PRIMERA LECTURA
Ve a profetizar a mi pueblo
Lectura de la profecía de Amós 7, 12-15
Amasías, el sacerdote de Betel, dijo a Amós: «Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque éste es un santuario del rey, un templo del reino».
Amós respondió a Amasías: «Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo Israel”».
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial 84, 9ab. 10-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de Él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
SEGUNDA LECTURA
Nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 3-14
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola Cabeza, que es Cristo.
En Él, nosotros, los que hemos puesto nuestra esperanza en Él, hemos sido constituidos herederos y destinados de antemano, para ser alabanza de su gloria, según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad.
En Él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido.
Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
O bien más breve:
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 3-10
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola Cabeza, que es Cristo.
Palabra de Dios.
Aleluia Cf. Ef 1, 17-18
Aleluia.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine nuestros corazones,
para que podamos valorar la esperanza
a la que hemos sido llamados.
Aleluia.
EVANGELIO
Los envió
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 7- 13
Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor
P. Joseph M. Lagrange, O.P.
Misión de los Doce Apóstoles
(Lc.9,1-6; Mc.6,6-13; Mt.10,5-16; 11,1)
Aunque expulsado de Nazaret por sus compatriotas, Jesús no dejó por eso de predicar, y queriendo que la buena nueva del reino de Dios y la invitación a la penitencia se extendiesen más, llamó a los doce apóstoles y los mandó a predicar de dos en dos.
Era como un ensayo del apostolado, que más tarde, después de la muerte de Jesús, habían de llevar a los gentiles.
Por ahora, consagra todos sus cuidados a su pueblo: al que vino a llamar, al depositario de las promesas y de las Escrituras, al que dirige, por medio de los suyos, la palabra de Dios. Por eso recomienda a los Doce que no se dirijan a los gentiles y que eviten entrar en las ciudades samaritanas; que vayan más bien a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.
El designio de esta misión no era atraer las miradas sobre su persona. A los discípulos no se les encarga que recluten adictos al movimiento mesiánico. Cuenta Jesús tan poco con el entusiasmo despertado en sus discípulos para hacer valer sus propios milagros, que les da el poder para obrar esos mismos prodigios: de expulsar los demonios, de curar a los enfermos y aun, añade san Mateo, de resucitar a los muertos. Con esto, ¿no se amortiguaría algún tanto la profunda impresión hasta entonces en Él reconcentrada? Poco importa. Lo esencial es que el llamamiento de Dios resuene en todo el país de Israel: ¡Penitencia!, porque el reino de Dios está cerca. El tiempo apremia y es preciso no estar ocioso. Sin embargo, Jesús no mete prisa a sus discípulos; las instrucciones que les da las limita a un país y a ciertas circunstancias, aunque su fondo sea inmutable. Para lograr el éxito de semejante misión, son necesarias dos disposiciones: desinterés e intensa aplicación a la obra.
El desinterés debe ser innegable, llevado hasta la pobreza, hasta una verdadera pobreza sin ostentación”. El viajero en Palestina llevaba siempre consigo algunas tortas para el camino, algunas monedas en el turbante o en su cinto; si iba cabalgando era en un asno, llevaba dos túnicas para defenderse del frío. El discípulo no debe tomar pan, ni dinero, ni dos túnicas; caminará a pie y podrá apoyarse en un pobre bastón; calzará simples sandalias, hechas de una suela, atadas con correas, a guisa de mendicante. Pero el mendigo, aunque haga profesión de mendicidad, lleva unas alforjas que espera llenar, aun el mendigo religioso. Un limosnero que pedía en nombre de una diosa siria, fue a mostrar su reconocimiento a su patrona por el grande provecho obtenido: en cada salida llenaba setenta alforjas. ¡Los discípulos no debían llevar alforjas! Debían vivir pendientes todos los días, y aun todos los momentos, de la Providencia divina.
Llegado a un pueblo, el obrero de la predicación del reino debía darse por entero a su trabajo. La hospitalidad en Oriente es algo natural: es ejercida por todos, y especialmente por las casas de huéspedes; pero un mesón, con tanto trajín de los que entran y salen, en medio de las preocupaciones de los viajeros y de la grosería no pocas veces inmoral de los criados, no es lugar adecuado para tratar los intereses del alma. Los apóstoles deben escoger mejor una casa particular: no faltará quien los invite. Tomada posesión de la casa, no deben abandonarla hasta la partida definitiva de la ciudad. Tal vez otros los inviten a su casa, pero no deben aceptar, pues esos cambios ocasionan pérdidas de tiempo y razonamientos poco caritativos. Sin salir de la casa se puede ver a todo el mundo. El oriental enseña con dificultad los departamentos interiores de su casa, pero la sala de recibir está abierta para todo el que llega. Mañana y tarde entrarán los que quieran conversar con los huéspedes llegados de las esperanzas que agitaban todos los pechos de Israel.
Tal vez algún pueblo no esté dispuesto a recibir a los mensajeros de la buena nueva, o bien, satisfecha la primera curiosidad, no se les dé ya crédito alguno. Al obrar de esta manera, aquella población atestiguaría contra ella misma que no pertenece al pueblo de Dios. La tierra de los gentiles es impura, y cuando el judío regresa de ella sacude el polvo de sus sandalias para no manchar el suelo sagrado con el contacto de aquel polvo. Sacudid, pues, también el polvo de vuestros pies en testimonio de su mal proceder.
Esta vez señala aquí Jesús la meta a que puede llegar el humano heroísmo: sus apóstoles deben servir de modelo a todas las generaciones de apóstoles. Tal consejo apropiado a las circunstancias no es obligatorio, tal como suena, en todo tiempo; pero emprenderá en vano la conquista de las almas quien no esté poseído por un deseo tan obsesionante de su salvación que excluya toda mira interesada. Perfectamente lo comprendieron así santo Domingo y san Francisco: el apostolado exige la pobreza, y la pobreza dispone para el apostolado. Irán, pues, los apóstoles predicando, arrojando a los demonios y curando a los enfermos. San Marcos añade que ungían a los enfermos con óleo y los curaban (Me 6, 13). El óleo se ha empleado siempre en Oriente como medicina, sobre todo para curar llagas. Como san Marcos habla de enfermos y de apóstoles y no de médicos, la unción seguramente tenía carácter religioso para obtener la curación. Jesús no bautizaba ni usaba de este rito, y los discípulos no lo hubieran hecho tampoco si no se les hubiera mandado. La Iglesia ha visto en esta práctica como un preludio del sacramento de la Extremaunción”, al cual Santiago hará alusión más clara (St 5, 14 s.). El racionalismo, negando el carácter sagrado de esta unción, ignora, sin duda, la profunda convicción de los primeros cristianos, porque la exagerada importancia dada a la unción de los enfermos por los gnósticos y los mandeos indica que ellos no se habían engañado sobre el sentido que tenía en los textos del Nuevo Testamento.
No fue, sin embargo, la intención de Jesús ligar el poder de los apóstoles al cumplimiento de una unción para distinguirla de su poder soberano. Como los dejaba bautizar, los preparaba también a ser los depositarios de las gracias acordadas mediante la extremaunción a los enfermos en el seno de esta Iglesia por Él fundada, preparándolos para su ministerio futuro de pastores.
(LAGRANGE, J. M., Vida de Jesucristo, Edibesa, Madrid, 1999, p. 177 – 180)
P. José María Solé Roma, C.F.M
Sobre la Primera Lectura (Amós 7, 12-15)
Amós es un caso palmario de cómo es siempre Dios quien toma la iniciativa. Dios llama, elige, ilumina, autoriza, envía a su Profeta. Este debe obedecer:
– Amós era originario de Tecoa, aldea agrícola cercana a Belén. Era pastor, como David. Dios le llama y le envía al Reino de Israel como Profeta: ‘Yahvé me tomó de detrás del rebaño y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo de Israel’ (15). Es un caso más de cómo el Profeta no lo es ni por méritos ni por propia elección, sino solamente por divina vocación.
– El mensaje de Amós es explosivo. En Israel del Norte, bajo Jeroboam II, han crecido el lujo, la riqueza y los vicios. La religión oficial es puro formalismo cuando no culto supersticioso. Amós reivindica los derechos de los pobres y oprimidos frente a las injusticias de los opresores: ‘Venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; aplastan contra el polvo la cabeza de los pobres; profanan mi santo Nombre’ (2, 6). Al castigo que se cierne sobre tantas injusticias y profanaciones lo llama Amós: ‘Día de Yahvé (5, 18). ‘Es día de tinieblas y no de luz.’ Los Profetas posteriores dejarán estereotipada la expresión: ‘Día de Yahvé’ como amenaza de los castigos divinos.
– En la lectura de esta domingo vemos cómo se enfrentan Amasías, sacerdote de Betel, profeta áulico, oficial, y Amós, Profeta auténtico de Dios. Amasías, valiéndose de su poder ante Jeroboam, quiere hacer enmudecer a aquel inoportuno predicador: ‘Amasías envió a decir a Jeroboam: Amós está conspirando contra ti en medio de la Casa de Israel. El país no puede soportar más todas sus palabras’ (7, 10). Y seguro del apoyo de su rey conmina a Amós: ‘¡Vidente, vete! huye a la tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque éste es el santuario del rey, casa real (7, 12). La respuesta de Amós es seria y valiente: ‘Yahvé me tomó de detrás del rebaño y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo de Israel. ¿Quién al rugir el león no temerá? El Señor ha hablado, ¿quien no profetizará? (3, 8). Amós no es un conspirador político. No predica por gusto ni por interés. Debe obedecer a quien le envía. El Profeta de Dios ungido y vigorizado por quien le envió y le sostiene, se mantiene libre y sereno. Ningún poder civil ni religioso puede apagar el fragor de su mensaje.
Sobre la Segunda Lectura(Ef.1, 3-14)
La Carta a los Efesios desarrolla el que llama San Pablo ‘Misterio de Cristo’: Es el plan divino de la salvación.
– Este plan está en el corazón del Padre desde la eternidad y es todo él iniciativa del amor del Padre. Pablo entona un hermoso himno de alabanza al amor eterno del Padre. El centro y el eje de este plan es: Cristo ab aeterno y de pura gracia se desborda sobre nosotros el amor del Padre. Concebido este plan de amor en la eternidad se realiza en el tiempo, en la Era Mesiánica; cuando Cristo Hijo de Dios no sólo nos redime del pecado, sino que nos hace partícipes de su divina filiación.
– San Pablo enumera algunas de las riquezas de este adorable plan de amor: El Padre en Cristo nos bendice, nos elige, nos predestina; nos ve, nos piensa, nos ama (3). Y porque nos ve en Cristo nos ve santos, inmaculados, partícipes de la filiación divina, agraciados en el Amado (5. 6). El pecado no será ya óbice, porque Cristo con su sangre nos redimirá de él. En este plan de amor entran todos los hombres, así judíos como gentiles (12. 13).
– De nuestra parte debemos dar respuesta al plan de amor divino. Y nuestra respuesta es la fe; y el amor y la alabanza sin fin a quien tanto nos amó. San Pablo nos exhorta a todos a dar esta respuesta al amor eterno de Dios: ‘Tan luego oísteis el Evangelio de vuestra salvación lo aceptasteis con fe. Y así fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido; el cual es prenda de nuestra herencia mientras llega la plena redención de los que debemos formar el pueblo de su patrimonio para alabanza de su gloria’ (13. 14). Tres veces nos repite San Pablo en esta perícopa que vivamos ya ahora y luego en la eternidad: ¡Para alabanza de la Gloria de Dios! (6, 12, 14): ‘Repletos, Señor, de tus ricas dádivas, concédenos que los que recibimos tu don salvífico nunca reposemos en tu alabanza’.
Sobre el Evangelio (Mc. 6, 7-13)
En el N. T. es también Cristo quien llama, elige, ilumina, forma, autoriza y envía a sus Apóstoles. Estos deben obedecer y corresponder a su vocación:
– Nos narra San Marcos la elección de los ‘Doce’. Cuando Jesús desaparezca de nuestra vista ellos serán no sólo sus heraldos y representantes, sino los que prolongarán y perpetuarán su misión redentora. Esto significa el poder que les da sobre los demonios (7). Les deja la plenitud de sus poderes: ‘Como me enviaste Tú al mundo Yo también los envío al mundo’ (Jn 17, 18). Y San Pablo definirá al Apóstol: ‘Así nos deben todos considerar: como ministros de Cristo y como administradores de los misterios de Dios’ (1 Cor 4, 1).
– Y así como representan la Persona de Cristo deben imitarle: pobres, desasidos, desinteresados.
