jueves, no le podemos quitar su misterio muy excelente; conviene a saber, cómo el Hijo de Dios con profunda humildad lavó los pies a sus discípulos, y después les dio su Cuerpo y Sangre en manjar de vida; mandando a ellos y a todos los sacerdotes que habían de venir, que hiciesen lo mismo en memoria de Él (Lc., 22, 19). Hallaos vos presente en aquel lavatorio admirable, y en el convite tan excelente, y esperad en Dios, que ni saldréis sin lavar, ni muerta de hambre. Tras el jueves pensaréis el viernes cómo el Señor fue presentado ante el juez, y sentenciado a muerte, y llevó la cruz encima de sus hombros, y después fue crucificado en ella, con todo lo demás que pasó hasta que encomendó su espíritu en las manos del Padre y murió.

Y en el sábado quedaos de pensar la lanzada cruel de su sagrado costado, y cómo le quitaron de la cruz, y pusieron en brazos de su sagrada Madre, y después en el sepulcro; e id acompañando su ánima al limbo de los Santos Padres, y hallaos presente en las fiestas y paraíso que allí les concede. Y tened memoria de pensar en este día las grandes angustias que la Virgen y Madre pasó, y sedle compañera fiel en se las ayudar a pasar, porque allende de serle cosa debida, os será muy provechosa. Del domingo no hablo, porque ya sabéis que es diputado al pensamiento de la Resurrección, y la gloria que en el cielo poseen los que allá están, y en esto os habéis de ocupar en aquel día. Y particularmente os encomiendo, que en la noche del jueves toméis cuan poco sueño fuere posible, por tener compañía al Señor, que después de los trabajos del prendimiento y largos caminos a casa de Anas y Caifas, y después de muchas bofetadas, burlas y otros males que le fueron hechos, pasó lo demás de la noche muy aherrojado y en cárcel muy dura, y con tal tratamiento de los que le guardaban, que ni a Él vagaba dormir, ni habría quien cesase de llorar si bien se supiese lo que allí pasó; lo cual es tanto, como San Jerónimo dice, que hasta el día del juicio no se sabrá.

Pedidle vos a Él parte de sus penas, y tomad vos por Él cada noche del jueves alguna en particular, la que Él os encaminare. Porque gran vergüenza es para un cristiano no diferenciar aquella noche de otras. Y una persona decía, que ¿quién podía dormir la noche del jueves? Y aun también creo que tampoco dormía la noche del viernes”. (Cap. 72)

 

Cada uno de nosotros deberá ver en particular qué puede hacer para enamorarse más de la Pasión del Señor; de lo que generalmente no suele quedar dudas al leer este tipo de textos, es que ¡algo más tenemos que hacer! y que ¡muchos nos falta! … ¡Manos a la obra!

Nuestra Madre dolorosa nos ayude y a Ella también especialmente tengamos presentes por sus dolores especialmente los sábados. “Madre, fuente de amor, hazme sentir tu dolor para que llore contigo”. (Stabat Mater)

 

¡Ave María y adelante!

P. Gustavo Lombardo, IVE


[1] En el libro en versión digital que tengo dice “Tales para, cierto, el Crucificado”. Supongo que por ser castellano antiguo; del latín “paro, paras, parare: preparar”.

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