PRIMERA LECTURA
La Sabiduría se deja encontrar por los que la buscan
Lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16
La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo:
se deja contemplar fácilmente por los que la aman
y encontrar por los que la buscan.
Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará,
porque la encontrará sentada a su puerta.
Meditar en ella es la perfección de la prudencia,
y el que se desvela por su causa
pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes
a los que son dignos de ella,
se les aparece con benevolencia en los caminos
y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 62,2-8
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor
Señor, Tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.
Mientras me acuerdo de ti en mi lecho
y en las horas de la noche medito en ti,
veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas. R.
SEGUNDA LECTURA
Dios llevará con Jemis a los que murieron con El
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4, 13-18
No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con Él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre.
Consuélense mutuamente con estos pensamientos.
Palabra de Dios.
O bien más breve:
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4, 13-14
No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con Él.
Palabra de Dios.
ALELUIA Mt 24, 42a. 44
Aleluia.
Estén prevenidos y preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Aleluia.
EVANGELIO
Ya viene el esposo, salgan a su encuentro
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 1-13
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro».
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?» Pero éstas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado».
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos».
Pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco». Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Palabra del Señor.
Severiano del Páramo, S. J.
La parábola de las diez vírgenes
(Mt. 25,1-13)
1-13 Entonces, es decir, cuando venga Cristo a juzgar a los hombres y establecer su reino glorioso definitivo, la actitud en que se encontrarán los hombres será parecida a la de las diez vírgenes, que con sus lámparas saldrán al encuentro del esposo. En la Vulgata latina se representa a las diez vírgenes saliendo al encuentro del esposo y de la esposa. Estas últimas palabras, fuera de que faltan en la mayoría de los códices griegos, no están conformes con las costumbres palestinenses ni con el contexto siguiente (v.5.6.10), donde se menciona únicamente al esposo. Probablemente fueron introducidas para acomodar la parábola a las costumbres del mundo greco-romano.
La imagen de la parábola está tomada de las costumbres judías en la celebración de las bodas públicas o solemnes, que seguían, después de algunos meses, a los esponsales, que eran, como ya dijimos, un verdadero contrato matrimonial (cf. 1,18ss). La esposa, ricamente adornada, rodeada de sus amigas, esperaba en casa la llegada del esposo. Este, a la puesta del sol, venía acompañado de sus compañeros (los amigos del esposo), y con grande algazara, entre cánticos y danzas, conducía a la esposa a su casa recorriendo las calles de la aldea. Las amigas de la esposa llevaban en sus manos lámparas de barro cocido. Las doncellas previsoras y prudentes de b parábola llevaban además consigo pequeños frascos o aceiteras por si sus lámparas se apagaban por la tardanza del esposo, que podía hacerse esperar mucho tiempo. En cambio, las otras, imprevisoras e imprudentes, no llevaban más aceite que el que cabía en sus pequeñas lámparas, que comenzaron a apagarse antes de la llegada del esposo. Mientras fueron a las tiendas a proveerse de él, llegó el esposo, condujo a la esposa, acompañada de sus prudentes compañeras, a su casa, y allí, a puertas cerradas, comenzó el banquete nupcial. Cuando llegaron las doncellas imprudentes, se encontraron con la puerta cerrada, y el esposo se negó a admitirlas por no haberlas reconocido en el acompañamiento de su esposa.
La doctrina que en esta parábola se enseña está insinuada en el v.13 y es sustancialmente la misma que la de las parábolas anteriores. Hay que vigilar, porque no sabemos la hora en que vendrá Cristo a invitarnos al celestial banquete. Esta vigilancia, sin embargo, debe ir unida a una previsora preparación para aquel trance. Siempre, en cualquier circunstancia de nuestra vida, debemos estar dispuestos a ser llamados por el Señor. Sólo los que en aquella hora suprema se encuentren vigilantes y provistos del aceite de la gracia y buenas obras serán admitidos al banquete de la gloria, los demás serán excluidos. Parecida doctrina encontramos en Lc 12,35-38; 13,25. El esposo, como se ve, es Cristo; la esposa es la Iglesia militante, pero en aquel momento en que comenzará a ser la Iglesia triunfante por las bodas con el Cordero (cf. Ap 19,7-9). El que sea igual el número de las vírgenes prudentes y el de las imprudentes no quiere decir que será igual el número de los que se salvan y el de los que se condenan. Este, como otros detalles de la imagen parabólica, son meramente ornamentales y no dicen relación con la doctrina que en ella se encierra.
(DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p. 261-2)
P. Leonardo Castellani
Parábola de las muchachas buenas y las bobas
Al fin del Discurso Parusíaco de Cristo (o Apocalipsis Sinóptico) hay varias parábolas que encarecen la “vigilancia” y las buenas obras o “creatividad” -casi por demás. Las tres últimas se refieren directamente al Juicio Final; y la primera de ellas es una parábola absurda o por lo menos extraña, llamada comúnmente “de las Vírgenes Locas y las Prudentes”, que llamaremos aquí con más exactitud “de las muchachas buenas y las bobas”.