– El Apóstol de Cristo debe tener confianza en Aquel que le ha elegido y enviado: ‘Esta seguridad tenemos por Cristo ante Dios. No que de nosotros mismos seamos idóneos, sino que nuestra idoneidad nos viene de Dios. El nos hace idóneos ministros de la Nueva Alianza’ (2 Cor 3, 4). Así, los fieles y creyentes deben ver y aceptar con fe al Apóstol de Cristo: ‘El que a vosotros recibe a Mí me recibe’ (Mt 10, 40). ‘El que a vosotros escucha a Mí me escucha. El que a vosotros rechaza a Mí me rechaza’. (Lc 10, 16).
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo B, Herder, Barcelona, 1979)
G. Leonardi
Apóstol – Enviado
- PROBLEMÁTICA ACTUAL Y SITUACIÓN NEOTESTAMENTARIA. (…) El término “apóstol” (“enviado”, adjetivo verbal con sentido pasivo del verbo apostélló) es frecuente en el NT (80 veces), y en muchas ocasiones con un sentido ya técnico.
Una estadística de la distribución según la cual aparece este término en los diversos libros sagrados resulta sumamente aleccionadora. Los encontramos 35 veces —con una distribución bastante uniforme— en las diversas cartas paulinas, incluidas las pastorales y la carta a los Hebreos. Aparece otras 34 veces en Lucas, discípulo y colaborador de Pablo: seis veces en el evangelio y 28 veces en los Hechos; en Marcos sólo figura dos veces (3,14; 6,30), una sola vez en Mateo (10,2), también una vez sola y con sentido bastante vago en Juan (13,16) y tres veces en el Apocalipsis (2,2; 18,20; 21,14).
Añadamos que, por el contrario, sólo aparece en pocas ocasiones en el NT —cuatro veces— el sustantivo abstracto “apostolado” (apostolé): Rom 1,5 y I Cor 9,2 (referido a Pablo); Gál 2,8 (referido al “apostolado entre los circuncisos” de Pedro); He 1,25 (referido a los “doce”).
Así pues, además del sentido de la palabra “apóstol”, queda por aclarar el motivo de esta diversa aparición dentro de las primeras comunidades cristianas, y en especial si se le entiende del mismo modo en los diversos filones del NT.
- APÓSTOL Y MISIÓN EN EL MUNDO JUDIO Y EN LA LITERATURA AMBIENTAL. (…)
Los Setenta tradujeron ordinariamente (unas 700 veces) con el verbo apostélló (o con el compuesto exapostélló) el verbo hebreo salah: lo prefirieron claramente a pémpó (sólo cinco veces como traducción suya), precisamente porque comprendieron que el original hebreo no indicaba puramente el envío en sí, sino que subrayaba el encargo o investidura del enviado, que adquiría para aquella tarea concreta y determinada la misma autoridad que la persona mandante (cf Jos 1,16; 1Re 20,8; 21,10; 2Re 19,4); especialmente los Setenta indican con este verbo la misión de los profetas de Israel para hablar en nombre de Dios (cf Éx 3,10; Jue 6,8.14; Is 6,8; Jer 1,7; Ez 2,3; Ag 1,12; Zac 2,15; 4,9; Mal 3,23).
El correspondiente adjetivo verbal sustantivado apóstolos se encuentra, por el contrario, en los Setenta (seguidos también aquí por Áquila) en una sola ocasión, concretamente en 1Re 14,6, como traducción del participio pasivo saluah del correspondiente verbo hebreo; se refiere al profeta Ajías, que por encargo divino se presenta a la mujer de Jeroboán como “apóstol duro” (apóstolos sklérós) para anunciar la ruina de la nueva dinastía.
(…)
- EL APÓSTOL EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS. Examinemos ante todo el término “apóstol”, para remontarnos luego a su radical apostélló.
Para poder establecer el sentido —único y múltiple— del término “apóstol” en el NT, veamos ante todo la situación partiendo de los escritos considerados como más antiguos y teniendo en cuenta las diversas comunidades en que se redactaron.
- a) En el lenguaje tradicional prepaulino y de la primera actividad paulina. Partamos de las primeras cartas paulinas, escritas entre los años 47 y 63, y sobre las cuales no hay serios problemas de autenticidad.
En la 1Tes (anterior a las polémicas de Pablo con los judeo-cristianos judaizantes) los tres fundadores de la comunidad —Pablo, Silvano y Timoteo (cf 1,1 y 2Tes 1,1; 2Cor 1,19)— se designan en plural “apóstoles de Cristo” (1Tes 2,7), porque, como se deduce del contexto próximo, habían llevado allá el “evangelio de Dios” (1,5; 2,2.4.8). Por eso aquí el objeto del apostolado es sólo la predicación del evangelio a los paganos —como se deduce del contexto—, sin que tales apóstoles hubieran recibido un encargo directo del resucitado; de lo contrario, el término no se le podría aplicar a Silvano (o Silas), que, según He 15,22, parece haber sido mandado de Jerusalén a Antioquía de parte de los “apóstoles y presbíteros”, y en especial al “hijo” Timoteo, convertido por Pablo en Iconio ( 1 Cor 4,17; cf He 16,1).
Por eso al principio eran llamados apóstoles aquellos que, en número de dos o tres por lo menos (cf Mc 6,7 y Le 10,1), habían sido mandados por Cristo o por las comunidades apostólicas (cf He 13,1-3; 14,4.14) a fundar nuevas comunidades entre judíos, y especialmente entre paganos. En este sentido son llamados apóstoles, además de Pablo, tanto Bernabé (1Cor 9,5-6; cf Gál 2,1.8-10) como Apolo (1Cor 4,9; cf 4,6), Andrónico y Junias, “distinguidos entre los apóstoles, y que fueron creyentes en Cristo antes que yo” (Rom 16,7). De forma semejante, a Pedro o Cefas se le confió “ser apóstol de los circuncisos” (Gál 2,8; cf 2,11-15), es decir, de los judíos; y entre los apóstoles que actuaban entre los judíos, Pablo parece incluir también a Santiago, hermano de Jesús (Gál 1,19). En este sentido amplio no sorprende que fueran también llamados apóstoles los mandados o designados por las comunidades para recoger la colecta para los pobres de Jerusalén (2Cor 8,23; cf 8,19; Flp 2,25).
- b) En la polémica paulina contra los judeo-cristianos “judaizantes”. En un determinado momento nace, sin embargo, una polémica precisamente sobre este título de apóstol; encontramos varias huellas de ella en la 2Cor, particularmente en los capítulos 10-13 (que parecen constituir la “carta con lágrimas”: cf 2Cor 2,4, puesta como apéndice). Mientras estaba Pablo en Efeso (por los años 54-56), algunos judeo-cristianos judaizantes llegaron a las Iglesias paulinas de Corinto y de Galacia procedentes de Jerusalén y de Antioquía. Se oponían a la línea de Pablo de admitir a los paganos en la Iglesia sin pasar antes por el judaísmo. Por eso empezaron a discutirle a Pablo precisamente el título de apóstol, a fin de desacreditar su autoridad; él no era un apóstol como “los que eran apóstoles antes que yo” (toùs prò emoú apostólous) en Jerusalén (Gál 1,17). Pablo, a su vez, denuncia a estos calumniadores, que se llaman incluso “super-apóstoles”(hyperlían apóstoloi: 2Cor 11,15; 12,11), como “falsos apóstoles (pseudapóstoloi), obreros fraudulentos, que se disfrazan de “apóstoles de Cristo” (11,13).
Parece evidente (…) que le discutían este título por varias razones: I) Pablo no había tenido contacto con el Jesús terreno; 2) no había sido testigo con los doce de las apariciones pospascuales del resucitado; 3) por eso no había sido enviado como apóstol ni por Cristo ni por los doce apóstoles de Jerusalén.
Precisamente desde este momento Pablo empieza a reivindicar para sí el título de “apóstol de Jesús” con energía, sin atribuírselo ya a los colaboradores del mismo rango, como Silvano o Apolo; se lo suele atribuir sobre todo al comienzo de sus cartas (1Cor 1,1; 4,9; 9,12; 15,9 bis; 2Cor 1,1; 11,5; cf 11,13; 12,12; Gál 1,1; Rom 1,1; 11,13; Col 1,1; Ef 1,1). En este contexto polémico afirma que su apostolado no le viene de los hombres (Gál 1,1.12), sino de la voluntad eterna de Dios (1Cor 1,1; 2Cor 1,1; Col 1,1; Ef 1,1.5); es obra de “Jesucristo y de Dios Padre” (Gál 1,1); constituye “la gracia y la misión apostólica” recibida por medio de Jesucristo para “que obedezcan a la fe todos los pueblos” (Rom 1,5).
Con estas afirmaciones Pablo no se pone entre los doce, de los que se distingue con claridad (cf Gál 1,1719; 2,2-10; 1Cor 15,5); tampoco afirma que haya visto o que haya sido enviado por el Jesús terreno. Declara, por el contrario, que ha visto a Jesús resucitado en el camino de Damasco, lo mismo que “los doce” y que “todos los demás apóstoles”, aunque sólo sea como último (1Cor 15,5.7-9; cf 9,1; Flp 3,8.10.12; Gál 12,16). Pablo afirma, por consiguiente, que ha sido mandado también él por Cristo resucitado en misión apostólica, al igual que “todos los otros apóstoles” a los que se apareció Cristo, y que ha sido enviado con el carisma específico de ser el apóstol evangelizador de los paganos (Gál 2,8-10; cf 1,18).
Con esta finalidad Dios lo había “llamado desde el seno de su madre”, como a Jeremías y al siervo de Yhwh; y en el camino de Damasco le había “revelado” a Jesús como su Hijo, para confiarle la misión profética de anunciarlo a los paganos (Gál 1,12.15-16; cf Jer 1,5; Is 49,1), con la posibilidad para ellos de acceder inmediatamente a la filiación divina, sin estar ya obligados a las prácticas cultuales y nacionales judías (cf en especial Gál 3,26-29). Pablo no pretende, sin embargo, afirmar que ha recibido por revelación de Jesús todo el “evangelio”, como se deduce del hecho de que él “transmite” el kerygma tradicional sobre la institución de la eucaristía y sobre los hechos pascuales, que a su vez declara haber recibido del Señor a través de la tradición anterior (paralambánó, verbo característico, como el anterior, de la tradición oral rabínica: 1Cor 11,23; 15,1-13). Se trata de fórmulas estereotipadas precedentes; el mismo Pablo declara que están en conformidad con las que predican los doce y los demás apóstoles (1Cor 15,11).
Para verificar el contenido del mismo carisma profético recibido por revelación de Cristo en el camino de Damasco, Pablo se siente en la obligación de “consultar” a Pedro, subiendo tres años más tarde a Jerusalén (Gál 1,18); y catorce años más tarde vuelve allá desde Antioquía con Bernabé y Tito, después de una “revelación”, para exponer “a los dirigentes el evangelio que predico a los paganos, para saber si estaba o no trabajando inútilmente” (Gál 2,2). Y afirma con satisfacción, frente a sus calumniadores, que precisamente estos “dirigentes” —que son en este contexto por lo menos “Santiago y Cefas y Juan”— reconocieron la “gracia” o carisma que había recibido, es decir, que él había recibido de Cristo el “evangelio” de los no judíos, del mismo modo que Pedro con los demás de Jerusalén habían recibido el “evangelio” y el “apostolado” de los judíos; por eso aprobaron su línea de actuación y la de Bernabé, dándoles la mano en señal de comunión (2,6-9).
Pablo, para demostrar el origen divino de su apostolado, apela además a la prueba de los hechos: el vigor de sus comunidades pagano-cristianas (1Cor 15,10; cf 2Cor 3,1-3) demuestra que han surgido en virtud del poder de Dios (1Tes 1,5; 2Cor 6,7; 12,12; Rom 15,19). “Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; pues vosotros sois, en el Señor, el sello de mi apostolado (apostolés)”(1Cor 9,2).
Pero, (…), en todos estos textos Pablo parece aplicar el título de apóstoles también al grupo de los doce que él conoce (1Cor 15,5) y a cada uno de sus miembros; en efecto, dice que Jesús se apareció “a todos los apóstoles” (15,7), después de haberse aparecido a los “doce” y “a más de 500 hermanos” (15,5-6); y en la carta a los Gálatas dice que después de la aparición de Jesús en el camino de Damasco no partió para Jerusalén, “a ver a los que eran apóstoles antes que yo” (1,17); tres años después, en Jerusalén, durante su permanencia de quince días con Pedro, dice que allí “no vi a ningún otro apóstol fuera de Santiago, el hermano del Señor” (1,19); habla además del apostolado de Pedro entre los judíos (2,8).
- c) En la aclaración restrictiva de Lucas (Evangelio y Hechos). Lucas distingue con claridad —casi como si quisiera superar la controversia paulina anterior— entre discípulos y apóstoles, ya a nivel del Jesús terreno.
