¿Qué formación debería tener el político?

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Tenemos actualmente un presidente que es un catedrático de economía. Nos surge el interrogante de si esta especialidad lo capacita para gobernar un país. Ciertamente que no es eso lo que lo convierte en un buen político (cosa a demostrar). Desde ya afirmo el axioma de que ni los saberes o prácticas económicas, ni la docencia, ni la honestidad, otorgan la capacidad política tomados cada uno de ellos en particular; sino que todos deben ser incluidos en la más alta actividad.

La política se ocupa de bien común, Bien que integra a todos los demás bienes. Es un bien de toda la naturaleza humana. Por lo tanto, ese bien del que la política se ocupa es complejo y heterogéneo e incluye bienes materiales, bienes intelectuales y bienes morales. Por lo tanto, a tal bien complejo corresponde una capacidad adecuada.

¿Cuáles son las destrezas fundamentales de todo hombre de mando, y sobre todo del mando más complejo, que es el político? Dos son las cualidades que un buen político necesita: la ciencia y la experiencia.

En primer lugar, una ciencia adaptada a una realidad humana compleja y completa, lo que no pueden lograr una ciencia ni una profesión en particular. No es la ciencia o experiencia militar, aunque algunos militares hayan sido grandes estadistas; no es la actividad jurídica, aunque algunos abogados puedan haber sido buenos presidentes; no es la destreza diplomática, aunque algún hombre con tal capacidad haya sido un excelente gobernante; e incluso puede ser un buen economista y hacer una buena gestión política. Pero si aciertan no será por ser ni militar, ni jurista, ni diplomático, ni economista sino por otra habilidad adquirida en otras prácticas.

El gobernante tiene que tener aquello que se llama la especialidad de lo general. La política es algo más amplio, más alto que la profesión de militar, de jurista, de diplomático o de economista. Ciertamente las incluye a todas. Aristóteles atestigua esta excelsitud de la política: “la política se sirve de las demás ciencias y prescribe, además, qué se debe hacer y qué se debe evitar, el fin de ella incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre” 1.

La política es una ciencia y una actividad arquitectónica, como la llamó Aristóteles. Así como el arquitecto se sirve de todos los demás oficios, sin tener la obligación de desarrollarlos todos, pero sí está obligado a ver la conexión entre ellos, así también el político debe obrar en la dirección de la sociedad. De todas las ciencias prácticas: jurídicas, militares, económicas, industriales, se sirve la política, para la consecución del Bien Común.

El conocimiento no es de lo particular sino de las conexiones de las realidades parciales, como lo hace el arquitecto. Por eso, Platón decía que había que formar al gobernante en una “visión de conjunto” amplia, inclusiva, mediante el instrumento intelectual de la filosofía. En su obra la Republica, un tratado de educación política, trata de la formación del gobernante y afirma, no sin razón, que hay que darle una formación “sinóptica”: “los conocimientos -dice Platón- que se impartieron inconexamente en su educación infantil, habrá que presentárselos reunidos, a fin de que tenga una visión de conjunto (synopsis) sobre las relaciones de afinidad que dichos conocimientos guardan entre sí y con la naturaleza del ser…El dialéctico (filósofo) es el que tiene una visión de conjunto (synoptikos) y el que no la tiene no lo es”2 .

Si el político tiene que tener esa mirada sobre lo general, una formación de este tipo es la más apta para su función. En el texto citado de Platón es de destacar que la filosofía concentra los saberes. Se pone de relieve porque justamente el sistema pedagógico moderno hace lo contrario: es una pedagogía de saberes dispersos, atomizados sin una unificación ni jerarquización.

El término synopsis, significa la visión de conjunto. Es una mirada que integra todo no en sus particularidades -no se le pide al político que sea especialista de todo- sino que percibe sus conexiones más profundas e íntimas. Esa es la mirada filosófica que debe tener el político ante un bien tan complejo y, por consiguiente, sus decisiones deben guardar una relación armoniosa entre lo material y lo espiritual, entre lo intelectual y lo moral, entre lo humano y lo divino.

