Una vez un herrero preparando los caballos para la batalla estaba poniendo la herradura al último caballo que le tocaba y le agarró hambre y de cuatro clavos que tenia que poner puso solamente tres. Al otro día el ejercito salió al combate, ese caballo resultó ser el caballo del rey, por esa herradura mal puesta el rey cayó y fue muerto, y habiendo muerto el rey perdido la batalla. Se perdió la batalla por un clavo que faltó, se perdió la batalla porque alguien no hizo bien su trabajo, no lo hizo con todo el amor necesario.
Este ejemplo muy sencillo puede ayudarnos a entender lo que nuestro Señor Jesucristo dice en el Evangelio de este día “el que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho. El que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho”. A la santidad no nos la jugamos en actos heroicos que si pueden aparecer obviamente, pero vamos a ser fieles a esos actos heroicos si somos fieles en lo pequeño, en lo cotidiano de cada día.
Santa Teresita del Niño Jesús decía “que la santidad no estaba en hacer obras extraordinarias, sino en hacer con amor extraordinario las obras ordinarias de cada día”. Y san Agustín va a decirnos también que “ser fiel en lo poco, aunque sea pequeño no es pequeño, no es poco, porque importa mucha voluntad, mucho amor a Dios”. San Pablo va a bajar hasta lo concreto de comer y beber, va a decir “ya comamos, ya bebamos hagámoslo para mayor gloria de Dios”.
En uno de los salmos leemos que se nos pide que vivamos alabando a Dios, cantándole himnos a Dios. San Agustín dice “¿cómo puede ser esto posible? No podemos estar todo el día cantando himnos y alabando… dice el santo “ si nosotros durante el día seguimos haciendo las cosas bien , poniendo todo nuestro empeño en las pequeñas cosas que estamos haciendo entonces nuestra vida se transforma en un continuo cantar salmos e himnos a Dios”.
Fijémonos entonces en esas pequeñas cosas en nuestros días, pongamos ese amor.
Decía un laico de nuestro país Enrique Shaw, que tiene introducida la causa de beatificación “debo poner en el más pequeño de mis actos el mismo amor que pondría en el acto de ser llevado al martirio” así tenemos que vivir, en eso tenemos que distinguirnos en el amar al Señor en lo pequeño, en lo cotidiano, obviamente ese amor también se va a mostrar al prójimo y eso va a hacer que cuando aparezca esa obra grande que Dios nos pueda pedir, ese acto heroico realmente magnánimo lo podamos hacer, la fidelidad en lo poco se va a transformar también en fidelidad en lo mucho.
Y por el otro lado el hacer las cosas mal en lo poco va a terminar haciendo de que hagamos las cosas mal en lo grande. Sí el gran enemigo de la piedra no es el hacha, no es el pico, ni el martillo, es la gota que una a una va horadando esa piedra , la va dañando, la va agujereando, así también en nuestra vida las infidelidades pequeñas se van transformando en infidelidades mayores.
Voy a terminar con un texto de ese gran sacerdote misionero Walter Ciszek que pasó tantos años sufriendo tanto bajo el comunista en Rusia, él dice lo siguiente “El reino de Dios no llegará a su cumplimiento en el mundo gracias a una extraordinaria batalla a espada contra el poder de las tinieblas, sino al trabajo y sufrimiento diarios de cada uno de nosotros como Cristo trabajó y sufrió hasta que todo acabe transformado y ese proceso de transformación continua hasta el fin de los tiempos”. Cuánto sabe este gran misionero deseos pequeños sacrificios por los años y años que pasó en prisión. Y cuánto sabe María Santísima de esas pequeñeces que no son tales, de ese amor en las cosas chiquitas que puso Ella y que lo vio poner a su Hijo y que le enseñó incluso a su Hijo. San Juan Pablo II decía que “ese lavar con tanta caridad con tanto cariño y en los detalles del Señor a los apóstoles en la última Cena fue su Madre la que se lo enseñó a hacerlo a quienes visitaban su casa. Le pedimos a Ella que nos enseñe como le enseñó a Jesús a vivir esa santidad en lo pequeño de cada día.