En efecto, presenta a Jesús que, entre el círculo más amplio de los discípulos que le seguían, “eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles” (6,13; cf He 1,2), a los que luego envió (apostélló: 9,1-2) a proseguir su misma misión entre el pueblo de Judea (cf 4,44). Las expresiones están sacadas de la misión análoga contada ya por Marcos (6,5-7).
Luego, a lo largo de su vida, Jesús fue dando algunas normas radicales sobre el discípulo auténtico, e inmediatamente después designó y mandó (apostélló) “a otros setenta y dos discípulos” con una misión casi idéntica (10,1-12 (…).
(…)
A continuación Lucas reserva el título de “los apóstoles”, con el artículo determinado, tan sólo a los doce: tanto en el Evangelio (9,10; 17,5; 22,14; 24,10) como en los Hechos (1,2.26; 2,37.42.43; 4,33.35.36. 37; 5,2.12.18.29.40; 6,6; 8,1.14.18; 9,27; 11,1; 15,2.4.6.22.23; 16,4). Pero los presenta la misma tarde de pascua rodeados de otros discípulos (24,33), que en los días anteriores a Pentecostés forman ya con ellos un grupo numeroso de “unos 120 hermanos” (He 1,15-16). Las únicas excepciones se dan en el texto de 11,49 del Evangelio y el texto de 14,4.14 de los Hechos. Aquí, en dos ocasiones, se les da a Pablo y a Bernabé el título de apóstoles, cuando van a fundar comunidades pagano-cristianas por misión recibida de la comunidad de Antioquía (13,1-3). (Muchos opinan que el término se le “escapó” a Lucas, que lo encontró en la fuente antioquena de donde sacó este material; estos dos, por lo menos, no responden a los requisitos postulados por Lucas para los doce apóstoles. Lo mismo parece que hay que decir de los “apóstoles” que él menciona en el Evangelio (Lc 11,49), en donde depende, con Mateo, de la fuente Q; allí —como veremos— el término tendría el sentido más amplio prepaulino del que antes hablábamos.)
Los doce o los apóstoles tienen realmente para Lucas la función de “dar testimonio” (He 1,8) —pero quedándose en Jerusalén (1,4; cf 8, 1.14) y en Judea (11,1), es decir, entre las “doce” tribus de Israel— de todo el mensaje de Jesús, del que habían sido testigos oculares desde el bautismo de Juan hasta su ascensión, y especialmente de su resurrección (He 1,21-22; cf Lc 1,2). Por consiguiente, su predicación es la continuación de la causa de Jesús en la historia posterior.
En He 1 – 5 Lucas presenta al grupo de los doce apóstoles también como dirigentes de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén. Desde el capítulo 6 este grupo recibe la ayuda, para la atención a las obras caritativas en la sección de lengua griega, del grupo de los “siete” con Esteban (pero también con huellas de otras funciones originales más amplias, como la predicación y la fundación de nuevas comunidades). En la sección de lengua hebreo-aramea que se quedó en Jerusalén reciben también la ayuda de un grupo de presbíteros (11,30) que, con su portavoz Santiago, hermano del Señor, participan y deciden en el concilio de Jerusalén junto con los doce apóstoles, presididos por Pedro (15,2.4.6.22.23; 16,4).
(…)
- d) En los otros evangelios. Por eso mismo resulta extraño que un término tan importante para Pablo y para Lucas aparezca en los otros evangelios tan sólo una vez: en Marcos (6,30) y en Mateo (10,2) paro indicar a los “doce” en el contexto preciso de su misión temporal a Galilea; en Juan, después del lavatorio de los pies, en la admonición al servicio, dirigida por Jesús a los “discípulos”: “Os aseguro que el criado no es más que su amo, ni el enviado (apóstolos) más que el que lo envía” (13,16). Intentaremos dar respuesta a esta rara circunstancia [ver infra, 4].
(…)
- LA MISIÓN APOSTÓLICO-PROFÉTICA DE JESÚS Y DE SUS DISCÍPULOS. Para completar el cuadro semántico creemos necesario examinar también el uso del verbo apostélló (de donde se deriva “apóstol”), sobre todo teniendo en cuenta que es frecuente y que se distribuye de manera bastante uniforme en los cuatro evangelios, mientras que es más bien raro en el epistolario del NT (fenómeno inverso al de “apóstol”).
Este verbo aparece 135 veces, de ellas 22 en Mateo; 20 en Marcos; 51 en Lucas (25 en Lucas y 26 en Hechos), 27 en Juan; sólo cinco veces en el epistolario paulino; una vez en 1Pe, tres veces en lJn y tres veces en el Apocalipsis.
- a) En los evangelios sinópticos. Del conjunto se deduce que el verbo apostélló, como ya en los Setenta (…), pone de relieve el encargo relacionado con la misión, mientras que el sinónimo pémpó (frecuente en Lucas: 22 veces) pone el acento en el envío en cuanto tal. Además, los sinópticos, al hablar de Dios, utilizan siempre el verbo apostélló.
Tomando en consideración solamente los textos en donde el verbo tiene una importancia doctrinal, observamos:
—Ya los lóghia presentaban a Jesús clasificándolo entre los profetas mandados por Dios a Jerusalén y rechazados por ella (Mc 23,37/ Lc 13,34), en un contexto en que Jesús, incluso con otra terminología, es presentado repetidas veces como modelo de profeta, superior a los profetas antiguos; describía a Jesús como el mandado por Dios; el que lo escucha o lo desprecia, escucha o desprecia al mandatario divino (Mt 10,40/ Lc 10,16); en la parábola de los invitados se narraba cómo mandó Dios a sus criados a invitar al banquete, con una evidente alusión a los profetas de Israel, incluidos Jesús y los primeros profetas cristianos (Mt 22,3-4/Lc 14,17).
— En los sinópticos, el mismo Jesús se presenta como el enviado de Dios; acogiéndolo en los niños, se acoge al mandatario divino (Me 9,37; Lc 9 48; cf Mt 18,5); en la parábola de la viña afirma que Dios envió repetidamente a sus criados (los profetas) y finalmente a su Hijo predilecto a la viña de Israel (Mc 12,2.4, 5.6/ Mt 21,34.36.37; Lc 20,10).
— En varios textos, referidos por cada uno de los sinópticos, Jesús afirma que ha sido enviado (por Dios: pasivo hebreo) tan sólo a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 15,24); explica por qué ha llamado a su mensaje “evangelio” (cf ya 1,15) y por qué se identifica con el profeta vaticinado por Is 61,1: “… Me ha enviado a llevar la buena nueva los pobres” (Lc 4,18), y va a evangelizar por todas partes, con las palabras y con los hechos, ese reino de Dios precisamente porque ha sido mandado (enviado) por Dios para esto (4,43).
— Jesús, como sabiduría de Dios (cf Lc 7,35/ Mt 11,19; cf también 1Cor 1,24.30), había dicho refiriéndose a sus misioneros “Les enviaré profetas y apóstoles (Lc 11,49), en donde la expresión parece una endíadis, a no ser que Lucas haya intentado aclarar con el correspondiente griego de “apóstoles” el hebreo/ arameo “profetas”. Realmente Mt 23,34 dice: “Por eso yo os envío profetas, sabios y maestros de la ley”.
En los mismos sinópticos se narra que Jesús escogió a los doce para “enviarlos” (Mc 3,14; cf Lc 6,13; Mt 10,2), a su vez, a continuar su obra profético-escatológica como anunciadores de la próxima llegada del reino de Dios, como exorcistas contra Satanás y como curadores de enfermedades; y que luego de hecho les envió con semejantes funciones (Mc. 6,7; cf Mt 10,5.16; Lc 9,2; cf. 10,1.3).
- b) En el cuarto evangelio. También en Juan el verbo apostélló (aparece 27 veces) lo utiliza Jesús para indicar su envío divino frente a los Judíos (5,36.38; 6,29.57; 7,29; 8,42; 10,36) y los discípulos (3,17; por eso es el profeta por excelencia (4,19.44; 6,14; 7,40.52; 9,17).
Jesús a su vez mandó a los discípulos: “Como el Padre me mandó a mí, así os envío (pémpó) yo a vosotros” (20,21; cf 4,38), infundiendo en ellos la tarde de pascua su mismo Espíritu y capacitándolos para santificar a los hombres mediante el perdón de los pecados (20,22-23).
El tema de la misión está en el centro de la estructura literaria y teológica de la oración de Jesús al Padre después de los discursos de despedida (cf G. Segalla, o.c.), hasta el punto de que podría verse en esa oración una cristología del envío y definir su vida de Hijo que ha entrado en el mundo desde la gloria del Padre (17,5.24), como “una vida en misión”. En efecto, el verbo apostélló aparece hasta siete veces en la oración, y el tema de la misión está presente en seis de las siete unidades literarias en que se estructura dicha oración (17,3.8.18.21.23.25), teniendo su centro en las frases: “Conságralos en la verdad: tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, así también los envío yo al mundo. Por ellos yo me consagro a ti, para que también ellos sean consagrados en la verdad” (17,17-19).
- c) (…) Así pues, creemos que puede afirmarse con seguridad, tomando como base todos estos múltiples y unánimes testimonios, que ya el Jesús terreno se había presentado como profeta mandado (salah) por Dios, en la línea de los antiguos profetas, pero con la tarea única y escatológica de anunciar e iniciar el reino esperado de Dios; este verbo, con el contenido relativo de misión profética, fue traducido por el verbo griego apostélló muy pronto después de Pentecostés (si no ya en vida del Jesús terreno y por el propio Jesús en la tierra de Israel, en donde el griego era comúnmente conocido como segunda lengua). Los mismos pasivos hebreos que aparecen frecuentemente en estos textos atestiguan su origen antiguo en el ambiente judío. Ya Pablo lo usa en este sentido en Gál 4,4.6.
Por tanto, parece evidente que ya Jesús utilizó la raíz salah-apostélló para indicar, además de su misión, la de sus misioneros; no está documentado —aunque tampoco excluido, y por tanto es posible, a mi juicio—que el mismo Jesús haya usado el participio sustantivado saluah-saliah-apóstolos (al menos en la forma hebreo-aramea, si no ya en griego), que encontramos luego tan frecuentemente en las comunidades paulinas y lucanas.
- CONCLUSIÓN (y resumen): APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA. Por tanto, la sustancia de la misión (expresada con el verbo característico hebreo-arameo salah) tiene que remontarse al mismo Jesús, que se presentó como profeta enviado de Dios Padre, al modo de los profetas del AT (cf Is 6,8; 61,1; Jer 1,7); Jesús, a su vez, envió “apóstoles y profetas” (Lc 11,49; cf Mt 23,34). También en Pablo están estrechamente asociados los apóstoles y los profetas (1Cor 12,28; Ef 2,20; 4,11), y los profetas se encuentran en segundo lugar; así también en la Didajé (cc. XI; XIII; XV, I).
(…) De todas las tradiciones evangélicas se deduce realmente que el mismo Jesús describió su misión en la línea de la de los profetas del AT, que reunió a su alrededor a unos discípulos ([/ II]) y que los mandó a continuar su misión profética.
Con este sentido más profundo, siguiendo a los Setenta ([/ I, 2.4a)), se empleó en el ambiente cristiano griego la raíz griega apostélló, y en especial el adjetivo verbal sustantivado apóstolos, anteriormente poco usado en el mundo griego y con un sentido no teológico. Este término se convirtió muy pronto en el terreno cristiano en un termina técnico para indicar a todos los enviados, primero por el Jesús terreno y resucitado, y luego por sus primeras comunidades, a fin de continuar su obra profética: tanto para los doce enviados por Jesús a evangelizar a las comunidades judías de Jerusalén y de Judea (cf para Pedro Gál 2,8) como para los otros enviados a las comunidades judías de la diáspora y a las paganas; entre estos últimos estaba también Pablo y su equipo.
La polémica de los judaizantes contra Pablo los movió a restringir el título a los enviados directamente por el Jesús terreno y resucitado, y especialmente a los doce; por eso Pablo tuvo que defender el título de haber sido también él “enviado” por Cristo resucitado.
Más tarde Lucas concilia estas dos posiciones, restringiendo el título de apóstol a los doce. De este modo responde también a la necesidad cada vez más sentida —frente al retraso de la parusía y las herejías nacientes—de tener un criterio seguro de garantía a la fidelidad a Cristo y a su mensaje. Para ello subraya el papel de los doce apóstoles como garantes autorizados y completos de la tradición evangélica, a la que se (habría referido) también Pablo y él mismo para su evangelio escrito (Lc 1,1-4). Esta función de garantes de la tradición apostólica y de guías de la comunidad fue transmitida por los doce a los presbíteros-obispos, sus sucesores, con el rito de la imposición de las manos (13,13; cf He 6,6) y de la “elección a mano alzada” (cheirotonéó: 14,23), pero con la participación, en la elección de los candidatos, de la misma comunidad (1,23; 6,1-6) y de sus profetas (13,1-3; cf 20,28).
