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“La justicia y la verdad deben

ser el fundamento de la política”

(Demóstenes)

Entre los medios de comunicación y la potestad política se pueden dar variantes de relación:  de equilibrio, de confrontación o de absorción: de equilibrio, cuando ambas funciones guardan su autonomía y tienden al bien común de la sociedad; de confrontación, cuando la potestad política acusa a los medios de mentir y los medios por su parte acusan al gobierno de conculcar la libertad de prensa; de absorción, por último, cuando el poder político monopolizando los medios tergiversa la realidad o cuando los medios se transforman en el poder real por encima del poder formal.

El ciudadano esta en el medio de esta puja, y surge la cuestión: ¿a quién seguir? La respuesta al caso particular dependerá de la prudencia. Aquí se pretende dar una respuesta desde la filosofía política, a saber, la naturaleza, la función y la justificación de las dos funciones y una posibles solución.

El hombre necesita de la verdad de la información y del bien común político. En el hombre existen dos tendencias propias: a la verdad[1] y a la vida social[2]. Porque el hombre tiene logos, necesita el diálogo, la relación interpersonal para desarrollar su naturaleza racional[3]. Es decir, el hombre no puede llegar a su plenitud sin la verdad y sin la sociedad política. Y para que haya sociedad es necesaria la potestad que lo mueva a tender al bien común.

En toda sociedad, ni todos se pueden dedicar de lleno a la verdad ni a la potestad. Estas funciones han sido cumplidas por dos estamentos que responden a funciones humanas, pues la sociedad es una proyección del hombre en forma de instituciones o estamentos. El estamento de la potestad conduce al hombre al bien común. Por su parte el estamento sapiencial (sacerdotes, investigadores, profesores, maestros) educa al hombre en la verdad. Como las dos palabras lo indican, conducir y educar ducere evocan la necesidad de ser guiados.

Dice Santo Tomas que “es necesario para la perfección de la sociedad humana que algunos se dediquen a la vida contemplativa”[4]. Aquí se toma vida contemplativa en sentido amplio, comprendiendo a todos aquellos que se dedican de manera desinteresada a la búsqueda de cualquier verdad y transmitirla. En toda sociedad así como ha existido la potestad también ha existido un estamento dedicado a la investigación y transmisión de la verdad. Hasta el siglo XIX existió solo la investigación, la observación de la naturaleza y los hechos con el solo objeto de formar. A partir de entonces nació una nueva manera de indagar las cosas pero no para formar sino para informar. Es el periodista. Chesterton juzga la función del periodista como un remedo de la función del sacerdote:

“Los periodistas parecen ser, en un sentido casi literal, los sacerdotes del mundo moderno. Puede que no estén a la altura de la enorme responsabilidad que se le confió a Pedro, pero al menos puede decirse que todo lo que atan en esta tierra queda atado en la tierra, y todo lo que desatan en esta tierra queda desatado en la tierra. Tienen esencial y absolutamente las mismas funciones que los antiguos sacerdotes, pero su poder de ilusión es aún mayor y su responsabilidad ante el mundo aún menor” [5].

El P. Castellani hablando del periodismo decía: “Cada uno en este mundo tiene obligación de dar testimonio de su verdad: el sacerdote de la verdad religiosa, el profesor de la verdad científica, el político de la verdad nacional, el poeta de la verdad artística, el casado de la fidelidad, la niña de la modestia, Y el periodista de todas ellas juntas. Por eso el periodismo es tan importante y tan peligroso[6].

Incluso hoy la información del periodismo es sinónimo de conocimiento verdadero y científico. El filósofo belga Marcel de Corte afirmaba: “la palabra ‘información’ toma una amplitud enorme que engloba y sobrepasa la palabra ‘ciencia’ o ‘conocimiento de la realidad’, asociando todo el aspecto de ‘verdad’ o de ‘conformación con la naturaleza de las cosas’, que esta comporta normalmente. La información tiende a cubrir el campo entero del saber y del saber científico. La cualidad esencial del sabio es hoy estar ‘informado’”[7].