Pronunciada ahora en el Occidente, esta parábola no dice nada al vulgo, que no le ve la gracia, y piensa: “serán costumbres orientales”; mas en Oriente hace menos gracia aun; porque contradice de varios modos las costumbres y el ritual nupcial; que (dicen los entendidos) no ha variado mayormente de Cristo acá.
Traduzcamos del original esta parábola, que hace penar a los exégetas; los cuales han penado para mí:
“ENTONCES SERÁ PARECIDO el Reino de los Cielos a diez “bridemaids” o paraninfas que salieron con sus lámparas al encuentro del Novio. Cinco de ellas eran bobas y cinco eran buenas. Las bobas llevando los candiles no llevaron aceite consigo. Mas las buenas trajeron consigo alcuzuelas con aceite. Demorándose mucho el Novio todas ellas dormitaron o durmieron. En medio de la noche se hizo un clamor. He aquí el Novio, salid a su encuentro. Entonces despertaron todas las muchachas y adornaron sus candiles. Mas las Bobas dijeron a las Buenas. Dáme del aceite tuyo que las lámparas se apagan. Mas las Buenas respondieron: -No sea que nos quede corto a todas. Id mejor a los vendedores y comprad para vuestros candiles – Retirándose ellas a comprar sobrevino el Novio – Y las preparadas lo acompañaron a las bodas. Y se cerró la puerta. – Al último llegaron las otras gritando: Señor, Señor, ábrenos – Respondió el Esposo: No os conozco.
Notanda acerca de la traducción: “Al encuentro del Novio y de la Novia” dice la Vulgata; mas el inciso “de la novia” es añadidura de un copista, según la crítica textual: sólo del Novio trata la parábola; la Novia en cuya casa esperan sindudamente las Doncellicas o “Compañeras” (pues no habían de dormirse en camporraso) no aparece. El Novio viene a buscar a la Novia a su casa, cosa contraria a los usos actuales. “Bobas” se puede traducir el “moorai” griego, que significa además de “necio”, bobo, memo o casquivano: la traducción “locas” o “fatuas” es exagerada. “Buenas”, por aliteración confieso que es un poco forzado, aunque la palabra “fránimoi” (prudentes) la usaban los griegos también por “bueno” o exactamente “honrado”. Los finos candiles de barro cocido se usan todavía en Oriente, como las alcuzuelas de alfarería para el aceite. La expresión “mesees de niktós” puede ser “medianoche” o bien “en lo más profundo de la noche, a altas horas”.
Un erudito alemán, Jülicher, se ha entretenido en buscarle todos los pelillos a la parábola (me ahorró trabajo) y en negar su belleza literaria, en lo cual yerra: el cuadrito “simbolista” es rápido, balanceado y contenido, lo cual es la belleza formal de este género. Las dificultades son siete: primera, no corresponde bien a los usos nupciales en Israel; 2, candiles para un cortejo, se apagan; antorchas hace falta; 3, la demora del novio es inverosímil: el novio tenía que caer al anochecer ¿a qué hora si no comenzó el banquete?; 4, las “bridemaids” no pueden haberse dormido en un barullo; y una fiesta semita consiste casi todo en barullo; 5, la respuesta de las buenas no es nada buena: egoísmo bárbaro, e ironía de adehala; 6, el que salieran a comprar aceite en plena noche en vez de sumarse simplemente al cortejo sin lámparas, es disparate; 7, el Esposo es inverosímilmente duro; por una leve demora las deja a buenas noches, y no eran tan malas al fin y al cabo. El apóstata Loisy, discípulo de Jülicher, concluye: la que es boba es la parábola; no debe ser de Cristo. Mas cuando uno repara en que el cuentito representa la Parusía y Retorno de Cristo, la luz entra a raudales, para mí al menos. No solamente está ella inserta en el Sermón Parusíaco, sino que Cristo alude a la Parusía al comienzo, y al cabo: es decir, la encuadra.
Al comienzo dice: “Será parecido el Reino… “ en futuro, en vez del sólito presente “Semejante es… “; y al fin indica la decisión final, en el “cerrarse la puerta” y en la sentencia “no os conozco” ya usada por Cristo como fórmula de la condenación. “Conocerá el Señor a los tuyos” dice san Pablo (II Tim. II, 19); Y “no todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el Reino”, avisa Cristo (Mt. VII, 21) “pues a muchos les diré: No os conozco”.