Y puesto que la política se ocupa de un bien humano, tiene que conocer la naturaleza humana. Este axioma ya lo afirmó Aristóteles: “es evidente que él debe conocer, en cierto modo, los atributos del alma”3 . El político se relaciona con personas y no cosas. Ese conocimiento no es ni del antropólogo ni del psicólogo, -aunque tiene que tener mucho de eso-: “el político ha de considerar el alma, pero la ha de considerar en vistas a estas cosas”, es decir en vistas a liderar a los hombres hacia el Bien Común.

Ese conocimiento se adquiere por la experiencia propia pero también por la experiencia de los grandes filósofos y literatos. Es lo mismo que decir que el político debería tener una formación humanística. El padre Castellani afirmaba: “para estar enseñados a gobernar se necesitan dos cosas: primero, la ciencia, una fina formación intelectual, como la que daban antes las Humanidades clásicas, seguidas del estudio sólido de la filosofía”4 .

En el gobernante no importa tanto qué especialidad domine, sino que posea sobre todo la especialidad de lo general. La especialidad en todo lo que importa al hombre. Este debería ser el fin de toda educación media: la formación humana, especialmente la que dan las humanidades clásicas.

Esa formación clásica ha sido fuente de inspiración para muchos líderes, incluso en el fragor de la actividad política. Churchill a primera hora de la mañana, antes de acudir a un debate importante, se encerraba en su gabinete a solas, y hojeando a Platón o a Esquilo hacía provisión de grandeza y belleza. Kennedy, la víspera de tomar una decisión importante, se preparaba recitando para sí, en voz baja, la célebre arenga de Pericles a los héroes griegos: “Benditas sean las fuerzas del espíritu y las fuerzas interiores…”5 .

Castellani afirmaba en el Poema de la Estancia:
“…la Argentina sería regenerada por hombres surgidos de estancias criollas y de sindicatos agrarios, después de pasar por colegios donde se enseñase latín… Decía que un buen patrón de estancia, pero de estancia criolla, no destas de lujo que se arriendan, administra y «gozan» desde París sino un patrón que se comportase en cristiano, viviese el trabajo y la tierra, hubiese pisado la Universidad y además conociese Europa, era el hombre mejor preparado, coeteria paribus, para presidente de la Republica” 6.

El tipo de gobernante que la patria necesita: con una formación humanística y un sentido de arraigo a la tierra; que sienta lo propio como lo público, y lo público como propio. Formación amplia, humana que dan la formación en los clásicos; pero “si esto falta, puede suplir como second best: cualquier otra formación intelectual sólida” 7.

La segunda cualidad que es necesaria al político es la experiencia. Aristóteles decía que los jóvenes no pueden ser buenos políticos porque les falta la experiencia: “cuando se trata de la política, el joven no es un discípulo apropiado, ya que no tiene empiria (a-peiros) de las acciones (praxeôn) de la vida” 8. Aristóteles se refiere a la experiencia en el comportamiento humano, en la praxis de la vida. No una experiencia técnica, sino una experiencia moral, de costumbres de los hombres. Lamentablemente hoy los políticos son sobre todo técnicos (y solo de cómo tomar el poder) pero no experimentados en los asuntos humanos.

La perfección del acto político es el mando, la ejecución. Pero no sería perfecto este acto de mando, de imperio, sin aquello que es el buen sentido, la inteligencia práctica. El sano juicio, equilibrado, circunspecto, sagaz, penetrante distinto de la astucia política, que es mera eficiencia pero con resultados desastrosos para la política. De esos especímenes hay sobrados ejemplos.

La experiencia es algo gradual y aquilatado. No se puede llegar a lo más alto sin tener experiencias menores: aquello que los romanos llamaron el cursus honorum, o sea, la carrera política o escalonamiento de los cargos. “Es ridículo pensar -decía el padre Castellani- cómo regir una nación pueda dominarse sin aprendizaje, o sea, pueda improvisarse a lo argentino” 9.