Ya la carta a los Efesios (…) enumera a los apóstoles y a los profetas cristianos del pasado —entre ellos Pablo— como el fundamento de la Iglesia (de la que Cristo sigue siendo de todas formas la piedra angular y de bóveda), en cuanto que son los que han recibido la revelación del misterio de Dios manifestado en Cristo y que hay que leer también en los escritos del apóstol Pablo (2,20; cf 3,2-6); su función la continúan ahora los actuales “evangelistas, pastores y maestros” (4,11) de la Iglesia.
(…)
(LEONARDI, G., Voz Apóstol / Discípulo, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990, p. 142 – 153)
Beato Manuel González
¡Apóstol!
Comulgantes de Jesús de cada mañana,
¡Sed los apóstoles de Jesús de cada hora!
¡Apóstol! Bella palabra, quizá la más bella con que se puede calificar a un hombre noble, a un cristiano bueno.
¡Ser apóstol! Aspiración de almas grandes, generosas, heroicas. ¡Ser apóstol! Es llenarse hasta rebosar, de Jesucristo, de su doctrina, de su amor, de su virtud, de su vida y mojar hasta empapar a todo el que nos toque o se nos acerque del agua que nos rebosa. Es hartarse hasta embriagarse del vino del conocimiento y amor intensos de Jesucristo y salir por las calles y plazas ebrios… Es hacerse loco de un solo tema que sea: Jesús crucificado y sacramentado está y no debe estar abandonado…
Abandonado, porque no se le conoce, no se le ama, no se le come, no se le imita…
¡Ser siempre apóstol! ¿Puede haber corazón sinceramente piadoso que no tenga por aspiración constante la realización de este deseo? Estar siempre haciendo algo con la palabra o la intención para que Jesús, el Jesús-Rey de nuestro corazón y centro de nuestra vida, sea un poquito más conocido, amado, servido, imitado y glorificado, ¿qué alma sinceramente cristiana no lo desea y procura?
Pero yo, pobre clérigo o seminarista, sin dinero, sin influencia, sin brillo social. Yo, pobre obrero, sirvienta, atareado hombre de negocios, juguetón niño, estudioso joven, débil jovencita, ocupada madre de familia, ¿puedo yo ejercer ese constante apostolado? ¿Cómo puedo yo ser siempre apóstol?
A contestar esas preguntas vienen estas paginillas enseñando modos de apostolados fáciles y compatibles con todas las clases de personas y situaciones. Apostolado menudo llamo a esos modos y plegue al Amo que la facilidad y suavidad de su ejecución multiplique los apóstoles y los apostolados y con unos y otros la vida del Sagrario en las almas y en los pueblos.
Por qué apostolado menudo
Y llamo menudos a estos apostolados por razón:
1º De la misión que no es misión oficial y solemne como la de los obispos, sucesores por misión divina de los apóstoles.
2º De las personas, que no han de ser siempre personajes, como grandes escritores, doctores, predicadores, sino que los pueden ejercitar a más de esos señores, si quieren, hasta los niños y viejecitas y gente sin letras ni grados.
3º De los lugares, que no han de ser grandes escenarios de púlpitos, cátedras, templos, numerosos auditorios, sino en cualquier ocasión o coyuntura favorable.
4º De la materia, que no han de ser sabias epístolas, profundas encíclicas, elocuentes sermones, sino ratillos de conversación, cartas de amigos, servicios insignificantes, hasta sonrisas y gestos.
Y 5º Del tiempo, porque estos apostolados no lo tienen señalado, sino que han de menudearse, mientras más, mejor, hasta el punto de que a cada hora y en cada ocupación y en cada palabra y en cada mirada nuestra, los que nos rodean puedan sentir algo de Jesús, presente y vivo en nuestra alma, como el que pasa junto a un nardo o una violeta, huele el aroma, aunque no vea la flor.
La gran razón y el gran impulsor de estos apostolados menudos
Yo no conozco mejor y más decorosa acción de gracias de la misa celebrada y de la comunión recibida cada mañana, que el celo por hacer sentir a los que nos rodeen la presencia de Jesús Inmolado, ¡el Cordero de Dios! en nosotros.
Comulgantes de Jesús de cada mañana, ¡sed los apóstoles de Jesús de cada hora!
Apóstoles de la presencia de Jesús, salid en su nombre por todas partes enseñando más con vuestras obras que con vuestras palabras, y de todos los modos que os sugiera el Espíritu Santo esta grande y consoladora verdad: Que Jesús, no sólo está realmente en los Sagrarios, sino en las almas y en la vida de los buenos comulgantes…
1. LA LEY DEL APOSTOLADO MENUDO
Todas sus leyes se reducen a esta sola: que se ejerza.
El apostolado entre semejantes
Rarillo es, en verdad, el título; pero os confieso que no he encontrado en mi pobre majín otro más adecuado y expresivo, y así y todo, he menester echarle una mano para sacarlo a la claridad del día.
Después de todo, quizá debería llamarse este capítulo Menudencias del apostolado, mejor que Apostolados menudos, que más que de un apostolado aparte, voy a hablar de un condimento esencial a todos ellos.
El apostolado es obra de misión y de amor: de misión, por parte del que envía al apóstol, que éste es siempre un enviado, y si no es un entrometido y un impostor, y de amor, por parte del apóstol mismo, que si tiene sólo misión y no amor a lo que es enviado, será un recadero, un comisionista, un viajante, pero no un apóstol.
¡El amor del apóstol!
Si no fuera porque me haría muy largo, me detendría ahora, no en demostrar la necesidad de ese elemento en el apostolado, que eso salta a la vista, sino en apuntar y lamentar el sinnúmero de fracasos de hartos apostolados, tanto en el bien como en el mal, precisamente por la falta o poca cantidad del amor apostólico.
Resígnome a sentar esa observación y prosigo mi razonamiento.
Si apostolado es amor, y amor como de fuente llena que se desborda y como fuego que se deshace en ganas de calentar e incendiar a muchos, el apostolado, como el amor, presupone igualdad o semejanza, o a todo trance la procura; entre el que lo ejerce y lo recibe.
El puente de la semejanza
El semejante se goza con su semejante, dijeron los antiguos y le experiencia de los siglos confirma que el amor o la amistad entre dos nunca se entabla, ni muchos menos, se estrecha, sino cuando entre esos dos se tiende el puente de semejanza o igualdad.
El blanco, naturalmente, se hace más pronto amigo de otro blanco, que de un negro; el niño, de otro niño que de un viejo; el cristiano, mejor de otro que del que no lo es; el que quiere ser cristiano bueno, de otro que le parece justo, más que del que le parece pecador o licencioso.
Y si encontramos algunas excepciones a esa ley del amor entre semejantes, más que excepción de la ley, es modo distinto, oculto, inconsciente, raro, si queréis, de cumplirla o preparación para ella.
¿Excepciones o confirmaciones?
Sin duda conoceréis no pocos casos de matrimonios de una desemejanza y desigualdad tales que os ha obligado a preguntaros y a preguntar a vuestros amigos: ¿Pero cómo Fulano, tan listo, tan sabio, ha podido querer y adaptarse a Zutana que, si no es tonta, lo parece?
Si estudiáis un poco a fondo el caso, veréis que aquella disparidad es sólo aparente y que o el Fulano no es, en realidad, tan sabio, sobre todo con talento práctico, o que la Zutana no es, en realidad, tan tonta, o que lo que a ésta le falta de cabeza le sobra de corazón o de alguna otra buena prenda para contrarrestar y establecer el equilibrio con lo que a aquél le falta.
Repito: el amor presupone la semejanza o la procura a todo trance, y si no se va.
El puente del apostolado
Con la luz de esta verdad, que es a la vez un hecho permanente, alumbremos la gran obra del amor que es el apostolado.
¿El apóstol es sabio y ha sido enviado a ignorantes?
¡Que no vaya a ellos como sabio, sino como ignorante!
¿El apóstol es rico y es grande y ha sido enviado a pobres y pequeñuelos?
¡Que no se llegue a ellos fastuoso ni encumbrado, sino modesto y chico o achicado!
El fulgor de la sabiduría, del dinero y del poderío del apóstol podrá producir deslumbramientos, asombros, hasta admiraciones; pero, ¿atracción, adhesión y lealtad de cariño? No.
Falta el puente de la semejanza para que pueda pasar éste.
El gran puente
¡Bendita, adorable, y nunca bastantemente agradecida Encarnación del Hijo de Dios, verdadero y colosal y eterno puente de semejanza tendido entre Dios y el hombre para que por él venga el gran Enviado del Padre celestial vestido de hombre y hasta con apariencias de pecador y por Él vaya el cariño rendido y sobre todo cariño de sus adoctrinados y redimidos.
Apóstoles grandes y menudos, ¿os habéis ocupado y preocupado del puente de vuestro apostolado?
El puente descrito por san Pablo
San Pablo, el por antonomasia llamado apóstol, describe la ley de semejanza que debe regir los apostolados fecundos con aquella consoladora y aliviadora descripción del sacerdocio de Cristo. «No es tal nuestro pontífice, que sea incapaz de compadecerse de nuestras miserias: habiendo voluntariamente experimentado todas las tentaciones y debilidades, a excepción del pecado, por razón de la semejanza con nosotros» (Hb 4,15).
¿Razón y fin de esa semejanza? Él mismo prosigue: «Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de, alcanzar misericordia».
Si Jesús, el gran Apóstol y Maestro y Padre de todos los apóstoles, para ganarnos el amor se ha hecho semejante a nosotros en la pobreza, en la enfermedad, en la tentación, en la muerte y en todo, ¿cómo no habrá de escoger para apóstoles, no a ángeles ni a santos del cielo, sino a hombres de la tierra, y como tales, de barro, con las flaquezas y fragilidades del barro…?
Y con todos esos apóstoles de barro quebradizo se ha levantado y formado y sostenido la Iglesia de los hombres de barro también y seguirá sosteniéndose hasta la consumación de los siglos.
¡Qué bien, qué maravillosamente bien entendió y practicó el apóstol Pablo la ley apostólica de semejanza por él tan bellamente predicada!
Leed, entre otros ejemplos, ese trozo de su primera Epístola a los Corintios (1Cor 9,19-22).
«En verdad que estando libre o independiente de todos, de todos me he hecho siervo, para ganar más almas.
Y así con los judíos he vivido como judío, para ganar a los judíos; con los sujetos a la ley o prosélitos, he vivido como si yo estuviese sujeto a la ley (con no estar yo sujeto a ella), sólo por ganar a los que a la ley vivían sujetos; así como con los que no estaban sujetos a la ley de Moisés, he vivido como si yo tampoco lo estuviese (aunque tenía yo una ley con respecto a Dios, teniendo la de Jesucristo) a trueque de ganar a los que vivían sin ley.
Híceme flaco con los flacos para ganar a los flacos.
Híceme todo para todos para salvarlos a todos.»
Ése es el apóstol de Cristo, el que es de todos y es nada.
Con los sabios, sabio sin arrogancia; con los ignorantes, sobrio y modesto en el hablar, como si lo fuera. Con los viejos, viejo; con los niños, niño; con este solo fin: ¡para salvarlos a todos!
¿Se entiende ahora la ley del apostolado, o sea, el «apostolado entre semejantes»?
De que se atienda o no esa ley de semejanza ¡cuánta cosecha de agradables sorpresas o de molestísimos e irritantes chascos!
Y como no escribo para teorizar, sino para sugerir ganas y modos de trabajar por las almas, más que meterme en reflexiones sobre la aplicación de esa ley, al que pudiera llamar apostolado grande y oficial, prefiero estudiarla en lo que venimos llamando Apostolados menudos, o sea, los inspirados por el celo, que a las personas sólidamente piadosas impide ver con indiferencia y con brazos cruzados en torno o al alcance de ellas, ausencias y faltas de conocimientos, de amor e imitación de nuestro Señor Jesucristo.
A esas buenas almas, a las que el celo de la gloria de Jesús y de las almas hizo catequistas, maestros, visitadores de enfermos o de presos, Marías o Juanes de Sagrarios abandonados o poco frecuentados y a todos los corazones noblemente empeñados en apostolados menudos, digo:
¿Queréis dejar bien pegadas en las almas de vuestros catequizandos las enseñanzas que con vuestra palabra, vuestro ejemplo, vuestra abnegación y vuestra oración tratáis de inculcarles?
Pegadlas con cariño mutuo, de vosotros a ellos y de ellos a vosotros.
¿Que el vuestro está pronto, pero el de ellas os cuesta trabajo ganarlo?
Construid y echad el puente de la semejanza y veréis cómo los dos cariños se encuentran en el camino.
¿Que procuráis echar el puente, pero que no acabáis de cerrarlo?