La dificultad principal para, mí (y para Maldonado) es ésta: el cuentito no añade nada a la moraleja: “vigilad pues”, la cual por otra parte había sido ya proferida por el Señor seis o siete veces en el Sermón anterior, una vez explícitamente (Mt.XXIV); en el cual Sermón se hallan no menos que cinco pequeñas semejanzas que todas imperan “vigilancia”, a saber: la de la Higuera; la de Noé y el Diluvio; la del Relámpago; la del Patrón que teme al ladrón; la del Siervo que espera al patrón y la Del que no lo espera, y Él llega inesperado. Luego parece que esta Parábola aunque sea linda, es superflua. Pero el caso es que este cuentito y ningún otro, hace un cuadro simbólico y fuerte del “apurón” de la Parusía y todas sus características principales, cifrando plásticamente el Sermón Profético anterior. Esta “cifra” se puede poner así: La Parusía será inopinada y la gente estará dormida, toda ella; pues aparentemente “Cristo no vuelve más” (como dicen hoy justamente no pocos) o se demora mucho -como dicen todos; y entonces se hará un gran clamor y desconcierto, en que las providencias que tomen los “impreparados” fracasarán todas, pues ya no es tiempo de preparaciones. Como decimos a los estudiantes que se precipitan sobre los libros las vísperas de exámenes: “oportet studuisse, non studere”: no es tiempo de estudiar sino de haber estudiado. Y así las muchachas desprevenidas hacen cuatro cosas inútiles a toda prisa: ruegan a las otras que las salven, salen de noche a buscar vendedores, llegan a puerta cerrada y gritan: “¡Señor, Señor!” Gaucho prevenido nunca fue vencido.
Pero todas se durmieron al fin y al cabo… -Sí; el dormirse no fue tan culpable, y es posible que las Buenas solamente “dormitaran”, signo de negligencia de los cristianos. Entonces ¿las Bobas son los impíos? -No; salieron a buscar a Cristo con lámpara magüer vacías; son también los cristianos de “tibieza”, justamente lo se que achaca en el APOCALIPSIS a la última IGLESIA, LA IGLESIA DE LAODICEA. -¿Y por qué diez muchachas, no bastaban dos? -El número diez significa en la Escritura universalidad en lo humano; así como el doce universalidad en lo sacro. -¿Y por qué propiamente “vírgenes”? -No dice “vírgenes” en sentido estricto el texto griego, sino muchachas o doncellas. -¿Y por qué no muchachos? -Ahí me embromó: no lo sé. Bueno, las muchachas solían acompañar a la Novia, los “Amigos” al Novio; y la “Parusía” en los profetas es la venida del Esposo a buscar a la Esposa. -¿Y por qué candiles y no antorchas? -Por el óleo. -“El óleo significa las buenas obras, la lámparas que se extinguen sin óleo, la Fe” -dice san Agustín. “Seguramente el óleo, por cuya falta se incurre en tamaño percance, significa algo muy grande ¿verdad? ¿Qué otra cosa puede ser sino la caridad?” De hecho el óleo en la Escritura significa la misericordia; y en la misericordia cifró Cristo todas las buenas obras en la Parábola siguiente, la del Juicio final. ¿Por qué el Esposo no abre la puerta, qué le cuesta? -No se puede abrir más: con la metáfora de un Banquete de Bodas simboliza Cristo siempre la gloria del Cielo, que es lo final y definitivo.
“Y después no habrán instancias, ni mudanzas ni glosas.
Se enclavará el destino de todo ser creado
Y allí donde han caído y así como han quedado,
quedarán, ineternum, las cosas.
Seguramente la parábola desconcertó a los oyentes como nos desconcierta a nosotros, porque su intento era desconcertar; es decir hacer pensar; como las piezas de un rompe-cabezas desconciertan antes de haberlas ensamblado. -Todas las parábolas de Cristo tienen rasgos desconcertantes, como hemos notado tantas veces (Evang. de Jes., pág. 388); Y así debe ser, porque aluden siempre a cosas divinas, que trascienden lo humano, y son, fuera de la Fe, incomprensibles; mejor dicho, fuera de la Visión Beatífica. Los místicos que han experimentado (un cachito) las cosas divinas, no saben hablar de ellas, quedan tartamudos como Moisés después de ver al Ángel del Sinaí, se gastan repitiendo que “No se pueden decir” (“Que nadie que no las haya experimentado sabrá sentir: y decir, ni siquiera los que las han experimentado” -dice Juan de la Cruz) y cuando lo mismo las dicen, es en forma oscura y desconcertante. Mas Cristo las dijo en forma relativamente clara.
Cuatro escritores conozco que han intentado hacer un cuadro imaginario (novelesco) de la Parusía: nuestro Martínez Zuviría, Robert Hugh Benson, el ruso Solovyefy el suizo Ramuz; y nos han dado cuatro cuadros diferentes de un suceso que es casi totalmente imprevisible; y mucho más para los oyentes de aquel tiempo. Cristo tuvo que desconcertar su parábola; y la verdad es que lo hizo sutilmente. La parábola como narración se tiene tiesa; sólo a la reflexión aparecen los “desconciertos”. La parábola responde tan cabalmente al tema, que lejos de ser un tropiezo literario (Loisy) es un acierto poético.