Además de la ciencia y la experiencia, es menester considerar la necesidad de una clase dirigente verdadera, auténtica, no producto de la de la partidocracia, la cual hemos comprobado que no forma sino deforma. Una clase, es decir, un estamento solidario, una nobleza, palabra que denota excelencia, distinción, como también lo significa la palabra clase. Este vocablo, derivado del latín classis, comenzó por indicar el grupo de barcos de una flota y luego por metonimia, el grupo de los hombres distinguidos: los classici, y de ahí paso a indicar los escritos excelentes, los clásicos. En nuestra lengua decimos “tiene clase” para significar la distinción, como el francés avoir de la clase. Por lo tanto, clase debería identificarse con la excelencia.

No son suficientes las individualidades, sino que es necesaria una clase. Hay muchos que tienen condiciones de mando, pero están aislados. No forman clase por faltarles “la planchada, el pedestal, la clase” 10, como decía Castellani.

Una clase que dirija: está claro, pero, ¿hacia dónde? Hacia el bien común. Dada la condición humana es necesario que sus bienes particulares, sus bienes raíces o industriales coincidan con el Bien Común, sostenía el mismo Castellani. Es decir, que la defensa del bien patrio coincida también con intereses personales: la casa, la familia, la tierra. Como “aquella antigua nobleza estaba incluso unida por la sangre, pero mucho más por la misión que les competía, (eran guerreros o letrados) y sobre todo por el bien raíz. Sus intereses personales coincidían con el bien del país; de modo que poseían un sentimiento vivo, cuasi instintivo del bien nacional” 11.

En pocas palabras, nuestra patria necesita buenos gobernantes, pero antes necesita una mejor educación. Un sistema educativo medio con una pedagogía humanística. Una pedagogía que forme al hombre antes de que sea abogado, medico, ingeniero o militar. La mejor educación, como lo demuestra la experiencia secular, es en el cultivo de los clásicos. Algo sobre lo cual trataremos con más detenimiento en sucesivos escritos. Pero no basta la ciencia. La experiencia política se adquiere en la dirección, en el mando, y por ello es necesario que existan las sociedades menores, políticas, económicas y sociales. Por último, que cristalice en una clase que llene el vacío dejado por esa clase a la que hoy le llaman casta.

P. Lic. Gustavo Domenech IVE

[1] Aristóteles, Ética Nicomáquea 1094 b 4-5.

[2] Platón, La República  537d

[3] Aristóteles, Ética Nicomáquea 1102 a 19-26

[4] Leonardo Castellani. Un país de Jauja, Ed. Jauja, Mendoza, 1999, 157

[5] Joseph Basile, La formación de líder 1980, 34-35.

[6] Leonardo Castellani, Las ideas de mi tío el cura, Editorial Excalibur, Buenos Aires 1984, 130.

[7] Leonardo Castellani, Un país de Jauja, 157

[8] Aristóteles, Etica Nicomaquea 1095 a 3-4

[9] Leonardo Castellani, Un país de Jauja, 157.

[10] Leonardo Castellani, Un país de Jauja, 183

[11] Leonardo Castellani, Un país de Jauja, 183

 

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Comentarios 7

  1. Diego Fernando Segura dice:

    Muy buen escrito y además orientador, me recuerda a Santo Thomas de Aquino, del gobierno de los príncipes.

    Por otro lado; que vergüenza para el mundo y latinoamerica un personaje como Milei. No hay mucho que estudiarle a ese cómico personaje

  2. Jorge dice:

    El salmo 94 es claro un corazón endurecido , egoísta , orgulloso , vanidoso lleva a la destruccion. Recuerden que hubo alguien que dijo que había que temerle a Dios y a ese alguien un poquito. La soberbia de otros que decidían quién vivía y quien moría, otros que pusieron el aborto porque escuchan al mundo , otro que se hizo católico para ocupar la presidencia, no es problema sólo de educación es falta de humildad , de respeto hacia el otro , de no amar al prójimo , de respetar los mandamientos .

  3. Sería lo ideal, pero lamentablemente creo que no existe,llegan y se enamoran del poder ,o están en su propio mundo ,y si existe no llega

  4. Gustavo dice:

    Es un idéal. Pero se debe empezar por la educación. Y esto los privados católicos, bah, los obispos podrian hacer mucho. Seguimos esperando

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