Quizá os faltarán algunos sillares; buscadlos en donde podáis; el amor es ingenioso y buscador.
(BEATO MANUEL GONZALEZ, Apostolados Menudos, Obras Completas, nº 4914 – 4931)
P. Carlos M. Buela, I.V.E.
El apostolado en el propio ambiente
‘Vosotros sois la luz del mundo, vosotrossois la sal de la tierra’ (Mt 5,13-14)
Plenaria pronunciada en el Seminario Mayor, María Madre del Verbo Encarnado, el domingo 28-07-2002
Una vez más en esta Jornada de los jóvenes. Como saben, el lema que eligió el Papa para esta Jornada de los jóvenes son esas palabras que Jesús dice en el Sermón de la montaña: somos luz del mundo y sal de la tierra (Mt 5,13-14). Con ellas nuestro Señor quiere indicar la dignidad singular que tienen aquellos hombres y mujeres que son apóstoles de Él, es decir, que son enviados por Él a todo el mundo a predicar su Evangelio[1].
La función que tiene el apóstol es iluminar, por eso: luz del mundo. Y, además, al predicar y al dar buen ejemplo de vida cristiana nos convertimos en sal de la tierra, es decir, somos los que evitamos que haya más corrupción, somos los que le damos sabor cristiano a la vida del hombre sobre la tierra.
Por eso nos pareció que podía ser de utilidad para los jóvenes que nos visitan el hablarles acerca del apostolado, de manera particular el apostolado al cual estamos todos obligados, que es el apostolado en el propio ambiente. Y esto lo vamos a tratar en seis puntos[2], que son: 1º el concepto del apostolado: qué es el apostolado; 2º su necesidad, 3º su obligatoriedad; 4º los objetivos que hay que tener presente; 5º los medios, y 6º la táctica o el procedimiento a emplear.
- Concepto de apostolado
Apóstol viene de una palabra griega, apóstolos∀, que a su vez deriva de un verbo que significa enviar. Esto ya nos indica la condición del apóstol: es un enviado, un embajador, un mensajero. Y en sentido religioso, que es el sentido que nos interesa aquí, el apóstol es un enviado de Dios para predicar el Evangelio. San Pablo explícitamente lo dice así: enviado de Dios para predicar el Evangelio (Ro 1,1). Por eso apostolado no es otra cosa que la obra y la actividad del apóstol. Y debemos saber que en el apostolado hay grados.
El primer apóstol, el apóstol más grande es nuestro Señor Jesucristo, que es el primer enviado, y enviado para una misión substancial, y por eso Él es y debe ser el ejemplo para todo apóstol.
Después están aquellos que Él eligió, y que a su vez envió: así como el Padre me envió así yo os envío a vosotros (Jn 20,21). Estos son los doce apóstoles, a los que eligió y los destinó a ser columnas de su Iglesia, y columnas de su Iglesia para todos los tiempos que dure su Iglesia. De ahí que nuestra Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica, porque está fundada sobre los apóstoles y porque sigue predicando la doctrina que nuestro Señor Jesucristo enseñó a los apóstoles. Y será apostólica hasta el fin de los siglos. Por eso hay que tenerle siempre mucha devoción a los apóstoles: Pedro, Pablo, Santiago, Juan… a los doce.
Luego, podemos señalar al Papa, sucesor de San Pedro; a los obispos, sucesores de los demás apóstoles; a los sacerdotes; a los laicos… Todo bautizado tiene que ser apóstol. Ya es apóstol por el bautismo, pero además, tiene que serlo de verdad, en la práctica, en su propio ambiente.
Y, ¿qué quiere decir apostolado en el propio ambiente? Se refiere al apostolado que debemos y tenemos que hacer cada uno de nosotros en forma inmediata sobre las personas con las cuales tratamos habitualmente, que son las personas que nos rodean: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, de estudio, de deporte, del barrio, la comunidad religiosa en donde vivo… Todos debemos estar persuadidos de que debemos ser apóstoles de Jesucristo porque todos somos enviados por Jesucristo para predicar su Evangelio a los hombres.
Pongamos un ejemplo: en la casa. Allí un joven o una joven tiene que ser la alegría de la casa, no el que crea problemas sino el que busca soluciones; el que sabe hablar con su padre, con su madre, el que sabe ponerlos contentos, el que pone optimismo. Escucha: – ¡Está todo mal!; responde – Bueno, nunca algo está del todo mal, siempre hay algo que está bien. Además, deber ser el que sabe hacer cosas buenas, el que ayuda, el que es servicial, el que trata de consolar al que está triste, el que trata de dar buen consejo al que lo necesita, el que enseña al que no sabe, en fin, el que vive las obras de misericordia espirituales y también las obras de misericordia corporales. De este modo, el joven o la joven que en su casa se comporta de esa manera, es apóstol en su casa, es apóstol en su propio ambiente. ¿Por qué? Porque está viviendo según Cristo quiere que viva uno, y por vivir así ya está dando testimonio de Cristo.
- Necesidad del apostolado
El apostolado no solamente es obligatorio sólo -como veremos- por razón de nuestro Bautismo, sino que incluso actualmente cada vez es más necesario que sea hecho. ¿Por qué?
En primer lugar porque, lamentablemente, nuestras sociedades se van paganizando cada vez más. Cada vez Cristo es más extraño en las familias, en los ambientes de recreación, en los medios de comunicación social, en aquellos lugares donde se determinan las leyes, como es el Parlamento… Así, prácticamente, cada vez es más rechazado y hay más gente que lo desconoce. Esto hace que sea más urgente y más necesario que aquellos que son bautizados y que son conscientes de lo que significa su santo Bautismo den testimonio de ese Señor que lo único que busca es el bien de los hombres, y de que llegue a todos los hombres la salvación que Él obró de una vez para siempre muriendo en la cruz, derramando su Sangre por amor de todos nosotros.
¿A ustedes les parece que la Argentina se encontraría en la situación en que está si nuestros políticos fuesen cristianos de verdad? Evidentemente que no. Son cristianos de letrerito, pero no lo son de verdad. Y entonces ocurre lo que ocurre: esa furia prácticamente desatada de destrucción de las instituciones, de las leyes, de la economía, del trabajo… Hay 5.000.000 de personas que no tienen trabajo. El nivel de pobreza está arriba del 50%[3], y por lo que uno puede ver, pareciera que no aciertan en encontrar una solución de fondo, como tendría que ser.
En segundo lugar, la necesidad de este apostolado se ve por la escasez de sacerdotes. Imagínense lo que significan, por ejemplo, en nuestra patria aquellos 5.000 sacerdotes (aproximadamente) que hay para 35.360.000 de habitantes. ¿Cuál puede ser la acción del sacerdote en llevar el Evangelio a todos lados si en la práctica no puede atender a tanta gente? Aunque, es verdad, hay casos también que son excepcionales, que no son la norma común. Por ejemplo, en Chile, el Padre Marcone tiene a cargo una parroquia de 50.000 almas, y está él solo por ahora, si bien irá otro sacerdote cuando se pueda. Pero ¿qué puede hacer un sacerdote, o dos, o tres o cuatro teniendo que atender 50.000 almas? Podemos ver lo que aquí mismo pasa con la Jornada de jóvenes: tenemos alrededor de 130 seminaristas, por gracia de Dios, además, cuántas religiosas que ayudan. Y, sin embargo, si no estuviesen los jóvenes laicos que también colaboran, que son los que forman la Comisión, que atienden esto o aquello otro, no se podría hacer una Jornada de jóvenes así, tan numerosa, tan grande. De este modo, la misma escasez de vocaciones consagradas, de sacerdotes, de religiosas… nos está hablando de un problema serio que debe interpelar realmente nuestra conciencia para hacernos ver la necesidad que tenemos de dar el testimonio que nosotros tenemos que dar, de lo contrario va a seguir avanzando la descristianización de nuestra patria y nos van a seguir colonizando culturalmente, de tal modo que se va a ir perdiendo cada vez más la fe católica, la fe nuestros mayores.
- La obligatoriedad del apostolado de los seglares
¿Y qué obligatoriedad hay del apostolado de los seglares? Hay una estricta obligatoriedad.
El apostolado no obliga solamente al sacerdote o a la religiosa, sino que obliga, en conciencia, a todo bautizado en la medida de las propias posibilidades, que deben ser, por lo menos, la de realizar apostolado en el propio ambiente. Este constituye una grave obligación, y obligación de conciencia, cuya infracción voluntaria y culpable podría agravar la conciencia con un verdadero pecado.
Y ¿cuáles son las principales razones de la obligatoriedad del apostolado de los seglares?
En primer lugar es una exigencia de la caridad para con Dios; para con el prójimo, y para con nosotros mimos
- La exigencia de la caridad para con Dios. Es imposible amar a Dios sin querer, al mismo tiempo, que ese Dios vivo y verdadero sea conocido por los demás. Así lo decimos cuando rezamos el Padrenuestro: santificado sea tu nombre. Con eso estamos expresando que queremos que todos los hombres conozcan el nombre de Dios, lo alaben y lo glorifiquen.
El amor egoísta y sensual es exclusivista, y no es verdadero amor. Este es el de aquellos que no quieren que nadie participe de las cosas buenas que tienen. En cambio, el verdadero amor de suyo es difusivo y quiere que los demás también participen de los bienes que uno tiene.
- La exigencia de la caridad para con el prójimo. Ciertamente que si vemos a alguien con hambre le tenemos que dar de comer, incluso hasta llegar a quitarnos la comida de la boca para que esa otra pobre persona pueda comer, ya que eso es lo que enseña el Evangelio. Pero los males del cuerpo no son los males más grandes que tiene el ser humano, sino que los males más grandes del ser humano son los males del alma. Mucho más grave que una enfermedad física es una enfermedad moral. ¿Por qué? Porque el cuerpo finalmente un día va a ir a la tierra, pero el alma es inmortal. ¿Y qué cosa puede dar el hombre a cambio de su alma? De aquí que el mal más grande que tiene el ser humano es el pecado. Y el apóstol, justamente por llevar a los demás el Evangelio de Jesucristo, está llevando a los demás la gracia de Jesucristo, que es lo que Cristo vino a traer a la tierra: he venido a traer vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Esa vida y vida en abundancia es la gracia santificante, es la que nos hace vivir unidos a Dios por la fe, por la esperanza, por la caridad. Y si perseveramos en esas disposiciones alcanzaremos la gloria del Cielo. Y ¿acaso puede haber algo más grande para el hombre que la gloria del Cielo?
Por eso es una exigencia de la caridad para con los demás el saberles decir, de manera prudente, inteligente pero firme y fuerte, que estamos llamados a otros horizontes. La vida del hombre no termina acá en la tierra, sino que comienza acá, pero llega a su plenitud en la vida eterna, en ese gozar de esa felicidad que no pasa, que no muere. Pero para eso tenemos que vivir como Dios quiere porque estamos acá en una especie de examen de ingreso, para ver si realmente merecemos el premio o no.
- Es un exigencia de la caridad para con nosotros mismos. Si nosotros nos amásemos de verdad, así como buscamos hacer limosna a los demás, nos daríamos limosna a nosotros mismos, como dice Jesús en el Evangelio: Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben (Mt 6,20). El cielo es uno de los tesoros que no pasan. Por eso, cada uno de nosotros, en este tiempo que Dios nos da de vida, tenemos que ganar méritos para la vida eterna y tenemos que desarrollar los talentos que Dios nos ha dado: talentos de inteligencia, de sinceridad, de simpatía, de saber hablar, de servir, de alegrar, etc., porque como nos dice nuestro Señor en la parábola de los talentos[4]: uno recibió diez talentos e hizo rendir a los diez; otro cinco, y los hizo rendir a los cinco, pero otro recibió uno y ¿qué hizo?: tuvo miedo y lo enterró. ¡Hay servidor malo y perezoso! Así también pasa con cada uno de ustedes. Hay algunos que tienen diez, otros cinco, otros uno. ¿Qué es lo que hay que hacer? Tanto el que tiene diez, como el que tiene cinco, como el que tiene uno debe hacer rendir los talentos dados por Dios, porque sino, incluso, se comete pecado de omisión.
En segundo lugar, la obligatoriedad del apostolado de los seglares es también una exigencia del Cuerpo Místico de Cristo.
Es inconcebible que miembros de un mismo organismo sobrenatural permanezcan indiferentes ante la salud y el bienestar de los demás miembros. Y eso es exigencia que tenemos por el santo Bautismo y por la Confirmación, que nos hace soldados de Cristo, que vigoriza y refuerza las exigencias apostólicas del Bautismo, dándonos fortaleza para librar las batallas del Señor. El soldado tiene por obligación defender el bien común. Por eso el confirmado tiene que ser un apóstol por una exigencia intrínseca de su propia condición. Recordaba el Papa Pío XI: ‘Todos los hombres están obligados a cooperar al reino de Jesucristo, lo mismo que todos los miembros de la misma familia deben hacer algo por ella, y no hacerlo es un pecado de omisión, que puede ser grave’[5].