Incluso los rasgos secundarios de la invención poética responden a lo que sabemos por la profecía de aquel temeroso suceso. El hecho de que “tarde el Esposo” y “Estén todos dormidos” lo proclaman para el fin del siglo san Pedro y san Pablo, profetas también; e incluso que los hombres dirán: “No vuelve más”. Como he notado en otro libro (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, pág. 15), si se considera la Herejía, o las herejías de hoy, se ve que el foco de convergencia de todas ellas se finca en la negación u olvido de la Parusía, o Segunda Venida de Cristo. Por ejemplo, existe hoy un movimiento optimista llamado “democristianismo” que espera la salvación para el amenazado mundo nuestro, de medidas políticas; para lo cual ha insertado la religión en un sistema particular de gobierno (en el mejor de los casos): la “democracia”. No digo que ellos sean malos cristianos todos, no lo son todos, ni menos herejes; mas lo cierto es que desconocen la visión pesimista del “Mundo” que siempre tuvo la Iglesia; y la de la “Política”, que tienen hoy los cristianos; e incluso los filósofos: el desorden actual es tan vasto y profundo que la “inteligencia política” no solamente es impotente a solucionarlo, más aun a abarcarlo entero -dijo Jácome Maritain el cual sin embargo se volvió después democristiano.
En el fondo, estos son “milenaristas”; es decir, esperan un gran triunfo externo de la Iglesia en el tiempo, no en la eternidad; por medios comunes, no por la Segunda Venida; y para dentro de poco; esperanza que desearía no quitarles.
Ejemplo eximio es el ruso Berdyaef, con su profecía premuras a de la “Tercera Iglesia” o Iglesia de Juan (no menos que Nietzsche con su “superhombre”, aunque éste sí que no es democristiano, pero sí a modo de milenario) o Don Sturzo con su unificación del mundo bajo la dirección del Papa y con NORTEAMÉRICA como eje; o el Padre Lombardi; o el Pastor Paúl Tillich; o el judío Martín Buber, etc. La idea de un Estado Democrático Cristiano me aparece como una monstruosa imposibilidad, el sueño de uñir dos cosas inuñibles; por lo menos ésto que aquí entienden (o no entienden) por “Democrassia”.
Lo curioso es que estos “Demos” llaman “milenaristas” a los demás, a mí por ejemplo (que estoy aquí tan tranquilo rezando mis devociones, sin tiempo para “políticas”); que si lo fuera no me avergonzaría, pues estaría en buena compañía, con los Padres Apostólicos todos, y quizás con el mismo Apóstol Juan; pero no lo soy, porque no me da el caletre para cosas tan difíciles. Lo único que hay es que creo en la Segunda Venida; y eso para pronto, como dicen no menos de siete veces (“Venio Cito”), san Juan en el Apocalipsis. Si la veré o no la veré, no me interesa; lo que me interesa es estar preparado y “vigilar”.
Esposo. -Un amigo me dice bromeando que Cristo nos mandó la monogamia, pero aparentemente practica la poligamia; todas las almas son sus “esposas”, como cantan los cantitos, a veces horribles, de mi Pirroquia. Para engendrar en la carne es necesaria la exclusividad; en el espíritu es al contrario: las cinco vírgenes de la parábola entran con el Novio aparentemente a casarse, la Novia no aparece en el cortejo: parece un matrimonio mahometano. Y la razón es que los bienes materiales cuando se participan disminuyen, los espirituales aumentan: el que reparte dinero se queda con menos, el que reparte saber aumenta su saber: hasta Cristo, Dios y todo, aumentó viviendo su saber; y en ese sólo “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”.
Esta es la razón por qué los hombres se andan peleando hoy día tan fiero, y Alsogaray anda en apuros: han perdido el saber y el sabor de los bienes espirituales. Esta es la razón principal del comunismo, la Gran Repartija hecha por el Dios Estado, o sea (como siempre) por una gavilla de politiqueros.
Y también aquí se verifica lo del que parte y reparte, según dicen: los politiqueros no ayunan.
“Esposo”: lo mismo que “Rey” designa una entrega personal total a Cristo. Los Ejercicios de san Ignacio giran todos alrededor de una entrega personal a Cristo; y eso prueba cuán evangélicos son. Cristo dice: “El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí”: lo mismo que dice el Génesis de los esposos. Ningún hombre puede decir eso que no sea al mismo tiempo Dios: excluir todo otro amor enfrente al suyo.
Una monja me preguntó si en el cielo veríamos al Niño Dios. Respondí sin broma que lo veríamos e incluso lo daríamos a luz. Como se escandalizó fierazo, por no citarle el dicho de Cristo: “EI que hace la voluntad de Mi Padre, ése es mi padre, y mi madre y mis hermanos”, -no hay que andar manoseando la escritura como un tendero luterano- le cité el modesto versito de Campoamor:
No lo dudéis señores,
si hay un cielo, hay en él niños y flores.