El periodismo “es docencia de adultos”[8], decía el p. Castellani. No es el lugar aquí de hacer la crítica a nivel de conocimiento informativo. Ciertamente que es de lo efímero, periodismo en latín seria efemérides. Sea como sea, los medios de comunicación tienen una misión con la verdad. El mismo p. Castellani afirmaba que los medios “tienen realmente una misión sagrada todo cuanto enseñen, aunque sólo enseñen verdades de hecho (información) y ella es la impartición de la Verdad”[9]. La finalidad de los medios es la verdad de los hechos, la verdad de la opinión.

La relación del periodismo con la potestad política es una relación análoga  a la verdad-bien, contemplación-acción. Y en esta relación hay superioridad de ambos pero por distintas razones. Santo Tomas ha establecido la autonomía del campo del saber y de la acción política, y la superioridad cada uno en su campo. El doctor en su Comentario a la Ética de Aristóteles, afirma este principio que vale para todo tipo de relación de conocimiento y acción:

“La ciencia política domina las ciencias especulativas sólo en cuanto a la aplicación (ad usum), pero no en cuanto a la especificación (ad determinationem) de su actividad propia. La política ordena que algunos enseñen o aprendan la geometría, y los actos de esta naturaleza en cuanto son voluntarios, pertenecen a la moral y son ordenables al fin de la vida humana. Pero el gobernante no puede prescribir a la geometría qué conclusiones ha de deducir ésta acerca del triángulo, pues eso no depende de la voluntad ni es ordenable a la vida humana, sino que depende de la naturaleza misma de las cosas. Por eso, él (Aristóteles) dice que la ciencia política dispone qué disciplinas, tanto especulativas como prácticas, han de ser enseñadas en la ciudad, quiénes han de estudiarlas y durante cuánto tiempo”[10].

Se puede establecer por lo tanto una doble superioridad, la superioridad del orden mediático sobre el político en relación a la verdad, una superioridad del orden político sobre el mediático en relación al bien.

  1. Superioridad del orden mediático en cuanto a la verdad

Los medios de comunicación tienen como objeto el conocimiento de los hechos o de las realidades tales como son. En toda su objetividad. Realidades que no pueden ser cambiadas. No están en disponibilidad. De allí que es slogan de los medios para hacer creíble su función el hecho de mostrar que son veraces y objetivos.

Hay cuatro tipos de órdenes. Hay un orden que la razón no puede hacer sino simplemente examinar, es el orden de la naturaleza de las cosas. Por ejemplo, no se puede cambiar la naturaleza del círculo y que sea cuadrado. Es el conocimiento de las cosas tales como son.  Hay otro orden que la razón por su pensamiento produce en su propia actividad; cuando establece un orden entre los conceptos y los signos de los conceptos, para que tengan un sentido. Es el conocimiento de la lógica. El tercer orden es aquel que la razón por su pensamiento produce en las acciones de la voluntad, es el orden moral y de la política. Y el cuarto orden es el que la razón por su pensamiento hace en las cosas exteriores y es el plano de la tecnología[11].

El orden que los medios observan y transmiten es el primer tipo de conocimiento, de presentar la realidad como es sin ninguna otra pretensión. Objetivo viene del latín ob– adelante, iectum; arrojado. Es considerar lo que esta por delante que es la realidad. Y es este conocimiento que funda los tres restantes, de la lógica, de la política y de la tecnología, pues para que sean verdaderos y buenos tienen que tener ese respeto de la realidad que le da el conocimiento objetivo.

Los medios tienen una relación con los hechos. Los hechos que se vuelven noticia, información. Esos hechos adquieren una realidad necesaria que no pueden ser cambiados. Calderón Bouchet afirma de los hechos históricos:

“Los hechos históricos, en cuanto pertenecen a un proceso de la formación temporal del hombre, son contingentes y no necesarios. Tal acontecimiento se produjo de una determinada manera, pero pudo haberse producido de otra muy diferente. Una vez acaecido el hecho, su gravitación sobre los sucesos posteriores ya no es contingente, sino necesaria.”[12]

Por eso, no se pueden cambiar los hechos, como si estuvieran a disponibilidad de otros fines. Tienen el carácter de necesario y como tal ya no pueden ser de otra manera. Pedro podría haber matado a Juan, pero Juan termino matando a Pedro. Se dio un paso de lo contingente, las dos posibilidades, pero una vez realizado es necesario que Juan mato a Pedro.