- Objetivos
¿Cuáles son los objetivos del apostolado en el propio ambiente? Los objetivos son todas las personas con las cuales nosotros entramos en contacto, evidentemente, según el grado en que esa persona se encuentre.
Así, por ejemplo, un sacerdote al que lo nombran párroco y dice de sus feligreses: – Yo tengo asco de tratar con estos pecadores. ¿Acaso es buen sacerdote? O a un sacerdote que dice: – Ésta gente es ignorante, no sabe nada. No habría que responderle: – Si no saben hay que enseñarles. Tal vez le sucede eso porque él no comprende a esas personas, y si no las comprende no podrá encontrar el modo de hacer apostolado con ellas. Por eso debe buscar la manera de llegar al corazón, a las almas de esas personas, es decir, buscar el modo de hacer que Jesucristo llegue a las almas. Pero para esto hay que tratarlas como lo que realmente son y no como uno se imagina que tendrían que ser. Por esto, podemos agrupar a las personas que son objetivo de nuestro apostolado en distintas categorías:
- Los incrédulos. Son los que no tienen fe y por eso hay que atenderlos a ellos. Dirá alguno: – ¡No! Pero padre, si no tienen fe. Justamente es por eso que hay que atenderlos, para predicarles la fe. Como dice San Pablo: ¿Cómo creerán sin que se les predique? (Ro 10,14). Pero para esto hay que buscar la forma para que vaya llegando a sus almas, aunque sean de a gotitas, la gracia de Dios.
Pongamos un ejemplo. Estamos acá, en San Rafael. Podemos invitarlos a salir:
– ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta?
– Bueno, cómo no, vamos.
– ¡Ah, mirá! (es el domingo a la tarde), ¿por qué no vamos al Chañaral ya que allá se reúnen jóvenes?
– ¿Y eso qué?
– Vayamos a ver lo mismo.
¡Cuántas veces pasa así! Ese joven, ese incrédulo no resulta tan incrédulo sino que estaba en búsqueda de una verdad que había olvidado o que estaba adormecida en su alma, y con una cosa así de simple vuelve a Dios.
- Los que tienen ignorancia religiosa. Sucede con la inmensa mayoría de nuestros jóvenes, y no sólo aquí, sino en muchos lados. Por ejemplo, en Italia. Sí, ¡en Italia los jóvenes no conocen a Jesucristo! A pesar de que están rodeados de obras de arte cristianas, monumentos, catedrales hermosísimas, Cristos y Vírgenes, estatuas formidables, etc.; a pesar de que hay devoción popular, ¡no hay un conocimiento profundo de lo que es la doctrina de nuestro Señor! Lo percibimos nosotros en Segni. Cuando se habla con un joven cuántas veces nos encontramos que no tiene idea de cuántos sacramentos hay. Y lo mismo pasa aquí, en Argentina. Si le preguntás a un joven en Buenos Aires: – ¿Sabés qué es un Sacramento?, te responde: – Sí, una factura que se come.
Aunque no nos demos cuenta, la ignorancia religiosa es una peste, una plaga total. Así sucede que se ignoran las verdades más elementales de la santa fe y no se conoce el catecismo. Cuando yo era niño, hace algunos años, aprendíamos el catecismo de las 93 preguntas. De este modo sabíamos el catecismo, aunque en 93 preguntas. Hoy en día no pasa así. Los catecismos, en general, dejan mucho que desear porque no se les ilustra la mente a los niños, a pesar de que se alargan y alargan los años de catecismo. E incluso, a veces, salen peor que cuando entran.
- Los que tienen prejuicios. Son aquellos que por alguna cosa que les pasó se cerraron a la fe. Sea porque no comprendieron, sea porque les pasó algo que no les gustó, etc. Así, por ejemplo, van a anotarse para hacer un bautismo. El que los atiende les pregunta: – ¿están bautizados los padres? Entonces se enojan y dicen: – ¿Por qué me tiene que preguntar eso? Ignoran que preguntarles eso es una obligación.
Sucede, muchas veces, que esos prejuicios son propios de la ignorancia religiosa. Pongamos otro ejemplo: una persona que vive en concubinato y quiere comulgar. Para poder comulgar tiene que dejar de vivir en concubinato, sino no puede comulgar. Eso es elemental. Y ¿por qué no puede? Porque la gracia de Dios no llega si no se tienen las disposiciones adecuadas para recibirla.
O también ese prejuicio que aparece tan frecuentemente: ¿por qué existe el mal en el mundo? El mal existe en el mundo y va a existir mientras el mundo sea mundo, por razón de nuestra libertad. Somos nosotros los que hacemos el mal. No es Dios el que hace el mal. Dios no quiere el mal, ni lo crea, ni lo causa. Pero lo permite porque respeta nuestra libertad; así somos nosotros los que muchas veces elegimos el mal. Por ejemplo, el caso de ese que chocó en la ruta y dijo – ¿por qué Dios permitió este accidente? Se le podría preguntar: – ¿Quién apretaba el acelerador? Y son muchos los que caen en este error. Por ejemplo, Borges que escribió preguntándose cómo Dios puede existir siendo un ser infinitamente bueno, si hay mal en el mundo. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Dios es infinitamente bueno pero nosotros no somos infinitamente buenos. Y somos nosotros los que hacemos el mal: el mal entró en el mundo por razón del pecado del hombre que eligió obrar en contra de Dios.
O, por ejemplo, al ver cómo está la Patria, nos podemos preguntar: ¿Dios tiene la culpa? No. Eso es una cosa que no puede ser. Tenemos una pampa húmeda como pocas en el mundo, donde uno tira una semilla de cualquier cosa y crece. Entonces, ¿cómo puede ser que estemos como estamos? Es por la estupidez de todos nosotros juntos que no sabemos hacer las cosas como corresponde. Tenemos todos los climas… incluso tenemos gente buenísima. Un pueblo noble. Pero malos dirigentes. ¿Quién tiene la culpa? ¿Dios? Si Dios nos dio todo. Somos nosotros los que le hemos dado la espalda a Dios. ¿Cuándo? Con la ley del divorcio…. Como dice la Escritura: Siembran vientos, recogen tempestades (Os 8,7).
O, por ejemplo, los que están sumergidos en el materialismo no se dan cuenta de las cosas espirituales, y de que lo espiritual es mucho más importante que lo material. Es por el pecado de la idolatría. Lo mismo que le pasó al pueblo hebreo en el Sinaí. Cuando Moisés sube al monte Sinaí Dios le entrega las tablas de la ley. Cuando baja, se encuentra con que el pueblo estaba cantando y haciendo una fiesta. Y aun más, se entera que durante los cuarenta días que él había estado en el Sinaí, los judíos se habían hecho un becerro de oro y lo habían estado adorando. Habían cometido un pecado muy grave. ¿Qué hizo él? Hizo polvo el becerro de oro y se los dio a comer.
Pero, ante todos estos casos, a veces basta con que una mano piadosa quite el obstáculo que esa persona tiene y esa persona accede a la fe.
- Los indiferentes, a los que nada les importa. Me pasó que tenía un compañero que era así. Le querías decir hablar: – Hola, ¿cómo te va? No respondía. O les decías: – Hay que hacer el bien. Te respondía: – Me da lo mismo. – Entonces hay que hacer el mal. – Me da lo mismo.
Estos, a veces, son más difíciles a veces que los incrédulos. Porque el incrédulo todavía tiene algo, alguna llamita ahí adentro, apasionado a lo mejor y quizás por ahí se puede llegar a él. Pero al indiferente no le importa nada. Y hoy día hay jóvenes así. No les importa vivir; no les importa morir; no les importa alegrarse; no les importa ser felices, les importa ser infelices. Así se convierten en plantas. Pero a esos también hay que atenderlos y ese es nuestro trabajo. Hay que buscar pacientemente llevarlos a que hagan de su vida algo hermoso. Y eso es posible.
- Los pecadores. Son aquellos cristianos que conservan la fe, a diferencia de los incrédulos, y que se preocupan de las cosas del alma, a diferencia de los indiferentes, pero no aciertan en superar las pasiones y se entregan al pecado, aunque con pena y dolor de su propia fragilidad e inconsecuencia. Quisieran vivir cristianamente, se lamentan de su falta de energía en rechazar las tentaciones, pero de hecho sucumben fácilmente a ellas, sobre todo cuando cometen la imprudencia de ponerse voluntariamente en ocasiones peligrosas, sean malas películas, malos espectáculos, malas compañías, lecturas frívolas o directamente indecentes y así caen en pecado. Y el que va cayendo en pecado cree que va a salir, pero como no pone los medios para salir, cada vez va cayendo más hasta que llega un momento en donde tiene el alma encallecida, tiene la conciencia cauterizada y ya, prácticamente, no hay nada ni nadie que lo pueda sacar de tan desastroso estado. Pero por ellos murió Cristo en la Cruz y por ellos también nosotros debemos hacer apostolado. Hay que buscar la forma de ayudarles para que luchen contra la concupiscencia desordenada, para que no se dejen abatir por las tentaciones sino que, por el contrario, aprendan a superar las tentaciones.
Por todo esto ¡qué importante son los Ejercicios Espirituales! Son muy importantes para el incrédulo, para el indiferente, para el pecador, porque allí uno aprende cómo hay que vivir. Cuánto bien hizo el Beato Hurtado en Chile con ejercicios de San Ignacio, ¡cuánto bien! Esa es una forma de apostolado muy importante.
- Pero también deben ser nuestro objetivo los buenos cristianos. ¿Por qué? Porque siempre se puede ayudar al buen cristiano -que es aquél que cree, aquél que se ocupa de las cosas del alma, aquél que incluso lucha contra las tentaciones-. Se lo puede, y se lo debe ayudar, para que vaya siendo mas perfecto, para que vaya siendo mejor, para que siga trabajando en el camino de la santidad, para que pueda llegar a decir ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí (Ga 2,19).
- Y también los propios familiares. Ya hemos dicho cómo tiene que ser el hijo, la hija en la casa, con los padres, con los hermanos, con los demás parientes.
- Y, finalmente, también con los amigos, compañeros de profesión, de juegos, de trabajo, de apostolado…
- Medios
¿Cuáles son los medios principales de apostolado? Los medios principales de apostolado son varios.
El primer medio de apostolado importantísimo, insustituible y que todo el mundo puede hacer y debe hacer es la oración. Jesús lo dijo con toda claridad: sin Mi nada podéis hacer (Jn 15,5). En la oración nosotros vamos a Jesús, golpeamos en el corazón de Jesús, y pedimos por las cosas que necesitamos. Y en especial debemos de pedir para poder hacer correctamente nuestro apostolado. Cuántas veces resulta que es difícil tratar con un alma que está empedernida en sus pecados, pero igualmente rezamos y le pedimos al Espíritu Santo que le ilumine para que pueda entrar en esa alma a decir algo. Y no sabemos como, pero Dios la ilumina. Es porque Dios nos ilumina en la oración. Por eso es que Jesús nos dijo: orad sin cesar, por medio del apóstol San Pablo (1Tes 5,16). Y también: es necesario orar en todo tiempo (Lc 18,1). De aquí la obligación que tienen el sacerdote y el diácono del rezo del oficio divino, la Liturgia de las horas, donde se reza por todos los miembros de la Iglesia, por todo hombre y mujer que camina por este mundo. Y es poca la gente que sabe eso. El sacerdote es aquella persona consagrada a Dios que hace bien a los hombres, y ofrece oraciones, sacrificios por los pecados propios y por los pecados de los demás. Por eso es que es el padre común de todos: ese es su oficio. ¡Qué importante es la oración!
Recuerdo que un escritor narraba, en una novela, lo que ocurría en una Parroquia. Había allí poca gente: 4 ancianas. Pero esas 4 ancianas eran las que sostenían el mundo. En toda Parroquia hay mujeres que realmente son las obreras del Evangelio, que rezan, que piden a Dios que envíe sacerdotes, que se ocupan de las cosas de sacristía, que se ocupan de la atención de los enfermos, y ¡qué bien enorme que hacen! Algunas ya no pueden atender a los enfermos pero siguen rezando. Y los enfermos que no pueden moverse rezan y piden, como, por ejemplo, tantos enfermos nuestros de aquí de San Rafael que están rezando ahora, en este miso momento, por los frutos espirituales de la Jornada de los jóvenes. Santa Teresita del Niño Jesús fue declarada Patrona de las Misiones y eso que entró a un Convento y nunca más salió de ahí. Murió en el Convento y, sin embargo, es Patrona de las misiones porque estando en el Convento ella rezaba por todos los misioneros.