Cristo invita a las almas primero a su servicio, después a sus desposorios. Primero de tomar esposo hay que salvar la vida (enferma grave), primero de entregarse hay que tener algo que entregar; (“nuestra hermanita no tiene pechos, ¿qué haremos?, dicen los Cantares). Y así cuando se está en una vida que es una lucha, hay que tener primero de todo un “Rey” y no pensar más que en el “servicio”; y entonces el nombre del amor es “obediencia”. Cuando hayas besado el suelo muchísimo, te llamarán al “beso de la boca”. Después de llamar a Dios veinte años “patrón” comienza uno a llamarlo “tata”. Y así, fuera de los placeres carnales que son medios para formar un hogar y una familia temporal (y fuera de eso son ruina) no hay bien que un esposo pueda prestar, que Cristo no pueda dar a un alma generosa y adulta, incluso una familia espiritual. Si uno salva un alma, en el cielo habrá entre esas dos almas un lazo inmensamente más fuerte y dulce que entre madre e hijo.
Adulta. Para darse primero hay que poseerse, nadie puede dar lo que no tiene. Razón del presente fracaso de los matrimonios en Buenos Aires; son matrimonios mahometanos; primero hay que conocerse bien, casarse de ordinario en la propia clase, y sobre todo, con virtudes, es decir con capacidad. El matrimonio es ahora la unión de dos riquezas, o de dos instintos, o de dos personas; y debería ser siempre de dos personas. Como me decía esa señora de la “clase alta”: “desde chica no he oído hablar del matrimonio sino como una licencia general para la sensualidad”. Un teólogo argentino, Antonio Vallejo, O.F.M., llama al matrimonio usual entre nosotros: “la atracción sexual legalmente sancionada… y decepcionada” . Dijo Cristo a santa Teresa: “Ocúpate de mis asuntos como una esposa”.
Dice san Pedro: “Entonces es mejor no casarse”. Por mí no se casen si pueden. Por lo menos no se casen como unas bebas, es decir, como unas Bobas: aceite para la larga vigilia de las lámparas sagradas del hogar.
(CASTELLANI, L., Las parábolas de Cristo, Ediciones Jauja, Mendoza (Argentina), 1994, p. 294-301)
P. Gustavo Pascual, I.V.E.
Las vírgenes prudentes y las necias
Dice San Agustín1 que las vírgenes del Evangelio son los cristianos que no cometen cosas malas, es decir, que no obran contra los mandamientos. Esta es la virginidad del corazón. Las lámparas encendidas son las buenas obras2, principalmente las obras de misericordia. Finalmente el aceite es la caridad.
Todas las vírgenes cumplían los mandamientos, todas realizaban buenas obras. Todas tenían caridad, la caridad primera, la del comienzo fervoroso.
Las prudentes fueron siempre prudentes y sus lámparas nunca se apagaron. Cuando se les podía terminar el aceite ponían más aceite porque tenían de reserva. Así el cristiano que vela esperando la venida del esposo no pierde ni disminuye la caridad sino que la mantiene y la acrecienta. Tiene reservas, es decir, sabe y pone en práctica los medios para mantener y crecer en el amor. Persevera en el amor, a pesar del tiempo, que tiende a enfriarlo. La verdadera prudencia está en cuidar que no se apague la lámpara y que no se termine el aceite.
Prudente es el que tiene reserva para mantener el nivel del aceite. El cristiano prudente se cuida de todo aquello que pueda hacerle disminuir el amor a Dios, en especial, de las cosas del mundo que enfrían la caridad y que nos hacen dormir profundamente. ¿Qué cosas? Las máximas mundanas, los pensamientos mundanos, los deseos mundanos, las obras mundanas. Máximas, sí, como por ejemplo: hay que vivir la vida, hay que divertirse y pasarla bien. Pensamientos mundanos: por qué tengo que ir a misa si nadie va, por qué tengo que casarme por la Iglesia si todos se juntan. Deseos de libertad sin límites, de ser famoso y de tener mucho dinero, de tener a todo el mundo bajo mis pies. Obras como relaciones pre y extramatrimoniales, como el rencor hacia los demás, como la venganza.
Llegó el esposo entrada la noche y las vírgenes prudentes tenían su lámpara encendida y les seguía quedando aceite de reserva. Estas entraron al banquete de bodas, es decir, al cielo porque el encuentro con el Esposo, o sea con Dios, del cual, desconocemos el día y la hora será el que determine nuestro fin feliz o desventurado.