Aparte de los conocimientos necesarios que son los hechos la prensa se ocupa de realidades de orden moral y de orden de la ciencia experimental. Es el ámbito de la opinión. La opinión es una afirmación no cierta, basada en argumentos válidos más no evidentes, opuestos a otros argumentos también válidos.  Y para ello, es necesario la opinión de los expertos. el p. Castellani afirma: “¿Quién tiene derecho a opinar? No todo hombre sobre todo tema, sino los entendidos sobre aquello que entienden. Sólo ellos deben tener una libertad de opinar que merezca consideración política.[13]

La libertad de expresión y solo ello es el fin sacro del liberalismo. Por el contrario, la obligación no es opinar sino encontrar la verdad o aproximarse lo que más se pueda a ella. Dice el p. Castellani, también periodista:

“la libertad de expresar sus opiniones en el sentido sacro que el liberal dio a esta fórmula no existe; lo que existe es la obligación, para todos los capaces de pensar, de coadyuvar al hallazgo de lo verdadero y lo conveniente (primero); la obligación de todo buen gobierno de servirse de ellos, so pena de errores dañosos y después la fatal anemia y neurosis de la cual el régimen liberal perece (segundo); la obligación de todo poder humano de respetar en el hombre la pensadora, que es lo mejor que tiene (tercero); y en fin la obligación de ser tolerante un tanto con las charlas del hombre, que es charlero por esencia, mientras no vayan a lo intolerable. Eso es todo.”[14]

El fin de lo medios, es por lo tanto, la verdad que esta sobre la acción, y que la actividad política debe servirse de ella, pues como ha dicho el gran pensador argentino es “de la obligación de todo buen gobierno de servirse de ellos.”

Lo que justifica en ultimo termino la función de los medios es la búsqueda de la verdad sea necesaria u opinable. La verdad y no la libertad justifica su acción. Los medios gozan de autoridad, auctoritas, que es el conocimiento reconocido. Los romanos distinguían entre auctoritas y potestas. La auctoritas era del Senado, el consejo sin potestas y esta, por el contrario, era propio de los cónsules, la potestas política.

  1. Superioridad de la política en orden al bien

Se ha hablado hasta aquí de la verdad en sentido mas bien lógico, de la correspondencia entre conocimiento y realidad, verdad como objetividad. Pero verdad también se puede entender en un sentido moral, y es la veracidad. Dice Santo Tomas:

“La palabra verdad puede tomarse en dos sentidos. Uno, en cuanto que por su verdad decimos que una cosa es ‘verdadera’. Y en este sentido la verdad no es un hábito, sino cierta adecuación del entendimiento o del signo con la cosa entendida y significada. En otro sentido, puede llamarse verdad a aquello por lo que alguien la dice y, según esto, por ella decimos que uno es ‘veraz’”[15].

Los medios tienen su relación con la verdad en el primer sentido, en cuanto que tiene que investigarse los hechos tal cual son. En cambio la política, rige, guía el segundo tipo de verdad, que como parte de la justicia, es de su incumbencia. La potestad política tiene poder solo sobre el uso de la verdad, es decir, en las circunstancias de su transmisión. Dice Santo Tomas:

“el hecho de ser animal social, un hombre a otro naturalmente le debe todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de débito”[16].

La verdad tiene sus tiempos y modos dice Romano Guardini. Así, la potestad política puede regular el modo que se informe, puede prohibir que se impartan ciertos conocimientos no apropiados por la edad, por las personas a quien se dirige.

“La caridad y el respeto de la verdad deben dictar la respuesta a toda petición de información o de comunicación. El bien y la seguridad del prójimo, el respeto de la vida privada, el bien común, son razones suficientes para callar lo que no debe ser conocido, o para usar un lenguaje discreto. El deber de evitar el escándalo obliga con frecuencia a una estricta discreción. Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla”[17].