Por lo tanto la oración es insustituible. La mejor arma apostólica que podemos tener es hacer el apostolado de la oración.
En segundo lugar, el ejemplo. Según aquella frase tan antigua: las palabras convencen pero los ejemplos arrastran. ¡Qué hermoso es un buen ejemplo! Creo que ya alguna vez les conté cuando ví a la Madre Teresa, tuve oportunidad de hablar con ella. ¡Qué ejemplo! ¡Qué cosa! Tenía ochenta años cuando la conocí. Caminaba golpeando el piso con una especie de alpargata que usaba. Y me dijo -ochenta años- que estaba preocupada porque en Bangladesh habían habido inundaciones y pasaban los cadáveres flotando. Siempre me acuerdo de eso. Al día siguiente se encontraba con Sadam Hussein en Bagdad. ¡Qué ejemplo! Ochenta años y se pasaba la hora de adoración arrodillada, en el suelo, como acostumbran ellas, sobre algunas esteras, descalzas, como es el estilo oriental. O también el ejemplo extraordinario de Juan Pablo II. Tuve la dicha de estar en al canonización del Padre Pío. Me pusieron en un lugar desde donde veía perfectamente bien al Papa. Tenía gran dificultad para caminar, sin embargo él empeñado en hacer lo que tiene que hacer. Y cuando el Cardenal prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, un portugués, Saraiva Martin le dice: Santo Padre -todo en latín- le pido que haga las cartas apostólicas donde se declare que ha sido canonizado, que Usted ha canonizado al Padre Pío de Pietrelcina, se oyó una voz poderosa: –Dicernimus (¡lo disponemos!) ¡Qué energía! O ahora, en la Jornada de los jóvenes, a pesar de toda la campaña en contra que le hacen los medios de comunicación social, él sigue haciendo lo que tiene que hacer. Una vez un periodista le preguntó en uno de los viajes: -Santo Padre, ¿cómo anda de salud? Él le respondió: – No sé. Cuando quiero saber cómo ando de salud leo los diarios.
Recientemente tuvimos que hacer un apostolado en Roma por una futura fundación. Entonces nos contó un monseñorino de la curia que ese día el Secretario de Estado había recibido los mismos presidentes que recibió el Papa. ¿Cuántos presidentes había recibido el Papa ese día? ¡Nueve presidentes! ¡Qué responsabilidad! Y los temas que debe tratar con estos altos mandatarios, temas importantes. O antes de ayer, que almorzó con 14 jóvenes, y habló con ellos porque quería saber qué hacían. Uno era de Sudán, otro de Hong Kong… eran de distintos lugares. Al mediodía, cuando se sienta a almorzar, lo primero que dice es: – ¿en qué lengua hablamos? ¡Increíble! También tuve la oportunidad de escucharlo en Ucrania. Los saludos los hizo en 14 lenguas. ¡Qué ejemplo! Pero cómo uno no se va a entusiasmar viendo ese ejemplo. El podría estar tranquilo, sin embargo, con ochenta y dos años está trabajando 16 horas por día. Es un ejemplo extraordinario.
¡El ejemplo extraordinario de toda esta gente! Todos los medios de comunicación social, como declaró el Cardenal de México, en una campaña de prensa orquestada a nivel internacional contra la Iglesia Católica. Sin embargo, cuando arrasaba esa campaña internacional, el Papa canoniza al primer sacerdote estigmatizado en 2000 años de historia, el Padre Pío. La plaza San Pedro estaba llena de gente, a pesar del calor que hacía. Además muchos otros la vieron por televisión. La canonización más grande de toda la historia de la Iglesia. ¿Y de quién? De un humilde fraile, un hombre de oración intensa, un hombre tan querido por toda la gente.
El tercer lugar, el sacrificio. Cuando se hace algún sacrificio y se ofrece ese sacrificio a Dios sobre todo en la Santa Misa, ese sacrificio de alguna manera se une al sacrificio de nuestro Señor y adquiere un valor enormemente grande para el bien de los demás, para la predicación del Evangelio. No hay que olvidarse nunca de eso. Nuestro Señor dice en el Evangelio: esta clase de demonios sólo se expulsa con la oración y el ayuno (Mc 9,29). La oración, el ayuno, el sacrificio. Si Cristo pasó por la Cruz, si Cristo sufrió, nosotros también tenemos que pasar por la cruz. Nosotros también tenemos que ofrecer nuestro sufrimiento como hacen las madres. Yo creo que no hay madre que cuando sufre no ofrezca los sufrimientos por el hijo, y eso tiene un valor enorme porque es estar haciendo lo mismo que hizo Jesús en la Cruz.
El cuarto lugar, la caridad. Les habrá pasado a los que conocieron por primera vez los hogarcitos: ver a esas religiosas, a esos padres, a esos seminaristas, atendiendo a los discapacitados ¿Qué objeción puede haber ahí? La caridad concreta con los más pobres, los necesitados. ¿Qué argumento en contra puede esgrimir uno? Aquellos que nadie quiere, aquellos que incluso la misma familia a veces se los saca de encima, atenderlos a ellos por amor a Jesús. Una vez, no fue acá, me parece que fue en el Cotolengo de Uruguay, si mal no recuerdo, entró un hombre materialista al Cotolengo y vio a una hermana que estaba limpiando a una niña que estaba toda sucia, la miró y le dijo: – Yo a esto no lo haría ni por 1.000.000 de dolores. La monjita se dio vuelta y le respondió: yo tampoco. Estas son cosas que no se hacen por dinero sino se hacen por amor a Dios, porque uno vive la caridad que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio. Tantos casos, que los que están acá conocen con nombre y apellido, de niñas y niños que se cuidan desde bebés. ¡Qué tristeza hay cuando fallece uno!, pero al mismo tiempo gran alegría porque son ángeles que se van al Cielo porque no han cometido pecado. Y saber que se los atendió porque Jesús dijo: tuve hambre y me distes de comer, tuve sed y me distes de beber(Mt 25,35). Eso es la caridad cristiana y es la caridad de Cristo la que mueve los corazones y la que lleva a que muchos se conviertan porque ven el ejemplo concreto, el ejemplo práctico. Esto es Cristo, esto es el Evangelio. La Madre Teresa, de la que ya dijimos algo, ¡qué mujer extraordinaria! Murió con todos los honores, más de 100 delegaciones de gobiernos del mundo fueron a su funeral. La velaron en la India, en la caja mortuoria donde velaron a Nerú, considerado padre de la Patria, a Mahatma Ghandi, y también a ella, a la Madre Teresa. El cortejo fúnebre duró mas de 6 horas por la cantidad de gente que había. Mucho más que el funeral de Lady Di. (La Madre Teresa hacía apostolado con Lady Di. Esta fue una de las grandes colaboradoras que tuvo). Cuando me encontré con la Madre Teresa le dije: -La felicito, ¡qué hermosas palabras dijo cuando recibió el Premio Nóbel de la Paz! ‘¿Si una madre mata a su propio hijo en su propio cuerpo, qué razón hay para que no nos matemos entre nosotros?’. La Madre Teresa me respondió: esa frase me costó la ayuda de los países escandinavos, es decir, dejaron de ayudarla por el testimonio que ella dio, en contra del aborto. Y sin embargo, ella firme. O cuando estaba delante de Clinton y también defendió la vida de los no nacidos. Era Clinton, pero lo mismo se lo dijo.
Finalmente, el otro medio de apostolado es la palabra hablada y la palabra escrita. Roguemos para que nuestros jóvenes lleguen a tener el don de la pluma y para que escriban. Es necesario. Hoy en día prácticamente no se hace apostolado escrito. Estamos quedándonos prácticamente sin literatura cristiana actual. Y eso porque cuesta sacrificio escribir, cuesta trabajo, pero lo que uno escribe permanece. Eso es un apostolado. Uno está durmiendo y está haciendo apostolado porque los libros siguen predicando.
- Tácticas o estrategias del apóstol
¿Cuáles son las tácticas o estrategias del apóstol?
En primer lugar, convencer no imponer. No hay que imponer nada a nadie. Todo ser humano al cual nos dirigimos es un ser libre y hay que tratarlo como un ser libre. Hay que proponerle la verdad, pero no imponérsela. Si uno quiere imponer obtiene el efecto contrario y, además, está haciendo algo que Dios no quiere que uno haga. Hay que tener confianza en la otra persona y saber que si uno dice la verdad, ésta por si misma se impone. La verdad lo único que pide es ser escuchada
En segundo lugar, elegir el momento oportuno. Si no se elige el momento oportuno, se hace odiosa a la verdad. Si uno está, por ejemplo, descansando y viene otro y le dice: – Despierta, que te quiero hablar de Jesucristo. Me parece que no es la ocasión más oportuna. Hay que crear la ocasión. Y esto muchas veces. Por ejemplo, había un joven que rechazaba todo. Tenía un amigo que era muy bueno y rezaba para que el Espíritu Santo le iluminase. Así, un día se le ocurrió dejar arriba del escritorio de su compañero, como quien no quiere la cosa, una vida de Pier Giorgio Frassati. Después se fue. ¡Claro! Despertó la curiosidad del otro, que al leer Pier Giorgio Frassati, se pregunta: ¿Éste quién será? Cuando volvió, su compañero le preguntó: – ¿éste quien es? Así le empezó a hablar, después le regaló el libro. Después de leer el libro, el que era indiferente, se convierte, se confiesa y recibe a Jesús en la comunión. Creó la ocasión e hizo un buen apostolado.
Otro ejemplo. Había una misión popular en una ciudad y resulta que justamente estaba la pared de la iglesia pegada a la herrería. Y el herrero era totalmente anticristiano y anticlerical. Entonces, justo a la hora en que empezaba el misionero a predicar, este agarraba la masa grande en el yunque: plin, plin, plin… imposible predicar por el ruido que hacia el herrero. Entonces el misionero, reza al Espíritu Santo para que lo ilumine. Y así sucede que ve que al Cristo en la Cruz, que tenía en la sacristía y que era de hierro, le faltaba un clavo en la mano. Por eso, al día siguiente le pide al herrero que haga el favor de ponerle el clavo que faltaba. Empieza la predicación y esperaba los martillazos. Nada. En medio de la predicación ve que entra por la puerta de atrás el herrero. ¿Qué le había pasado? Cuando fue a clavarle el clavo a Cristo se dio cuenta lo que él estaba haciendo: él estaba clavando espiritualmente el clavo para crucificarlo a la Cruz con su conducta anicristiana y anticatólica. Se había dado cuenta que había obrado mal y que tenía que cambiar. Por eso se convirtió. El misionero había buscado la ocasión.
Otro ejemplo, que me pasó a mí. Tenía un vecino, Don Pepe Merlo, que era solterón y viejo. Había sido chofer de colectivo de la línea 32. Era muy buen vecino, pero era socialista, de esos ‘comecuras’, anticlericales. Me veía y siempre me hablaba mal de los curas.
Yo me decía: – ¡qué pena este hombre! A ver cómo hago. Varias veces le dije: – no Don Pepe, no es así como Usted dice… y le daba los argumentos. Pero cuando lo volvía a ver, me decía: – porque los curas… Yo pensaba: Uh, otra vez con los curas. Entonces se me ocurrió pedirle un favor. A veces no hay mejor modo que pedir un favor, porque cuando uno pide un favor se pone en una posición débil. Me dijo: – Carlitos lo que vos quieras. Le dije: -Me tiene que acompañar, vamos a ir a Claypole. Así fue que tomamos el 60 para ir a Claypole. En el colectivo íbamos charlando de esto, lo otro, me contaba de todo: las historias habidas y por haber. Finalmente llegamos al Cotolengo de Claypole. Lo encontramos al padre Tomás, que lo había conocido a Don Orione. Él nos llevó a recorrer primero los pabellones de niños, después de mujeres, luego de varones, etc. Don Pepe estaba pálido. Cuando salimos, después de estar unas horas ahí me dijo: -¡quien iba a decir que tenía que vivir 72 años para conocer esto! Yo no dije nada, no iba a arruinar lo que estaba haciendo Dios. Finalmente regresamos y llegamos a casa. Me dijo: -muchas gracias Carlitos por lo que me has hecho conocer. Después regresé al seminario. A la semana siguiente vuelvo a mi casa y me encuentro con él, y lo primero que me dijo fue: -¡Qué obra grande que hacen los curas! Parecía imposible. Pero hay que buscar la ocasión y dar en el punto débil, porque todos tenemos un punto débil. A veces es un gusto, a veces es un amor, a veces es una pasión…
Otro ejemplo. A mi papá le encantaba jugar al truco. Nunca iba a Misa. Era ferroviario, maquinista de la fraternidad. También era ‘comecuras’, era un hombre bueno, pero nunca iba a misa. En la Parroquia hubo campeonato de truco y él ya se había jubilado. Le dije: – ¡Mirá papá!, hay un campeonato de truco. ¿Por qué no te anotás? Ahora tenés tanto tiempo. Me dijo: – Tenés razón. A él le gustaba mucho el truco. Fue y se anotó. Sortearon las parejas y le toco jugar con el cura párroco y salieron campeones. Porque mi papá, hombre vivo, le dijo: – Padre, cuando yo le diga algo Ud. diga que sí. Entonces le preguntaba: – ¿Tiene tanto para el envido? Sí, decía el párroco. Entonces los otros pensaban que no mentía. Y así fue que ganaron.