Las vírgenes necias no tenían aceite de repuesto y con el transcurso del tiempo el aceite fue disminuyendo. Cuando quisieron pedir aceite prestado pues les quedaba muy poco y después de la respuesta de las prudentes, cuando caminaban hacia la tienda, probablemente se les terminó el aceite y se apagaron sus lámparas. El cristiano debe ir creciendo en amor. No puede quedarse con el amor del principio. Si no crece, dicen los santos, disminuye y Jesús reprocha la disminución del amor primero3. Hay que crecer en la caridad. Tener las reservas suficientes para no dejar de obrar el bien. Las vírgenes necias fueron gastando el aceite y cuando quisieron recuperar el nivel llegó el esposo y no las encontró con las lámparas encendidas. Muchas veces pensamos que tendremos tiempo de recuperar la caridad, la gracia, pero la venida de Jesús será repentina y sólo los que tengan caridad podrán entrar en el banquete nupcial. Luego querremos entrar y no podremos, como les paso a las necias, porque la llegada del esposo las sorprendió sin estar preparadas. Argumentaremos que comimos con Él, que predicamos su nombre, que hicimos buenas obras, que no matamos ni robamos pero Él no nos abrirá. Simplemente nos desconocerá y quedaremos fuera del banquete nupcial, en las tinieblas de la noche, recriminándonos eternamente nuestra necedad y nuestra falta de vigilancia. Nos recriminaremos nuestra somnolencia, nuestra desidia y nuestra pereza, el dormirnos para Dios y soñar el sueño del mundo. Sueño placentero que luego se tornará pesadilla al despertar a la realidad.
Debemos ser prudentes y velar siempre, porque ciertamente llegará el Esposo Cristo y entrarán con Él al cielo los que mantengan la caridad4.
1 Sermón 93, 2-5. Cit. por Echávarri-Helder, Comentarios de San Agustín a los evangelios dominicales y festivos, Ciclo A, B y C Buenos Aires 2007, 143-145
2 Cf. Mt 5, 16; Lc 12, 35
3 Cf. Ap 2, 4
4 “A la tarde te examinará en el amor” (San Juan de la Cruz, Dichos de luz y amor nº 59, O.C…, 48 )
San Juan Crisóstomo
Sin obras es imposible salvarse
1. Esta parábola de las vírgenes y la siguiente de los talentos se asemejan a la anterior del criado fiel y del otro ingrato y consumidor de los bienes de su señor. En conjunto son cuatro las comparaciones que, en términos diferentes, nos dirigen la misma recomendación, es decir, el fervor con que hemos de dar limosna y ayudar al prójimo en todo cuanto podamos, como quiera que de otro modo no es posible salvarse. Pero en la parábola de los criados se habla, de modo más general, de todo género de ayuda que hemos de prestar a nuestro prójimo; a esta de las vírgenes nos encarece el Señor particularmente la limosna, y de modo más enérgico que en la parábola pasada. Porque en ésta castiga al mal siervo aquel que golpea a sus compañeros y se emborracha y dilapida los bienes de su señor; en estotra, al que no aprovecha ni da generosamente de lo suyo a los necesitados. Porque las vírgenes fatuas llevaban, sin duda, aceite; pero no abundante, y por eso son castigadas.
Más ¿por qué motivo nos presenta el Señor esta parábola en la persona de unas vírgenes y no supuso otra cualquiera? Grandes excelencias había dicho sobre la virginidad: Hay eunucos que se castraron a sí mismos por amor del reino de los cielos. Y: El que pueda comprender, que comprenda1. Por otra parte, sabe el Señor que la mayoría de los hombres tienen una alta idea sobre la misma virginidad. Y a la verdad, cosa es por naturaleza grande, como se ve claro por el hecho de que en el Antiguo Testamento no fue practicada por aquellos santos y grandes varones y en el Nuevo no llegó a imponerse por necesidad de ley. En efecto, no la mandó el Señor, sino que dejó libre voluntad de sus oyentes practicarla o no. De ahí que diga también Pablo: Acerca de las vírgenes, no tengo mandamiento del Señor2. Alabo ciertamente a quien la guarde, pero no obligo al que no quiera ni hago de ella un mandato. Ahora bien, puesto que tan grande cosa es la virginidad y de tanta gloria goza entre los hombres, porque nadie al practicarla se imaginara haberlo ya hecho todo y anduviera tibio y descuidado en las demás virtudes, pone el Señor esta parábola, que basta para persuadirnos que la virginidad, y aun todos los otros bienes, sin el bien de la limosna, es arrojada entre los fornicadores, y entre éstos pone el Señor al hombre cruel y sin misericordia.
Y ello con mucha razón, pues el uno se dejó vencer del amor de la carne, y el otro del amor del dinero. Y no es igual el amor de la carne que el dinero. El de la carne es más ardiente y más tiránico. De ahí que cuanto el adversario es más débil, menos perdón merecen los derrotados. De ahí también que llame el Señor fatuas a aquellas vírgenes, pues, habiendo pasado el trabajo mayor, lo perdieron todo por el menor. Por lo demás, lámparas llama aquí al carisma mismo de la virginidad, a la pureza de la castidad, y aceite, a la misericordia, a la limosna, a la ayuda de los necesitados.