El bien común es el que legitima la acción del gobierno respecto a la verdad informada. Dice el P. Castellani:

“Decir y propalar la verdad con la indispensable autoridad, oportunidad y prudencia es en efecto un altísimo oficio de gobierno, el oficio que ¡os antiguos conocieron y practicaron con el nombre de consejo. ¿Por qué razón el gobierno que controla la balanza del almacenero y la densidad de la leche no va a controlar la veracidad de los periódicos?”[18].

Esta superioridad solo se legitima no por el hecho de tener poder sino por su búsqueda del bien común. El ámbito propio del poder y que se convierte en potestad es cuando ese poder es reconocido como tendiente al bien. Así como los medios adquieren autoridad por el servicio a la verdad, el poder político adquiere potestad por su servicio al bien. Solo la verdad y el bien justifican a ambos y permiten obrar en consonancia unos con otros. Pues la acción política necesita de la verdad.

Esta relación de conocimiento-verdad y potestad-bien se ha perdido en la modernidad. La modernidad como actitud ante la realidad dio un giro en ambos campos centrándose solo en el poder. Así, el conocimiento es poder. Savoir pour prévoir afin de pouvoir( saber para preveer a fin de poder).  Dice Carlos Sacheri :

“La evolución del pensamiento moderno desde el Renacimiento hasta nuestros días no ha hecho sino subvertir la jerarquía natural que ha de existir entre el orden teórico y el orden práctico. La primacía de la contemplación, comúnmente aceptada en la Antigüedad y en la Edad Media, se ha invertido radicalmente en los últimos siglos. Basta recordar a Descartes quien propuso reemplazar a la sabiduría especulativa por una “filosofía práctica” que nos permita “convertimos en dueños y señores de la naturaleza”, o a Hobbes: “El fin de todo conocimiento es el poder … el fin de toda teoría es el posibilitar alguna acción”[19]

En cuanto a la actividad política, se ha dado en la modernidad también el giro de su fin propio y que lo legitima del bien común hacia el poder. Este visión de la política nació con Maquiavelo, para quien lo que importa es mantener en el poder al príncipe y  ha llevado a que la política se corrompa y solo sea voluntad de poder. Su agnosticismo para considerar la verdad y el bien ha llevado a una eficiencia de tipo formal, un positivismo político, soslayando la realidad moral de la política.

Por ello, hoy se puede decir que ni la política tiene interés en el bien común ni el conocimiento en la verdad. Es una puja entre dos poderes: el poder del conocimiento y el poder político. El voluntarismo moderno ha dado origen a esta corriente cultural que invade los medios y el poder.

La solución no es a nivel político sino a nivel filosófico. Que el conocimiento tenga como objeto la realidad y la política tenga como fin el bien común humano.  Que el conocimiento sea libre sin tener que necesariamente ser medio para fines prácticos. Por otro lado, devolver a la política su función propia que no es el poder, el cual es simple medio, sino la búsqueda del bien común.

Se vive en un mundo imperfecto en el que nunca habrá una armonía perfecta entre estos dos órdenes. Siempre existió una lucha, incluso antes de que naciera el periodismo, entre la autoridad espiritual y el poder temporal, como muy bien lo muestra Rene Guenon[20]. Una solución imperfecta es la que da el p. Castellani quien es una autoridad en el tema. Tres posibles sectores que pueden detentar los medios de comunicación: el privado, el estatal y el corporativo.

En cuanto al sector privado, este nació como una suerte de contralor del poder político. Sin embargo, ha terminado convirtiéndose en un poder real por encima del poder formal o político.  Corre el mismo peligro que la política de volverse una oligarquía de la información. Chesterton afirma:

“Hasta nuestros días se ha confiado en los medios por ser portavoces de la opinión pública. Pero muy recientemente, algunos nos hemos convencido de que no son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los juguetes de unos pocos hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han apoderado del mundo. Ya no hace falta que nadie se oponga a la censura de la prensa. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa misma es la censura. Los periódicos empezaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se oiga”[21].