Debemos saber comprender, pero para saber comprender hay que ponerse en el pellejo del otro, saber porqué está en tal situación o en tal otra. Para saber comprender hay que saber oír. Hay personas que no escuchan y entonces no se dan cuenta de la situación en que está la otra persona. A veces uno escucha a personas que están rabiando por determinada cosa y resulta que es algo que es de labios para afuera solamente, pero para adentro no. Incluso están criticando algo que es criticable. Y está muy bien que lo critiquen. Debemos recordar que nosotros no seguimos a seres humanos, sino que seguimos a Jesucristo. Los seres humanos estamos llenos de pecados, de defectos, de miserias, de limitaciones. Por eso debemos perseverar una y otra vez, y otra vez, y otra vez… Así sucedió con ese gran santo que fue San Pedro Claver, jesuita, que vivió en Colombia, en Cartagena de Indias. Durante 22 años siempre que pasaba delante del negocio saludaba a su dueño, un musulmán: – ¿Qué tal don Fulano? ¿Cómo le va? ¡Buen día! -Eso lo hizo durante 22 años!- Y le repetía: -¡mire que tiene que hacerse cristiano! El otro no quería. Pero él insistía: -¿Cuando lo bautizo? El otro seguía obstinado. Murió San Pedro Claver y al poco tiempo este musulmán dijo: – en este mundo la única persona que me ha querido y que me ha amado ha sido el padre Pedro Claver. El quería que me bautizase. Si el me amaba quería lo mejor para mi, me voy a hacer bautizar. ¡22 años había insistido este santo! Hay que tener paciencia, hay que perseverar y hay que confiar, finalmente, en el poder de Dios y en el poder de la gracia, de manera particular, el apóstol debe vivir las virtudes de mansedumbre, de dulzura y de humildad porque la verdad que nosotros llevamos no es una verdad nuestra sino que es de Dios. Y si nosotros conocemos la verdad es por gracia de Dios. ¿Qué tienes que no hayas recibido? nos dice San Pablo (1Cor 4,7)
Entonces no debemos ir con esa prepotencia de la persona que habla como si fuese desde la cátedra. ¡No debe ser así! Deben ir con toda humildad, porque es un regalo que Dios nos ha hecho: el conocer la verdad que salva. Y por eso hay que ser manso sabiendo, como dice San Francisco de Sales, ‘que más moscas se atrapan con una gota de miel que con un barril de hiel’.
Es cuestión de probar, prueben en sus casas, con sus hermanos, con sus hermanas. Aprendan a poner miel en vez de hiel y van a ver cómo los van a escuchar. Dirán -¿Qué le pasa a este? ¡Mirá vos!, menos mal que cambió. Más vale tarde que nunca.
Hay que aprender a vivir las virtudes que nos enseñó nuestro Señor: aprended de mi que soy manso y humilde corazón (Mt 11,29)
[1] Cfr. Mc 16,15.
[2] Seguimos a Royo Marín, Jesucristo y la vida cristiana (Madrid 1956) 530ss.
[3] Cfr. Diario Ámbito financiero, 26 de julio de 2002.
[4] Cfr. Mt 25,14ss.
[5] Pío XI, ‘Discurso del 24 de septiembre de 1927
San Ambrosio
Misión de los apóstoles
Cuanto a los que no quieran recibirlos, saliendo de aquella ciudad, sacudíos el polvo de los pies en testimonio contra ellos.
Los preceptos del Evangelio indican qué debe hacer el que anuncia el reino de Dios: sin báculo, sin alforja, sin calzado, sin pan, sin dinero, es decir, no buscando la ayuda de los auxilios mundanos, abandonado a la fe y pensando que, mientras menos anhelen los bienes temporales, más podrán conseguirlos. Si se quiere, puede entenderse todo esto en el sentido siguiente: este pasaje parece tener por fin formar un estado de alma enteramente espiritual, que parece se ha despojado del cuerpo como de un vestido, no sólo renunciando al poder y despreciando las riquezas, sino también apartando aun los atractivos de la carne,
Ante todo, les hace una recomendación general a la paz y a la constancia: para que aporten la paz, guarden la constancia, observen las normas del derecho de hospitalidad; no conviene al predicador del reino de los cielos ir de casa en casa ni modificar las leyes inviolables de la hospitalidad. Pero, para que se piense que se les ofrece el beneficio de la hospitalidad, sino son recibidos, se les ordena que se sacudan el polvo y salgan de la ciudad: lo cual nos enseña que una buena hospitalidad no es poco recompensada: no sólo procuramos la paz a nuestros huéspedes, sino que, si ellos están cubiertos con el polvo de faltas ligeras, se les limpia al recibir los pasos de los predicadores apostólicos. No sin razón en San Mateo se ordena a los apóstoles que elijan la casa en que han de entrar, a fin de que no tengan que cambiar y violar los derechos de la hospitalidad. Sin embargo, no se recomienda la misma precaución al que recibe al huésped, no sea que al escogerlo se disminuya la hospitalidad.
Mas si nosotros ahí, en el sentido literal, vemos la forma de un precepto venerable que atañe al carácter religioso de la hospitalidad, la interpretación mistérica y espiritual también nos sonríe. Cuando se elige una casa, se busca un huésped digno. Veamos si no será la Iglesia y Cristo los que son dignos de nuestras preferencias. ¿Existe una mansión más digna que la Iglesia para acoger al predicador evangélico? ¿Quién puede ser preferido a todos con mayor título que Cristo? El acostumbra a lavar los pies a sus huéspedes, y desde el momento que El recibe en su casa, no soporta que permanezcan con los pies sucios, sino que, aunque los tengan manchados por su vida pasada, Él se digna limpiarlos para el resto del viaje. Este, pues, es el único a quien nadie debe dejar, nadie debe cambiar; con razón se ha dicho, refiriéndose a El: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos (Io 6,69-70). Observa cómo ejecuta los preceptos celestiales el que, por no cambiar de hospedaje (San Pedro), ha merecido tener parte en la consagración celestial.
Ante todo prescribe que se enriquezca la fe de una Iglesia: si Cristo habita en ella, sin duda alguna hay que elegir ésa; pero, si un pueblo de mala fe o un doctor desfigura la morada, se le ordena evitar la comunión con los herejes y huir de esta sinagoga. Es necesario sacudir el polvo de los pies, no sea que la sequedad agrietada de una fe mala y estéril manche, como una tierra árida y arenosa, la señal de tu espíritu. Pues, si el predicador del Evangelio ha de tomar sobre sí las debilidades corporales del pueblo fiel, arrancar y hacer desaparecer con sus pies las acciones vanas, comparables a la basura —según está escrito: ¿Quién enferma y no enfermo yo? (Cor 11,29) —, igualmente él debe abandonar toda Iglesia que rehúye la fe y no posee los fundamentos de la predicación apostólica, no sea que sea salpicado y manchado con una fe errónea. El Apóstol, a su vez, lo afirma claramente: Evita, dice, al hereje después de una sola corrección (Tit 3,10).
(SAN AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas (I), BAC Madrid 1966, pág. 319-21)
Guión Domingo XV Tiempo Ordinario
14 de julio 2012 – CICLO B
Entrada
Hoy la liturgia nos presenta la misión de los Doce Apóstoles. Jesús los envía con su misma autoridad, de modo que, al igual que Él, predican la conversión, curan enfermos y echan demonios. Mas su única seguridad reside en el hecho de ir en nombre de Jesús, ley esencial para la eficacia de toda misión en la Iglesia.
Primera Lectura Am. 7, 12-15
El vidente Amós, proclama la palabra de Dios instado por el mismo Dios que le manda profetizar.
Segunda Lectura Ef. 1, 3-14
Hemos sido creados para ser santos. Dios nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo.
Evangelio Mc. 6, 7-13
Es necesario que los apóstoles de Cristo misionen desprovistos de medios y seguridades humanas, para que se revele el poder de Dios.
Preces
Dios siembra la semilla de su Reino entre nosotros. Pidámosle, hermanos, para que nuestro mundo sea la tierra buena.
A cada intención respondemos:…
-
Por las intenciones del Santo Padre, especialmente por las familias cristianas para que no desmayen ante las contrariedades y oposiciones del mundo, antes bien sean signos siempre elocuentes del amor de Dios por la vida que nos regala. Oremos…
-
Por los cristianos perseguidos que ante la experiencia de estar unidos a la Cruz de Cristo sepan difundir entre los que los rodean la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. Oremos…
-
Por los misioneros, religiosos y sacerdotes que trabajan por difundir el reino de Dios para que sean testigos de Cristo y de su presencia exhortando así, con su propia entrega a los demás, a la auténtica conversión. Oremos…
-
Por los que sufren pobreza, enfermedad, abandono o desempleo; para que en su sufrimiento encuentren caminos de esperanza y hermanos solidarios. Oremos…
-
Por los jóvenes que viven una vida desorientada, para que sean rescatados por el amor de sus hermanos y logren conocer a Cristo que es camino y fuerza para un cambio profundo. Oremos…
Escucha nuestra oración, Padre Santo, tú que quieres bendecirnos con toda clase de bienes espirituales. Por Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Ofrendas
Estamos llamados a ser hostias de alabanza a la Trinidad, junto con la Hostia divina que se sacrifica en el Altar.
Por eso presentamos:
-
Cirios y el anhelo de cada misionero por llevar la Palabra de Dios a los que no la conocen.
-
Pan y vino para el sublime Sacrificio: el Amor que se ofrece víctima por los pecados de los hombres.
Comunión
El mismo Dios nos da sus bienes: En la Eucaristía está la salvación y la paz para sus amigos.
Salida
Junto a la Madre de Dios, nos aventuramos a ir por los caminos del mundo, desprendidos de todos los bienes terrenos, apegados solo a Dios para llevar a los hombres la esperanza en la Redención.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
“¿Queréis un medio de llegar a la perfección?”
¿Queréis un medio de llegar a la perfección? Escuchad con atención, una vieja historia.
En la vida de los Padres del desierto leemos que dos solitarios, que habían pedido a Dios que les hiciera conocer la manera más perfecta de servirle, oyeron una voz que les dijo: – Id a la ciudad de Alejandría, y allí encontraréis un hombre llamado Eucaristo, el cual se lo enseñará.
Aquellos solitarios fueron a Alejandría, y al caer la tarde, encontraron un hombre que volvía del campo, con un haz de leña al hombro, y conduciendo un pequeño rebaño de ovejas: era Eucaristo. Se acercaron a él y le preguntaron cuál era su género de vida.
– Soy un pobre pastor -respondió Eucaristo.
– No es eso lo que le preguntamos -replicaron los solitarios-; nosotros queremos saber qué hace usted para servir a Dios.
– Padres, eso más bien les corresponde a ustedes enseñármelo, porque yo soy un pobre ignorante que no sabe ni amar ni a servir a tan gran Señor. Pero, puesto que lo desean, voy a decirles lo que hago. Tuve una madre muy cristiana que desde la más tierna infancia, me recomendó vivamente que dedicase todo a Dios, y que hiciera y soportara todo por amor a Él. He seguido este consejo toda mi vida. Así, por la mañana hago mi oración y ofrezco a Dios mi día; voy a la labor porque Él lo quiere y trabajo por agradarle. Sufro hambre, frío, calor, pobreza, enfermedades y los malos años por amor de Él. Observo los mandamientos de Dios y de la Iglesia porque son la manifestación de su Santa Voluntad. He aquí todo lo que hago.
– ¿Tiene usted algunos bienes de fortuna? -le preguntaron los solitarios.
– Tengo una pobre choza y estas ovejas que heredé de mis padres; pero Dios bendice lo poco que poseo. Hago dos partes de mi módica renta: doy una a los pobres y vivo con la otra. Mi comida es muy común; no me quejo de ella; la acepto tal cual por amor de Dios. He aquí cuál es toda mi manera de vivir.
– ¿Tiene usted enemigos?
– ¿Quién no los tiene? -respondió Eucaristo-; pero en vez de odiarlos los quiero y procuro hacerles algún secreto servicio. Si hablan mal de mi o me hacen algún daño, lo soporto por amor de Dios.
Oído esto, los solitarios volvieron a su residencia, dichosos de haber aprendido un medio tan fácil de llegar a la perfección.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959, p. 206)