Como tardara, pues, el esposo, dormitaron todas y se durmieron. Aquí da nuevamente a entender el Señor que no había de ser breve el tiempo intermedio, disuadiendo así a sus discípulos a que no esperaran la inmediata aparición del reino de Dios. En realidad, eso es lo que ellos esperaban, por lo que constantemente está el Señor quitándoles tal esperanza. Después de eso pone de manifiesto que la muerte es un sueño. Porque se durmieron—dice—. Pero hacia la media noche se oyó un grito… Aquí, o es que el Señor quería seguir el hilo de la parábola, o nuevamente nos significa que la resurrección había de ser durante la noche. Del grito también hace mención Pablo cuando dice: A una voz de mando, a la voz del arcángel, con la última trompeta, bajará del cielo3. —¿Y qué significan las trompetas? ¿Y qué dice el grito? —¡E1 esposo viene!
Ya, pues, que las vírgenes apercibieron sus lámparas, las fatuas les dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite. De nuevo las llama el Señor fatuas, con lo que nos da a entender que no hay fatuidad mayor que la de quienes se dedican a hacer dinero en la tierra y se van desnudos al otro mundo, donde más necesidad tendremos de caridad y misericordia. Y no son sólo por eso fatuas, sino porque se imaginaron que de allí iban a recibir aceite, y lo buscaron fuera de tiempo. Realmente, nadie más compasivo que las vírgenes prudentes, como que ello era su más señalada gloria. Por otra parte, tampoco las fatuas les piden todo su aceite: Dadnos—les dicen—de vuestro aceite. Y les manifiestan juntamente su necesidad: Porque se nos apagan las lámparas. Y ni aun así consiguieron nada. Ni la compasión de las rogadas, ni lo fácil del ruego que se les hacía, ni el premio de la necesidad fueron parte para que aquellas pobres fatuas lograran un poco de aceite.
¿Qué lección sacamos de ahí? Que en el otro mundo, a quienes sus propias obras falten, nadie los podrá socorrer, no porque no quiera, sino por ser imposible. Las vírgenes fatuas, a la verdad, se refugian en lo imposible. Esto puso también de manifiesto el bienaventurado Abrahán cuando dijo: Un gran abismo se abre entre vosotros y nosotros, de modo que ni aun los que quieren, pueden atravesarlo4. Marchad más bien a los que venden y compradlo. ¿Y quiénes son los que lo venden? Los pobres. ¿Y dónde están éstos? En la tierra, y en la tierra había que buscar el aceite, y no en aquel momento.
2. Mirad cómo con los pobres podemos hacer nuestro negocio. Si los quitáramos del mundo, habríamos suprimido una grande esperanza de salvación. Por eso, aquí, cuando el tiempo nos invita a ello, aquí es donde debemos recoger el aceite, porque allí nos aproveche. No aquél, sino éste, es el tiempo de la recolección. No consumáis, pues, vanamente vuestros bienes en placeres y ostentación, pues mucha necesidad tendréis allí de aceite. Oyendo las fatuas aquello, se fueron a comprar, pero no compraron nada. Esto lo pone el Señor, o por seguir la parábola y terminar su trama, o para darnos a entender que, aun cuando después de la muerte nos volvamos misericordiosos, de nada nos aprovechará ya esa misericordia para escapar al castigo. Consiguientemente, tampoco a las vírgenes fatuas les valió para nada su tardío fervor, pues aquí y no allí tenían que haber acudido a los vendedores. Como de nada tampoco le valió al otro rico haberse vuelto tan compasivo, que se preocupaba en el infierno por sus familiares. Porque el que había pasado de largo sin mirar al pobre Lázaro tendido junto a su puerta, ése es el que ahora tiene tanta prisa por librar a sus hermanos del infierno, a quienes ya ni veía, y suplica se les mande alguno que les anuncie lo que allí pasaba. Sin embargo, ni el rico ni las vírgenes consiguieron nada.
Porque, apenas oída la respuesta, se marcharon, vino el esposo, y las que estaban apercibidas entraron, y las otras se quedaron fuera. Después de tantos trabajos, después de tantos sudores, después de aquella insoportable lucha y de los trofeos levantados contra la naturaleza rabiosa, las vírgenes fatuas hubieron de retirarse avergonzadas, con sus lámparas apagadas y la cabeza baja. Nada hay, en efecto, más lúgubre que la virginidad si no va acompañada de la limosna. Así, el vulgo suele llamar sombríos a los inmisericordes. ¿Dónde está, pues, el orgullo de la virginidad, si no vieron al esposo ni, llamando a la puerta, lograron se les abriera, sino que oyeron la terrible palabra: Idos, no os conozco?
Ahora bien, cuando el Señor dice eso, ya no queda otra cosa que el infierno y el suplicio insoportable, o, más bien, esa palabra misma es más dura que el mismo infierno. Es la palabra que había dicho a los obradores de iniquidad. Vigilad, pues, porque no sabéis el día ni la hora. Mirad cómo pone constantemente el mismo epílogo, dándonos a entender cuán provechosa nos es la ignorancia de nuestra salida del mundo. ¿Dónde están, pues, ahora esos que se pasan la vida entera en la tibieza y, cuando nosotros les reprendemos, nos replican: En la hora de mi muerte dejaré para los pobres? Escuchen esas palabras del Señor y corríjanse. A la verdad, muchos se vieron burlados en aquel momento, arrebatados que fueron repentinamente, sin dárseles tiempo a mirar por los mismos que hubieran querido.