Menos conveniente que ellos esos grupos sean multinacionales. Pues si la información veraz es un elemento del bien común, el bien común es propio de un Estado Nación soberano y no del mundialismo. Decía el p. Castellani:

“toda prensa grandota está dirigida aunque finja ser libre ¿no es mejor que se sepa por quién está dirigida?, ¿y no es preferible que lo esté en todo caso por el gobierno nacional o por grupos nacionales que no por oscuros y temibles grupos económicos internacionales?[22]

Por otro lado, la falsía de la libertad de prensa conduce al deseo de la dura verdad de la prensa estatalmente dirigida.”[23] Las dictaduras empujan a la prensa a la privatización:

“Los gobiernos dictatoriales de hoy, al controlar toda la prensa, no han hecho sino ceder a la fuerza de esta verdad en una acción de tipo reactivo contra el extremo desorden opuesto, que el régimen liberal les legara.”[24].

Entre este movimiento pendular propone el gran periodista argentino: la corporización.

“Sólo el principio corporativo puede zanjar completamente la difícil antinomia de la necesaria libertad de la inteligencia docente con su no menos necesaria integración dentro del bien común social.” [25]

La corporación es como su nombre lo indica es la incorporación en la gestión de la información  de aquellos grupos sociales que tienen que ver con el conocimiento y la verdad: la universidad, la política, la economía, las fuerzas armadas. Es decir, que sea un grupo intermedio social sin que sea ni político ni privado y solo interese el bien de la sociedad. En el que entren a participar orgánicamente todos los interesados en la verdad como elemento del bien común. De esto se tiene experiencia de la Universidad medieval, que no dependía ni de privados ni del Estado ni siquiera de la autoridad de la Iglesia sino que era una corporación constituida por profesores y alumnos para solo buscar la verdad.

Con esa gracia y sentido del humor que caracterizaba al p. Castellani hablando de la sagrado de la verdad afirmaba que “Hay que fundar una orden religió-militar de aduaneros de la cultura, llamados los Caballeros de la Autenticidad, para perseguir caritativamente a los matuteros y a los mistificadores[26].

Ciertamente que son soluciones imperfectas pues el hombre es imperfecto y por su ambición puede trastrocar los fines de ambos y corromper ambas funciones. Los tres corren el peligro de caer en la oligarquía, el interés de pocos por encima del bien común. Pero al menos se ha dado con el presente articulo una comprensión de la esta realidad que toca vivir en toda sociedad.

 

—————Notas—————-

[1] Aristóteles, Metafísica 980a 21: “todo hombre por naturaleza desea conocer”

[2] Ídem, Política 1253a 1: “todo hombre por naturaleza es un animal político”

[3] Santo Tomas, Suma teológica, II-II, 179, 1: “dentro de la vida humana, parece que la vida de cada hombre consiste en aquello que más le deleita y a lo que tiende de un modo principal, y es de esto de lo que, de un modo especial, quiere cada uno tratar con sus amigos”.

[4] Santo Tomas, Comentario a las sentencias, IV, 26,1,2

[5] G. K. Chesterton, The Speaker, 17 août 1901

[6] Leonardo Castellani, Decíamos ayer, (Sudestada, Buenos Aires, 1968), pág. 200

[7] Marcel de Corte, L’intelligence en péril de mort, (Editions de l’homme nouveau, Paris 2017), pág. 150.

[8] Op. Cit., pág. 66

[9] Op. Cit., pág. 64

[10] Santo Tomas, Comentario a la Ética a Nicómaco, 1, 2, n. 27.

[11] Cfr. Santo Tomas, Comentario a la Ética a Nicómaco, I, 1-2

[12] Rubén Calderón Bouchet, Esperanza, historia y utopía, (Dictio Buenos Aires), págs.. 291-292

[13] Leonardo Castellani? Deciamos ayer, pag. 70

[14] Idem, pag. 71

[15] Santo Tomas, Suma Teológica, II-II, 109, 1

[16] Op. Cit. II-II 109, 3 ad 1

[17] Catecismo de la Iglesia, 2489

[18] Idem 78

[19] Carlos Sacheri, Orden social y esperanza cristiana, (Escipión, Mendoza 2014), pág.  112

[20] “La crisis del mundo moderno”, “Autoridad espiritual y poder temporal”

[21] G. K. Chesterton 1917, Periodismo y crimen.

[22] Op. Cit., pag. 66

[23] Op. Cit., pag. 67

[24] Op. Cit., pag. 78

[25] Op. Cit., pag. 79

[26] Op. Cit., pag. 138

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