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Obras de San Juan Crisóstomo, homilía 78, 1-2, BAC Madrid 1956 (II), p. 550-55)
1 Mt 19, 11-12
2 1 Co 7, 25
3 1 Ts 4, 16
4 Lc 16, 26
Domingo XXXII Tiempo Ordinario – Ciclo A
(12 de noviembre 2023)
Entrada:
Cristo Jesús es el Esposo del alma que quiere llevarnos a participar con él en el banquete de bodas. Nuestras lámparas deben estar encendidas por medio de las buenas obras, especialmente de la caridad puesto que sobre ella seremos juzgados. Que esta Santa Misa nos disponga a recibir al Señor.
Primera Lectura:
El Verbo es la Sabiduría que al encarnarse se deja encontrar por los hombres que lo buscan.
Segunda Lectura:
Nuestra esperanza cierta consiste en saber que Cristo nos llevará consigo para vivir junto a Él eternamente.
Evangelio:
La parábola de Cristo nos enseña a estar preparados, atentos a lo esencial, para ser recibidos en las moradas eternas.
Preces:
Mientras vivimos en este mundo, acudamos al Señor todopoderoso para suplicarle en nombre de su Hijo Jesucristo.
A cada intención respondemos….
* Por las intenciones del Santo Padre especialmente las expresadas en este mes de noviembre:
– Por las iglesias orientales, para que su venerable tradición sea conocida y estimada como riqueza espiritual para toda la Iglesia. Oremos…
* Para que el apostolado de los miembros de nuestra Familia Religiosa esté siempre fecundado por la celebración de los sacramentos y la amistad con Dios en la oración. Oremos.
* Por todos los cristianos, para que fieles a la invitación del Señor a vivir radicalmente el compromiso bautismal, permanezcan junto a Él en el amor y alcancen así la santidad. Oremos…
* Por los enfermos y los que sufren, para que con grandeza de ánimo perseveren en la esperanza pascual y por todos nosotros, para que crezcamos en nuestro espíritu de de vigilancia. Oremos…
Señor y Dios nuestro, que eres dueño del tiempo y de la eternidad concédenos lo que te hemos pedido por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Ofertorio:
Queremos junto al la Víctima divina entonar perpetuamente un himno de acción de gracias.
Ofrecemos:
* Cirios y nuestra disposición de estar siempre atentos a las llamadas del Señor.
* Pan y vino como materia del sacrificio eucarístico y el deseo de participar de las bodas eternas del Cordero.
Comunión: “Oh sagrado banquete en el que Cristo es nuestra comida y en el que se nos da una prenda de la futura gloria.”
Salida: Acudimos a ti Señora, Reina y Madre de Misericordia, porque Tú nos haces dignos de presentarnos ante tu Hijo.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
Estar preparados
Esto sucedió en vida de San Felipe Neri. Un día se le acerca un joven radiante de gozo:
-¡Padre –le dice-, he terminado con gran éxito mi bachillerato!
-Yo te felicito hijo mío –le dice el santo-; y después ¿qué vas a hacer?
-Seguiré la carrera de Derecho.
-¿Y después?
-Después la terminaré, y seré el abogado más elocuente de Roma.
-¿Y después?
-Después, cuando haya ganado mucho dinero, me casaré con una mujer hermosa y buena que me haga feliz.
-¿Y después?
-Después formaré un hogar, tendré muchos hijos que perpetúen mi nombre.
-¿Y después?
-Después me iré haciendo viejo, y seré abuelo, y dejaré que mis nietecitos jueguen sobre mis rodillas y me hagan feliz.
-¿Y después?
-Después me moriré.
-¿Y después?…
El joven se quedó un momento pensativo. No había pensado nunca en aquel después que le esperaba al otro lado de la tumba. El Santo respetó unos momentos aquel silencio y después le respondió dulcemente:
-¿Y después? ¿y después?…
El joven se alejó. Continuó brillantemente sus estudios; pero a todas horas sonaba una voz en su conciencia que le decía: ¿Y después? … Pudo tanto en él esta pregunta que un día llamaba con mano temblorosa a la puerta de un monasterio para asegurar el último “después”.
Yo os deseo, mis hermanos, para vuestra vida toda clase de prosperidades y dichas. Os deseo triunfos, bienestar, riquezas, glorias; pero ¿y después? Todo queda del lado de acá de la tumba. Algo para esta vida; nada para la eternidad. ¿Y después? ¿y después? Esto es lo mejor que les puedo desear; que en aquel último después con que se despide el tiempo, encontréis triunfos, bienestares, y riquezas de aquello de la eternidad que nunca se acaban. Por eso hay que estar prevenidos.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, página 400-401. Editorial Sal Terrae, Santander, 1959)